El 29 de septiembre se celebraron elecciones al Consejo Nacional, el Parlamento austríaco. Por primera vez desde los años treinta del siglo pasado venció la ultraderecha con casi el 29% de los votos. El FPÖ, bajo el liderazgo del extremista Herbert Kickl, llevó a cabo una campaña electoral plagada de demagogia social racista en la que achacaba todos los problemas que vive la población, como los altos precios y la inflación, a los "extranjeros" y a la "islamización", abogando por crear una "Austria fortaleza" que cierre las fronteras y expulse a los inmigrantes.

El FPÖ ha conseguido con diferencia el mejor resultado de su historia, duplica sus votos, compensado con creces la crisis derivada del "caso Strache" en 2019. Se ha convertido por primera vez en el partido más fuerte del Consejo Nacional, obtiene 1,4 millones de votos ¡en un país con 9 millones de habitantes! y duplica sus escaños.

Al mismo tiempo, los partidos hasta ahora en el poder -ÖVP y Los Verdes- han sufrido un duro varapalo, poniendo en evidencia la profunda polarización y el malestar social existente. En el caso del ÖVP, la derecha tradicional, han perdido un tercio de sus votos, 506.683, que han ido a para a la ultraderecha. El profundo malestar social, como ha ocurrido en Alemania, está beneficiando principalmente a la ultraderecha y la derecha, que obtienen en conjunto el 55,1% de los votos, dos puntos más que en 2019.

Los partidos de la izquierda institucional, a pesar de las importantes oportunidades que ha brindado la lucha de clases, no consigue levantar una alternativa creíble. El partido socialdemócrata SPÖ, en la oposición, obtiene los mismos resultados que en 2019, apenas 21.000 votos más, mientras Los Verdes, que han formado parte del Gobierno con la derecha, pierden más de un tercio y pasan de un 13,9% a un 8,2%. Y todo en un contexto de aumento de la participación: de un 75,6% al 77,7%.

Los partidos hasta ahora en el poder -ÖVP (la derecha tradicional) y Los Verdes- han sufrido un duro varapalo, poniendo en evidencia la profunda polarización y el malestar social existente. En la foto Karl Nehammer, líder de ÖVP. 

Obviamente, la respuesta a estos resultados electorales no es invocar un inexistente “cordón sanitario contra la extrema derecha” por parte de los mismos partidos cuyas políticas han jalonado su ascenso y esta victoria sin precedentes. Un supuesto “cordón sanitario” que no ha impedido a la llamada derecha conservadora, “moderada”, colaborará con esa misma ultraderecha para llevar a cabo ataques sociales y medidas de austeridad cuando les resultaba necesario.

Es igualmente erróneo intentar restar importancia a esta victoria afirmando que el FPÖ no alcanzó los resultados señalados por las encuestas. Estas elecciones, como las de Alemania del Este con el ascenso de AfD, son una seria advertencia para la izquierda austriaca y europea. No sólo son los porcentajes y escaños que obtienen en el Parlamento, sino la confianza que estos resultados les dan, y el peligro de que tomen las calles, como ya estamos viendo en Alemania o los EEUU.

Ni FPÖ, ni ÖVP

Bajo la administración de estos partidos tradicionales "fiables", "democráticos" y "de Estado", Austria se ha convertido en un país en el que casi la mitad de la población declara tener que

hacer sacrificios económicos en su vida diaria, en el que el poder adquisitivo ha caído un 5,3% desde 2019 y en el que el desempleo está aumentando.

Si en 2017 el ÖVP utilizó al FPÖ para lanzar un duro ataque contra los trabajadores reintroduciendo la jornada de 12 horas, en 2010 y 2016 fueron los gobiernos liderados por el SPÖ los que impulsaron una agenda de austeridad neoliberal, con recortes en el seguro de salud, los beneficios sociales y aumentos de impuestos para el grueso de la población y los trabajadores.

Estas contrarreformas y ataques a las condiciones de vida y de trabajo no son casuales. Son la expresión de la profunda crisis desatada desde 2008 y de los esfuerzos del ÖVP y del SPÖ por asegurar magros beneficios a los capitalistas actuando como sus leales sirvientes. Algo que la clase obrera austriaca padece en primera persona y que se refleja en una creciente pérdida de confianza en los dos partidos que han vertebrado la política austriaca: si en 1945 el ÖVP y el SPÖ obtuvieron el 94,4% de los votos, en estas elecciones sólo han conseguido la mitad (47,4%).

Y a pesar de esta realidad, el SPÖ insiste en formar Gobierno con los conservadores del ÖVP para impedir un mayor fortalecimiento de la ultraderecha. Pero es evidente que si esto se materializa no hará más que reforzar al FPÖ y su demagogia. ¡Apoyar un supuesto "mal menor", una coalición de este tipo, no frenará este proceso!

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En 2010 y 2016 fueron los Gobiernos liderados por el SPÖ los que impulsaron una agenda de austeridad neoliberal, con recortes en el seguro de salud, los beneficios sociales y aumentos de impuestos para el grueso de la población y los trabajadores. 

¿Por qué esta nueva victoria de la ultraderecha?

El FPÖ existe desde hace décadas y ya ha participado en varios Gobiernos, donde no dudó en demostrar que es un agresivo servidor del capital austriaco y de los sectores más reaccionarios. No es el "partido del pueblo llano", sino una expresión de las capas más reaccionarias de la burguesía austriaca, y de sectores de la pequeña burguesía, y una herramienta práctica en tiempos de crisis.

Pero a pesar de su implicación gubernamental en el pasado, sigue logrando aparecer como una alternativa en un momento de creciente crisis: en torno a 258.000 votantes que se abstuvieron en 2019 votaron esta vez por el FPÖ, captando el mayor porcentaje de abstencionistas entre todos los partidos con diferencia.

Al igual que AfD en Alemania, su base social se nutre principalmente de las clases medias, que presionadas por la crisis temen por sus condiciones de vida, y por supuesto de sectores de pequeños y medianos empresarios que se están llenando los bolsillos y quieren obtener mucho más a costa de incrementar la explotación sobre la mano de obra inmigrante y evitar regulaciones e impuestos.

Pero lo más peligroso es que la ultraderecha también está ganando apoyo entre capas de la clase trabajadora, fruto de la degradación de las condiciones de vida y de trabajo, y de su demagogia xenófoba para culpar a los inmigrantes de esta situación. Una situación alimentada por las políticas de la socialdemocracia, en Austria y en Europa, que cada vez se hace más eco de esta demagogia racista, como ocurre con el Gobierno de Scholz o ahora de Starmer en Gran Bretaña.

El FPÖ es capaz de llegar a los sectores más desmoralizados de la clase obrera con su demagogia social y sus políticas racistas y machistas para dividir. En 2018, cientos de miles de personas, lideradas por los sindicatos, salieron a las calles para protestar contra la jornada de 12 horas introducida por el FPÖ. Pero esta batalla se perdió, no por la falta de conciencia de la clase obrera, sino por la traición de la burocracia sindical y la dirección de los partidos de izquierda. El hecho de que este mismo partido pueda ganar las elecciones seis años después es en gran parte responsabilidad suya.

Levantar una alternativa revolucionaria para combatir al FPÖ

La única respuesta eficaz a estos resultados es impulsar un fuerte movimiento de masas en las calles, en los centros de estudio y de trabajo, en las fábricas, siguiendo los pasos de los movimientos que se vivieron en 2017 y 2018. Pero lo que se necesita ahora es trabajar seriamente por construir una alternativa comunista revolucionaria que declare la guerra a la miseria capitalista y a la reacción con un programa socialista, capaz de unificar la respuesta del movimiento sindical y los movimientos sociales. Existe el potencial para ello.

Andreas Babler fue elegido presidente del SPÖ en 2023, con el apoyo sobre todo de la juventud y un programa popular. Entre sus reivindicaciones figuraban la semana laboral de 32 horas con compensación salarial completa, transporte público gratuito, comidas gratuitas en las escuelas, limitación de los precios de la energía y puestos de trabajo para los desempleados. El hecho de que estas promesas no hayan provocado un aumento de votos para el SPÖ no se debe a que las reivindicaciones no fueran correctas, sino al descredito, tras décadas de recortes sociales y políticas de austeridad, del SPÖ. Una desconfianza aún más justificada si ahora la alternativa es conformar una coalición con la derecha, con el ÖVP.

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La única respuesta eficaz a estos resultados es impulsar un fuerte movimiento de masas en las calles, y sobre todo, es construir una alternativa comunista revolucionaria que declare la guerra a la miseria capitalista con un programa socialista. 

Las grandes victorias electorales del Partido Comunista de Austria (KPÖ) en los últimos años ponen en evidencia las posibilidades que existen para una organización que propugne una auténtica política revolucionaria. En 2021, con motivo del triunfo del KPÖ en Graz, escribimos:

 “El hecho de que haya sido posible una victoria electoral de este tipo está vinculado a la tradición del partido a nivel local (...) En lugar de buscar alianzas electorales con los socialdemócratas, impulsaron una política local independiente y reformista de izquierdas. Mientras que el KPÖ a nivel nacional se asemeja a esa Nueva Izquierda ‘pluralista’ surgida de la crisis capitalista de 2008, en la región de Estiria [donde esta Graz] se mantuvo la orientación hacia el marxismo y el comunismo...

Los cargos electos del KPÖ de Estiria atacan públicamente las contrarreformas del SPÖ y sólo perciben un salario obrero, destinando todo lo demás a causas sociales. A esto se suma el papel del KPÖ en los centros de trabajo, que, con su Bloque de Izquierda Sindical (GLB), aunque todavía dentro de los límites del reformismo, en algunos lugares muestra alternativas de lucha frente a la política de compromisos de la burocracia sindical. (...) La experiencia de Graz muestra el potencial para una izquierda que apueste por la lucha de clases...”.

Pero de nuevo a nivel nacional, el KPÖ sigue sin conseguir los resultados de Graz fruto precisamente de su política confusamente reformista, y esto es lo que impide concretar todo el potencial que existe en importantes distritos para una política a la izquierda del SPÖ. De todas formas es significativo de lo que decimos que el KPÖ haya logrado obtener 84.000 votos más en estas elecciones y triplique sus resultados respecto a 2019, que pasan de 32.000 a 116.000 votos.

A pesar de los éxitos en Graz, el trabajo meramente institucional y las donaciones caritativas de parte de sus salarios de los cargos electos del KPÖ, no puede sustituir un programa anticapitalista basado en la lucha de clases y el movimiento de masas.

Decenas de miles de trabajadores y jóvenes están impactados ante la victoria electoral de la extrema derecha. Lo importante ahora es entender que existe una masa crítica dispuesta a movilizarse contra la ultraderecha, no en las urnas, cada cuatro años, sino en las calles, uniendo a activistas sociales y a miles de sindicalistas, y recuperando para un programa de combate a esos sectores de la clase trabajadora que son pasto de la demagogia racista del FPÖ.

Pero esto solo es posible levantando un programa de clase, por los derechos de las y los trabajadores independientemente de su sexo o de su lugar de nacimiento, denunciando la farsa parlamentaria y planteando la expropiación sin indemnización de los bancos y las empresas para organizar la economía sobre bases socialistas y democráticas para resolver los graves problemas de la mayoría de la población.

Hay numerosos ejemplos que demuestran que allí donde las masas impulsan directamente la lucha en las calles por sus condiciones de vida y de trabajo, mediante la acción directa o la herramienta de la huelga, y son dirigidas con decisión, la ultraderecha queda sin excepción expuesta como lo que es: perros de presa de los capitalistas.

Ahora más que nunca, debemos construir la alternativa comunista revolucionaria. ¡Únete a Offensive!

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