Kukutza era mucho más que un gazte-txe. No sólo era un centro de ocio para los jóvenes, allí también acudían vecinos de todas las edades de Rekalde y los barrios de alrededor a colaborar y participar en sus actividades: escalada, teatro, poesía, informática... Tanto El Militante como Ikasle Sindikatua hemos podido organizar conferencias allí. El edificio, una antigua fábrica abandonada pero perfectamente acondicionada y equipada por dentro gracias a las aportaciones y al trabajo de cada vecino, se había convertido en todo un símbolo en Rekalde. Un símbolo que representaba el pasado combativo del barrio bilbaíno, que a través de sus asociaciones vecinales, además de muchas otras reivindicaciones, siempre reclamó al ayuntamiento un centro cívico de carácter público.
No es difícil comprender por qué todo Rekalde, incluso muchos vecinos de alrededor, se han movilizado de forma contundente contra el derribo de Kukutza III (anteriormente fueron creados y posteriormente derribados o cerrados otros dos centros sociales como éste). Lo que estaba en juego era un proyecto creado por todo el barrio para uso y disfrute de todos ante la falta de un espacio público limpio y adecuado para hacer vida social. En última instancia, lo que se ha puesto en juego durante el conflicto de Kukutza ha sido la defensa de la propiedad privada, defendida por jueces y políticos a través de la fuerza policial, frente a la voluntad de 20.000 vecinos, que defendían a través de Kukutza el espacio social público que el ayuntamiento, demasiado ocupado mejorando la zona del Guggenheim para sacar tajada del turismo, nunca les ha concedido.
Ha sido vergonzoso cómo el alcalde del PNV, Iñaki Azkuna, en lugar de entender y atender esta necesidad de sus vecinos, optase por respaldar la represión policial que tuvo lugar durante las manifestaciones celebradas en contra del derribo, dando a entender, en una auténtica provocación, que era la izquierda abertzale, mencionando incluso la kale borroka, la que había provocado los disturbios que se produjeron. Una nueva perla del alcalde. Quienes estaban allí no dudan en calificar de desmedida la reacción de la Ertzaintza. Sin embargo, la mayoría política ha respaldado la actuación policial. Cuando se trata de defender la propiedad privada todo vale, incluso la violencia, aunque sea a costa de echar abajo el proyecto social y las ilusiones de miles de vecinos.
¡En defensa del ocio y la cultura pública y gratuita!
¡No a la represión policial contra la juventud!

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