¡Basta de represión a los derechos democráticos!
Hace tres años Catalunya vivía un levantamiento histórico. Más de dos millones de jóvenes, trabajadores y ciudadanos ejercíamos nuestro derecho a votar por la república catalana, resistiendo la represión salvaje de las fuerzas policiales del Estado. Desde entonces, el movimiento por la república ha protagonizado las movilizaciones de masas más importantes de la historia reciente, mandando un obús a la línea de flotación del régimen del 78. Una lucha ejemplar, que ha dejado al desnudo el carácter franquista de la justicia y el aparato del Estado, pero que también ha provocado una profunda diferenciación en líneas de clase e ideológicas dentro del independentismo.
El tercer aniversario del referéndum del 1-O se da en un contexto marcado por nuevos ataques a los derechos democráticos. La decisión de inhabilitar al President de la Generalitat, Quim Torra, por colgar una pancarta exigiendo la libertad de los presos políticos, contrasta vivamente con la sentencia infame de la Audiencia Nacional exculpando a los directivos de Bankia por la enorme estafa que arruinó a miles de personas, provocó un rescate público de más de 25.000 millones de euros, y llenó los bolsillos de una pandilla de corruptos. Este hecho muestra la estulticia de la que es capaz el sistema capitalista y un Estado dominado por fuerzas reaccionarias y protofascistas. Cualquier demócrata consecuente y todos los luchadores de clase no podemos permanecer impasibles ante estos hechos.
Un puñado de jueces franquistas, a quienes nadie ha elegido, han vuelto a pisotear los derechos del pueblo catalán, atribuyéndose la potestad de invalidar las decisiones del Parlament elegido democráticamente. A este golpe judicial se une la retirada del tercer grado a los presos políticos independentistas por parte del aparato judicial a petición de la Fiscalía General del Estado y el mantenimiento de decenas de causas judiciales abiertas, que afectan en estos momentos a más de 2.500 personas cuyo único “delito” ha sido participar en protestas contra la represión y movilizarse a favor de la república.
Maniobras para evitar una nueva explosión social
Una vez más, el régimen del 78, su aparato estatal y poder judicial, plagados de elementos franquistas y unidos por miles de lazos a la derecha y la ultraderecha, utilizan unas leyes antidemocráticas para dejar claro “quién manda aquí”. Tras perder el pulso de la calle y elección tras elección, intentan suprimir el derecho a decidir del pueblo catalán con cárcel, detenciones, exilio e inhabilitaciones.
Pero estos nuevos ataques antidemocráticos se estrellarán contra el muro de la rebelión en marcha. El crecimiento vertiginoso del movimiento de liberación nacional a lo largo de la última década ha tenido dos motores: la represión y negación del derecho de autodeterminación por un lado, y la crisis económica y las políticas capitalistas de recortes sociales, despidos y privatizaciones por otro.
Fueron estos factores los que prepararon el terreno para el estallido del 1 y 3 de Octubre de 2017, que abrió una crisis revolucionaria en Catalunya. Son también los que atizaron el levantamiento de octubre y noviembre del año pasado contra la brutal sentencia del Tribunal Supremo y los que siguen alimentando la indignación social actual.
Respondiendo a las exigencias de la burguesía catalana (que tiene pánico a que el movimiento de masas se desborde y les supere, como ocurrió anteriormente) los dirigentes de ERC y JxCat están haciendo todo lo posible por frenar la movilización y no dar una respuesta a la altura de las circunstancias. Utilizan para ello desde argumentos falsos como la “falta de fuerza”, desmentido una y otra vez por la masividad de las movilizaciones, hasta la preocupación lógica de amplios sectores de la población frente a la extensión de la pandemia.
Lo mismo se puede decir de las maniobras del Gobierno PSOE-UP. En lugar de romper decididamente con la represión, y reconocer el derecho legítimo a la autodeterminación del pueblo catalán, la izquierda reformista en el parlamento intenta mediante “mesas de diálogo” vacías de contenido, y filigranas legales como la puesta en marcha de los indultos, contentar a los dirigentes de ERC para que estos no aviven el incendio. Mientras tanto, aceptan las presiones de la judicatura franquista y retiran el tercer grado a los presos políticos, y el PSOE vira hacia Ciudadanos buscando nuevos aliados por si las cosas se tuercen.
El anuncio de la apertura de los trámites para un posible indulto a los presos políticos condenados por organizar el referéndum del 1-O no representa una voluntad real de acabar con la represión. La utilización de la figura jurídica del indulto, en lugar de decretar una amnistía y de incluir en esta a todos los presos políticos, exiliados y procesados, es toda una declaración de intenciones. Ante la enorme presión del movimiento, el PSOE es muy consciente de que necesita ofrecer alguna zanahoria para rebajar la tensión y ganar tiempo. Pero por otro lado, como las sentencias y la inhabilitación de Torra demuestran, el palo sigue siendo la norma.
Los indultos, que también están siendo utilizados sotto voce por los dirigentes de ERC y JxCat para justificar su renuncia a la movilización, serán duramente cuestionados por la derecha política y judicial, y no hay ninguna garantía de que lleguen a buen puerto. Tienen esencialmente la función de proporcionar argumentos a los sectores de la derecha y la socialdemocracia catalanista que quieren acabar ya con la movilización de masas, un señuelo para intentar cerrar por enésima vez una crisis profunda y enormemente peligrosa para la burguesía española y catalana.
Por más que se quiera presentar como el promotor de la vuelta a la normalidad en Catalunya, Pedro Sánchez sigue envuelto en la bandera rojigualda y en el discurso de la “unidad nacional”, no duda en aparecer como el campeón del lavado de cara a la monarquía, y no deja de declarar públicamente que su misión en la Moncloa es salvaguardar la institucionalidad del 78. Lamentablemente, la posición de los dirigentes de UP ante todo esto es ponerse de perfil o mover la cabeza con gesto resignado. Pablo Iglesias no ha dejado de hablar en las últimas semanas de la necesidad de levantar un horizonte republicano. Pero cuando en Catalunya la lucha por la república ha estallado con una fuerza inusitada, ha ido corriendo a recordar las bondades de la Constitución del 78 y se ha negado a intervenir en ella para dotarla de un contenido de clase y socialista.
Levantar una alternativa revolucionaria para conseguir la república socialista
La reacción de las cúpulas de ERC y JxCat tanto ante la inhabilitación de Torra como ante estas promesas del Gobierno resulta muy significativa. Aunque sostienen que su alternativa es la amnistía, resulta obvio que han decidido renunciar al mandato del 1-O a cambio, no ya de una promesa de indulto, sino incluso de una posible flexibilización de penas.
Los dirigentes de JxCat, en su pugna electoral, critican con la boca pequeña a ERC por su acercamiento al Gobierno central. Pero ellos han dado también muchas muestras de que no tienen la intención de llevar adelante ese mandato, como demuestra su política de recortes y la represión ordenada desde el Govern en octubre del año pasado. El propio Torra, en su discurso de respuesta a la inhabilitación, insistía en ideas que también están planteando los dirigentes de ERC como que en este momento no hay fuerza suficiente para llevar adelante la república.
El objetivo de los dirigentes de ERC y JxCat es consensuar el funcionamiento del Govern de coalición hasta unas posibles elecciones en enero o febrero de 2021. Mientras tanto, denuncian en sus discursos y acciones “simbólicas” la inhabilitación y el resto de ataques a los derechos democráticos, pero frenando la movilización de masas. Tienen pánico a que en un contexto como el actual, de descontento creciente hacia su renuncia a la república y a sus políticas de recortes, la movilización les desborde y se vuelva contra ellos.
La implosión del espacio de la derecha catalanista, con múltiples escisiones de lo que fue en su momento Convergència i Unió, o el estado de ánimo cada vez más crítico que muestran los votantes y las bases de ERC, confirman esta tendencia a la diferenciación interna dentro del movimiento de liberación nacional. La victoria de Esquerra en las elecciones generales y municipales se debió a que millones de jóvenes y trabajadores les votaron para llevar adelante la república del 1-O con políticas de izquierdas; no para renunciar a ésta y aplicar los mismos recortes y políticas privatizadoras que JxCat, como están haciendo en estos momentos sus dirigentes.
Toda esta situación significa una oportunidad histórica y un reto para levantar una izquierda anticapitalista que luche de manera consecuente por la república socialista. Pero hay que señalar que dirigentes de la CUP no están aprovechando esta oportunidad ni se están diferenciando lo más mínimo, limitándose a quejarse de que ERC y JxCat no les incluyan en sus reuniones para consensuar una respuesta.
Hoy más que nunca es el momento de recuperar la movilización en las calles, no de frenarla. Pero además hay que dotar a esa movilización de un programa y un plan de acción para vencer, sacando conclusiones de toda la experiencia acumulada durante los últimos tres años de lucha.
El 1 de Octubre de 2017 el pueblo de Catalunya protagonizó la mayor movilización de masas en defensa de los derechos democráticos desde el final de la dictadura. Pese la represión brutal desatada por el Gobierno del PP, que envió más de 15.000 policías y guardias civiles a sembrar el miedo y la destrucción en los centros de votación, dejando más de 1.000 heridos, la acción directa de millones de jóvenes, trabajadores y amplios sectores de las capas medias, derrotó los planes represivos de Rajoy y Felipe VI.
Dos días después, el 3 de Octubre de 2017, la indignación de millones con la represión, unida al ánimo que transmitió la heroica resistencia en los centros electorales, estalló en la huelga general más masiva y combativa de la historia reciente de Catalunya. Más de tres millones tomamos las calles en centenares de manifestaciones. Amplios sectores de jóvenes y trabajadores, que hasta ese momento no apoyaban la lucha por la república catalana porque desconfiaban de los dirigentes burgueses y pequeño-burgueses del “procés”, de cuyos Governs solo han recibido recortes y desprecios, se unieron en ese momento a la lucha.
Si los dirigentes de los Comuns y de Podemos en Catalunya y de UP a nivel estatal, en lugar de descalificar ese magnífico movimiento de masas —repitiendo la calumnia de que se trataba de un “movimiento reaccionario de las élites catalanas”—, se hubiesen puesto al frente de él, habría sido posible unir al conjunto de la clase obrera catalana y ganar el apoyo de los trabajadores del resto del Estado para una república catalana socialista. Este hubiera sido, sin duda, el comienzo de un gran movimiento contra la monarquía y contra el régimen capitalista del 78 en el resto del Estado. Ahí tiene Pablo Iglesias la manera de concretar el horizonte republicano del que nos habla. Jamás la república será conquistada en los escaños del parlamento. Las lecciones de la historia, tanto de la proclamación del 14 de abril de 1931 como el 1-O de 2017 en Catalunya, han zanjado esta cuestión.
La burguesía española y catalana comprendieron muy bien lo que los dirigentes reformistas de la izquierda (estatal y catalana) se niegan a reconocer. El ejemplo de fuerza y determinación del 1 y 3-O representaba una amenaza para sus intereses, y no solo en Catalunya sino también en el resto del Estado. En Madrid y otras ciudades hubo movilizaciones contra la represión. Una república catalana resultado de la acción directa de las masas no se detendría nunca en los límites marcados por la derecha o la socialdemocracia catalanista. Los trabajadores y el pueblo harían inmediatamente suya esa república, exigiendo leyes que respondiesen a sus reivindicaciones y necesidades, rompiendo con la lógica capitalista y luchando por transformarla en una república socialista. Y esta lucha ganaría el apoyo y contagiaría inmediatamente a la clase obrera y la juventud del resto del Estado y de Europa.
El temor a esta perspectiva es la causa fundamental de que hayan desatado una batería de medidas represivas, calumnias y ataques contra el movimiento de masas en Catalunya sin precedente. Tres años después del 1-O nos enfrentamos a un momento decisivo. La izquierda combativa, la CUP, los CDR, la base militante de ANC y Òmnium, los sindicatos que apoyan la lucha por la república y los movimientos sociales que tanto han batallado contra la austeridad… tenemos la responsabilidad de no permitir que la burguesía española y catalana impongan sus planes. Debemos recuperar la movilización en las calles para luchar por la única república que puede ganar el apoyo masivo de la clase obrera de Catalunya y de los jóvenes y trabajadores del resto del Estado: la república socialista.
La defensa de una república catalana socialista que acabe con los recortes, los despidos, los desahucios y la pobreza, que garantice nuestra salud con un plan de rescate para la sanidad y la educación públicas, que combata el machismo, el racismo y cualquier tipo de opresión ganaría el apoyo entusiasta de la inmensa mayoría de la población. Y para conseguir este objetivo debemos desplazar de la dirección del movimiento a los dirigentes de la derecha y la socialdemocracia catalanista que aceptan las imposiciones del sistema.
Este es el programa que, a tres años del 1-O, seguimos defendiendo desde Esquerra Revolucionària