Undécima jornada de huelga general contra la reforma de las pensiones

La undécima jornada de huelga general convocada el 6 de abril contra la reforma de las pensiones volvió a ser un rotundo éxito. Millones de manifestantes participaron en las más de 370 manifestaciones organizadas por todo el país, expresando su rabia y su furia ante la negativa del presidente Macron a retirar una reforma rechazada frontalmente por la inmensa mayoría de los ciudadanos.

De nuevo, como viene siendo habitual desde la huelga general del 23 de marzo, el Gobierno lanzó a sus fuerzas represivas contra los manifestantes y les dio vía libre para cometer todo tipo de brutalidades. Como era previsible, la antidemocrática aprobación por decreto, el pasado 16 de marzo, de la reforma de las pensiones, ante el miedo de Macron de verla rechazada en la Asamblea Nacional, ha dado paso a la represión más salvaje. Una lección práctica de la verdadera naturaleza del Estado burgués en una de las supuestas cunas de la democracia representativa.

Desesperación e impotencia del Gobierno Macron

La víspera de la huelga la primera ministra Elisabeth Borne mantuvo una reunión con los dirigentes de los principales sindicatos, en un intento de parar la movilización. La cumbre, que no duró ni una hora, se saldó en un rotundo fracaso para Macron. Ni siquiera los sindicatos más pactistas y derechistas, como la CFDT, se atrevieron a esbozar un mínimo acercamiento al Gobierno. La determinación de Macron en no dar un paso atrás en este ataque está empujando a la burocracia sindical a continuar adelante con unas movilizaciones que, desde hace varias semanas, ya no dependen exclusivamente de su voluntad.

Las huelgas indefinidas más importantes – entre otros, las refinerías, los recogedores de basura, el transporte, la educación – han sido convocadas por la presión de los trabajadores y trabajadoras sobre sus secciones sindicales de empresa sin que las direcciones centrales de los sindicatos hayan jugado ningún papel en reforzarlas o extenderlas. Tampoco los cientos de manifestaciones nocturnas que se han extendido por toda Francia han sido iniciativa de la burocracia sindical, sino que han surgido como expresión espontánea de la indignación ante la represión y el autoritarismo del presidente Macron.

Ahora los ojos del Gobierno y de los dirigentes sindicales están puestos en la reunión del Consejo Constitucional francés del próximo 14 de abril, que decidirá sobre la constitucionalidad de la reforma y, en caso de que la acepte, sobre la posibilidad de convocar un referéndum ciudadano que la apruebe o la rechace. De momento, los sindicatos han convocado una nueva huelga general para el día 13 y animan a continuar las acciones de protesta el mismo día 14. Esta convocatoria es, sin duda, positiva, pero claramente insuficiente para doblegar a Macron. Llegados a este punto no se puede mantener ilusiones en las instituciones del Estado burgués ni condicionar la movilización a las decisiones que pueda o no adoptar el Consejo Constitucional.

La experiencia de la Reforma Laboral promovida por el socialista Hollande en 2016 y aprobada también por decreto no debe echase al olvido. En aquella ocasión los dirigentes sindicales desactivaron las protestas con la excusa de que la batalla tendría que darse en las instancias judiciales. El resultado fue que la Reforma Laboral entró finalmente en vigor aprovechando el ambiente de paz social impuesto gracias a la pasividad de las direcciones sindicales y a su papel desmovilizador.

La negativa de Macron a retirar, o al menos modificar, la reforma de las pensiones no es un capricho. Francia, al igual que el resto del mundo capitalista vuelve a encontrarse en los inicios de una nueva crisis financiera que, como acabamos de ver en los casos del SVB o de Credit Suisse, va a requerir que el Estado inyecte cantidades ingentes de dinero público en el sistema financiero, incluso en volúmenes mayores que en la crisis de 2008. Para compensar esas entregas de dinero a los capitalistas serán necesarios nuevos recortes y nuevas medidas de austeridad que, inevitablemente, volverán a levantar una ola de indignación entre la clase trabajadora.

Macron y la burguesía francesa se preparan para ese escenario y por eso no pueden permitirse hacer concesiones que refuercen al movimiento de la clase obrera y la juventud y multipliquen su confianza en sus propias fuerzas. Un ejemplo además que cundiria en toda Europa.La batalla va mucho más allá de las pensiones y el movimiento desafía ya no solo la institucionalidad del estado burgués sino los propios cimientos del orden capitalista.

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Macron y la burguesía francesa no pueden permitirse hacer concesiones que refuercen al movimiento de la clase obrera.

Es el momento de dar el golpe decisivo a la presidencia de Macron, extendiendo las huelgas para desembocar en una huelga general indefinida hasta que el presidente caiga. La organización de estas huelgas tiene que apoyarse en la constitución de comités de acción en todas las empresas y centros educativos que organicen todas las tareas de la huelga y dirijan la ocupación de lugares de trabajo y estudio, poniéndolos bajo el control de la clase trabajadora y la juventud.

El congreso de CGT refleja el ambiente crítico con las direcciones sindicales

Paralelamente a estos acontecimientos, el reciente congreso de la CGT ha puesto de manifiesto que entre las bases impera un ambiente muy crítico con la dirección. Los dirigentes sindicales no se atreven a dar los pasos necesarios para culminar la lucha e incluso dan algunos pasos atrás, como ha ocurrido con la huelga indefinida de recogedores de basura de París, desconvocada por CGT con el argumento de que “ya no quedan huelguistas”. El rechazo de las bases ha sido tan fuerte que el sindicato ha tenido que volver a convocar huelga indefinida en este sector a partir del 13 de abril.

La realidad es que las numerosas huelgas, indefinidas o parciales, de las últimas semanas han sido el resultado de la presión de los sindicalistas de base. Ellos han sido los que han mantenido la lucha viva en los días sin convocatoria oficial de huelga y los que han creado el ambiente de lucha que ha puesto a Macron contra las cuerdas.

El resultado de este levantamiento desde abajo ha sido que por primera vez en la historia de la CGT el informe de actividad de la dirección saliente ha sido rechazado por el plenario de los delegados. Las críticas a la falta de decisión y firmeza de Philippe Martinez y el resto de las dirigentes han sido muy duras y los delegados han rechazado la supuesta debilidad de la “correlación de fuerzas” que la dirección esgrime como justificación a sus vacilaciones. Esa debilidad se debería, según la dirección saliente, a factores como la división sindical, la “marginalización” del sindicalismo e incluso a las acciones de protesta de secciones sindicales de empresa ante la conducta antidemocrática de los dirigentes. Todas esas malas excusas fueron rechazadas por los delegados que exigieron claramente un cambio de rumbo en la CGT.

Pero a pesar de este ambiente crítico, el resultado del congreso no estuvo a la altura de las exigencias de los delegados. A pesar de que la candidata avalada por Martinez fue mayoritariamente rechazada, en la elección de la nueva dirección, que no se vota en el pleno de delegados sino que es elegida por el reducido número de dirigentes que componen el Comité Confederal, el aparato de CGT consiguió imponerse. El ala izquierda del sindicato, agrupada en la corriente UnidadCGT y encabezada por Olivier Mateu y Emmanuel Lépine, quedó fuera del máximo órgano de dirección a pesar de que el plenario de delegados les dio el 36,5% de los votos.

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A pesar de este ambiente crítico, el resultado del congreso de la CGT no estuvo a la altura de las exigencias de los delegados.

Pero este resultado no ha desanimado a los sindicalistas de UnidadCGT que salen del congreso fortalecidos y dispuestos a continuar la batalla. Según sus propias palabras “Unidad CGT ocupará plenamente su lugar en esta batalla de ideas. ¡Queremos una CGT a la altura de lo que está en juego!”.

Una vez más, se comprueba que la lucha de clases sacude también a las más consolidadas y aparentemente imbatibles burocracias sindicales. Es el momento de que UnidadCGT presente abiertamente al movimiento su programa de lucha y convierta su mayoría real entre las bases en la mayoría oficial de la CGT.

El empuje de La Francia Insumisa

La Francia Insumisa, la mayor organización de la izquierda francesa, también ha sentido el empuje de la lucha de masas.  Su dirigente Jean-Luc Mélenchon se ha convertido en un referente para el movimiento, animando a intensificar la movilización en las calles y criticando la farsa de la democracia parlamentaria.

Promoviendo una caja de resistencia para sostener las huelgas, LFI ha puesto en evidencia las debilidades de sus dirigentes sindicales. Los cargos públicos de LFI han estado en primera línea en los piquetes y han sufrido en carne propia la dureza de la represión. Sus dirigentes juveniles han promovido la ocupación de universidades y liceos y han dado un importante impulso a la movilización de la juventud.

Este papel de impulsor de la lucha ha colocado a LFI en el punto de mira de la represión del Estado. Varios de los Jóvenes Insumisos, incluida Emma Fourreau, una de sus dos dirigentes estatales, han sido detenidas por su participación en las movilizaciones. Al propio Mélenchon le han abierto los tribunales de París una investigación por “ultraje público hacia personas depositarias de la autoridad”, en un claro intento de intimidarlo.

Pero además de la represión, el peor ataque a LFI surge de las propias filas de NUPES (Nueva Unión Popular Ecológica y Social), la coalición electoral promovida por LFI y que agrupa también al PS y al PCF.

El Partido Socialista, a pesar de pertenecer a NUPES, promovió una candidatura propia en una reciente elección parcial en el departamento de Ariege. En ese departamento el Consejo Constitucional francés, con argumentos espurios, cesó a la diputada de NUPES vencedora en las últimas elecciones generales y ordenó repetir la votación. El PS presentó una candidata al margen de NUPES que, con el apoyo de todas las fuerzas de derecha, desde los macronistas hasta los fascistas, consiguió ganar la votación frente a la diputada de NUPES cesada, Bénédicte Taurine.

El PCF, lejos de condenar esta infame traición del PS, aprovechó la oportunidad para atacar a Mélenchon y tratar de minar su autoridad entre la izquierda. En una entrevista del semanario L’Express publicada esta misma semana, Fabien Roussel, secretario general del Partido Comunista Francés, declaraba que “La NUPES está superada. Hay que agrupar mucho más allá”. Y él mismo explicaba que con ese “más allá” se refería a Bernard Cazeneuve, antiguo primer ministro socialista que abandonó el PS en protesta por la alianza con LFI y formó un minúsculo partido que reunió al sector más reaccionario del PS y que ha dado su abierto apoyo a Macron. Sin duda, esta operación, una especie de “Sumar” a la francesa, va a tener todo el apoyo mediático y financiero que sea necesario. La burguesía francesa no va a ahorrar medios para destruir a LFI y mucho más ahora que han encontrado en el PCF un aliado dispuesto a dinamitar la NUPES desde su interior.

La mejor defensa ante estos ataques es que LFI de un nuevo paso adelante y proponga a la clase trabajadora y la juventud un programa y un plan de lucha capaz de transformar radicalmente la realidad francesa. Vencer la batalla de las pensiones no es suficiente. Es necesario acabar con al dictadura del capital financiero, que amenaza abiertamente el futuro de la inmensa mayoría de la población francesa, y emprender resueltamente el camino de la transformación socialista de la sociedad, empezando con la expropiación del sistema financiero y los monopolios que hoy, a través de Macron, gobiernan de facto Francia.

La lucha de clases ha dejado atrás las propuestas de Asamblea Constituyente y Sexta República que son los ejes del programa de LFI. Las propuestas de reforma del Estado burgués y de una mayor regulación del capitalismo para limar sus injusticias han quedado sobrepasadas por el desarrollo de los acontecimientos. Hoy, la revolución socialista vuelve a estar en el orden del día como única alternativa viable al horizonte de pobreza, guerra y crisis ecológica y climática al que nos aboca el sistema capitalista. Todas las condiciones están dadas para que sean la clase trabajadora y la juventud francesa los primeros en marchar por este camino, enviando así una señal para que la clase trabajadora y a la juventud de todo el mundo emprenda con firmeza el camino que conducirá a su emancipación.

(Ilustración de Miguel Rojas)

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