El día 28 de abril, la clase trabajadora brasileña dio una clara señal de su fuerza y capacidad de movilización. La huelga general de 24 horas fue convocada de forma unitaria por las centrales sindicales de todo el país contra la reforma laboral y de las pensiones del gobierno ilegítimo de Michel Temer.
La huelga ha representado la movilización unificada más contundente de la clase trabajadora organizada y del movimiento sindical en las últimas décadas. Varios millones de trabajadores de los transportes, industria, Banca, correos, educación y Servicios Públicos paralizaron su actividad.
Trabajadores organizados en los movimientos sociales, en particular en el Movimiento de los Trabajadores Sin Techo (MTST), se movilizaron en las calles durante la madrugada, bloqueando decenas de carreteras en las principales ciudades del país. En los centros comerciales de las grandes ciudades el ambiente era el de un día festivo, con poquísimo movimiento.
Millones de trabajadores dejaron de asistir a su puesto de trabajo. Las centrales sindicales hablan de entre 35 y 40 millones de trabajadores en huelga el día 28. Aunque puede que realmente no haya llegado a tanto, fue un movimiento muy potente que dejó claro el potencial de la clase trabajadora en la lucha contra los ataques de Temer.
Aunque el aspecto más contundente de la movilización fué la paralización de los centros de trabajo, a lo largo del día 28 también tuvieron lugar manifestaciones de cientos de miles de personas en varias ciudades.
Los gobiernos locales y el gobierno federal intentaron crear un clima de intimidación a través de amenazas en los medios de comunicación y de la represión policial sobre los manifestantes en las calles.
Ante la paralización de los trenes, autobuses y el metro, el alcalde de São Paulo llegó a anunciar que el gobierno local pagaría el transporte en Uber [un servicio de transporte privado similar al taxi] a todos los funcionarios del ayuntamiento que quisieran trabajar. La estrategia fracasó y el alcalde tuvo que recular.
En Río de Janeiro, un cobarde ataque policial, sin ningún pretexto, alcanzó indiscriminadamente a los manifestantes en la noche del día 28. En Goiânia, un manifestante fue golpeado en la cabeza por un policia y está entre la vida y la muerte. En São Paulo, una marcha se dirigió hacia las inmediaciones de la residencia del presidente ilegítimo Michel Temer y fue reprimida por la policía al llegar a su destino. Hubo varios activistas detenidos por la policía y después liberados, pero tres de ellos, militantes del MTST (Sin Techo), detenidos en São Paulo, continúan encarcelados de forma arbitraria.
Aun así, las manifestaciones fueron muy potentes superando, en algunas ciudades, las dimensiones alcanzadas en jornadas de lucha anteriores.
Al gobierno le interesaba provocar situaciones de violencia y así dotarse de argumentos para condenar el movimiento, ya que la inmensa mayoría de la población está en contra de las reformas.
A pesar de todo el bombardeo de propaganda en los medios en favor de las reformas, varias encuestas recientes muestran que el 71% de la población está en contra de la reforma las pensiones y 64% creen que la reforma laboral ayuda más los empresarios que los trabajadores. El propio Temer es uno de los presidentes con menos apoyo popular de la historia de Brasil, con sólo un 9% de aprobación.
La gravedad de los ataques provocó que hubiera un importante apoyo desde la sociedad al movimiento huelguista, lo que se reflejó incluso en el posicionamiento de entidades como la Confederación Nacional de los Obispos de Brasil, de la Iglesia católica, criticando las reformas y apoyando a los huelguistas.
El gobierno Temer reaccionó a la huelga general declarando que el movimiento había sido un fracaso. Parte de los medios repitieron este análisis. Pero, entre bastidores, el gobierno sabe que la huelga consolidó una situación desfavorable a él en el Congreso Nacional. Hoy Temer no tiene los 2/3 de los votos en la Cámara y en el Senado que son necesarios para aprobar la enmienda constitucional de la reforma de las pensiones. El propio ex-presidente del Senado, que apoyó las maniobras golpistas que llevaron al impeachment de Dilma Rousseff ( del PT), se declaró en contra de estas reformas.
Ante estos reveses, el gobierno está intentando acelerar la votación de la reforma laboral para la que tan solo necesita una mayoría simple. En el caso de las pensiones ha dado pasos atrás en algunos aspectos, está aplazando su votación, pero sabe que no tiene la opción de abrir totalmente la mano. Si hiciera eso perdería su razón de existir, pues se trata de un gobierno que sólo se sostiene porque la gran burguesía brasileña espera de él que sea capaz de imponer con dureza los mayores ataques a la clase trabajadora desde los años 90.
Sin la aprobación de la reforma de las pensiones, Temer puede caer. Existen varios mecanismos para eso, incluyendo las investigaciones de corrupción y financiación ilegal en la campaña electoral de 2014, en la que fue candidato a la vicepresidencia junto con Dilma Rousseff.
De caer Temer, las encuestas apuntan que el 85% de la población defiende la convocatoria de nuevas elecciones directas y no la elección de un nuevo Presidente por el Congreso, como prevé la Constitución.
Próximos pasos
A pesar de la gran fuerza de la huelga general de 28 de abril, la batalla aún no está ganada. Es preciso profundizar y radicalizar la lucha de masas para que se pueda derrotar de una vez por todas al gobierno y sus reformas.
El movimiento sindical brasileño perdió fuerza debido a los ataques neoliberales de los años 90 y la colaboración de los gobiernos del PT con éstos. En los últimos años hubo muchas huelgas por reivindicaciones económicas concretas, pero muy pocas luchas unificadas de carácter general.
La huelga general de 28 de abril abre una nueva etapa para el movimiento sindical. El carácter unificado de la acción fue importante. A pesar del freno que representa la burocracia sindical al mando de las grandes centrales sindicales, existe una gran presión de las bases y una clara percepción de la gravedad de los ataques.
Durante la huelga general surgieron algunos espacios de organización de base, como comités de lucha contra las reformas, en muchas regiones. Pero es necesario avanzar mucho en esta dirección organizando comités de forma más generalizada y garantizando el papel de las bases en las decisiones sobre el rumbo del movimiento.
El propio día 28 de abril, la L.S.R. (C.I.T. en Brasil) defendió la necesidad de la convocatoria de una nueva huelga general, esta vez de 48 horas y aún más organizada por la base. Este llamamiento debería haber sido hecho por las centrales el propio día 28, pero eso no sucedió.
Aún existe la posibilidad de que una nueva reunión de las centrales en los próximos días tome la decisión de convocar una huelga de 48 horas. Pero esa decisión no se puede retrasar y el movimiento debe ser organizado desde ya.
Es preciso que se convoquen asambleas de base para debatir y deliberar sobre el rumbo del movimiento y organizar desde ya una nueva huelga general de 48 horas. Las decisiones sobre el rumbo del movimiento deben ser totalmente democráticas, contando con la participación de todos los sectores en lucha.
En el marco de este proceso de movilizaciones, es fundamental que sea convocado un Encuentro Nacional de trabajadores en lucha, que siente las bases políticas y organizativas para la reorganización del movimiento de los trabajadores para la nueva etapa que se abre.
En ese proceso, la izquierda socialista podrá construir una alternativa política que ofrezca una salida a la crisis desde la perspectiva de los trabajadores y que se presente como alternativa tanto a los ataques neoliberales en curso como al derrotado proyecto de conciliación de clases de los gobiernos del PT.
¡Luchar no es crimen! ¡Libertad para los presos políticos de la huelga general!
La fuerza demostrada por la huelga general de 28 de abril no impidió la reacción agresiva y cobarde por parte del Estado, de los empresarios y de la derecha. La huelga mostró el potencial de una acción contundente de la clase trabajadora, polarizó aún más la situación del país y llevó al enemigo de clase a responder muchas veces de forma dura.
La mayor expresión de esto son los tres militantes del MTST que fueron arrestados en la mañana del día 28 de abril en una acción de bloqueo de una avenida en la zona este de São Paulo. Muchos militantes de L.S.R. participaron de la misma acción y fueron testigos de la brutal acción de la policía.
De los seis activistas detenidos, tres de ellos, Juraci, Luciano y Ricardo (todos negros, pobres, de la periferia y militantes del MTST), permanecen arrestados bajo la acusación de tentativa de incendio y explosión. Sin ninguna prueba de las acusaciones y basándose sólo en el relato de los policías, fueron enviados a prisión y corren el riesgo de ser duramente condenados.
La liberación de esos compañeros debe ser incorporada como una exigencia central del movimiento de los trabajadores tanto de Brasil como internacionalmente. Son presos políticos de la huelga general de 28 de abril y deben ser liberados ya.
Junto con la liberación de estos tres compañeros del MTST, exigimos la liberación de Rafael Braga, el único preso de las grandes movilizaciones de masas que sacaron a millones a las calles en Junio de 2013. Rafael es un joven negro de Río de Janeiro que fue detenido por portar un frasco de desinfectante en su bolsa, lo que fue interpretado como un potencial explosivo. Después fue falsamente acusado de narcotráfico y sentenciado a 11 años de prisión de forma totalmente arbitraria.