La clase trabajadora necesita un programa de lucha para completar la revolución
El 5 de diciembre se celebraba la primera parte del Congreso de la Unión Nacional de Trabajadores de Venezuela (UNETE), la principal central sindical venezolana, comprometida con el apoyo a la revolución bolivariana. La segunda parte del congreso, inicialmente prevista para el 20 de febrero, va a demorarse unas semanas.
La clase trabajadora necesita un programa de lucha para completar la revolución
El 5 de diciembre se celebraba la primera parte del Congreso de la Unión Nacional de Trabajadores de Venezuela (UNETE), la principal central sindical venezolana, comprometida con el apoyo a la revolución bolivariana. La segunda parte del congreso, inicialmente prevista para el 20 de febrero, va a demorarse unas semanas.
Tras doce años de gobierno de Chávez, la revolución aún no ha completado sus tareas en dos puntos centrales: la economía sigue siendo capitalista y el Estado sigue siendo burgués, lo que amenaza con asfixiar a la propia revolución y socavar su base de apoyo entre las masas.
El congreso de diciembre reflejó el ambiente crítico que existe por esta situación y abría una nueva oportunidad para que los trabajadores se organicen. Más de 800 trabajadores se reunieron, suponiendo un enorme salto adelante respecto al celebrado en 2006. Entonces, el congreso finalizó con la división provocada por dos sectores dentro de la dirección: uno reformista, ligado a la burocracia del Estado, que pretendía frenar el intento de construir una organización sindical que no estuviera bajo su control, y otro, encabezado por Orlando Chirino, cuyas posiciones ultraizquierdistas llevaron a que el congreso terminara partido y con enfrentamientos físicos entre los delegados. Este último sector ha roto en la práctica con la propia UNETE y con la revolución. Es responsabilidad de estos dirigentes, ahora completamente desprestigiados, que la clase obrera permaneciera paralizada y dividida durante los últimos años.
Uno de los motivos del conflicto que llevó a la división del congreso en 2006, y que se vuelve a plantear en este tercer congreso, es el de la legitimación de la dirección. En la apertura del congreso, diciembre pasado, los pocos representantes de la antigua dirección provisional de UNETE (tres personas) presentaron su dimisión, y se constituyó una dirección provisional. En el congreso de 2006, los dirigentes que veían que unas elecciones democráticas por parte de las bases podían debilitar su posición hicieron todo lo posible para retrasarlas. Evidentemente los cargos de la dirección deben ser elegidos democráticamente por la base. Sin embargo sería un tremendo error hacer de la cuestión de las elecciones internas el eje de la política de la UNETE. Esto podría ser utilizado de nuevo por la burocracia sindical y estatal para paralizar la central. Lo que se impone en la actualidad es la necesidad de impulsar un programa de lucha revolucionario que lleve a la clase trabajadora al poder.
Hechos, no discursos y declaración de intenciones
Los discursos y manifiestos programáticos de los dirigentes de la UNETE están muy a la izquierda. Sin embargo, en la práctica, no se llevan a cabo. Los congresos y sus resoluciones no pueden convertirse en una palanca para que determinados dirigentes sindicales sean reconocidos como interlocutores por el gobierno. Los dirigentes se deben distinguir por su capacidad de movilizar masas de trabajadores y dirigir a la clase trabajadora a tomar al poder. Desgraciadamente estos dirigentes hablan de socialismo y control obrero, pero si no hay un plan de acción concreto para hacer estas ideas realidad, corren el peligro de convertirse en un mero apéndice de la burocracia estatal.
Plan de lucha contra el sabotaje y por el control obrero
En las últimas semanas hemos visto la expropiación de las cadenas de supermercados Éxito y Cada. Estas expropiaciones suponen un primer paso adelante en el camino, que sólo se completará si las mismas se extienden al resto de la economía y, sobre todo, si se desarrolla el control obrero de la producción, si los trabajadores ejercen la dirección de las empresas.
Para dar respuesta a estos problemas el congreso de la UNETE debería tomar la iniciativa de un modo organizado para ocupar empresas cerradas, infrautilizadas o que hacen sabotaje económico o especulan y ponerlas a producir bajo control obrero, demandando al gobierno su nacionalización. Esto sería un modo efectivo de que la clase obrera pusiera su sello a la revolución, más allá de las palabras. En este congreso se tendría que aprobar un plan detallado con responsables por estado para ocupar empresas e implementar consejos de trabajadores impulsados desde los sindicatos de UNETE para luchar contra el sabotaje capitalista.
Lucha contra la ineficacia y sabotaje burocrático en el aparato del estado
Lo que pasa en el sector privado se puede aplicar al público. El Estado venezolano sigue siendo burgués y es esta la clase que domina la economía venezolana. No se puede desarrollar ninguna política revolucionaria apoyándose en semejante maquinaria estatal. El hecho de que afloren casos de corrupción o de ineficiencia es consecuencia de que nada fundamental ha cambiado. El ejemplo más notorio es el problema eléctrico, con los cortes de luz continuos a lo largo y ancho del país. El problema eléctrico podría ser resuelto si la clase trabajadora controlara las empresas eléctricas del país. Eso implica necesariamente una lucha contra esa burocracia, que no es un ente abstracto, si no que son individuos concretos, muchos de ellos provenientes de la IV República y que ahora son "rojos, rojitos". El congreso de UNETE debe organizar un plan concreto para que los trabajadores se hagan con el control del sector eléctrico, que se conformen consejos de trabajadores, que los técnicos estén bajo el control y la supervisión de los obreros, y que los burócratas salgan de estas empresas.
Ley orgánica del trabajo
La elaboración de una nueva ley del trabajo que sustituya es una de las asignaturas pendientes de la actual Asamblea Nacional. No es fruto del azar. Las presiones de la burguesía, sus medios de comunicación y su aparato estatal han llevado a que esa ley no se apruebe. Una ley del trabajo que beneficie a los trabajadores no se va a conseguir negociando, sino movilizando en la calle y con una plataforma clara discutida y aprobada por los trabajadores. No queremos que esa ley sirva para suavizar la explotación a que nos someten los capitalistas, sino para terminar con ella. En ese sentido la UNETE debería organizar en lo que queda de legislatura una campaña de movilización que culminara con una gran marcha a Caracas donde miles de trabajadores llevemos nuestra propuesta a la Asamblea Nacional. Sólo de esta manera conseguiremos imponer una ley auténticamente revolucionaria.