Las provocaciones del imperialismo occidental no cambian el curso de la guerra

El pasado 6 de agosto tropas ucranianas cruzaban la frontera rusa, dando comienzo a una “invasión” que en pocos días les llevó a ocupar varios cientos de kilómetros cuadrados. La propaganda occidental se redobló con la fanfarria habitual: “audacia de Kiev”, “la invasión eleva la moral ucraniana”, “Zelenski lleva la guerra a Rusia”… Cuatro semanas después, apenas queda nada de ese falso optimismo y todo es preocupación sobre el alcance del avance ruso en Ucrania.

¿Qué hay detrás de la “invasión” ucraniana?

La última oferta de negociación rusa en junio fue rechazada por Kiev. Zelenski volvió a poner sobre la mesa la retirada de las tropas rusas de todos los territorios ocupados y la devolución de Crimea. Obviamente, esas demandas no son creíbles y la idea de algún tipo de negociación que implique “paz por territorios” lleva meses abriéndose paso en Washington y en más capitales europeas —aunque no siempre sea reconocido en público—.

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Zelenski y su camarilla saben que su futuro es más que negro en el momento en que se acabe la guerra. Zelenski estará más que amortizado para sus patrocinadores imperialistas. En este escenario, necesitaban algún tipo de acción que presentar como éxito.

Zelenski y su camarilla saben que su futuro es más que negro en el momento en que se acabe la guerra. En Ucrania, la moral de la población no deja de caer. Esto se refleja en un rechazo cada vez mayor al reclutamiento, que es contestado por el Gobierno con una legislación más dura. En el exterior, una vez que la guerra termine, Zelenski estará más que amortizado para sus patrocinadores imperialistas.

En este escenario, necesitaban algún tipo de acción que presentar como éxito. Para lograrlo, han apostado casi todo a la incursión en Kursk, buscando obligar a Rusia a retirar tropas del Donbás y alcanzar una mejor posición en una futura negociación.

Nadie puede creer las excusas de Washington de que no sabían nada de este ataque. Es imposible que una provocación de este tipo no contara con su conocimiento y autorización. No hablamos de una incursión de “grupos rusos anti-Putin” sino de tropas regulares ucranianas que han invadido territorio ruso. Este paso ha sido decidido al más alto nivel, y ese nivel no está en Kiev.

Ha sido, además, una respuesta a los pasos que China ha seguido dando para presentarse como un mediador que pueda ofrecer una salida de la situación. El último fue la visita del ministro de Exteriores ucraniano, Dmitro Kuleba, a Pekín a finales de julio. Washington también ha querido dejar claro que no va a tolerar esa vía.

Avance ruso en Donetsk

Es cierto que las tropas ucranianas han penetrado en territorio ruso, reactivando con ello las tensiones entre diferentes sectores en Moscú. Ha habido críticas al comandante en jefe Guerasimov, al general responsable de la defensa de Kursk o al desempeño de las tropas chechenas encargadas de esa frontera.

Partiendo de la base de que Rusia es un Estado bonapartista burgués, reaccionario y corrupto, las consecuencias de la acción ucraniana podrían haber sido muy profundas. Sin embargo, la reacción de Putin y el mando ruso ha sido clara. No se han movido ni un ápice de sus objetivos en el Donbás. Saben que Ucrania no tiene tropas ni logística suficiente para sostener en el tiempo su ocupación, por no hablar de la inexistencia de apoyo aéreo.

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El mando ruso no se ha movido ni un ápice de sus objetivos en el Donbás. Saben que Ucrania no tiene tropas ni logística suficiente para sostener en el tiempo su ocupación, por no hablar de la inexistencia de apoyo aéreo.

A finales de agosto, Putin ha viajado por el Cáucaso, con una escala en Chechenia donde ha mostrado su buena sintonía con Kadírov. Incluso puede que haya habido por parte de Moscú un elemento de dejar hacer a Ucrania en Kursk para explotarlo después.

Mientras Rusia avanzaba lenta pero constantemente a lo largo de todo el frente en los últimos meses, Kiev ha comprometido buena parte de sus tropas más experimentadas y de sus mejores vehículos en la ofensiva de Kursk. Esto se ha traducido en unas condiciones aún más favorables para las tropas rusas en Donetsk, que ya superaban en número y armamento a las ucranianas en la región.

En las últimas semanas ha habido un salto de calidad en los avances rusos. La ciudad de Pokrovsk está siendo uno de los puntos centrales de la presión rusa. Es un nudo logístico fundamental de las líneas defensivas ucranianas en el Donbás. Su conquista podría abrir la puerta a Rusia de lo que queda de la provincia de Donetsk.

El saldo de la aventura en Kursk es muy claro: el territorio perdido por Ucrania en el Donbás será conservado por Rusia; sin embargo, Ucrania no puede conservar Kursk. Putin es plenamente consciente de ello y está actuando en consecuencia.

Se profundizan las divisiones en el bando otanista

El intento de “llevar la guerra a Rusia” está provocando más crisis y divisiones en Ucrania y en las capitales occidentales que en Moscú. Los hechos hablan por sí solos, el 3 de septiembre seis ministros, incluido el de Exteriores, y varios altos cargos del Gobierno presentaron su dimisión en cadena. Un reflejo del clima de desesperación, impotencia y falta de perspectiva del régimen de Zelenski.

Las críticas a la aventura de Kursk siguen aumentando. Los sectores más militaristas y los más nazis, como los mandos de Azov, denuncian que muchos frentes en el sur y en el este están ahora defendidos por reclutas poco formados y sin experiencia. Y crecen las acusaciones de traición y de ser agente de Moscú contra Sirski, responsable de la acción en Kursk y de la retirada de Avdivka en febrero.

En la escena internacional, Zelenski insiste en la urgencia de más armamento, aviones y permiso para utilizar misiles de mayor alcance con el objetivo de atacar objetivos en suelo ruso, los famosos ATACMS. Pero Europa ya ha vaciado sus arsenales y EEUU buena parte de los suyos, pero ni con los arsenales combinados de la OTAN están pudiendo dar la vuelta a la situación.

La única posibilidad de derrotar a Rusia sería con la implicación directa de los ejércitos de la OTAN en el campo de batalla. Las consecuencias políticas de ese paso son precisamente las que les impide darlo. Ahora bien, a medida que se acerca el momento de asimilar la derrota de Ucrania y de la OTAN las costuras del imperialismo saltan cada vez por más sitios.

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La única posibilidad de derrotar a Rusia sería con la implicación directa de los ejércitos de la OTAN en el campo de batalla. Las consecuencias políticas de ese paso son precisamente las que les impide darlo.

En Washington casi no queda tiempo para nada más antes de las elecciones de noviembre, mientras la incertidumbre aumenta ante una posible victoria de Trump. El cambio a un discurso mucho más sobrio sobre la “invasión” de Kursk en la prensa burguesa estadounidense es evidente. Y respondiendo a Zelenski, funcionarios de la Administración Biden han declarado que el uso de ATACMS no tendría mucho sentido ahora que los rusos han reubicado sus aviones a bases más alejadas de la frontera. A la vez, otros como el reaccionario Instituto para el Estudio de la Guerra presionan para que se permita su uso contra cualquier objetivo.

En Europa, las divisiones también han avanzado este verano. Agosto comenzaba con la noticia de la reducción drástica de la ayuda militar alemana a Ucrania, aduciendo recortes presupuestarios. Pocos días después, The Wall Street Journal publicaba un reportaje desvelando la autoría ucraniana del sabotaje al Nord Stream —aunque librando oportunamente de toda culpa a Washington—. Geert Wilders, el líder ultra cuyo partido encabeza el Ejecutivo de Países Bajos, planteó inmediatamente revisar la ayuda a Ucrania, y no es cualquier ayuda, incluye alguno de los F-16 que ya operan en Ucrania.

Mientras países como Italia han negado el uso de misiles a Ucrania, los portavoces socialdemócratas de la OTAN y la UE han vuelto a ser la voz más ardiente del amo. Tanto Stoltenberg como Borrell han legitimado la invasión de Kursk, pero ha sido el español el que ha realizado las declaraciones más escandalosas: “El armamento que estamos proporcionando a Ucrania tiene que tener pleno uso y las restricciones han de ser levantadas para que los ucranianos puedan apuntar a los lugares desde donde Rusia les está bombardeando; de lo contrario, el armamento es inútil”. Por supuesto, obviando las consecuencias que esto tendría en la posibilidad de arrastrar a toda Europa a una guerra.

La conclusión fundamental es que las piruetas tácticas y las provocaciones no pueden cambiar la dinámica general del conflicto. Y esa dinámica es que la guerra más seria en suelo europeo desde 1945 se está saldando con una derrota para el declinante imperialismo occidental.

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