¡No a la unidad nacional! Solo la clase trabajadora puede frenar la pandemia

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“Proteger la economía y si eso significa que algunos jubilados se mueren, pues qué pena” Dominic Cummings, principal asesor de Boris Johnson

El domingo 12 de abril, el Reino Unido alcanzó el sombrío hito de 10.000 personas muertas por COVID-19. El número real es mucho mayor. Los informes datos de 80.000 infectados son muy inexactos debido a que no se están realizando test masivos. Con al menos 44 sanitarios muertos por coronavirus, a los trabajadores del Servicio Nacional de Salud (NHS), los más expuestos al contagio, no se les está haciendo ningún test, como tampoco a los empleados de los servicios esenciales. Eso sí, la prioridad la tiene el parásito monarca Carlos de Inglaterra o el presidente Boris Johnson, que hasta hace dos días se mofaba de esta enfermedad.

Antes de que la pandemia estallara, Gran Bretaña estaba inmersa en una profunda crisis política acentuada por las divisiones en el seno de la clase dominante a raíz del referéndum del Brexit y la todavía no resuelta crisis económica del 2008.

La agitación social provocada por el Covid-19 y las medidas sociales y económicas necesarias para enfrentar la pandemia apuntan directamente a la necesidad de paralizar la actividad productiva capitalista. Pero los capitalistas están intentando colocar un chaleco salvavidas a su sistema y sus beneficios mientras esta grave crisis sanitaria está teniendo un efecto devastador en la clase trabajadora, con ya cientos de miles de despedidos y una caída en picado de los ingresos mensuales.

El NHS, que ha sido desmantelado hasta el hueso por los recortes y privatizaciones aplicados por los gobiernos tories, ahora tiene que lidiar con una masiva ola de pacientes infectados a la vez que cuenta con una falta total de personal sanitario debido también a los contagios. Se calcula que el 20% de los trabajadores y trabajadoras de la salud en algún momento sufrirán de Covid-19. Pero esto ya no es una estimación: en muchos hospitales ya se ha superado esta cifra. La falta de recursos, incluidos los EPP (equipo de protección para el personal), se ha notado de forma dramática incluso antes de la etapa inicial de la pandemia. Las enfermeras y enfermeros de las UCI están haciendo llamamientos públicos desesperados para contar con mascarillas y protectores faciales, y muchos trabajadores en primera línea del NHS están trabajando sin que los EPP estén comprobados.

Los beneficios empresariales por encima de la vida de las personas

Mientras esta es la realidad en los centros de salud de todo el país, la clase dominante británica está, como siempre, protegiendo sus intereses. Solo hay que ver un ejemplo. Mientras el Gobierno afirma que los mayores de 70 años no serán sometidos a los test ni tendrán acceso a respiradores, los miembros de la Familia Real cuentan con un trato más que privilegiado y preferencial. El propio caso de Boris Johnson muestra las diferencias de clase y los privilegios existentes. Tras detectarle coronavirus, pasó cuatro noches en cuidados intensivos. La atención personalizada que ha tenido el primer ministro casi nadie la tendrá. Mientras los trabajadores del NHS denuncian que están levantando las restricciones de seguridad y que hay casos de tres o cuatro enfermos graves, con ventiladores, atendidos por un solo enfermero o enfermera, a quienes se les triplica el trabajo.

La actitud del Gobierno ha sido escandalosa. A pesar de que hace más de un mes el régimen chino adoptó el confinamiento total para la región de Hubei y su capital Wuhan, ni la UE ni Gran Bretaña hicieron nada por tomar medidas preventivas efectivas y contundentes para evitar la expansión de la pandemia. Es más, cuando el Covid-19 ya era una realidad y una amenaza palpable en Europa y en Londres, la respuesta del Gobierno británico siguió siendo descartar medidas drásticas, mantener las escuelas abiertas y hablar del desarrollo de “una especie de inmunidad de grupo”. Insultante. Semanas más tarde, la primera medida del Gobierno ha sido proteger a las empresas con un paquete de 350.000 millones de libras para salvaguardar las ganancias de las multinacionales privadas. Al mismo tiempo, el responsable de la sanidad inglesa admitía que si no se alcanzan los 20.000 fallecidos “se habrá hecho bien”.

La completa ausencia de una actualización unificada, la negativa rotunda de proporcionar todos los recursos humanos y materiales al NHS, por no hablar de parar la actividad productiva no esencial ha sido la norma. Pero no es cierto, como alegan los medios de propaganda burguesa, que Boris Johnson “no tuviera ningún plan”. Los Gobiernos capitalistas de las grandes potencias europeas conocían perfectamente la gravedad de lo que estaba ocurriendo. El Gobierno conservador sí tenía un plan y lo ha intentado llevar a cabo: salvar a la burguesía británica, evitar el desplome de la economía utilizando como colchón la vida de centenares de miles de personas.

Esto mismo lo ha reconocido el periódico The Sunday Time al informar de que Dominic Cummings –considerado quien maneja los hilos del gabinete y el asesor especial de Boris Johnson–, en una reunión del Ejecutivo, resumió en pocas palabras sus intenciones: “inmunidad colectiva, proteger la economía y si eso significa que algunos jubilados se mueren, pues qué pena”.

La presión social, decisiva

Lo que realmente ha cambiado el rumbo de la estrategia del Gobierno es la presión social de la clase trabajadora y la amenaza de un levantamiento que señale su responsabilidad en esta crisis. El malestar y las protestas ya se extendían por la geografía británica antes de la llegada de la pandemia. La huelga de las enfermeras en Irlanda del Norte, trabajadores de la universidad en toda Gran Bretaña, trabajadores del transporte en Londres y distintas partes de Inglaterra, varias huelgas locales de trabajadores de la recogida de residuos en Birmingham, la huelga de los trabajadores postales…

La clase dominante británica –y en todo el mundo– ha iniciado una campaña agitando la “unidad nacional” para frenar la pandemia. La realidad es que este discurso nacionalista y chovinista no ha impedido que las acciones y protestas continuaran. Los trabajadores y trabajadoras del Hospital de Lewisham, el primer hospital en Londres afectado por la crisis del coronavirus, impulsaron paros por cuestiones salariales, de salud y seguridad, forzando al Gobierno a hacer concesiones.

Una señal muy reveladora de que el Gobierno sucumbió a la presión de la clase trabajadora y la juventud fue el cierre de las escuelas y la prohibición de reuniones masivas. Si las escuelas cerraron fue por las acciones llevadas a cabo por las familias que decidieron no llevar a sus hijos e hijas, y la negativa de los profesores y profesoras a impartir clase en estas circunstancias. Boris Johnson decretó el cierre de los institutos y facultades dos días después de haber afirmado que esta medida sería prematura.

El paquete de rescate: ¿para los trabajadores o para los empresarios?

El Gobierno ha intentado camuflar el paquete de 350.000 millones de libras al servicio de las empresas como medidas para toda la población. A pesar de que el Gobierno anunciara que “cubriría los salarios de los trabajadores despedidos”, la mayoría está sufriendo un recorte salarial del 20%. Por supuesto, las empresas no tendrán que tocar todos los beneficios obscenos que han amasado durante décadas. Al mismo tiempo, Johnson ha ofrecido una prórroga hipotecaria a los propietarios de viviendas, pero se negó a congelar los alquileres y a prohibir los desahucios.

La actividad productiva no esencial sigue desarrollándose. Los trabajadores de almacenes como ASOS, Amazon, o compañías telefónicas siguen trabajado sin equipos de protección o sin poder respetar la distancia entre los compañeros. Por supuesto, el Gobierno se niega a paralizar la industria de los servicios y la construcción.

Multinacionales como Sports Direct y Wetherspoons se han negado a cumplir con las medidas de salud pública y se negaron a cerrar sus tiendas afirmando que la ropa deportiva y los bares son lugares de trabajo claves. La hipocresía y el cinismo de los empresarios no tiene límite. Aún así, la presión de los trabajadores les ha obligado a bajar la persiana y han tenido que aceptar sus reivindicaciones salariales.

El papel de los sindicatos y la dirección del Partido Laborista

Trotsky subrayó que la crisis histórica de la humanidad se reduce a la crisis de su dirección revolucionaria. Nunca estas palabras han cobrado más sentido. Al igual que en otros países, las direcciones sindicales británicas están colaborando a propagar la campaña de “unidad nacional”.

Los líderes del Trade Union Congress (TUC) han respaldado las medidas del Gobierno contribuyendo a blanquear esto como una catástrofe inevitable, y no denunciando la catástrofe social y sanitaria que realmente es ni señalando a sus responsables. Han llegado a admitir que “Rishi Sunak [canciller de Hacienda, equivalente a un ministro de Finanzas] ha mostrado un gran liderazgo”, también dirigentes del TUC hicieron un llamamiento a “sindicatos y empresarios a trabajar conjuntamente para ayudar a coordinar el esfuerzo nacional”.

Otro ejemplo que ha provocado una gran indignación ha sido el papel que el Royal College of Nurses, el sindicato de enfermeros, ha jugado. Antes del inicio de la pandemia, el Gobierno de Jonhson anunció que los y las estudiantes de enfermería –que pagan 9.000 libras al año de matrícula– se incorporarían de forma anticipada a trabajar. Ahora, estos estudiantes están siendo presionados para que se incorporen de forma inmediata al NHS. Si no lo hacen se les chantajea con pagar un año más de tasa adicional, más años de prácticas y teniendo que cumplir con los exámenes escritos cuando la pandemia disminuya. ¡Y todo esto con el asentimiento de las direcciones sindicales!

No han dicho ni una sola palabra acerca de que las medidas sociales y de salud necesarias deberían haber sido organizadas y coordinadas por un consejo democrático integrado por los trabajadores, incluyendo comités de trabajadores elegidos y responsables en cada lugar de trabajo y comunidad, representantes de los sindicatos, personal médico de primera línea y expertos y miembros de la comunidad.

En un momento donde solo la presión sindical por abajo, la lucha y la solidaridad pueden salvar la vida de la clase trabajadora, los sindicatos británicos juran al Gobierno y a la burguesía británica que mantendrán la paz social.

Por supuesto, el Partido Laborista también está jugando el papel de muro de contención para frenar la rabia e indignación de las masas. Más allá de algunas declaraciones sobre la importancia de que “se hagan más pruebas del Covid-19”, están manteniendo un silencio ensordecedor, colocándose, en la práctica, al lado del Gobierno y apuntalando la unidad nacional para evitar señalar la responsabilidad de los tories y los anteriores Gobiernos laboristas. Esto, que ha sido así en los últimos días de Corbyn al frente del laborismo, aún es más escandaloso con el nuevo líder.

Keir Starmer, el nuevo líder laborista más a la derecha, fue apoyado explícitamente por los grandes medios de comunicación al servicio de los capitalistas y por la propia patronal durante las primarias del partido, y por ahora está cumpliendo religiosamente con su papel. Al ser elegido prometió “trabajar con el Gobierno de Johnson” y, recientemente, en vez de demandar un aumento del pago de los trabajadores en el NHS, apoyó una campaña para ¡darles medallas! Que Starmer y el aparato laborista están completamente plegados a la clase dominante y prefieren condenar a decenas de miles a la muerte que perturbar el “pacto social”.

Los conservadores aprobaron rápidamente una legislación de emergencia que, además de la cuarentena y el distanciamiento físico, incluía medidas explícitas contra los trabajadores y durante un periodo de ¡dos años! Así se prolongarán los poderes policiales mucho después de haber superado la pandemia. Esta fecha de vencimiento está destinada a contener los estallidos y protestas sociales que vendrán.

¡Por un plan para proteger la vida de la clase obrera!

Los resultados electorales dieron mayoría absoluta a Boris Johnson el pasado diciembre, pero este Gobierno se encuentra atravesado de enormes contradicciones y se enfrenta a una crisis histórica. Incluso con la lamentable posición de las direcciones sindicales y los laboristas, que desarma a la clase obrera, su respuesta llegará y el apoyo electoral a los tories se desvanecerá.

Ya lo estamos viendo, a pesar de los ataques y propaganda de la clase dominante, los trabajadores se está organizando. Las huelgas se están extendiendo por todo el Reino Unido, algunos ejemplos son los de los trabajadores de limpieza en el hospital de Lewisham o sanitarios en Wirral. Al mismo tiempo, ante los retrasos y la incompetencia de las administraciones, los trabajadores han desarrollado redes de ayuda mutua para proteger a las personas mayores y vulnerables. Algunos están tomando forma de embrión como grupos de acción política, aunque los organismos oficiales –los Consejos– están tratando de elegirlos y controlarlos. Un desarrollo revelador.

En esta grave crisis sanitaria se pone de manifiesto más que nunca el verdadero rostro del capitalismo británico, e internacional, la avaricia patronal que envía a la clase trabajadora a una muerte segura. Por otro lado, la solidaridad de clase se acentúa de forma inspiradora. Ante la negación del Gobierno de dotar con recursos y medios al NHS, más de 700.000 personas se han presentado voluntarias para ayudar al personal sanitario. ¡Solo el pueblo salva al pueblo! Parar la pandemia y evitar una matanza de la clase obrera pasa por la construcción de una sociedad distinta, una sociedad socialista.

Para ello es necesarios defender, entre otras, estas reivindicaciones:

● Prohibición de los despidos y pago del salario completo para todos los trabajadores. ¡Que los capitalistas pongan sus ganancias!

● Reversión de todos los recortes, privatizaciones. Inversión masiva en el NHS. ¡Control democrático del NHS por parte del personal sanitario, los pacientes y las comunidades! Nacionalización de todos los sectores productivos de material médico y de la sanidad privada. Nacionalización del sector farmacéutico, gratuidad de todas las medicinas necesarias para enfrentar el coronavirus y el resto de las enfermedades.

● Los sindicatos, comités, delegados y asambleas de fábrica deben garantizar equipos de protección adecuados, y poner fin a la actividad productiva no esencial. Se debe aprobar de inmediato un aumento salarial para todos los trabajadores esenciales: NHS, supermercados, maestros, etc, incluyendo un pago de riesgo del 200% como inicio de la reversión de todos los recortes y ataques a las condiciones laborales.

● Vivienda adecuada para todos: ¡Prohibir los desahucios y alojar a las personas sin hogar! Los consejos de todo el país han alojado a todas las personas sin hogar y vulnerables en sus áreas, no por la amabilidad de sus corazones sino para detener el contagio a los acomodados. Esto muestra que la crisis de vivienda y la falta de vivienda no son consecuencias naturales, sino una elección política de la clase dominante.

● Derogación de las leyes antidemocráticas de emergencia y su duración de 2 años, son un claro ataque contra el derecho a organización y a la huelga de la clase obrera. Todas las medidas de salud pública, como el bloqueo y el distanciamiento físico, deben ser acordadas y coordinadas por los consejos de trabajadores, no por la clase dominante.

● Control democrático y distribución de suministros esenciales organizados por la clase trabajadora y las comunidades, no por intereses privados. Castigo ejemplar a los especuladores.

● Nacionalización de la banca, los grandes monopolios industriales y mineros, de telecomunicaciones, agroalimentarios y eléctricas bajo control democrático de los trabajadores para establecer un plan socialista de producción que ponga por encima los derechos de la gente y sus vidas.

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