Sin embargo, la asamblea de los trabajadores rechazó el acuerdo y obligó a la dirección del sindicato a convocar una huelga coincidiendo con el carnaval. Rápidamente el Ayuntamiento, en manos de la derecha, lo denunció a los tribunales, y la dirección del sindicato, con miedo a los jueces, desconvocó la huelga. Pero la chispa ya había prendido y los trabajadores siguieron adelante con el paro.
Aunque en un primer momento el Ayuntamiento intentó minimizar el seguimiento, diciendo que el número de huelguistas era pequeño, pronto el estado de las calles hizo evidente para todos que la huelga era prácticamente unánime. Esto hizo saltar todas las alarmas de la burguesía, que pasó inmediatamente a la represión, con una cobertura venenosa por parte de los medios de comunicación, una rápida sentencia que declaraba ilegal la huelga imponiendo más de 7.500 euros diarios de multa al sindicato, y el alcalde amenazando con despedir a más de 1.100 empleados y llamándoles “marginales y delincuentes”. De hecho, llegó a despedir a 300 mediante mensaje de texto al móvil, acusándoles de motín.
Pronto las acusaciones de sabotaje y de supuestas amenazas a quienes no seguían la huelga coparon la prensa burguesa, y aparecieron equipos de limpieza escoltados por policías y empresas de seguridad. Pero algunos activistas consiguieron hablar con los trabajadores y éstos denunciaron que en realidad estaban siendo obligados a trabajar a punta de pistola. Los cuerpos armados, una vez más al servicio de la burguesía.
Sin embargo, con manifestaciones diarias por la ciudad y cada vez más apoyo de la población, los trabajadores se mantuvieron firmes. La experiencia de los últimos años, especialmente las protestas de junio del año pasado, la identificación del resto de trabajadores con sus precarias condiciones, y su capacidad de organización permitieron doblegar la resistencia del Ayuntamiento y demostraron el poder de la clase obrera organizada.
Tras ocho días de huelga consiguieron un aumento salarial del 37%, incluyendo un plus de penosidad y subidas en los tiques de alimentación a seis euros diarios. Las declaraciones del alcalde, que tras sus bravuconadas iniciales negó querer despedir a nadie y llegó a llamar a los basureros “alma de esta sociedad”, hablan por sí mismas.
Una lección fundamental de esta huelga es el papel de la dirección. En Recife y en el ABC (cinturón industrial de Sao Paulo) se desataron huelgas de basureros con las mismas características: desbordamiento de la dirección sindical, represión, ilegalidad, masividad... Sin embargo, mientras que en el ABC se consiguió una subida salarial del 10% (frente al 15% reivindicado inicialmente) y el pago de los cuatro días de huelga, en Recife la dirección del sindicato consiguió desconvocar la huelga tras un día al ser declarada ilegal por los tribunales y sin haber conseguido nada.
La huelga de Río pone de manifiesto que cuando la clase obrera se pone en marcha no hay quien la pare, pero también la necesidad de construir una dirección que pueda sacar las conclusiones correctas de estas victorias y generalizarlas a toda la clase trabajadora.

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