En el momento de escribir estas líneas se está celebrando el VI Congreso del Partido Comunista Cubano (PCC), centrado monográficamente en la cuestión económica. Las medidas a implementar que se están tratando en sus sesiones tendrán, de llevarse a cabo, una especial incidencia en el futuro de la economía planificada en Cuba, las conquistas sociales de la Revolución y en la vida de los casi doce millones de cubanos que hoy viven en la isla caribeña. Con los criterios planteados en el “Proyecto de Lineamientos de la Política Económica y Social”, documento base del congreso, se avanzaría por el mismo camino por el que está transitando Vietnam y que ya ha recorrido China.
Los ‘Lineamientos económicos’
Ya en el mes de octubre de 2010 se produjo un acelerón en las reformas económicas que se vienen impulsando en los últimos años*, siendo las más trascendentes las siguientes: el plan de despido de 500.000 trabajadores del sector público en el plazo de un año, como primera fase de un objetivo de eliminar 1,3 millones de puestos de trabajo estatales en los próximos tres años (un 25% del total) para, según se declara, reubicarlos en otras áreas del sector público y, mayoritariamente en el sector privado, concediendo a los trabajadores afectados una protección por desempleo de hasta un máximo de tres meses de sueldo para los que acrediten más de 20 años de trabajo. También se regula la actividad de trabajadores por cuenta propia (“cuentapropistas” en el argot de la isla), facilitando licencias para trabajar en 178 profesiones; se legaliza la contratación privada de trabajadores y en el sector turístico se amplía de 50 a 99 años el derecho de superficie para los extranjeros que construyan en determinadas instalaciones turísticas.
Pero es el Proyecto de los Lineamientos de la Política Económica, publicado poco después, el que trae medidas de un calado más hondo, que de hacerse realidad y pasar a dirigir la vida económica de Cuba, sí supondría un cambio importante de su modelo económico. El cambio más de fondo de la organización económica del país es el de la intención de reestructurar el gasto público aumentando la inversión pública a costa de disminuir drásticamente el gasto social. El proyecto plantea incrementar el nivel de inversión en capital fijo y para financiarlo se anuncia una draconiana reducción de los subsidios estatales que afectarían decisivamente a aspectos clave, como las conquistas sociales que han distinguido a la revolución cubana.
Se habla de suprimir la canasta básica (ya muy menguada) y/o elevar sus precios, suprimir los comedores sociales y/o elevar sus precios allí donde se consideren imprescindibles, aumentar los precios de los combustibles y la electricidad (esto ya se ha llevado a la práctica), también los del agua, de las actividades culturales, etc., y se insiste en la imposibilidad de mantener los actuales gastos en sanidad y educación. Además, salvo algunos productos y servicios básicos que estarán regulados, los precios se regirán por la ley de la oferta y la demanda.
Las empresas estatales, que seguirán (de momento) siendo las preponderantes, gozarán de una importante autonomía y centrarán sus criterios de inversión en la obtención de beneficios. Se liquidarán las empresas que entren en pérdidas irrecuperables a medio plazo, con lo que inevitablemente acabarán predominando aquellas que se dediquen a la producción de mercancías que reporten más ganancias, en detrimento de aquellas que, aunque jueguen una función social importante, no sean “viables” bajo el criterio de “rentabilidad” que se exigirá a las empresas. Se establece que los salarios no deben ser igualitarios, sino estar en función de la cantidad y la calidad del trabajo realizado. Las cooperativas y los “cuentapropistas” serán estimulados.
Raúl Castro ha insistido en numerosas ocasiones en que no pretende instaurar el capitalismo sino “actualizar” el modelo socialista utilizando el concepto “socialismo de mercado” para definir la clase de sistema económico al que quiere llevar a Cuba. Sin embargo, desde un punto de vista científico, es decir marxista, no puede haber “socialismo de mercado”. En China, por ejemplo, lo que tenemos es un sistema capitalista. Ciertamente el Estado juega un papel muy importante, pero interviene igualmente con criterios capitalistas por más que en el artículo primero de la constitución China se proclame que: “La República Popular de China es un Estado socialista encabezado por la clase obrera sobre la base de una alianza obrero-campesina”.
Raúl Castro: “ya veremos cómo va a ser la pelea”
Las medidas recogidas en el Proyecto de Lineamientos, de hacerse realidad en todos sus términos, desatarán fuerzas que, adquiriendo inevitablemente su propia dinámica, fortalecerán las tendencias hacia la restauración capitalista. Esta misma opinión es compartida de forma más o menos intuitiva por muchos obreros cubanos, como demuestra el tumultuoso proceso de debate precongresual y las dificultades que el Gobierno está teniendo para llevar las medidas a la práctica.
“Los despidos masivos han sido objeto de críticas en decenas de miles de reuniones celebradas en toda la isla como parte de los temas que se discuten antes del congreso”, señalaba la agencia Reuters el 8 de marzo. En el mismo artículo podemos leer: “La confusión acerca de cómo implementas los recortes, la falta de puestos de trabajo alternativos y la resistencia de los trabajadores, llevaron a Raúl Castro a retrasar el plan, que inicialmente estaba previsto para fines de marzo (se refiere al recorte de 500.000 puestos de trabajo estatales)”.
La resistencia también proviene del propio aparato del PCC en el que algunos de sus miembros entienden que el “socialismo” no se fortalece con medidas que debilitan la economía planificada y son sensibles a la preocupación e inquietud que anida entre los obreros de la base del Partido. Esta realidad es lo que explica la virulencia del discurso inaugural de Raúl en el VI Congreso, contra lo que él considera ingerencias del PCC en las labores del Gobierno: “Hay que despojar al partido de las funciones que no le corresponden”, llegando a sentenciar en referencia a la resistencia dentro del PCC a las medidas económicas planteadas: “ya veremos cómo va a ser la pelea, cómo se van a librar los combates, pero esperamos ganarla”.
Como tantas veces hemos defendido desde estas mismas páginas, sólo la economía planificada, el que el Estado pudiera movilizar los recursos fundamentales del país para satisfacer las necesidades sociales, es lo que ha permitido que durante todo un período histórico las masas cubanas hayan gozado de unas condiciones de vida impensables para un país que hasta hace bien poco estaba en manos de las multinacionales y sus servidores, la oligarquía cubana.
Es indudable que en estos momentos la situación económica está muy deteriorada. La producción de artículos de consumo es insuficiente, la situación del campo es irracional en la medida que mientras Cuba importa el 60% de los alimentos que consume el 50% de la tierra cultivable permanece baldía, la distribución es lenta e ineficaz y los casos de corrupción están a la orden del día. Los trabajadores reciben por término medio un salario de 350-400 pesos mensuales, algo totalmente insuficiente, lo que les obliga a estar continuamente maquinando para poder llegar a fin de mes, acercándose al turista, como taxista ilegal, vendiendo mercancías sustraídas de las empresas estatales, etc.
Los obreros cubanos son conscientes de que la situación no puede seguir así y comprenden y defienden la necesidad de tomar medidas, pero una parte importante intuye que las puestas encima de la mesa van en el sentido contrario de los intereses de la mayoría. Nosotros estamos de acuerdo con esa posición.
Control obrero y extensión de la revolución, la única salida
La única forma de evitar el despilfarro, la ineficiencia, el desvío de mercancías de propiedad estatal al mercado negro es que los trabajadores participen conscientemente en la dirección de la producción, pudiendo intervenir de forma activa y real en la toma de decisiones, en la elaboración y aplicación del plan. Así es como los obreros se sentirían realmente motivados y la productividad del trabajo aumentaría a cotas desconocidas.
Marx explicaba que la economía planificada necesita del control consciente de los trabajadores como la sangre necesita el oxígeno. En la medida que este factor clave está ausente en la gestión de la economía cubana, la atrofia va deteriorando todos y cada uno de los compartimentos de la planificación poniendo toda la economía al borde del abismo. Pero estas medidas serían insuficientes. Dentro de las fronteras de un solo país los avances sociales tienen un límite. Para la construcción del socialismo es necesario la extensión de la revolución y el derrocamiento del capitalismo en otros países, lo que permitiría una planificación económica volcada en las necesidades sociales a un nivel muy superior.
Hoy gran parte de América Latina es un hervidero revolucionario. Hacer realidad la Federación Socialista de Latinoamérica está al alcance de la mano con una política decididamente socialista por parte de los dirigentes revolucionarios. Nuestra época está viviendo la crisis más importante del capitalismo desde los convulsos años 30 del siglo XX. Hoy más que nunca es necesario el socialismo, hoy son más actuales que nunca aquellas palabras de Engels: “socialismo o barbarie”.
* · Las reformas y el futuro de la revolución cubana: http://www.fundacionfedericoengels.org/index.php?option=com_content&view=article&id=258%3Alas-reformas-y-el-futuro-de-la-revolucion-cubana&catid=64&Itemid=123.