Hace casi un año, la ultraderechista y primera ministra italiana Giorgia Meloni anunciaba su plan de crear campos de deportación en Albania a donde enviar a las personas rescatadas en el mar para evitar que llegaran a pisar suelo italiano. Su objetivo: establecer auténticos campos de concentración militarizados fuera de la Unión Europea, obligando a miles de seres humanos a permanecer encerrados, sin atención, hasta conocer si se les concede la solicitud de asilo o son deportados a sus países, esos de los que salieron huyendo del hambre, la miseria, la persecución o las guerras que provocan las distintas potencias imperialistas.
La UE “compra” el plan Meloni
Aunque en los medios de comunicación nos señalan que los jueces italianos están tratando de evitar que Meloni pueda llevar a cabo sus planes, la realidad es que el proyecto de esta furibunda reaccionaria de extrema derecha ha sido recibido con entusiasmo por la supuestamente democrática y humanitaria Unión Europea, cuyos responsables no han dudado en hacer suyo el modelo Albania, planteando extenderlo a otros países, además de pretender reformar la regulación sobre deportaciones para facilitarlas.
El pasado 17 de octubre, la presidenta de la Comisión Europea y miembro del Partido Popular Europeo, Ursula von der Leyen, impulsaba una cumbre paralela antinmigración para que Meloni explicase las maravillas de su modelo a los jefes de Gobierno de Austria, Chipre, Grecia, Malta, República Checa, Polonia, Eslovaquia, Hungría, Holanda y Dinamarca. Feijóo, otros dirigentes del PP y por supuesto Vox hacían la ola a Meloni y no tardaban ni un minuto en exigir al Gobierno sumarse a su plan.
Tras la reunión, Von der Leyen proponía en una carta enviada a todos los jefes de Estado y de Gobierno de la UE abrir “centros de retorno” en terceros países fuera de territorio comunitario para deportar a personas en busca de asilo. Con el cinismo típico de estos burócratas, lo llamaba “explorar vías innovadoras”.
Una “innovación” que consiste en legalizar y generalizar la deportación de migrantes a campos de concentración en terceros países. Es decir, mantener encerradas a personas que no han cometido ningún delito, salvo estar en una situación vulnerable y necesitar asilo. Y que pretende normalizar que a nuestros hermanos y hermanas migrantes se les trate como basura, hacinándoles y subcontratando la represión a cambio de unos cuantos millones de euros y diferentes acuerdos de “colaboración”. Una política criminal que la UE ya viene manteniendo, en la práctica, suscribiendo acuerdos con países como Libia, Turquía, Egipto, Marruecos y ahora Albania.
Las políticas migratorias de la UE matan
El plan de Meloni y de la UE multiplicará exponencialmente las muertes y desapariciones de migrantes en el Mediterráneo, pero intentando, cínicamente, que no aparezcan en las estadísticas y portadas de prensa de la “civilizada” UE. Unas muertes y desapariciones que alcanzan niveles tan brutales que incluso la ONU tiene que dar la voz de alarma.
Según datos recopilados por la Organización Internacional para las Migraciones, más de 63.285 personas murieron o desaparecieron en las rutas migratorias mundiales entre 2014 y 2023, concentrando el Mediterráneo el mayor número (28.854) como consecuencia de las políticas migratorias de la UE. Esta estadística criminal no cesa: 2.048 muertes y desapariciones en 2021, 2.411 en 2022 y alcanzando su récord en 2023 con 3.041. “En lo que va de 2024, las tendencias son igual de alarmantes”, explica el boletín de noticias de la ONU. “Solo en la ruta marítima del Mediterráneo, aunque las llegadas este año son significativamente menores (16.818) en comparación con el mismo periodo de 2023 (26.984), el número de muertes es casi tan alto como el de un año antes, con 956 registradas desde el 1 de enero”.[1]
Para justificar estos planes criminales y xenófobos, la derecha y ultraderecha han desplegado, a nivel europeo e internacional, una salvaje campaña demagógica contra las y los migrantes. Tratan de presentar un escenario apocalíptico e insostenible de “invasión salvaje”, hablando del aumento de la criminalidad por parte de extranjeros, de violencia sistemática y clamando contra el fin de los valores occidentales. Pero ¿de qué valores nos hablan? ¿De los que permiten el genocidio en Palestina o en Líbano mientras siguen enviando armas y manteniendo relaciones comerciales con el régimen fascista israelí? ¿De los que condenan a miles de personas a morir cada año tratando de huir del horror y el hambre en sus países y a quienes logran sobrevivir, al abandono, el encierro y la tortura en los países fronterizos?
La realidad es muy concreta. No hay ninguna “invasión”, y los datos de Frontex lo reflejan: las entradas irregulares de migrantes han caído un 42% de enero a septiembre de este año.[2] Pero incluso si estas entradas aumentasen, es mentira que no haya recursos para todas y todos. El problema es que esos recursos están en manos de un puñado de banqueros y grandes grupos empresariales que se hace de oro con la expoliación y saqueo de los países de origen de las personas migrantes y explotándonos a los trabajadores y trabajadoras (migrantes y no migrantes) en los países receptores.
La cuestión es que la clase dominante, los grandes empresarios y banqueros, necesita introducir el veneno xenófobo y racista para mantener dividida a la clase trabajadora nativa y extranjera para que no señalemos que los mismos capitalistas que condenan a nuestros hermanos migrantes a morir en el mar o a ser golpeados, torturados y tratados inhumanamente en los países fronterizos son los que en los países de la UE nos explotan laboralmente, nos roban el salario mediante alquileres insoportables, nos suben el precio de la comida y nos recortan derechos sociales. Nuestros hermanos y hermanas migrantes no son en absoluto el enemigo. No son ellos quienes nos niegan un empleo digno o el acceso a la vivienda.
Si las guerras, el expolio, la miseria y el hambre se extienden por todo el mundo, obligando a millones de personas a abandonar sus casas y países para tratar de conservar la vida o buscar una vida mejor, es por el saqueo y la explotación salvaje de los que arrasan los recursos naturales del planeta y riegan con bombas y muerte decenas de países para mantener sus privilegios y beneficios.
Si hay sitio y recursos para los refugiados ucranianos, los hay para el resto de nacionalidades. Si están dispuestos a pagar multas de 20.000 euros por refugiado rechazado, o a asumir el ingente coste económico de crear y mantener centros de deportación fuera de sus fronteras, es evidente que esos mismos recursos podrían utilizarse para acoger e integrar a todos y todas.
La hipocresía del Gobierno PSOE-Sumar
No es de extrañar que las posiciones reaccionarias, ultraderechistas y populistas avancen e inunden el debate en Europa y todo el mundo. Quien debería estar señalando el verdadero origen del problema y combatiendo esas posiciones criminales: las organizaciones y partidos de la izquierda no solo no lo hacen de forma consecuente, sino que se suman a ellas en los hechos.
Por mucho que Pedro Sánchez pretenda en sus declaraciones desmarcarse de la posición mayoritaria en la Unión Europea respecto a estos campos en terceros países, en la práctica su Gobierno mantiene políticas similares y las mismas posiciones reaccionarias de fondo. La ministra Pilar Alegría aseguraba el 15 de octubre, en la rueda de prensa posterior al Consejo de Ministros, que España “seguirá apostando por la aplicación humanitaria y solidaria del Pacto de Migración y Asilo en Europa”, cuya entrada en vigor está prevista para 2026.[3]
¡Pero basta ya de hipocresía! ¿De qué humanidad y solidaridad nos habla? Este pacto significa reforzar las detenciones ilegales en las fronteras, favorecer las devoluciones en caliente sin ninguna garantía, endurecer las condiciones de asilo y facilitar la posibilidad de negarse a acoger por causas de “fuerza mayor”, así como reforzar los acuerdos con Marruecos, Argelia, Libia, Túnez, Egipto o Turquía, financiados con dinero de la UE,[4] países en los que se ha denunciado la violación sistemática de los derechos humanos. Acuerdos que van en la línea del que Meloni ha establecido con Albania. ¿Dónde queda esa solidaridad y humanidad de las que presume el “Gobierno más progresista de la historia” cuando pacta con Mohamed VI, verdugo del pueblo saharaui y de la propia población marroquí, para que se encargue de hacer el trabajo sucio de reprimir a las personas migrantes que intentan llegar a Ceuta y Melilla o atravesar el Estrecho?
El PSOE defiende la migración, eso sí, una “inmigración circular”, de ida y vuelta, de usar y tirar; o lo que es lo mismo, solo cuando interesa para aprovecharla como mano de obra barata. El resto quedan condenados a morir en el mar o a ser retenidos en Marruecos bajo condiciones inhumanas financiadas por el Gobierno español. Esa es la realidad. Y la única alternativa que ofrecen es derramar lágrimas de cocodrilo o hacer hipócritas declaraciones lamentando las muertes para, acto seguido, mirar a otro lado y seguir avalando las mismas políticas racistas.
Por eso es necesario levantar una alternativa real y consecuente frente a la derecha y ultraderecha racistas y la hipocresía cómplice de la socialdemocracia. Una izquierda que no mire a otro lado, que no diga una cosa y haga la contraria, que llame a las cosas por su nombre y en lugar de actuar como cobertura de izquierdas del PSOE impulse la lucha en las calles contra el racismo y la xenofobia en todas sus formas y contra la agenda capitalista de recortes que alimenta estas lacras.
Contra toda esa barbarie necesitamos organizarnos el conjunto de la clase obrera, nativa o extranjera. Recursos y espacio, a lo largo y ancho del planeta, hay de sobra, pero están en manos de una pequeña capa de ultrarricos, ese 1% de la población que tiene el 95% de la riqueza del planeta. Para garantizar una vida digna a todas y todos, independientemente de nuestro país de origen, es necesario expropiar a esos parásitos que se lucran a costa de nuestro esfuerzo y nuestras vidas. Solo así podremos garantizar asilo, refugio, trabajo y derechos sociales, en definitiva, una vida digna para todas y todos, vengamos de donde vengamos.
Notas:
[1] Más de 63.000 personas han muerto en la última década cuando migraban a otro país
[2] La entrada irregular de migrantes en la UE cae un 42 % desde enero
[3] El Gobierno español rechaza la creación de centros de inmigrantes fuera de Europa
[4] Refugiados encerrados como animales y deportados como criminales, con dinero de la UE