Un hecho singular, y que marcó un importante avance del movimiento respecto a las anteriores jornadas de lucha por Ayotzinapa, fue la participación en la movilización de decenas de sindicatos universitarios, del SME y de los convocados por la UNT, principal agrupación del movimiento obrero independiente. Como prueba de que la rebelión ha calado profundamente, los telefonistas pararon actividades por 24 horas en decenas de oficinas de Telmex en todo el país. Así, el presidente de México fue obligado a escuchar un grito coreado al unísono por millones de gargantas: ¡Fuera Peña!
Maniobras del Estado: represión y provocación contra el movimiento de masas
La demanda de dimisión del presidente puede calar aún más hondo entre las masas, y agudizar lo que ya es la peor crisis del régimen burgués mexicano en décadas. Por eso Peña Nieto, en cuanto regreso de China el 15 de noviembre tras asistir al Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico (APEC), amenazó públicamente con el uso de la fuerza para “restablecer el orden”. Dicho y hecho: ese mismo día el régimen urdió una provocación que derivó en el asalto de agentes judiciales del DF a la Ciudad Universitaria de la UNAM, con un saldo de un estudiante herido de bala; horas después irrumpiría el cuerpo de granaderos en dicho campus, violándose de esa manera la autonomía universitaria.
Por si eso no fuera suficiente, el Estado ha recurrido a la infiltración de agentes provocadores dentro del movimiento de protesta para justificar la represión: en la madrugada del 20 de noviembre fueron atacadas con petardos dos sucursales bancarias en Naulcalpan, municipio integrante del área conurbada de la ciudad de México; y después, por la mañana de ese mismo día, los infiltrados dentro del movimiento lograron arrastrar un contingente pequeño pretendiendo tomar las instalaciones del aeropuerto internacional de la Ciudad de México, que desembocó, como era previsible, en la intervención de los granaderos (fuerzas antidustirbuios) contra los estudiantes.
La política represiva se ha desarrollado ampliamente con el fin de criminalizar al movimiento de masas. Así, el mismo 20 de noviembre cuando a las ocho de las noche se celebraba el mitin en la plaza del Zócalo capitalino, el Estado soltaría a su jauría de provocadores (decenas de ellos vestidos de civil y trasportados en unidades del ejército) para intentar “tomar” el Palacio Nacional y justificar así la intervención represiva de los 10.000 granaderos tanto del Gobierno del DF como de la Policía Federal. Las “fuerzas del orden” se lanzaron contra los manifestantes de manera discriminada, golpeando a todo aquel que tuvieran a su alcance y deteniendo arbitrariamente a 31 personas, 20 de ellos estudiantes. A once de los detenidos, de manera inmediata y sin prueba alguna, se les acusó de tentativa de homicidio, terrorismo y asociación delictuosa, todos ellos delitos que se pagan con varios años de cárcel.
Es evidente que el montaje para la justificar la represión y la dureza con que están siendo tratados los presos políticos del 20 de noviembre, se pretende mandar un mensaje de mano dura a los estudiantes y a los trabajadores que están protagonizando un movimiento de protesta formidable. Un síntoma de debilidad, que denota la preocupación del Régimen ante la posibilidad de que el movimiento continúe escalando y ponga en peligro la continuidad de Peña en el poder. En ese marco, si los peritajes forenses de la Universidad de Innsbruck, en Austria, resultan positivos e identifican los restos como pertenecientes a los normalistas desaparecidos en Ayotzinapa, la reacción de rabia de las masas puede ser aún mayor. Peña Nieto y su gobierno cómplice del Narco, se encuentran en un callejón muy difícil.
Polarización social y crisis del capitalismo mexicano
La vuelta del PRI al poder representó para la burguesía mexicana y para el imperialismo la oportunidad de contar con una figura presidencial confiable y decidida para avanzar sobre todas aquellas contrarreformas estratégicas que no le fue posible imponer al PAN. El éxito de Peña Nieto fue tal, que en febrero de 2014 la revista Time le dedicaría la portada, acompañada de la leyenda “Saving Mexico”.
AAhora la situación ha cambiado dramáticamente. La situación económica, caracterizada por una enorme polarización de la riqueza, está creando mucho descontento: desde 2013 a 2014, la fortuna de los 27 empresarios más acaudalados de México pasó de los 137.000 millones de dólares a los 169.000 millones. La violencia brutal de un Estado fundido con el Narco, que ha sembrado el país de decenas de miles de cadáveres en los últimos cinco años, unido a las contrarreformas en educación, la privatización del sector energético que arrebata el monopolio del Estado sobre el petróleo, se han combinado para impulsar la pérdida de popularidad del presidente de México: actualmente el 60% de la población desaprueban su gestión de acuerdo al Pew Research Center. Tras los asesinatos de los estudiantes normalistas de Ayotzinapa, el odio contra Peña creció a niveles inéditos en su administración y su imagen internacional de “eficiente estadista” ha quedado hecha añicos. A cuatro años de que termine su mandato, el actual presidente de México encara una de las crisis de Estado más severa y profunda, cuyo desenlace final es más que incierto.
Por una alternativa revolucionaria
A estas alturas se han desarrollado cuatro jornadas nacionales de lucha por Ayotzinapa. Todas ellas han sido masivas, especialmente en México DF, la capital. También los paros estudiantiles en decenas de universidades y escuelas de enseñanza media en las principales ciudades de México, han sido una constante. Esta irrupción de las masas ilustra dos cosas: uno, que la mayoría de la población no está dispuesta a seguir tolerando la política de la burguesía y ha dicho ¡Basta ya! a que el Narco-Estado resulte impune ante los crímenes contra los normalistas de Ayotzinapa; y dos, que Peña es débil y puede ser derrotado.
Pero para ir hasta el final en la lucha, además de la garra demostrada por el movimiento, también se necesita de la táctica, los métodos y la organización adecuados. En las recientes jornadas los estudiantes han puesto todo de su parte, pero ahora es necesario que esa vitalidad y determinación sea completada por las acciones de las principales organizaciones de masas, en especial los sindicatos y Morena. La UNT ha dado un paso al frente uniéndose a la jornada del 20 de noviembre de forma más visible, pero hace falta más. Es necesario que la UNT tome medidas para movilizar a todas sus fuerzas en las próximas jornadas de lucha y que el llamado a los telefonistas para suspender labores, tal como se hizo el 20 de noviembre, se extienda al resto de los sindicatos. Por su parte Morena se ha mantenido oficialmente al margen de las jornadas de lucha, lo que es un grave error. AMLO no se puede limitar a hacer declaraciones reclamando la renuncia de Peña Nieto a más tardar el próximo 1 de diciembre, sino que tiene que llamar a la movilización en un Frente Único con los sindicatos, el movimiento estudiantil y demás organizaciones en lucha, impulsando todos una huelga general de 24 horas por Ayotzinapa y la renuncia del presidente de la República.
Esta táctica en la movilización requiere de un programa reivindicativo que además de exigir justicia por el caso de Ayotzinapa, también defienda la educación pública, al empleo y lo salarios; se muestre implacable contra las privatizaciones y el desmantelamiento del sistema de salud pública, y ofrezca alternativas a los trabajadores, a la juventud, y al campesinado pobre y los indígenas, a través de la expropiación y nacionalización de la banca, los grandes monopolios y los latifundios. ¡Es la hora de la lucha, y de agrupar fuerza para levantar una alternativa revolucionaria y socialista!