En las últimas semanas el gobierno de Rodríguez Zapatero ha emprendido una intensa campaña mediática para presentar los "logros" de su gestión en materia económica. De esta manera, piensa el presidente del gobierno, sería posible paliar la avalancha de ataques diarios que la derecha le arroja desde cualquier tribuna y por cualquier asunto. No obstante, los furiosos ladridos que, un día sí y otro también, lanzan Rajoy, Zaplana y Acebes están haciendo luz de gas a toda una labor gubernamental en materia económica que, en lo fundamental, apenas puede diferenciarse de la que ha hecho, y podría hacer, la derecha. Una política económica que, más temprano que tarde, actuará como una bomba incendiaria en la lucha de clases.
La séptima economía mundial
El último día del mes de enero, el gobernador del Banco de España, Miguel Ángel Fernández Ordóñez, declaró eufórico ante el Círculo de Economía -quizás el más destacado foro empresarial catalán-, que el Estado español se ha convertido en la séptima potencia económica mundial desplazando a Canadá. Según los datos del Banco Central, la economía española creció en 2006 un 3,8% "superando a la de los siete mayores países industrializados", señaló entusiasmado el gobernador. El fuego lo había abierto Zapatero en una entrevista concedida a El País el 15 de enero pasado cuando afirmó, con mucho énfasis, que la renta española alcanzaría a la alemana en 2010. Tanto optimismo tuvo que ser corregido por el jefe económico del gobierno, Pedro Solbes, que suavemente rectificó al presidente una semana más tarde señalando que Zapatero había querido decir que "la renta per cápita española superará la renta media por habitante de la Unión Europea en 2010".
Estas "magníficas" cifras se refuerzan con otras no menos aireadas estos días y que demuestran, según el gobierno y los expertos, que las cosas marchan bien de verdad. Por primera vez en su historia, el Estado español alcanza los 20 millones de ocupados, con una tasa de paro del 8,3%. Según los datos del Instituto Nacional de Estadística, en los últimos 13 años se han creado 7.798.500 empleos en nuestro país, una media de casi 600.000 al año.
¿Acaso no vivimos en el mejor de los mundos posibles? ¿Dónde está la decadencia del capitalismo de la que hablan los marxistas? Fiándonos de las cifras y la parafernalia propagandista que las acompaña, los dividendos de la prosperidad deberían reducir las desigualdades y procurar avances reales en la cohesión social. Al fin y al cabo, esto es lo que justifica el proyecto socialdemócrata, generar mucha riqueza para luego redistribuir ¿O no?
Un mar de prosperidad para empresarios y banqueros
El año 2006 ha sido realmente formidable para los más ricos, pero formidable de verdad. Los cinco grandes bancos del país incrementaron en un ¡31,5%! sus beneficios respecto a 2005. Entre el Banco de Santander, el BBVA, La Caixa, Caja Madrid y Banco Popular se embolsaron 17.416 millones de euros. Se dice pronto ¡2,9 billones de pesetas de beneficios! El Santander con 7.596 millones de euros se ha convertido ya en el séptimo banco mundial por ganancias.
Una orgía de beneficios que no se restringe a la banca. Los dividendos obtenidos por las empresas no financieras en 2006 y que cotizan en bolsa, han crecido un 22% respecto a 2005. En palabras de Antonio Zoido, presidente de Bolsas y Mercados Españoles (BME), "el ejercicio de 2006 será el más brillante de la historia de la bolsa". Con una rentabilidad superior al 33% la bolsa española se ha consolidado como líder mundial por ese concepto: "En cuatro años la rentabilidad acumulada ha sido del 135%", según Zoido.
Bajos salarios y precariedad para la mayoría
Estos beneficios espectaculares son el producto final de una cadena de explotación inmisericorde que aplasta cotidianamente a millones de asalariados, jóvenes y no tan jóvenes. Los salarios medios están estancados a niveles de 1997. De hecho, según cifras del Ministerio de Economía, las rentas del trabajo han pasado de representar el 47,8% del PIB en 1995 al 45,8% en el año 2006. Y esta reducción tan drástica se ha producido en un lapso de once años en el que se han creado más de seis millones de empleos. Cerca de un 30% del conjunto de los asalariados del país percibe el SMI y, con las cifras oficiales en la mano, la tasa de temporalidad se sitúa en el 33,7%.
La patronal, a través de los sucesivos pactos sociales que las direcciones sindicales han tenido a bien firmar, se ha envalentonado de tal modo que su ofensiva contra la clase obrera parece no tener límite. Todo tipo de medidas se han adoptado para propiciar este trasvase fabuloso de plusvalías a los bolsillos de los capitalistas. Pero lo peor es que bajo el gobierno de Zapatero nada ha cambiado salvo la facilidad con que la patronal arremete contra nuestros derechos y condiciones de vida.
En tres años de legislatura los trabajadores no hemos cosechado avances que merezcan tal nombre, mientras las desigualdades sociales no han dejado de aumentar. Según datos del INE, el 20% de la población española vive por debajo del umbral de la pobreza, entendida como una renta inferior a los seis mil euros al año para una persona que viva sola. Si en el hogar hay dos personas el umbral conjunto es de 9.520 euros. Un dato más: el 47,3% de los hogares integrados por un mayor de 65 años se encuentra dentro de esta categoría. Según el informe del INE, un 40% de los hogares españoles no puede permitirse ir de vacaciones ni siquiera una semana al año, pero en aquellos que ingresan menos de 9.000 euros al año el porcentaje asciende al 64%.
En materia de "cohesión social" la socialdemocracia no puede vanagloriarse de nada. Según cifras del Ministerio de Educación la escuela pública para menores de tres años sólo cubre al 7,2% de la población. En lo referido a la vivienda ha tenido que ser la propia ONU la que denuncie que la especulación, en manos de esos mismos bancos y grandes empresas que hacen negocios multimillonarios con esta necesidad básica, son los que impiden que entre el 20% y el 25% de la población pueda acceder a una casa digna.
Luchas explosivas
En este contexto de beneficios escandalosos para unos pocos y precariedad social para la mayoría, ¿qué hacen los dirigentes de CCOO y UGT? El espectáculo que están dando no puede ser más bochornoso. Se comportan como "hombres de Estado" que contribuyen a "la estabilidad y el crecimiento económico con su moderación", tomando estas últimas palabras de boca de un dirigente patronal.
La actuación deplorable de Cándido Méndez y José María Fidalgo, firmando por quinto año consecutivo un lamentable Acuerdo Interconfederal para la Negociación Colectiva que recoge de nuevo, y ya van cinco, un tope salarial del 2%, supone la prueba más concluyente de lo lejos que están estos dirigentes del sentir y de las condiciones de vida de la mayoría de la clase trabajadora. Como señaló Fidalgo en la ceremonia de firma del acuerdo: "El país tiene futuro si todos remamos en la misma dirección y en el mismo barco". Realmente no se puede estar más en la estratosfera.
En lugar de luchar por arrancar a los patrones salarios dignos que hagan frente al coste real de la vida, estos dirigentes se deshacen todo el día en piropos y galanterías a la patronal. Estos dirigentes se han fusionado, en la práctica, con aquellos a los que deberían combatir, convirtiéndose en aliados de confianza de los empresarios. Así no es de extrañar que la Fundación Abril Martorell haya concedido a CCOO, UGT y CEOE su premio anual en consideración a "su decisiva contribución a la paz social en España en el amplio periodo que va desde el inicio de la transición hasta nuestros días".
Pero se equivocan los que piensan que estos dirigentes reflejan el estado de ánimo, la psicología y la actitud de la clase obrera, la juventud y los afiliados de los sindicatos de clase. En realidad son el pasado en un periodo histórico en el que la política de pacto social y desmovilización está condenada. Cuanto más prolonguen esta acción sindical, cuantos más pactos firmen, más descrédito y desconfianza generarán entre la base de los sindicatos y los trabajadores. Y esta frustración combinada con la furia provocada por la tensión de todos los días y el malestar que se vive en las fábricas, no hay duda que desembocará en luchas que tendrán un carácter explosivo. El metal de Vigo, los trabajadores del Prat, los miles de obreros asturianos movilizados en apoyo de Cándido y Morala, ahora la impresionante movilización de los trabajadores de Delphi y otros muchos más, son sólo el anticipo de lo que está por llegar.