Acto público online el Viernes 29 de enero a las 19h “Ecologismo y revolución”, con la participación de Víctor Taibo, escritor del libro El cambio climático y la lucha por el socialismo.
Se cumple un año tras el derrumbe del vertedero de Zaldibar y nada ha cambiado en la hoja de ruta que sigue el actual gobierno del PNV para Euskal herria. La presente crisis sanitaria global está siendo utilizada para alejar el foco mediático de la lamentable y peligrosa forma de gestionar y destruir nuestro medioambiente.
De hecho este accidente inducido sirve para resumir hacia dónde nos conduce este modelo que apuesta descaradamente por el clientelismo y la privatización de sectores tan fundamentales para el bienestar de la sociedad como es la gestión de los residuos.
Se han tenido que admitir hechos tan graves como que se habían almacenado 10 mil toneladas de amianto, que los dispositivos de medición de metano no funcionaban correctamente, que algunos vertidos de basura no se realizaban correctamente -sin especificar de qué materiales- y que el vertedero estaba ocupando una zona superior a la permitida con el consiguiente riesgo de desprendimiento ya avisado previamente por geólogos. Por supuesto, no ha recaído ninguna responsabilidad sobre las empresas concesionarias. Por parte del Gobierno Vasco sólo hemos obtenido silencio y vergonzosas negligencias como ocultar que el incendio estaba esparciendo dioxinas y furanos por las poblaciones colindantes. La única prioridad era reabrir la autopista y que las responsabilidades no alcanzaran a los cargos políticos.
Otro de los proyectos estrella del gobierno del PNV fue construir la incineradora de Zubieta, justo cuando Europa los abandonaba -desaconsejando la quema de residuos según la directiva 2018/852- fruto de que varias incineradoras cerraban sus puertas por la movilización popular para defender la salud. Conecta directamente con Zaldíbar, dado que se está pensando en trasladar y quemar los residuos del vertedero. Es otra nueva irresponsabilidad y atentado medioambiental que dispersará sustancias muy nocivas contenidas en residuos que no han sido clasificados. Por supuesto, la concesión de la explotación de esta instalación ha sido con la opacidad característica de los jeltzales, ya que todavía desconocemos las condiciones, intereses, y responsabilidades ante imprevistos que se produzcan a lo largo de los 35 años que durará.
El TAV: paradigma de un sistema clientelar y depredador
El plan para construir la conocida “Y” vasca ha sido objeto de una fuerte oposición desde sus inicios hace dos décadas por parte de las fuerzas de la izquierda abertzale. Claramente se trataba de otro faraónico proyecto con escasos beneficios sociales salvo para las empresas constructoras encargadas de ejecutarlo.
En cifras un informe del Tribunal Europeo de Cuentas recoge que la estimación inicial del coste de la “Y” vasca era de 4.675 millones de euros y su construcción entre los años 2006 y 2010. Sin embargo, a día de hoy se encuentra sin finalizar y no hay visos de ello hasta pasado 2023 por lo que el coste inicial se ha disparado hacia unos 6.500 millones.
Y es que diseñar una red de alta velocidad en un territorio cuya orografía dispara los costes económicos, de enorme impacto ambiental y que margina a los pueblos de interior sólo podía entenderse como una maniobra más de desviar fondos públicos hacia el bolsillo de las empresas que viven bajo el abrigo del PNV prácticamente en simbiosis.
A medida que los detalles y futuros datos sobre su funcionamiento salen a la luz, mayores desconfianzas genera. El problema radica en que una inversión de semejante envergadura será aún más cara de mantener y ni tan si quiera tendremos garantizado que sea rentable. Sin embargo, el daño al paisaje, a los ecosistemas, a la movilidad cortada por vías y viaductos se quedará con nosotros.
Por si fuera poco, tiene poca capacidad de sacar camiones y automóviles de la carretera y contribuirá a aumentar nuestra factura energética y de recursos en lugar de ayudar a una movilidad más ecológica y eficiente.
Otro ejemplo que no debemos dejar pasar sobre el cortoplacismo galopante que sufre felizmente la organización jeltzale sucede con la política forestal. Han reafirmado su apuesta por los monocultivos subvencionando, recientemente, a quienes decidan plantar los tristemente famosos eucaliptos. En su búsqueda de dinero rápido con estos árboles que permiten en muy pocos años ganar mucho dinero con su madera, no hay lugar para ni tan si quiera plantearse los efectos que estas plantaciones generan en la fertilidad de nuestros suelos, la pérdida de biodiversidad, la calidad de las aguas que bebemos o los amenazadores incendios que sucederán en veranos y otoños cada vez más secos.
El modelo neoliberal nos aplasta en situaciones de emergencia
Estas actuaciones no nos encaminan hacia una sociedad capaz de afrontar las profundas crisis que ya estamos experimentando y que sin duda se agravarán para las futuras generaciones que deberán apañárselas con los recursos que les dejemos. Son producto de la lógica mercantilizadora innata del capitalismo y su búsqueda incansable por concentrar la riqueza los principales responsables de este modus operandi que nos conduce hacia el colapso tanto de las estructuras económicas, como sociales y medioambientales. Realmente nunca ha sido razonable el poner en práctica una teoría que apuesta por el crecimiento económico infinito dentro de un planeta finito.
Hemos sobrepasado la capacidad de renovación natural de una cantidad de recursos que también son imprescindibles para la supervivencia de la biosfera. Porque nuestro objetivo no es salvar al planeta, dado que este seguirá adelante con o sin nosotros; sino a la biosfera que nos permite sobrevivir y desarrollar la base de nuestras actividades socioeconómicas como son la agricultura, la ganadería o la extracción de minerales.
La presión a la que sometemos a los ecosistemas primarios (bosques tropicales, boreales, los polos, arrecifes...) los aboca hacia su destrucción en pocas décadas. Esto desestabilizará las temperaturas y el ciclo planetario de precipitaciones haciendo peligrar la certidumbre que necesita el actual y extremadamente interdependiente modelo alimentario industrial.
El cambio climático sí entiende de clase social
Nuestra principal herramienta para romper este bucle de capitalismo depredador de vidas y ecosistemas debe ser la politización de cada conflicto. Sin un enfoque de clase, la defensa del medio ambiente se convierte en una consigna vacía e imposible. Los dirigentes reformistas de la izquierda parlamentaria que confían en el buen hacer de los empresarios están obteniendo una respuesta muy elocuente: pobreza energética que asola a millones y ayudas europeas para sus responsables. Es una demostración gráfica de cuáles son las intenciones de la burguesía con respecto a la gestión de los recursos de nuestro planeta y al servicio de quién deben estar.
Eso que ahora llaman Green New Deal -supuestamente un plan para crear puestos de trabajo con buenos salarios y políticas sostenibles de la mano de los empresarios de Repsol, Iberdrola, etc. – es sencillamente imposible. Alimentar esperanzas en que sin romper con este sistema podemos regenerar y proteger nuestro planeta, lograr condiciones dignas de trabajo…es sencillamente mentir. Es necesario desenmascarar toda esta estratagema que trata de legitimar a los responsables de la barbarie ecológica que ya sufrimos.
De hecho a nivel global se está produciendo una maniobra de lavado de imagen de las grandes empresas para presentarse como “verdes” mientras saquean las arcas públicas. Bajo la etiqueta de la “transición ecológica”, las ayudas europeas que las regarán con millones eliminan todo tipo de controles - incluidos los medioambientales – para acelerar que el dinero llegue raudo y veloz a sus bolsillos. Las industrias de combustibles fósiles serán las beneficiarias de gran parte de estas ayudas.
De nuevo estamos ante otra huida desorganizada hacia adelante para el gran capital, el cual no dudará en seguir explotando a la clase trabajadora ni expoliando los recursos naturales hasta el agotamiento. El reto de ser una sociedad verdaderamente sostenible y que anteponga las necesidades sociales población a los beneficios privados es completamente imposible de la mano de quienes destruyen nuestras vidas y nuestro planeta para su propio lucro. Es imperativo para el futuro de la humanidad acabar con la barbarie capitalista nacionalizando los sectores estratégicos de la economía -incluidas las energéticas -, cancelar la dictadura de la deuda y poner toda la riqueza que generamos en manos de la clase trabajadora para así poder decidir y organizar de forma racional, democrática y sostenible la economía y la sociedad. Esto es lucha por una alternativa socialista
En este contexto global de polarización social creciente, crisis económica, sanitaria y de cada vez más síntomas de fenómenos climáticos extremos sólo podemos esperar del mercado y del Estado al servicio de los intereses del gran capital más precariedad, desigualdad y marginación. Nadie nos regalará nada a la clase trabajadora. Si queremos una vida digna y un planeta en el que vivir tendremos que lograrlo de una única forma posible: organizados y luchando en las calles.