¡El imperialismo occidental más dividido que nunca!

El brutal enfrentamiento que se vivió en la reunión de la Casa Blanca entre Trump, su vicepresidente Vance y el presidente ucraniano Zelenski, se ha convertido en la certificación oficial de la completa derrota de Ucrania, de EEUU y de la UE en la guerra librada contra Rusia. Una bronca retrasmitida en vivo y en directo, en la que tanto Trump como Vance han despreciado públicamente a Zelenski, acusándole de querer provocar la Tercera Guerra Mundial por su negativa a ceder frente a Rusia.

El presidente ucraniano, que en todos estos años no ha sido más que una marioneta del imperialismo estadounidense y europeo trató de defenderse patéticamente, pero Trump, como un matón que tiene la sartén por el mango, le conminó en varias ocasiones a cuidar sus palabras. Le señaló que no tiene posibilidad alguna de lograr nada, “no tienes ninguna carta”, y mucho menos de continuar una guerra para la que no tiene efectivos humanos y que depende completamente de la ayuda militar norteamericana.

Finalmente, la rueda de prensa prevista, y que debía servir para hacer público el acuerdo por el que se cedían la mitad de los recursos minerales, de tierras raras, gasísticos y petroleros ucranianos a EEUU fue cancelada abruptamente. Trump declaró que solo volverá a recibir a Zelenski cuando “esté preparado para la paz”. Es el lenguaje del amo colonialista sobre el obediente cipayo.

El espectáculo al que se ha asistido, en medio de una negociación entre EEUU y Rusia para terminar la guerra, no tiene precedentes en la historia. Hay una cosa que se llama diplomacia con una función política muy relevante: mentir a las masas, engañarlas con ideas y argumentos altruistas para esconder los fines más depredadores. Pero ahora la escuela diplomática se acabó. Los multimillonarios de extrema derecha en el poder quieren dejar claro que solo ellos mandan y, si encuentran resistencias, las aplastan sin contemplaciones. Una buena muestra del desarrollo bonapartista del régimen trumpista.

El shock que esta reunión ha provocado en los círculos de la clase dominante europea ha sido espectacular: ha colocado a la UE capitalista en la posición real de irrelevancia que tiene en las relaciones internacionales. En Bruselas están entendiendo que el presidente norteamericano no les va a dejar meter la cuchara en las negociaciones de paz, o sea en el reparto del botín, y les considera con todo el desprecio posible. Les ha enviado un mensaje claro: está dispuesto a dinamitar la UE para asegurarse áreas de influencia en países específicos, y cuenta para ello con sus aliados de la extrema derecha europea.

En este cuadro podrido, pero que refleja el salto que ha dado la lucha interimperialista debilitando la unidad del bloque occidental, hay que enmarcar los mensajes lamentables de los líderes europeos. Macron, Von Der Leyen o el propio Pedro Sánchez, han reiterado su apoyo a Ucrania y alabado la valentía de Zelenski. Pero esto no cambia la correlación de fuerzas: sin el ingente apoyo militar norteamericano, que supone más del 50% del gasto en defensa ucraniano, en municiones, sistemas de defensa y asesoramiento de inteligencia imprescindibles, Ucrania puede sufrir un derrumbe calamitoso.

En todo caso debemos despejar el escenario de propaganda y plantear las cuestiones fundamentales que están encima de la mesa. ¿Con qué capacidad de maniobra pueden acudir los negociadores norteamericanos a las reuniones con los representantes de Moscú? ¿Qué tipo de credibilidad van a tener cuando han reconocido ante el mundo que Ucrania está totalmente derrotada? ¿Y qué animo se respirará en Kiev y entre las tropas ucranianas, ya muy tocadas moralmente desde hace meses, para continuar la guerra?

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La rueda de prensa prevista, y que debía servir para hacer público el acuerdo por el que se cedían la mitad de los recursos minerales, de tierras raras, gasísticos y petroleros ucranianos a EEUU fue cancelada abruptamente. 

Sin duda, habrá sectores del imperialismo norteamericano tirándose de los pelos. En estas dos semanas, Trump ha acusado a Zelenski de ser responsable de desatar el conflicto y de ser un dictador que va a “perder el país”. Los representantes de EEUU han votado una resolución en el Consejo de Seguridad de la ONU junto a Rusia y China, con la patética abstención de Gran Bretaña y Francia, para “poner fin a la guerra y construir una paz duradera”. Y Trump pretende hacer aparecer a Zelenski, que no es más que un simple pelele del imperialismo norteamericano, como el responsable de la derrota. Pero este intento de desviar la atención no puede esconder la cruda realidad: que EEUU pierde en Ucrania, mientras Rusia y China se han reforzado cualitativamente.

Encubrir con mentiras y propaganda la decadencia de Washington es también el fin de la Administración Trump. Pero el estruendo no puede esconder las caras de circunstancia de los negociadores estadounidenses en Arabia Saudí, encabezados por el secretario de Estado Marc Rubio, frente a unos representantes rusos henchidos de confianza. Empieza bien la estrategia MAGA: un fracaso militar, político y económico de mucha mayor trascendencia que el de Iraq o Afganistán.

¿Quién provocó la guerra de Ucrania y por qué?

Trump quiere reescribir la historia, y borrar las huellas de este completo desastre. Para empezar hay que señalar lo obvio: la guerra de Ucrania la provocó, sin ninguna duda, el imperialismo estadounidense. Tal y como hemos explicado en nuestras declaraciones[1], tras la caída de la URSS y el colapso de los regímenes estalinistas en Europa del Este, Washington tuvo una influencia muy importante en los círculos dirigentes de Rusia, esos burócratas provenientes del viejo PCUS que saquearon la propiedad estatal privatizándolo todo. Yeltsin y sus secuaces lideraron la restauración capitalista en Rusia. Pero la Administración norteamericana, aprovechando esta evidente debilidad, no cesó en sus provocaciones militares expandiendo agresivamente las fronteras de la OTAN hacia el Este, a pesar de la promesa de no hacerlo.

Numerosos países del antiguo Pacto de Varsovia se sumaron a la OTAN, y se cercó a Rusia con bases militares y sistemas de misiles en estos países fronterizos. Ucrania era una pieza clave en esta estrategia agresiva y militarista, hasta el punto de que Washington y Bruselas pusieron toda la carne en el asador promoviendo el golpe de Estado del Maidán en 2014, apoyándose en elementos nazis supremacistas y desatando una guerra civil contra las provincias rusófilas de Donetsk y Lugansk que causaron decenas de miles de víctimas. Fue EEUU quién empujó muy conscientemente hacia la guerra, boicoteando los acuerdos de paz de Minsk, y señalando insistentemente que permitiría a Ucrania entrar en la OTAN. Una línea roja que Moscú ya señaló no permitiría cruzar.

Por otro lado, como también explicamos, la guerra de Ucrania tenía otro objetivo decisivo: dar un golpe encima en Europa, quebrar sus relaciones con Rusia, especialmente en el caso de Alemania, y frenar la creciente penetración económica de China. EEUU voló el Nord Stream, saboteando a la industria alemana, cuya competitividad dependía del gas y petróleo ruso baratos, y golpeando de paso a uno de sus principales competidores en el mercado mundial. Es también lo que se pretende ahora humillando no solo a Zelenski sino a los serviles socios europeos. Quebrar la UE y crear reinos de taifas donde se pueda imponer sin discusión el imperialismo norteamericano. Pero este paso, sin duda, no resultará sencillo.

Seamos concretos. La guerra de Ucrania, y las sanciones contra Rusia, no han impedido que las relaciones de la UE y China continúen fortaleciéndose, alcanzando las importaciones de bienes chinos récords entre 2022 y 2024, mientras el déficit comercial europeo aumenta respecto a la potencia asiática[2]. En 2024 el intercambio comercial de la UE con China siguió creciendo hasta los 785.000 millones de dólares, frente a los 941.000 millones con EEUU. Unas cifras que ponen en evidencia la imposibilidad práctica del desacoplamiento con China, a pesar de la insistencia de los propagandistas occidentales.

Es cierto que China ha sido el mayor socio comercial de Alemania entre 2016 y 2023, perdiendo dicha posición en 2024 en favor de los EEUU. Sin embargo, esta dinámica, consecuencia más de la crisis industrial y económica alemana que de las maniobras norteamericanas, ha supuesto un incremento del déficit comercial norteamericano con Alemania, que ha pasado de 63.000 a 70.000 millones de dólares el año pasado[3]. Es decir, EEUU sigue enfrentando serias dificultades en Europa, y no frenan el avance de China en el viejo continente.

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Fue EEUU quién empujó muy conscientemente hacia la guerra, boicoteando los acuerdos de paz de Minsk, y señalando insistentemente que permitiría a Ucrania entrar en la OTAN. Una línea roja que Moscú ya señaló no permitiría cruzar. 

EEUU comienza la negociación aceptando los objetivos de Putin... Es decir, se rinde

El imperialismo estadounidense ha fracasado en todos los objetivos económicos y políticos que se planteó al inicio de la guerra en Ucrania, dejando también al descubierto las serias debilidades que atraviesa su industria militar incapaz de igualar el esfuerzo militar ruso, a pesar de obtener beneficios multimillonarios. Por otro lado, como superpotencia, se ha convertido en un aliado muy poco fiable.

La derrota no es ninguna sorpresa. Se ha larvado desde hace meses, y ha obligado a la Administración Trump y a un sector de la clase dominante a buscar ahora un acuerdo “aceptable” antes que correr el riesgo de sufrir un colapso desordenado como ya les ocurrió en Afganistán. Lo pinten como lo pinten, es una catástrofe para ellos y un triunfo de Putin y Xi Jinping.

El propio punto de inicio de las negociaciones ya es una confesión abierta de la magnitud del desastre. El nuevo secretario de Defensa, Pete Hegseth, señaló en la OTAN en Bruselas que no sería realista la vuelta de Ucrania a las fronteras de 2014, ni su entrada en la OTAN. Así las cosas, el Gobierno de Putin, demostrando que no tiene prisa en esta negociación, ha explicado que no bastará con la simple negativa a aceptar a Ucrania en la OTAN, sino que es necesaria una completa retractación respecto al compromiso de Bucarest de 2008, que planteaba la adhesión a la OTAN tanto de Ucrania como de Georgia. Putin y la oligarquía capitalista de Rusia están camino de conseguir todos sus objetivos políticos, territoriales y militares, y lo quieren poner en evidencia.

La razón de este giro decisivo no es ni la supuesta locura de Trump, ni una estrategia para ganarse la simpatía de Putin, sino la constatación de la derrota militar a pesar de los ingentes recursos invertidos. EEUU ha aprobado paquetes de ayuda a Ucrania, en tan solo 3 años, por valor de 175.000 millones de dólares, a los que se suman otros 130.000 millones por parte de la UE y los países europeos. ¡Más de 300.000 millones! La ayuda militar estadounidense ha alcanzado cerca del 0,5% de su PIB, superando la desplegada en Afganistán entre 2001 y 2010, con la diferencia de que en este último caso se produjo una invasión y una ocupación militar[4]. Es decir, la apuesta ha sido enorme, y los resultados ínfimos.

Junto a esta vasta ayuda militar, EEUU y Europa desplegaron una agresiva estrategia de sanciones contra Rusia para aislarla y hundir su economía. Y no solo no lo han conseguido, sino que el régimen de Putin, un régimen capitalista e imperialista que no tiene nada de progresista y que es completamente ajeno a la URSS y al comunismo, se ha fortalecido. Su economía, en medio de una guerra, crece de forma robusta, por encima del 4% en 2024, superando a EEUU y dejando muy atrás a la UE y Alemania, estancada y en recesión respectivamente. Este crecimiento además ha impulsado una potente industria de guerra que le permite producir ¡tres veces más proyectiles de artillería que EEUU y Europa juntos!

Al mismo tiempo, la cohesión social y el apoyo al Gobierno se han fortalecido, con Putin alcanzando un nivel de aprobación sin precedentes del 87% según el Instituto prooccidental Levada. Una de las razones de esto es la mejora de los salarios reales, y por tanto, del nivel de vida: un incremento del 5,3% en 2023, ¡y un 9,2%! en los siete primeros meses de 2024[5].

La derrota resulta tan evidente, que Trump ha tenido que sacarse del bolsillo argumentos que justifiquen esta rendición para encubrirla frente a su fanatizada base social nacionalista. De ahí sus declaraciones sobre cómo EEUU va a lograr inmensas cantidades de tierras raras de Ucrania que le permitirán enfrentar la amenaza china. Pero la realidad es que Ucrania no produce en este momento tierras raras, y tampoco se sabe cuántas podría albergar. Pura propaganda, una cortina de humo.

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La derrota resulta tan evidente, que Trump ha tenido que sacarse del bolsillo argumentos que justifiquen esta rendición para encubrirla frente a su fanatizada base social nacionalista. 

Ucrania, una colonia norteamericana

Trump ha puesto sus cartas sobre la mesa, descubriendo las falacias de la propaganda occidental. Aquellos que planteaban que nos encontrábamos ante una guerra de liberación nacional, por la libertad de Ucrania y por su independencia, incluidos amplios sectores de la izquierda reformista y algunas sectas que se declaran “marxistas”, se han topado con la cruda realidad.

Las propuestas presentadas por el secretario del Tesoro de Trump, Scott Bessent, a Zelenski, planteando que EEUU obtenga el 50% de los beneficios por la explotación de los recursos naturales del país, nos retrotrae al modelo colonialista del siglo XIX. Trump ha llegado incluso a exigir compensaciones de hasta 500.000 millones de dólares, casi tres veces el PIB ucraniano, y que supondría hipotecar el país durante décadas[6]. Zelenski, la marioneta rota de Washington, a pesar de sus protestas iniciales calificando la iniciativa de humillación nacional, finalmente pasó por el aro, aunque todavía el acuerdo no se ha firmado por la bronca en la Casa Blanca.

En cualquier caso, este plan, como señaló el secretario del Tesoro en el Financial Times de forma más disimulada[7], pretende crear un “fondo conjunto de EEUU y Ucrania”, para que el imperialismo norteamericano pueda beneficiarse no solo de la explotación de los recursos naturales, sino también de infraestructuras y de la propia reconstrucción. El acuerdo es tan humillante que ni siquiera recoge, como pedía Zelenski, garantías concretas de seguridad frente a Rusia.

Hay que señalar, para esclarecer el asunto de fondo que ha vendido Trump a bombo y platillo, que las supuestas tierras raras ucranianas son por ahora una completa entelequia[8], y muchos de los otros recursos minerales a explotar, o bien están en zona rusa, se calcula que un 50%[9], o bien, como sugieren numerosos estudios, no resultan rentables de cara a iniciar grandes inversiones para su explotación.

En el caso de las tierras raras, además, el control del mercado por parte de China es imponente: produce dos tercios de las mismas y posee las mayores reservas conocidas del mundo, y además tiene capacidad para refinar el 85% del total. Datos que hacen hace aún más difícil el plan de EEUU para obtener rentabilidad. Ya antes de la guerra, empresas mineras, algunas norteamericanas, rechazaron iniciar proyectos en subsuelo ucraniano ya que requerían enormes inversiones y años para ponerse en marcha, y su rentabilidad no estaba garantizada.

Respecto al gas, Ucrania es el 39 productor mundial, necesita importarlo para cubrir sus propias necesidades internas y el 90% de su producción se encuentra en zona rusa. En cuanto al petróleo, su producción y reservas conocidas son irrisorias, siendo el 61 productor mundial. La principal función de Ucrania en estas industrias ha sido ser país de tránsito de oleoductos que transportan el gas y el petróleo rusos a Europa.

Todos estos planes de explotación solo se podrían llevar a cabo tras una vasta reconstrucción del país, tanto de su industria eléctrica, muy golpeada y decisiva en el sector minero, como de los transportes. En las actuales circunstancias de devastación, los inversores se lo pensaran dos veces[10].

Dicho lo anterior, queda muy claro que este colonialismo que Trump expresa sin tapujos es el que ha prevalecido desde el comienzo del conflicto, tanto por parte de la Administración Biden como por parte de los Gobiernos de la UE. Pero los mentores de esta guerra se encuentran ahora con un escenario que habían descartado arrogantemente: Ucrania ha perdido un 20% de su territorio, incluidas las ricas regiones mineras e industriales del Donbás y prácticamente la totalidad de su costa. En estos años de guerra su economía ha colapsado, dependiendo exclusivamente para su supervivencia de la financiación americana y europea.

El agotamiento de la población ucraniana y el hundimiento de la moral combatiente es difícil de ocultar por la propaganda. 10 millones de ucranianos han huido del país, 800.000 se encuentran en la clandestinidad para evitar el reclutamiento y las deserciones en enero registraron un pico de 90.000. Todo esto ha generado numerosos problemas militares, pero también enormes dificultades económicas por la escasez de mano de obra.

La mayoría de la población rechaza ya continuar con la guerra y se muestra favorable a negociar: según las encuestas más del 50% en las provincias occidentales y más del 70% en las provincias que limitan con el frente y con una importante población rusófona[11]. En estas condiciones, continuar la guerra resulta imposible.

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El agotamiento de la población ucraniana y el hundimiento de la moral combatiente es grande. 10 millones de ucranianos han huido del país, 800.000 se encuentran en la clandestinidad para evitar el reclutamiento y las deserciones siguen aumentando. 

Guerra imperialista y revolución socialista

La guerra de Ucrania, igual que el brutal genocidio sionista en Gaza, ha vuelto a poner en evidencia lo lejos que ha llegado la crisis orgánica del sistema capitalista. La batalla por la hegemonía entre las potencias imperialistas, entre China y EEUU, como ocurrió a principios del siglo XX, nos aproxima día a día a un escenario de absoluta barbarie. Todos aquellos que lanzan predicas sobre la necesidad de un mundo con reglas y de respeto al llamado derecho internacional, donde impere la diplomacia y las buenas formas, especialmente las organizaciones reformistas de la izquierda, están completamente superados por una realidad que les golpea en la cara.

Bajo el capitalismo, no ahora, siempre, la lucha por la hegemonía mundial se libra mediante la coacción, la fuerza, la explotación y la mentira, tal y como explicaba Lenin. Pero en periodos como el actual, toda la propaganda legalista y humanitaria que trata de encubrir este modo de funcionamiento se viene abajo. La guerra de Ucrania es una guerra imperialista atroz que pagan con sus vidas los trabajadores y los oprimidos ucranianos, y rusos, y su objetivo es el reparto del mundo entre los capitalistas.

A pesar de que EEUU y Europa tienen un papel central en haber provocado esta guerra, y que ambos ostentan un historial sin parangón de brutales intervenciones imperialistas, de apoyo a dictaduras y golpes militares, y de crímenes de lesa humanidad a lo largo de los últimos cien años, el última el apoyo absoluto al salvaje genocidio sionista contra el pueblo palestino en Gaza, sería un error no entender el papel imperialista de Rusia y China.

Ambas son potencias que han experimentado un notable ascenso en la última década, bajo un régimen de capitalismo de Estado. En el caso de Putin estamos hablando de un furibundo anticomunista, que al inicio de la guerra, en un discurso público a la nación, denunció a Lenin y los bolcheviques por su defensa del derecho de autodeterminación de Ucrania, y que combate a la izquierda militante y comunista, al feminismo o al movimiento LGTBI, alineándose con ultraderecha trumpista y europea en su defensa de la familia y los valores tradicionales. Un chovinista gran ruso, de esos que combatió Lenin a muerte, y que defiende a una clase capitalista que hizo sus fortunas saqueando los recursos e industrias nacionalizadas de la antigua URSS.

El comportamiento de Rusia y de China respecto al genocidio en Gaza, es otro buen reflejo de su carácter imperialista, negándose, más allá de los discursos, a tomar medidas serias y efectivas para frenar el holocausto contra el pueblo palestino. Al día de hoy ambas potencias siguen manteniendo todas sus relaciones económicas, militares y diplomáticas con Israel, del que China es su segundo socio comercial.

Desde Izquierda Revolucionaria defendemos que la única forma de acabar con la guerra imperialista, con todo tipo de opresión nacional, es volver nuestras armas contra nuestros propios explotadores, denunciar a nuestros propios gobiernos capitalistas, e impulsar movimientos de masas levantando la bandera de la revolución socialista internacional que una a todos los oprimidos contra los bandidos imperialistas.

La guerra en Ucrania es un capítulo más de la barbarie a la que nos enfrentamos cada día. Y después de esta guerra es inevitable que vengan otras. El reparto del mundo continuará, y debemos decir alto y claro que los oprimidos, los trabajadores y la juventud mundial no tiene ninguna opción si se subordina a cualquiera de los bandos imperialistas en conflicto.

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Bajo el capitalismo, no ahora, siempre, la lucha por la hegemonía mundial se libra mediante la coacción, la fuerza, la explotación y la mentira, tal y como explicaba Lenin. 

Debemos defender una política internacionalista y de independencia de clase. Hay que volver con fuerza al programa de Marx y de Lenin, construir la unidad de la clase por encima de fronteras nacionales contra el enemigo común. Y tener claro que el mensaje de Karl Liebknecht, el comunista revolucionario alemán asesinado por la socialdemocracia y los freikorps, sigue estando más vigente que nunca: ¡El enemigo principal está en casa!

¡Abajo la guerra imperialista!

¡Por el internacionalismo proletario! ¡Trabajadores del mundo, uníos!

¡Por la revolución socialista!

 

 Notas:

[1]Alto a la guerra imperialista en Ucrania

[2]Trade balance of the European Union with China from 2013 to 2023   China-EU cooperation vital for inclusive global growth

[3]US wins out over China as Germany's biggest single trading partner last year

[4]How Much U.S. Aid Is Going to Ukraine?  Foreign support to Ukraine: Evidence from a database of military, financial, and humanitarian aid

[5]Russia's Real Wages Surpass Expectations With July's 8.1% Increase  Russia's Soaring Wartime Salaries Are Bolstering Working-Class Support for Putin

[6]Revealed: Trump’s confidential plan to put Ukraine in a stranglehold

[7]Economic partnership will protect the Ukrainian people and the US taxpayer

[8]El Gobierno ucraniano ha señalado que poseen el 5% de las reservas mundiales, pero se trata de una completa falsificación ya que no existen estudios y prospecciones al respecto. El propio Gobierno ucraniano infla sus datos respecto a las tierras raras y otros minerales de cara a tratar de obtener ventajas en su negociación de ayuda.

[9]Ukraine’s resources mostly hard to access or needed at home

[10]Las claves tras el pacto de los minerales: Ucrania tiene metales críticos, pero no tantas tierras raras como cree Trump

[11]Half of Ukrainians Want Quick, Negotiated End to War

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