y la resistencia creciente de las masas

Este mes de mayo se celebran elecciones presidenciales en Colombia. Estarán marcadas por el creciente enfrentamiento de la oligarquía colombiana (animado y orquestado por el imperialismo estadounidense) contra el gobierno de Hugo Chávez, y por una profunda crisis política y  económica.  Los datos oficiales de desempleo (13%), informalidad (más del 50%), precariedad laboral y pobreza son de los peores de Suramérica. A todo ello se une la incertidumbre que genera el que, tras 8 años de gobierno de Uribe y varios meses de divisiones y dura lucha en el seno de la clase dominante al respecto, finalmente el actual presidente no podrá optar a la reelección.  

y la resistencia creciente de las masas

Este mes de mayo se celebran elecciones presidenciales en Colombia. Estarán marcadas por el creciente enfrentamiento de la oligarquía colombiana (animado y orquestado por el imperialismo estadounidense) contra el gobierno de Hugo Chávez, y por una profunda crisis política y  económica.  Los datos oficiales de desempleo (13%), informalidad (más del 50%), precariedad laboral y pobreza son de los peores de Suramérica. A todo ello se une la incertidumbre que genera el que, tras 8 años de gobierno de Uribe y varios meses de divisiones y dura lucha en el seno de la clase dominante al respecto, finalmente el actual presidente no podrá optar a la reelección.

Ariete del imperialismo contra
la revolución venezolana

Tras Israel y Egipto, Colombia es el principal receptor de ayuda económica y militar estadounidense. El presupuesto militar colombiano (creció un 20% de 2007 a 2008 y aumentó nuevamente en 2009) representa, según el diario El Espectador, el mayor porcentaje sobre el PIB del continente: un 4,7% frente al 1,9% de media. Bajo una fachada democrática el régimen colombiano combina la utilización del aparato represivo militar y policial con la actuación de las bandas paramilitares fascistas, que fueron organizadas y armadas por el propio Estado, para asesinar a luchadores y obreros campesinos, perseguir y eliminar a periodistas, etc. Sólo desde la llegada de Álvaro Uribe al poder han sido asesinados centenares de sindicalistas. De cada diez sindicalistas asesinados en el mundo nueve son colombianos.
Colombia es donde la estrategia imperialista de crear una cabeza de playa contra la revolución venezolana más ha avanzado. Hasta el momento los planes para intervenir militarmente contra Venezuela han sido guardados en el cajón porque, pese a la brutal ofensiva represiva contra el movimiento obrero y campesino, éste sigue en pie. El intento de utilizar Colombia para aplastar la revolución venezolana podría abrir la puerta a la revolución en la propia Colombia.

Las bases del ‘uribismo'

La burguesía colombiana aprovechó la inercia de la derrota histórica de la situación prerrevolucionaria que vivió el país a finales de los años 70 y la primera mitad de los 80, y las políticas absolutamente erróneas de los dirigentes guerrilleros, para ampliar su base social entre las capas medias e incluso entre sectores atrasados de las masas. Cada vez que hay una movilización obrera o campesina de masas la burguesía y sus medios sacan demagógicamente la cuestión de los secuestrados por la guerrilla e intentan criminalizar a los dirigentes de la lucha vinculándolos a las FARC o el ELN. Esta política ha sido llevada al paroxismo bajo Uribe con la llamada "política de seguridad democrática", que permite al gobierno militarizar la sociedad con la manida excusa de la  "lucha contra el terrorismo".
Uribe salió de las filas de la llamada narcoburguesía. Bajo su presidencia en la Dirección de Aviación Civil las licencias de vuelo otorgadas a narcotraficantes se multiplicaron espectacularmente, y como gobernador de Antioquia impulsó las llamadas cooperativas de seguridad CONVIVIR., consideradas por las asociaciones de derechos humanos internacionales el embrión de la principal organización paramilitar fascista colombiana (las Autodefensas Unidas de Colombia, AUC), responsables de haber asesinado a miles de campesinos para quitarles sus tierras, así como a luchadores sociales y activistas sindicales. Tras llegar al poder marcó distancias públicamente con algunos de sus viejos amigos (e incluso encarceló y deportó a varios a EEUU) buscando la aceptación de los distintos sectores de la oligarquía, equilibrándose y actuando como árbitro entre ellos.
La inercia de las masas por las derrotas del pasado, la utilización demagógica del conflicto armado, la válvula de escape que representa la emigración, las remesas de los emigrantes, las exportaciones a EEUU y Venezuela y la afluencia del dinero del narcotráfico a la economía legal -combinados con el crecimiento económico mundial-, permitieron a Uribe mantenerse en el poder los últimos ocho años. Sin embargo, el factor fundamental es la ausencia de una alternativa clara y decidida por parte de los dirigentes de la izquierda que ilusione a las masas.
El apoyo electoral a Uribe nunca ha superado el 30% del censo. El partido más votado en Colombia en todas las elecciones es la abstención (50-60% de media). Si los dirigentes sindicales de la CUT y del Polo Democrático Alternativo (PDA), que en las últimas presidenciales consiguió un resultado histórico (tres millones de votos, el 22%) y gobierna desde 2003 Bogotá (donde viven diez millones de personas, el 25% de la población) tuviesen una política socialista sería posible romper la costra de inercia y desmoralización creada por las derrotas y la represión, movilizando a millones de trabajadores y jóvenes que hoy son empujados a la lucha individual por sobrevivir y no participan  políticamente.

Recuperación del movimiento
de masas y perspectivas

Durante los últimos años esta situación ha empezado a cambiar. La crisis económica y política está erosionando la estabilidad del régimen y el movimiento obrero y campesino ha protagonizado importantes movilizaciones de masas. La revista burguesa Dinero hablaba en noviembre de 2008 de la mayor oleada de luchas obreras en 20 años. Hubo 400 huelgas sólo en Bogotá. Movilizaciones como las de los trabajadores de la caña de azúcar, los trabajadores judiciales o los campesinos indígenas rompieron los planes gubernamentales para criminalizarlas, aislarlas y reprimirlas, culminando en la huelga estatal del 23 de octubre de 2008. Sólo la negativa de los dirigentes sindicales a continuar y extender la lucha impidió avanzar más. En 2009 y 2010 hemos visto nuevas luchas. Los efectos de la crisis mundial están impactando duramente en la economía, provocando ataques contra las condiciones de vida de los trabajadores respondidos en los últimos meses con movilizaciones importantes en defensa de la educación y salud públicas.
La burguesía y el imperialismo comprenden que no todo está atado y bien atado en Colombia. Eso, junto a las luchas intestinas por el control del poder entre la burguesía tradicional y la llamada narcoburguesía, explica por qué sectores del imperialismo y de la propia clase dominante colombiana se opusieron a que Uribe modificase la Constitución para reelegirse y, finalmente, han vencido. En plena crisis económica y con un creciente desgaste político, Uribe necesitaba el mejor resultado de su carrera. En un contexto tan volátil, el riesgo de una derrota o de un fraude para impedirla colmasen el vaso del descontento social fue determinante.
Aunque es probable que en las presidenciales de mayo se imponga el uribismo a causa de la ausencia de una política revolucionaria por parte de la dirección del Polo (su candidato, Petro, pertenece a los sectores más derechistas y conciliadores), en un contexto tan volátil no se puede descartar algún tipo de sorpresa. Sondeos recientes sitúan a Mockus, un "independiente", a cuatro puntos del candidato de la U: Santos (mano derecha de Uribe). Un sector minoritario de la burguesía no ve con malos ojos a Mockus como una manera de intentar lavarle la cara al sistema. La mayoría teme que en un contexto de incertidumbre y crisis cualquier cambio pueda producir movimientos incontrolables y apuesta por Santos con Uribe en la recámara.
En cualquier caso, en un contexto de crisis económica y profundo malestar acumulado, cualquier gobierno burgués deberá atacar frontalmente al movimiento obrero y no contará con margen de maniobra para evitar un enfrentamiento frontal con las masas. Esto creará nuevas oportunidades para la izquierda. El que la clase obrera y los campesinos pobres sigan organizados y plantando cara a la represión y el paramilitarismo es un enorme obstáculo para los planes imperialistas de convertir a Colombia en el Israel latinoamericano. Para los marxistas una situación tan compleja y contradictoria como la colombiana significa que centenares de activistas de la CUT y el PDA están buscando explicaciones y alternativas. Una magnífica oportunidad para avanzar. 

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