Tras muchos años de infatigables denuncias y movilizaciones, las víctimas del franquismo y asociaciones por la memoria histórica han conseguido sentar ante la justicia argentina a Rodolfo Martín Villa. Esto ha sido gracias a la Querella Argentina, que comenzó hace 10 años, y que ha evitado que algunos de los crímenes del franquismo caigan en el olvido a pesar de las obstrucciones del sistema judicial español.
Rodolfo Martín Villa está llamado a comparecer ante la jueza la jueza María Servini de Cubría imputado por doce homicidios agravados “en un contexto de crímenes de lesa humanidad”. Los hechos se refieren a los cinco obreros asesinados por las fuerzas de seguridad en la matanza de Vitoria del 3 de marzo de 1976, por el asesinato a manos de la policía de Germán Rodríguez en los San Fermínes de 1978 en Pamplona, entre otras violaciones de derechos humanos en las que participó.
Ante esta declaración, los principales gerifaltes y defensores del régimen del 78 han cerrado filas con el exministro franquista y han escrito cartas de apoyo. Los cuatro expresidentes vivos (Felipe González, Aznar, Zapatero y Rajoy), los exsecretarios generales de UGT Nicolás Redondo, Cándido Méndez y de CCOO Jose María Fidalgo y Antonio Gutiérrez, el exministro con Pedro Sánchez y hoy vicepresidente de la Comisión Europea como alto representante para asuntos exteriores y política de seguridad, Josep Borrell son algunos de los firmantes.
Con su defensa del ministro franquista, estos dirigentes y exdirigentes de los sindicatos UGT, CCOO y del PSOE, organizaciones perseguidas por el régimen que Martín Villa defendió y que cuentan por miles los militantes torturados, encarcelados y asesinados, insultan vergonzosamente a las víctimas del franquismo y demuestran lo lejos que han llegado en su fusión con la oligarquía parasitaria y corrupta del Estado español, así como en su compromiso con unas instituciones podridas heredadas de la dictadura.
No es casualidad que estas palabras de respaldo al político falangista se produzcan en un momento en el que se gesta una nueva catástrofe social; y todos aquellos que han sido asimilados por las instituciones se afanan por levantar, contra viento y marea, una paz social ficticia que les permita descargar una vez más el peso de la nueva crisis que estamos viviendo sobre los hombros de los trabajadores.
Martín Villa, un fiel representante del franquismo y el capitalismo.
Zapatero en su carta declaró que Martín Villa fue “un elemento central del Pacto de la Transición” y una pieza clave para la “convivencia y eficacia para afianzar la democracia”. Antonio Gutiérrez dio las gracias en su misiva al exministro franquista por su contribución a la democracia y declaró que juzgarle por estos crímenes es “solo una sarcástica e insostenible tergiversación de su trayectoria, sino de todo el proceso de Transición a la democracia” y destacó que Martín Villa evitó “la violencia siempre que pudo”. Según Cándido Méndez y Nicolás Redondo destacaron que buscaron la “reconciliación entre los españoles”.
Estos defensores del régimen del 78 faltan totalmente a la verdad y pretenden reescribir la historia. Martín Villa apoyó la represión sistémica del franquismo y fue uno de los principales responsables de la violencia policial y parapolicial durante los años de la Transición. Su hoja de servicios no deja lugar a dudas: En 1962 empezó su carrera política en el régimen como líder del Sindicato Español Universitario (SEU), la organización que delataba a los estudiantes antifranquistas ante la policía política que los perseguía y torturaba.
De hecho, mantenía al tanto, con la dedicación del militante falangista comprometido, a las autoridades policiales de lo que ocurría dentro de los recintos universitarios. En 1964 sería nombrado delegado del Sindicato Vertical en Barcelona, accediendo en 1969 a la secretaría general del mismo. Dicho “Sindicato”, que era el único resquicio legal de organización entre los trabajadores pero estaba tutelado por los empresarios, no era más que uno de los tentáculos implicados en la persecución y vigilancia policial del movimiento obrero organizado.
Así mismo, fue procurador de las cortes franquistas y en 1974 sería nombrado gobernador civil de Barcelona. Ese mismo año, el 2 de febrero, el militante anarquista Salvador Puig Antich sería asesinado por la justicia franquista tras un juicio farsa. Por supuesto, dicha ejecución fue apoyada por el “demócrata” Martín Villa.
En diciembre de 1975 fue nombrado ministro de relaciones sindicales. Pocos meses después, el 3 de marzo, se produciría la Matanza de Vitoria, en la que murieron cinco trabajadores y fueron heridos cientos de ellos a manos de la policía mientras celebraban una asamblea en la Iglesia de San Francisco.
Cuando fue a visitar a los heridos junto con Manuel Fraga, los familiares les increparon gritándoles si “iban a rematar a los heridos”. Nunca se llegaron a depurar responsabilidades policiales y políticas de aquellos hechos.
El 5 de julio de 1976 fue nombrado ministro de gobernación (lo que hoy es el ministro de interior) ocupando el cargo hasta el 5 d abril de 1979. Durante esos años se produjeron los hechos más sangrientos de la Transición, cometidos por la extrema derecha y la policía, y de los que él era el máximo responsable: el asesinato de Arturo Ruiz, de Mari Luz Nájera y la matanza de los abogados laboralistas de Atocha en enero de 1977, el asesinato del militante de la LCR Germán Rodríguez en los San Fermínes de 1978.
En esos años, 57 personas murieron en manifestaciones por los pelotazos y disparos de la policía y centenares fueron heridas. En 1977, 788 manifestaciones -el 76% de las que se produjeron- acabaron en cargas policiales.
En todo este proceso, Martin Villa siempre estuvo en su papel: trabajando incansablemente para perfeccionar la forma de reprimir feroz y eficazmente al movimiento obrero.
Cuando los capitalistas llegaron a la conclusión de que la dictadura era ya incapaz de contener el empuje de la clase obrera y de garantizar sus privilegios, y optaron por deshacerse del régimen que tan buenos servicios le había dado apostando por llegar a un acuerdo con los dirigentes de las organizaciones obreras para implantar un régimen de democracia parlamentaria, Martín Villa no tuvo ningún reparo en cambiar la chaqueta franquista por la democrática.
De esta forma, este franquista y otros muchos como él, se convirtieron en “padres de la democracia” para garantizar que, pilotando la transición, con la ayuda imprescindible de los dirigentes obreros de la época, en lugar de un colapso traumático como ocurrió en Portugal o Grecia, después de una remodelación de la fachada, el aparato del Estado franquista, con sus jueces, mandos policiales y militares, judicial, se mantuviera intacto y las familias burguesas dueñas de las fábricas, las tierras, los bancos, etc, siguieran controlando estas fuerzas de riqueza y por tanto siguieran siendo los auténticos dueños del país.
Los viejos hombres de Estado se erigen como paladines del Franquista
Todo lo comentado parece suficiente como para que a cualquiera se le caiga la cara de vergüenza defendiendo a este exministro franquista. Desgraciadamente, no es el caso de los ilustres demócratas que han mandado sus cartas respaldando a Martin Villa. Es despreciable ver como sacan sus supuestas insignias de izquierda para blanquear al franquista.
Todos ellos son conocedores de la verdadera naturaleza de Martín Villa, y Zapatero es especialmente claro:
“Deseo recordar, asimismo, que fruto de ese mismo consenso fue la aprobación en octubre de 1977 de la Ley de amnistía, por una amplísima mayoría de las Cortes democráticas, con el fin de declarar la extinción de las responsabilidades penales derivadas de actividades políticas. Quien haga memoria no puede sino reconocer que aquella Ley fue un elemento central del Pacto de la Transición.”
Estas palabras hacen referencia a la ley de punto y final que ha permitido a torturadores como Billy el Niño mantener los privilegios y el rango policial conseguido a base de torturar a militantes de la izquierda.
Esta ley se aprobó precisamente en el momento en el Martin Villa era responsable de la violencia policial y parapolicial que se desataba en las calles. Y el principal objetivo de la misma era precisamente proteger a los responsables de las atrocidades cometidas bajo el régimen franquista y para defender a los fascistas que, desde dentro y fuera de la policía, en plena transición aún daban palizas y asesinaban a quienes luchaban desde las organizaciones socialistas y comunistas por la conquista los derechos democráticos más básicos.
De hecho, Martín Villa era conocido como “la porra de la Transición”. Y con razón, ya que no solo no depuró responsabilidades entre los policías, sino que aupó en el escalafón policial a los antiguos miembros de la Brigada Político Social, la policía política de la dictadura.
Años después, lo justificó en sus memorias, diciendo que estos torturadores habían participado en la “consolidación del Estado de Derecho”. Un Estado que deja impunes los crímenes de franquistas y asesinos como él.
Si las palabras escritas por Zapatero son humillantes para los militantes socialistas asesinados, torturados y encarcelados por el régimen y para todos aquellos que nos oponemos al franquismo, las declaraciones de Felipe González, pidiendo la persecución judicial de los que con tantas dificultades luchan por que se reponga la memoria, son repulsivas y nos llenan de ira:
“En realidad este procedimiento debería haber sido archivado y, si acaso, se deberían depurar responsabilidades de los que, a mi juicio, de mala fe lo instaron sobre bases falsas y sin sentido.”
Y no valiéndole esto reitera:
“Con todo respeto le ruego que lo tenga en consideración y, si lo tiene a bien, depure las responsabilidades que correspondan de los responsables de estas denuncias temerarias y la campaña de acoso contra Rodolfo Martín Villa.”
¡Perseguir a quienes luchan contra la impunidad! Esta es la propuesta de este expresidente “socialista” reconvertido en podrido magnate.
Es absolutamente repugnante el desprecio con el que estos “padres de la democracia” tratan a las víctimas del franquismo. Todos ellos, gracias a sus posiciones en el PSOE y el PCE, claudicando ante las aspiraciones de transformación social de los militantes antifranquistas, jugaron un papel clave en diseñar y aplicar el plan para mantener los privilegios de la camarilla franquista y de los capitalistas que la sostuvo.
Hoy con sus palabras, estos barones desertores de la izquierda se ponen en la misma trinchera que Aznar y otros reaccionarios que también han apoyado a Martín Villa. Ahora que los cimientos del régimen del 78 se tambalean, estos señores se cierran en banda y protegen a sus grandes hombres. Sin embargo, no pueden ocultar que Martín Villa personifica como nadie ese franquista que de la noche a la mañana se hizo “demócrata”, pero que nunca titubeo en aplastar a los oprimidos.