Sin embargo, este modelo capitalista ortodoxo, muy “exitoso” en términos macroeconómicos y ejemplo a resaltar por los economistas burgueses, se sostiene sobre el sacrificio de las masas chilenas que son las que deben soportar los efectos de estas políticas en la microeconomía, porque a la par de las cifras anteriores también hay que indicar que Chile continúa siendo hoy uno de los países con mayor desigualdad social del mundo (se encuentra en el puesto 15), donde la brecha entre ricos y pobres se amplía día a día. Un informe reciente señalaba que “Chile enfrenta desafíos complejos en áreas como educación, salud y el mercado laboral. La desigualdad de ingresos es considerable y aún persisten altos niveles de segregación. Al mismo tiempo, las expectativas de los ciudadanos se han incrementado, aumentando sus exigencias por una alta calidad de los servicios públicos y demandando que las oportunidades no dependan del origen social, género u orientación sexual, entre otros factores” (1). Situación ésta que no ha hecho sino echarle más leña al fuego de la lucha de clases.
En ese sentido, los principales conflictos sociales de los últimos años, como las luchas estudiantiles por la democratización de la educación, las de los mapuches por la tierra, las de los trabajadores mineros del cobre, las movilizaciones populares en contra de los antiecológicos proyectos hidráulicos, se han mantenido y, junto con otros nuevos que han ido surgiendo a lo largo del año, han llevado a algún articulista a decir que “El fantasma del conflicto social recorre Chile. Además de los portuarios, están los mineros de la empresa estatal .Y los trabajadores subcontratistas. Y los estudiantes que vuelven a marchar. Y los agricultores trigueros que cortan caminos en el sur” (2). Esta movilización casi permanente de las masas chilenas en defensa de sus derechos atacados por la burguesía ha resultado muy útil para continuar haciéndoles ganar confianza en sus propias fuerzas, algo que se nota, sobre todo, entre los trabajadores del cobre y los estudiantes, quienes se han convertido en los sectores populares más combativos.
La propuesta de Bachelet y la expectativa de las masas
Estaba claro, principalmente para los sectores más racionales de la burguesía (algunos hasta lo reconocieron públicamente), que había llegado el tiempo de las reformas en Chile para intentar evitar que el actual malestar social termine transformándose en una situación prerrevolucionaria. Como decía Trotsky, los capitalistas sólo ceden algo cuando sienten la amenaza de perderlo todo. Por ello era el momento para que los reformistas regresaran a escena a tomar la posta en el gobierno y rescatar así al orden burgués en peligro.
Esto se vio desde el mismo instante en que se comenzó a hablar de los posibles candidatos a las elecciones presidenciales de 2013 y la socialista Bachelet picó en punta, para ya no soltarla hasta obtener un categórico triunfo en diciembre pasado, con más del 60% de los votos. El programa de la Nueva Mayoría, el frente popular de socialistas, comunistas y demócratas cristianos que postuló a Bachelet, tiene tres grandes ejes: “la reforma tributaria, la reforma educacional y una nueva constitución”, es decir, tratar de remendar los flancos débiles de la actual democracia burguesa para quitarle presión a la conflictividad social. Igualmente, la “progresista” Bachelet tampoco se ha olvidado de plantear el fortalecimiento del aparato represor del Estado burgués. “Dentro de los primeros 100 días, enviaremos un proyecto de ley para incorporar 6 mil nuevos funcionarios a Carabineros de Chile, y aumentaremos en 1.200 nuevos funcionarios la dotación de la Policía de Investigaciones” (3), anunció en su momento la ahora presidenta, posiblemente previendo que las reformas no basten para tranquilizar a las masas.
Es obvio que la propuesta reformista contó con el apoyo mayoritario del pueblo, que una vez más depositó sus esperanzas en ella. No obstante, la alta abstención que se observó en las últimas elecciones (en torno al 60%) es un indicativo del descreimiento que importantes sectores de esas mismas masas tienen en la actual clase política chilena, de la que también forman parte Bachelet y sus socios. Al final, sólo un 25% del electorado fue el que eligió a la actual mandataria.
Es evidente que las masas con las que se encontrará la presidenta no son las mismas a las que gobernó en su primer gobierno, han madurado y su conciencia ha crecido en estos 4 años de duros enfrentamientos con el gobierno burgués. El umbral de su paciencia también se ha reducido y se han vuelto más exigentes. Con lo cual, a pesar de las reformas planteadas, no le va a resultar fácil al nuevo gobierno cubrir sus expectativas y disminuir significativamente la actual inestabilidad social.
Notas:
- http://www.espaciopublico.cl/areas_estudio/index.tpl?categoria=desigualdad%20y%20politicas%20sociales
- http://blogs.lasegunda.com/redaccion/2013/04/11/conflictos-sociales-a-quien-cu.asp
- http://www.latercera.com/noticia/politica/2013/09/674-543932-9-michelle-bachelet-anuncia-propuestas-para-fortalecer-el-ministerio-publico-y.shtml