Si los aplausos de los ministros y de algunas diputadas y diputados de Unidas Podemos al rey Felipe VI en la sesión de apertura de la nueva legislatura causaron malestar entre los militantes y votantes de la coalición, la postura en la mesa del parlamento para impedir que se hiciera público el expediente del torturador Billy el niño, provocó estupor entre la izquierda combativa. ¿Qué significa todo esto? ¿Son detalles sin importancia, o minucias que no hay que sobrevalorar?

Es cierto que respecto a la votación sobre el expediente del conocido torturador franquista, Pablo Iglesias y otros dirigentes de Unidas Podemos no tardaron en reconocer que se habían equivocado y pedir disculpas. Pero en política este tipo de actuaciones no son casualidad. Desde que Unidas Podemos ha entrado en el Gobierno de coalición, parece que la conversión al credo socialdemócrata lleva implícitamente defender el régimen del 78 con todas las consecuencias.

En las anteriores sesiones de apertura los representantes de UP prefirieron abstenerse de aplaudir y no ponerse en pie cuando el rey entraba en el salón de plenos. Algo que formaba parte de la retórica “republicana”, igual que la consideración de Alberto Garzón de hablar del rey como “ciudadanos Felipe VI”.

Los gestos, como sabemos, no significan que se correspondan con el contenido real de las políticas. Por eso, los aplausos al rey o mantener la unidad de voto con el socio de Gobierno son más que detalles. Indican una tendencia que se agudizará en estos próximos meses, y que además cuenta con todo un alarde de argumentos para justificarlos.

Los medios de comunicación no han perdido la oportunidad para resaltar que estas actitudes muestran la “madurez” de Unidas Podemos, y atribuirlas a que su entrada en el gobierno los ha hecho más “responsables” y más “realistas”. Un contrate llamativo con la postura de otras fuerzas de la izquierda independentista, como ERC, Bildu o BNG, que además de no asistir a la sesión leyeron un manifiesto denunciando el carácter franquista de la monarquía.

La cuestión de fondo que se plantea aquí es si Unidas Podemos reducen su republicanismo a un mero acto de propaganda cuando conviene, blanqueando en la práctica a la monarquía mediante su participación en el Gobierno.

Conciliacionismo y cretinismo parlamentario

Los marxistas revolucionarios siempre hemos insistido en que los gestos simbólicos no tienen valor por sí mismos. Lo que importa son las políticas que se llevan a la práctica, la capacidad de hacer avanzar el movimiento de masas aumentando su organización, elevando su conciencia y su capacidad de lucha para transformar la sociedad. Para aquellos que en la izquierda se consideran los “doctores democráticos del capitalismo”, es justo al contrario. Las puestas en escena y los brindis al sol, cuantos más ruidosos, mejor sirven a la propaganda hueca. Los gestos permiten enmascarar la ausencia de un programa consecuente para enfrentar a nuestros adversarios de clase, dulcificando de paso las concesiones de fondo.

La monarquía borbónica, junto con el resto de las instituciones de la dictadura franquista que se han mantenido hasta el día de hoy gracias a los pactos de la izquierda reformista en los años de la Transición, ha entrado en crisis como resultado de la profunda movilización popular que se inició en 2011. El régimen del 78 empezó a agrietarse porque millones de personas comprobaron por sí mismas que las instituciones supuestamente “democráticas” estaban al servicio de una minoría de grandes empresarios y especuladores financieros, dispuestos a arrasar con cualquier derecho social con tal de conservar sus privilegios.

La monarquía está en crisis también porque millones la han rechazado en las calles, muy especialmente en Cataluña, dónde la lucha por una república catalana ha sido un auténtico torpedo en la línea de flotación del régimen capitalista español. Una batalla de la que ha estado ausente por completo Unidas Podemos, que no se ha recatado en establecer una equidistancia política entre los que reprimen al pueblo catalán, y de eso el PSOE sabe mucho, y los que frente a los porrazos, las cargas policiales y las detenciones han salido a defender una república sin franquistas, sin recortes y sin opresión capitalista.

Después de que la estrategia represiva haya fracasado tan estrepitosamente, el Gobierno de coalición busca una salida basada en más gestos, pero rechazando de plano el ejercicio del derecho de autodeterminación, poniéndose de lado ante las reclamaciones republicanas, negando la amnistía a los presos y exiliados, y abogando por un “dialogo” con el Estado que sólo podrá saldarse con una nueva papilla de autonomismo “constitucionalista”. Pablo Iglesias ya ha señalado que participará en la “mesa de diálogo” con esta intención.

Todo forma parte de un argumentario que ya conocemos y que no sirve a los intereses ni de la izquierda ni del pueblo que lucha por sus derechos. Las justificaciones que desde la dirección de Podemos se han dado por los aplausos al rey a los que nos referíamos anteriormente, confirman lo que decimos. “Si para subir el SMI hay que aplaudir al jefe del Estado, lo haremos” afirmó Irene Montero, haciendo entender que estos aplausos son el precio por la subida del SMI, o lo que es lo mismo, que si para arrancar esta concesión a la patronal el precio es la renuncia a aspectos fundamentales del programa de Unidas Podemos bien merece la pena.

A modo de explicación, Montero ha declarado a la prensa que “las cosas son distintas desde la política institucional”. Pero Podemos nació precisamente porque millones de personas estaban hartas de que cuando se accedía a la política institucional se diese la espalda a sus dificultades y sufrimientos cotidianos. Nació para que la voz de la calle entrase con toda su fuerza y con toda su potencia transformadora en las instituciones, para convertir las posiciones conquistadas en ellas en un ariete que ayudase a acabar con un sistema injusto y que nos niega un presente y un futuro digno.

Convirtiéndose en un partido más, y a eso apuntan las palabras de Irene Montero, Podemos se desvincula de la movilización social, es decir, de la lucha de clases que le dio vida, y con ello se niega a sí mismo. Renunciando a apoyarse en la movilización en las calles para conquistar medidas que realmente mejoren, por poco que sea, las condiciones de vida de la clase trabajadora, de las mujeres, de los pensionistas y de la juventud, aceptando que esas mejoras solo se conseguirán como concesiones de los poderosos a cambio de que renunciemos a la transformación real de la sociedad, Podemos entra en el camino por el que transita el PSOE desde 1982, cuando las expectativas, ilusiones y esperanzas de cambio social de sus millones de votantes se vieron cruelmente frustradas.

Desgraciadamente, al día siguiente de la sesión de apertura de la legislatura, pudimos comprobar las desagradables consecuencias de la decisión adoptada por los dirigentes de Podemos de no “desentonar” del ambiente conciliador de la vida institucional. La demanda de hacer pública la hoja de servicios del policía torturador conocido como “Billy el niño”, un criminal sádico que inició su andadura bajo la dictadura franquista y la continuó, sin sobresalto alguno, bajo la “democracia”, fue denegada en la Junta de Portavoces con el voto favorable de Unidas Podemos.

 “Lamentable error”, dicen. “Los servicios jurídicos del Congreso nos aconsejaron denegarla”, balbucearon torpemente. Los dirigentes de Unidas Podemos deberían reflexionar sobre este hecho. No, no se trató de un error: fue el clima de conciliacionismo, de “responsabilidad de Estado”, de cretinismo parlamentario el que empujó en esta dirección.

Si ante la exigencia de responsabilidades por los crímenes de la dictadura los diputados de Unidas Podemos no están, inmediatamente y sin dudarlo, en primera línea, es que algo va mal en la cúpula de la coalición. Unidas Podemos puede renunciar a convertirse en una palanca decisiva de la movilización popular, negando así al impulso que la ha catapultado hasta esta posición en las instituciones. Pero si acepta el “abrazo del oso”, si se consuela con las migajas que caen del mantel parlamentario y se coloca como pata izquierda de una socialdemocracia que es parte del sistema, las consecuencias serán obvias. No estamos ante detalles ni gestos sin importancia, dicen mucho y hay que rectificarlos cuanto antes.

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