Criminales, violentos, incultos y delincuentes. Son algunos de los adjetivos que se han pregonado desde los medios de comunicación contra la gente joven durante estas últimas semanas. Acompañados de titulares como “botellones multitudinarios con numerosos incidentes”, “del botellón al botellazo” o “el botellón como problema generacional”, estamos asistiendo a una nueva orgía propagandística vomitiva que persigue un claro objetivo político: ocultar el descontento, el sufrimiento y la rabia que la juventud sentimos ante la falta de cualquier perspectiva de futuro digno, con la intención de desprestigiarnos.
Quien más lejos ha llegado en su odio contra uno de los sectores más golpeados por la crisis económica y la pandemia ha sido el periódico derechista ABC, en su editorial del 28 de septiembre: “Miles de jóvenes organizados por las redes sociales están colonizando durante los fines de semana las principales ciudades de España [...] Acostumbran a concluir cada fiesta masiva con actos de violencia callejera y con el destrozo de mobiliario urbano, como si el salvajismo formara parte de la diversión [...] Es una cuestión de orden público que está alterando la pacífica convivencia en ciudades como Madrid y Barcelona [...] Apuñalamientos, allanamientos de propiedad privada, robos, incendios… Todo empieza a ser una decadente rutina cada fin de semana”.
Este mensaje machacón e interesado, que recuerda más a un artículo humorístico del Mundo Today que a un reportaje de la prensa “seria”, es el que escuchamos día sí día también millones de jóvenes en el Estado español. La hipocresía de clase del Régimen del 78 y sus defensores no tiene límites ni vergüenza.
Sin trabajo, sin salud mental, sin casa… pero el problema es el botellón
Han sido muchos —desde personajes de la derecha hasta la alcaldesa Ada Colau— los que no han dudado ni un segundo en hablar del supuesto peligro para el “orden público” que implica que miles de jóvenes se reúnan en un parque o en una facultad para tomarse unas cervezas con sus amigos. Sin embargo, de lo que no se quiere hablar bajo ningún concepto es de las condiciones de pobreza, de miseria y de desesperación que empujan a la juventud a querer evadirse durante una noche o unas horas de las condiciones de vida a las que nos condena el capitalismo y la patronal.
La tasa de paro juvenil alcanza el 38%, la cifra más elevada de todos los países de la OCDE, y solo uno de cada cinco trabajadores jóvenes tiene un contrato indefinido. Según la estadística del Mercado de Trabajo de 2018, el número de jóvenes que estaba por debajo del SMI a final de año superó el 75% (tres de cada cuatro) y, si se tienen en cuenta los asalariados menores de 18 años, son un 92,6% los que no llegan ni a la mitad del SMI. La dramática precarización en nuestras condiciones de trabajo, que no se ha revertido en estos tres últimos años, está provocando que el 32% de la población de entre 20 y 29 años esté en riesgo de pobreza o exclusión social, frente al 16% de los mayores de 65.
A unas expectativas laborales fracasadas, se suma la imposibilidad de poder emanciparnos del hogar familiar. Si un joven debe dedicar el 92,2% de su sueldo medio al alquiler de un piso si quiere vivir solo, no es de extrañar que el 41% no podamos irnos de casa de nuestros padres hasta los 34 años.
Todo esto unido a los efectos devastadores de la pandemia, que cortó de raíz la necesidad humana de socializar, la proliferación escalofriante de las enfermedades mentales entre la población más joven, la degradación de nuestros barrios y los servicios públicos, la imposibilidad de conseguir una plaza pública en la Formación Profesional o una beca para estudiar… Forman un cóctel explosivo que más pronto que tarde estallará. La burguesía y los empresarios lo saben. Por eso dedican tantos esfuerzos, telediarios y editoriales, contra nosotros y nosotras, para evitar que toda la rabia acumulada bajo la superficie entre en erupción.
¿Quién fomenta la cultura del alcohol en el Estado español?
Este circo mediático contra los “macrobotellones” es un gran reflejo de la moral podrida de la clase dominante española. España es el segundo país de la UE que consume alcohol con más frecuencia: un 13% de la población mayor de 15 años toma bebidas alcohólicas cada día, la media europea se sitúa en el 8,4%. La cultura del alcohol está más que extendida a lo largo y ancho del Estado, ¿y eso es culpa de los jóvenes? Ni hablar.
Quienes fomentan que todo el ocio al que la juventud y la clase trabajadora tenemos acceso pase por tomarse una cerveza o un cubata son precisamente quienes hacen un grandísimo negocio de ello. Es la mafia hotelera impulsando un turismo de borrachera que ha convertido al Estado español en la discoteca de Europa. Es quien privatiza la cultura y niega a las familias humildes de facto ir al cine, al teatro o a un concierto. Es Isabel Díaz Ayuso diciendo que la “libertad” pasa por tomarse una caña en tu barrio. Parece ser que si consumes en un bar —a pesar de que la masificación en las terrazas de muchos barrios de Madrid o Andalucía superan por mucho las restricciones sanitarias— eres un ciudadano ejemplar que está apoyando a la hostelería a salir de una situación muy difícil. Pero si te compras una lata en un comercio y te la bebes en la calle, eres un vándalo. La diferencia solo está en el dinero que te gastas.
Luchar por una vida digna es luchar contra el capitalismo
Somos millones los jóvenes que hemos llenado las calles contra el fascismo, la LGTBIfobia, contra las casas de apuestas en nuestros barrios o contra la represión del Estado. Y cada vez que gritamos con más fuerza y reclamamos nuestros derechos, la campaña de criminalización se reactiva con mayor fuerza.
Las y los jóvenes somos las víctimas del capitalismo y de su lógica enferma. Y nuestra pregunta es: ¿qué está haciendo el Gobierno PSOE-UP? Nos dicen que nos colocarán en el centro de la recuperación económica, que nos darán ayudas para pagar el alquiler y que nos beneficiaremos de la ridícula subida de 15 euros del SMI. Mientras, no garantizan los recursos necesarios para dignificar nuestros barrios, ni se deroga la Ley Mordaza ni la reforma laboral, ni garantizan un parque de viviendas público, ni rescatan la enseñanza y la sanidad públicas para defender nuestra educación y salud mental, y han renunciado a confrontar con quienes se hacen de oro con nuestra explotación.
Se prepara un gran estallido entre la juventud anticapitalista y combativa contra un sistema que no tiene nada que ofrecernos. Nuestros enemigos de clase se preparan a conciencia para ello. Nosotras y nosotros debemos responderles organizándonos, basándonos en nuestra fuerza cuando nos movilizamos, y defendiendo un programa socialista. Somos la llama de la revolución y venceremos.