Las elecciones municipales y autonómicas del 28 de mayo van a ser un hito importante de cara a las generales de finales de año, en las que el Gobierno de Pedro Sánchez y sus aliados se juegan la continuidad.
Si el avance del PP y Vox que las encuestas anticipan se confirma, el impacto en la configuración definitiva del espacio político a la izquierda del PSOE será muy notable. Un resultado negativo podría acelerar los posibles acuerdos entre Podemos y Sumar, pese a la campaña de Yolanda Díaz y sus patrocinadores mediáticos para romper los puentes con Podemos.
Las políticas de la derecha, masivamente contestadas en las calles
El PP y Vox son los campeones de la privatización sistemática de los servicios públicos, de la más descarnada especulación inmobiliaria, de las reducciones fiscales a las grandes fortunas y a las familias con los niveles de renta más altos. Su defensa repugnante de esa libertad basada en la explotación laboral y la precariedad, el negacionismo del cambio climático, las atrocidades ecológicas que están cometiendo en Doñana o en el Mar Menor, el ninguneo de los incendios en Castilla y León, la homofobia, el racismo, la violencia contra los animales, la defensa cerrada de Juan Carlos I y la monarquía, su clasismo y su corrupción orgánica, su reivindicación de las atrocidades del franquismo… son sus señas de identidad.
Y es esto lo que ha desencadenado enormes protestas contra la derecha en estos años, las huelgas y manifestaciones multitudinarias en defensa de la sanidad pública en Madrid, que han colocado en la picota al Gobierno de Díaz Ayuso. También en Galiza, Andalucía y Castilla y León —gobernadas por el PP— el rechazo a su estrategia de acabar con la sanidad pública se ha expresado masivamente en las calles.
Las manifestaciones feministas del 8 de marzo fueron un clamor contra la opresión machista y patriarcal que defienden PP y Vox con un cinismo sangrante. Millones de mujeres volvieron a gritar su rabia contra el sistema judicial y el entramado institucional del régimen del 78 que ampara la violencia machista y deja abandonadas a las víctimas.
No hay un solo ámbito de la vida ciudadana en el que las políticas de la derecha no hayan generado un amplio malestar social. Pero, pese al rechazo que suscitan, en el plano electoral parece que no sufren desgaste y Gobiernos de la calaña del de Díaz Ayuso se utilizan como ariete del PP para recuperar el Gobierno central. ¿Qué está pasando? ¿Qué papel juegan las políticas del Gobierno central y el tipo de oposición que realizan el PSOE y sus aliados frente al PP en Madrid, Andalucía y otros sitios donde la derecha gobierna?
La experiencia de los Ayuntamientos del Cambio y del Gobierno PSOE-UP
Pese a la enorme rabia contra la derecha, la experiencia de los años pasados juega en contra de las expectativas de la izquierda en las próximas municipales y autonómicas.
En 2015, al calor de la ola de movilizaciones y con Podemos irrumpiendo con fuerza, las candidaturas municipales a la izquierda del PSOE consiguieron un resultado histórico. Las mayores ciudades pasaron a ser gobernadas por los llamados Ayuntamientos del Cambio, generando grandes expectativas. Muy pronto esas ilusiones se derrumbaron.
En Madrid, el consistorio de Manuela Carmena fue incapaz de mejorar la vida de sus vecinos, especialmente de los que vivimos en barrios obreros, se negó a recuperar la gestión pública de los servicios privatizados por el PP y dio el visto bueno a la “Operación Chamartín”, la mayor operación de especulación urbanística realizada en la ciudad y que ha llenado los bolsillos de la banca y de Florentino Pérez.
Los Ayuntamientos del Cambio se impusieron a sí mismos una línea roja infranqueable: no estaban dispuestos a enfrentarse a los poderosos intereses financieros y empresariales que realmente deciden la marcha de las grandes y medianas ciudades. El resultado de esta capitulación lo vimos en las elecciones locales de 2019, cuando PP y PSOE recuperaron prácticamente todas las plazas perdidas.
Aunque Ada Colau mantuvo su alcaldía en Barcelona, el balance de sus años de gobierno no es muy diferente al de Carmena. La lucha contra los desahucios que Colau dirigía antes de ser alcaldesa quedó en el olvido y la política municipal se volcó en convertir a Barcelona en una “capital de los negocios” con el World Mobile Congress como estandarte y en promover un turismo masivo y depredador que contribuye a encarecer la vivienda y a expulsar a los vecinos hacia la periferia.
Las ilusiones perdidas se renovaron en parte con la entrada de Unidas Podemos en el Gobierno de Pedro Sánchez. Pero el balance de sus más de tres años dista mucho de representar un cambio fundamental para la clase trabajadora, que ha visto como sus condiciones de vida empeoran, los salarios se hunden y la pobreza crece mientras los beneficios empresariales se disparan a niveles récord. La presencia de UP en el Gobierno ha sido impotente para impedir que el PSOE sea el principal pilar de la gobernabilidad capitalista.
Y en cuanto a la oposición que ha practicado la izquierda parlamentaria, desde el PSOE, Más País o UP en muchos ayuntamientos y comunidades, como en el caso de Madrid, ha estado limitada a comunicados de prensa, preguntas parlamentarias o discursos. En los hechos han abandonado cualquier llamamiento a huelgas, a movilizaciones serias y bien organizadas, poniendo obstáculos incluso a la acción de cientos de activistas que sí quieren pelear y que han sido el motor de grandes manifestaciones como las de la sanidad.
¿Qué programa necesitamos para ganar las elecciones?
La base social y electoral de la izquierda se pregunta ¿qué hacer para derrotar a Ayuso y desalojar al PP y Vox de los ayuntamientos? ¿Cómo evitar que la derecha avance en estas elecciones? ¿Cómo parar la degradación de nuestros barrios y ciudades?
En primer lugar, la izquierda debe defender un programa que dé solución a los problemas críticos de la vida cotidiana de millones de familias obreras y, en segundo lugar, llevarlo a cabo mediante la lucha en las calles, apoyándose en los movimientos sociales y vecinales, en la acción de los trabajadores y la juventud de manera contundente y sostenida. La experiencia nos enseña que para mejorar de verdad la vida de la gente es necesario confrontar y desafiar a los gigantescos intereses creados en el ámbito de la gestión municipal.
El programa que proponemos desde Izquierda Revolucionaria tiene estos ejes principales:
- Remunicipalización de todos los servicios privatizados —limpieza, agua, jardines, transporte, servicio de atención domiciliaria (SAD) y dependencia, servicios sociales...—, absorbiendo todas las plantillas y dignificando sus salarios y condiciones laborales para poder ofrecer un servicio de calidad.
- Constitución de un parque municipal de viviendas en alquiler integrado por al menos dos millones en todo el Estado, a un precio asequible que no supere el 10% de los ingresos de los inquilinos. Además de las viviendas de nueva construcción requeridas por las necesidades de la población, a ese parque se incorporarán, por vía de expropiación sin indemnización, las viviendas públicas malvendidas a fondos buitre y las que se encuentran en manos de bancos, inmobiliarias y grandes propietarios rentistas. ¡La vivienda es un derecho y no un negocio!
- Gestión 100% pública de la sanidad, residencia de mayores y educación en condiciones dignas e incrementando drásticamente las contrataciones de personal y recursos materiales para garantizar su gratuidad real. Incorporación a la red pública de los recursos y personal de los actuales centros privados. Inversión para garantizar servicios psicológicos públicos, gratuitos y de calidad.
- Red de transporte público ecológica, eficaz, de calidad y gratuita al servicio de las necesidades de desplazamiento de vecinas y vecinos, acabando con los operadores que, como Uber o Cabify, precarizan condiciones laborales y contribuyen a la degradación de las ciudades.
- Plan audaz de inversión en medidas de acción social, deportiva y cultural que revierta la creciente degradación de barrios y ciudades obreras. Los ayuntamientos deben ofrecer espacios para el desarrollo de la vida comunitaria y de un ocio sano, no subordinados a intereses mercantiles. Gratuidad de cines, teatros, museos, conciertos y otras actividades culturales. Cierre de las casas de apuestas.
- Contra el cambio climático y la degradación ecológica. Medidas efectivas contra la contaminación. Acabar con la gestión privada del agua y del mantenimiento del entorno natural, que debe pasar a manos públicas inmediatamente. Nacionalización de las empresas energéticas.
- Servicios sociales públicos de calidad para atender a las víctimas de violencia de género y de agresiones sexuales. Por una asignatura obligatoria de educación sexual.
- No al racismo y la xenofobia. No a la Ley de Extranjería.
- Una gestión democrática y participativa de los Gobiernos municipales, donde las decisiones importantes sean debatidas y aprobadas por las vecinas y vecinos, que tendrán la capacidad para revocar a los cargos públicos y elegir a sus sustitutos.
Necesitamos este programa para dignificar y mejorar nuestros barrios y crear las condiciones materiales para una vida decente. La clase obrera está cansada de promesas vacías, de expectativas traicionadas, de abandono y humillación.
Izquierda Revolucionaria participará activamente en esta campaña electoral defendiendo este programa y apoyando críticamente a aquellas opciones de izquierda que, aunque lejos de defender estas propuestas, son vistas por el sector más avanzado de la clase trabajadora y la juventud como la mejor opción para frenar a la derecha y las políticas proempresariales del PSOE.
Propuestas como las lanzadas por la CUP para Barcelona —que incluyen la necesidad de nacionalizar el agua y la energía o la derogación de la infame Ley de Extranjería, es decir, que van más allá del ámbito estricto de la gestión municipal y avanzan medidas abiertamente anticapitalistas— pueden ser una palanca para reforzar la movilización social en ciudades y pueblos.
Unidas Podemos, las CUP en Catalunya, Bildu en Euskal Herria y el BNG en Galiza tienen en sus manos la capacidad de impulsar una movilización decidida que cierre el paso a la derecha. Pero como sabemos votar no basta. Después del 28M la batalla continuará y hay que darla defendiendo una política de clase y socialista, que quiebre la paz social y confronte con ese puñado de ricachones que hacen de nuestras ciudades su cortijo particular.