¡Juicio y castigo para los responsables! ¡Hacia una nueva huelga general de 48 horas!
El 28 de febrero, en el segundo aniversario del peor accidente ferroviario de la historia de Grecia, que dejó 57 muertos y 180 heridos, millones de personas tomaron las calles en una huelga general histórica.
Con cerca de un millón de manifestantes en Atenas, 300.000 en Tesalónica y protestas en 264 ciudades griegas y 125 en el extranjero, esta huelga general paralizó por completo el país, convirtiéndose en la movilización más masiva desde la década de 1970.
Bajo el lema “No tengo oxígeno”, extraído de la desgarradora grabación de una de las víctimas antes de morir, las calles se llenaron de rabia contra las.mentiras, la negligencia y el despotismo del Gobierno derechista de Mitsotakis. En la capital, una represión policial brutal (infiltración de agentes provocadores, gases lacrimógenos, tanques lanzando chorros de agua...) se saldó con más de cien detenidos y decenas de heridos, pero no pudo silenciar el grito unánime de “¡asesinos!” y “¡dimisión!”.
La indignación no se limitó a las grandes ciudades. En pequeñas islas como Donusa y Fourni, los habitantes se sumaron masivamente. En Mitilene, capital de Lesbos, se vivió una concentración sin precedentes. La clase trabajadora griega, desde todos los rincones y levantando un potente movimiento desde abajo, demostró su unidad y su fuerza.

Un sistema ferroviario en ruinas: el legado de saqueo de la troika
Un reciente informe de la Agencia Nacional de Investigación de Accidentes Aéreos y Ferroviarios de Grecia (Eodasam) señala que el sistema ferroviario carecía de los sistemas de seguridad básicos que habrían evitado el choque. La infraestructura se encontraba en un estado deplorable: desvíos defectuosos, señalización inoperativa y una plantilla insuficiente. La modernización del sistema, prevista desde 2014, nunca se completó, a pesar de los fondos europeos destinados a este fin.
Además, se descubrió que uno de los trenes transportaba sustancias inflamables no declaradas, lo que aumentó la explosión y causó la muerte de personas que no fallecieron en el impacto inicial. A esto hay que sumar una respuesta caótica de los servicios de emergencia tras el accidente, con retrasos en el rescate y fallos en la documentación del lugar del siniestro.
El Gobierno de Nueva Democracia ha intentado culpar al error humano, pero el informe de Eodasam revela que la negligencia es sistémica. La falta de inversión y mantenimiento, agravada por la crisis económica de 2009, convirtió el sistema ferroviario en una bomba de tiempo. El accidente de Tempe no fue una casualidad, sino el resultado de décadas de abandono y privatización de los servicios públicos.
La actitud escandalosa del Gobierno en la investigación y la falta de transparencia han exacerbado la ira de la ciudadanía. La mayoría de los descubrimientos se deben a informes privados encargados por familiares de las víctimas y, a dos años del accidente, más de 40 personas han sido procesadas pero ninguna ha sido juzgada aún.
Un movimiento construido desde las bases
La idea de convertir el segundo aniversario de la tragedia en una movilización histórica comenzó a tomar forma tras la masiva manifestación del 26 de enero, organizada por la Asociación de Padres de las Víctimas, cuya decidida labor está impulsando la lucha —como dicen ellos “hasta el final”— ante la inacción de la burocracia sindical y los partidos del sistema. La idea de una huelga general total conquistó la conciencia de millones.
Desde los sindicatos de base se aprobaron resoluciones llamando a la huelga, y miles de trabajadores, activistas de los distintos movimientos sociales y organizaciones de la izquierda combativa generaron un impulso imparable. Como resultado, el PAME, plataforma sindical del KKE, y ADEDY se sumaron a la convocatoria, y la presión fue tan salvaje que incluso la degenerada burocracia de la GSEE se vio obligada a sumarse.

Las exigencias del movimiento son contundentes: una investigación independiente, sanciones ejemplares para los responsables, la nacionalización de los ferrocarriles bajo control obrero. También una transformación radical en la gestión del sistema ferroviario y que se rindan cuentas, sin excepciones.
El éxito de la huelga es absolutamente incuestionable, con un seguimiento del 90%. Los transportes por tierra, mar y aire fueron cancelados. El transporte público solo funcionaba de forma gratuita para facilitar la asistencia a las manifestaciones. Incluso sectores como los supermercados y el pequeño comercio, cuyos trabajadores suelen enfrentar grandes dificultades para sumarse a las huelgas, se unieron al paro.
Un reflejo indudable del ambiente social que se respira en el país. A través de este impresionante movimiento, que desvela el funcionamiento criminal del capitalismo y sus instituciones, la golpeada clase obrera griega ha vuelto a poner su sello en la situación. Piden castigo para los responsables y justicia para las víctimas, pero esta rebelión social vivida el 28 de febrero va más allá. Después de años y años de sufrimiento, empobrecimiento masivo, de soportar la restricción de derechos democráticos y laborales, de violencia y represión policial han retomado sus mejores tradiciones de lucha contra todo ello.
Hay fuerza para echar abajo a este Gobierno criminal
Todo esto deja en evidencia al Gobierno de Nueva Democracia, pero también señala duramente a la oposición oficial, a esa izquierda reformista que se pliega ante el poder. Partidos como el Pasok, Syriza y Nueva Izquierda pretenden lavarse la cara presentando ahora una moción de censura que fracasará. Sin embargo, ninguna artimaña parlamentaria puede tapar su completa bancarrota ni mucho menos acabar con el Gobierno griego.

No cabe duda del enorme potencial revolucionario de este movimiento. La fuerza para echar abajo al Gobierno de Mitsotaki y sus políticas reaccionarias está más que demostrada. Pero esto solo va a pasar si continúa la lucha en las calles. Hay que poner fecha ya una nueva huelga general, esta vez de 48 horas. Y para eso hay que intensificar y redoblar la organización, con asambleas democráticas para debatir y decidir todas las acciones, creando y extendiendo comités de trabajadores, estudiantes y vecinos en barrios, centros de trabajo y fábricas, institutos y universidades.
Es indudable que miles de militantes del KKE han jugado un papel destacado participando e impulsando este movimiento, como contra el genocidio sionista en Gaza y las guerras imperialistas, y en multitud de luchas sociales y sindicales durante todos estos años. Ahora la dirección del KKE tiene la oportunidad de hacer avanzar los actuales acontecimientos.
Es el momento de que los comunistas griegos y todos los revolucionarios unifiquen sus fuerzas defendiendo una estrategia de lucha hasta echar a Mitsotakis, y un programa que vincule la justicia para las víctimas del accidente y el castigo a los responsables con reivindicaciones fundamentales para la clase obrera y la juventud:
• Aumentos salariales drásticos y recuperar los convenios colectivos.
• Por la defensa de la educación, la sanidad y la vivienda públicas. Acabar con los recortes ya.
• Por la renacionalización de los servicios públicos privatizados, empezando por los ferrocarriles.
• Contra el militarismo y los gastos militares, por la derogación de las leyes autoritarias, represivas y racistas...
• Por una alternativa revolucionaria que expropie a los capitalistas, nacionalice la banca y las grandes empresas y ponga toda la riqueza en beneficio de la clase trabajadora y los oprimidos.