Mientras millones de jóvenes y trabajadores miramos con entusiasmo el levantamiento del pueblo francés, cientos de huelgas se están produciendo en todos los continentes. El primer trimestre del año ha estado marcado por multitud de conflictos obreros, compartiendo todos ellos rasgos comunes: luchas por subidas salariales dignas, presión desde abajo a las cúpulas sindicales, un salto adelante en la conflictividad social y una fuerte represión por parte de los Gobiernos capitalistas.

El principal factor que impulsa esta oleada huelguística es la escalada galopante de inflación, que ha generalizado una importante pérdida de poder adquisitivo. Un escenario que coincide con el riesgo de una crisis financiera generalizada y las noticias recurrentes sobre el incremento obsceno de la riqueza de las grandes fortunas, echando más leña al fuego del malestar social.

Crece la conflictividad laboral en EEUU

Más de 30.000 trabajadores no docentes de las escuelas públicas de Los Ángeles han ido a huelga durante tres días a mediados de marzo, convocados por el local 99 del sindicato SEIU. Estos empleados, de origen hispano en su mayoría, se encuentran en condiciones de miseria. Los salarios han estado prácticamente congelados durante los últimos 20 años,  y tal como recogen entrevistas en varios medios de comunicación tienen que compaginar su jornada laboral con trabajos extra en el sector de la construcción o la limpieza para poder llegar a fin de mes.

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El primer trimestre del año ha estado marcado por multitud de conflictos obreros en todos los continentes, que han supuesto un salto adelante en la conflictividad social y una fuerte represión por parte de los Gobiernos capitalistas. 


Esta huelga ha contado con una gran simpatía de la población. El empobrecimiento salvaje de la clase trabajadora ha llevado a que sea en los colegios e institutos donde se garantice que cientos de miles de niños y niñas reciban tres comidas diarias, entre otros servicios básicos. De hecho, 20.000 profesores del sindicato United Teachers se unieron a la huelga en solidaridad, protagonizando manifestaciones masivas y amplios piquetes.

El riesgo a que la huelga tomara un carácter indefinido y se extendiera a otros sectores y ciudades forzó a los responsables educativos y políticos a ofrecer un incremento salarial del 19%. A pesar de que se trata de una amplia subida, los trabajadores, conscientes de su fuerza, apostaban por continuar los paros. Pero la burocracia sindical maniobró para aceptar el acuerdo: convocaron una asamblea telemática de 45 minutos —¡en un sector de 30.000 trabajadores!— y forzaron una votación sin ningún tipo de debate.

El ascenso de la lucha de clases no queda aquí. El sindicato del sector automovilístico, UAW, con más de medio millón de afiliados, está viviendo una tensión interna sin precedentes. Tras la salida de la antigua dirección derechista, salpicada por graves escándalos de corrupción, se ha organizado una candidatura de un carácter más combativo y de izquierdas. Como respuesta, las multinacionales del sector boicotearon cualquier proceso de debate y acudieron al aparato judicial para que el Tribunal Federal de Ohio invalidara esta candidatura, garantizando la elección de un aparato sindical afín a sus intereses.

Aún así, miles de trabajadores de Caterpillar se están organizando contra la política pactista de la nueva dirección, votando en contra del nuevo convenio y presionando por una huelga en este gigante industrial. En Stellantis, Ford y General Motors 150.000 contratos caducan y tendrán que ser renegociados, por lo que se augura un fuerte combate sindical, como ya se  vivió en la General Motors en septiembre de 2019.

Huelgas en Europa 

Más allá de Francia, las movilizaciones obreras se extienden por el continente. En Gran Bretaña, durante febrero y marzo, millones de trabajadores han coincidido en paros sectoriales, imponiendo una situación de prácticamente huelga general, y coincidiendo en la lucha con el movimiento Enough is Enough, contra la pérdida de condiciones de vida. El punto culminante de esta oleada fue la impresionante manifestación del sector público que se produjo en Londres el pasado miércoles 1 de febrero, con la participación de más de medio millón de trabajadores.

El temor a un estallido ha obligado al Gobierno torie del multimillonario Rishi Sunak a actuar con mano dura. Aunque se siguen apoyando en el aparato laborista y la burocracia del TUC para mantener la paz social, desconfían de su capacidad desmovilizadora una vez que la clase obrera se ha puesto en marcha. Así, el Gobierno británico ha atacado duramente los derechos democráticos impulsando una ley anti-huelga sin precedentes. El ejemplo de su actuación con los bomberos refleja estas tendencias autoritarias. Frente a una inminente huelga de estos funcionarios en todo el país, incluyendo Irlanda del Norte, el Gobierno amenazó con trasladar militares a la isla.

En Alemania, una huelga masiva convocada por el sindicato Ver.di y el sindicato de maquinistas EVG, en el sector de transportes paralizó el país el 27 de marzo. Los medios de comunicación alemanes no han tenido más remedio que reconocer la fortaleza de la jornada: “la primera de estas magnitudes en los últimos 30 años”. El sector público exige un incremento salarial del 10,5%, acorde a la inflación. A esta jornada, le precedieron paros en guarderías, institutos, hospitales, residencias de mayores y servicios de limpieza. En el sector de correos, donde se había aprobado ya una huelga indefinida, la burocracia maniobro para desactivarla aceptando un aumento salarial del 11% en dos años, a pesar del rechazo de las y los trabajadores.

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Más allá de Francia, las movilizaciones obreras se extienden por el continente. Alemania, Gran Bretaña, Grecia…


El sur de Europa también es escenario de la conflictividad social. En Grecia, millones pararon en protesta por las responsabilidades del Gobierno en el accidente ferroviario que se cobró la vida de 57 personas. En Portugal, la huelga del profesorado desencadenó varias manifestaciones masivas con más 100.000 personas en Lisboa, una de las más grandes desde la Revolución de los claveles. A esto se suman huelgas de los ferroviarios, sector público, aerolíneas… La Dirección General de Empleo lusa ha reconocido que los preavisos de huelgas se han cuadruplicado en este trimestre.

El mundo entero camina hacia un estallido social

La crisis económica en los países más empobrecidos ha colocado a millones en situación de hambre y miseria. El levantamiento revolucionario en Sri Lanka en 2022 fue un anticipo de los procesos que vienen. La lucha obrera se pone en primera línea de batalla en Latinoamérica, África y el sur de Asia.

En Gunbuster Nickel Industri, Indonesia, 11.000 obreros pararon este enero exigiendo seguridad en sus puestos de trabajo y mejoras salariales. Los constantes accidentes laborales se han cobrado varias víctimas. Tras encerrarse en las instalaciones de la fábrica, la represión provocó dos muertos y decenas de heridos.


Más de 140.000 profesores bolivianos han marchado por todo el país, culminando con una gran huelga el 24 de marzo, convocada por el sindicato CTEUB. El Gobierno del MAS, encabezado por Luis Arce, ha reprimido duramente a los profesores en lucha por mejoras en la educación pública, a los que se unieron familias y estudiantes. La respuesta valiente de los profesores ha sido el llamamiento a una nueva convocatoria, de 48 horas, a finales de marzo.

En Sudáfrica, el Gobierno del Congreso Nacional Africano ha desplegado al ejército en los hospitales para reventar la huelga indefinida que el personal sanitario ha llevado a cabo en marzo pidiendo sueldos dignos. Al mismo tiempo, el sindicato de estibadores Satawu mantiene bloqueos en el puerto de Durban, en protesta por la privatización del servicio y exigiendo un incremento salarial acorde a la inflación. 

Es imposible narrar en estas líneas la totalidad de conflictos obreros vigentes y su profundo impacto. La crisis capitalista nos conduce a la ruina, pero el potencial de resistencia de la clase trabajadora y la juventud se está mostrando en vivo y en directo, los acontecimientos en Francia, incluso en Israel. Esto demuestra que una revolución es posible en el presente, frente a todos a aquellos que pretendiendo reformar el sistema capitalista desde la comodidad institucional, siembran decepción y confusión mientras se chocan contra un muro.

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La crisis económica en los países más empobrecidos ha colocado a millones en situación de hambre y miseria. El levantamiento revolucionario en Sri Lanka en 2022 fue un anticipo de los procesos que vienen. 


Es necesario un movimiento obrero fuerte, unido, combativo, democrático y revolucionario, que se base en la acción directa, como en Francia, en la huelga militante de masas, y que levante un programa socialista revolucionario que ponga en cuestión la propiedad capitalista. Frente a la lucha nos encontraremos la represión sin escrúpulos del Estado capitalista, que no duda en atacar y suprimir el derecho de huelga cuando esté adquiere una carácter revolucionario. También con la burocracia sindical y política, garantes de la paz social, a quienes recurren los capitalistas para intentar frenar la lucha.

En medio de un escenario de emergencia ecológica, guerra imperialista, crisis capitalista y la amenaza de la extrema derecha, solo un programa socialista y una estrategia revolucionaria pueden hacer frente a la dictadura del capital. No nos resignamos a vivir en un mundo de barbarie. Por eso construimos un partido revolucionario en lucha por una sociedad socialista. Es la hora de la izquierda revolucionaria.

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