Resulta también significativo el amplio margen de varias de estas derrotas: en El Alto, Soledad Chapetón de la opositora Unidad Nacional obtiene un 55,2% de los votos frente al 31,8% de Edgar Patana, el actual alcalde del MAS. Antes de las elecciones se hizo público un vídeo en el que se veía a Patana recibiendo un soborno, y su gestión había sido denunciada incluso por sectores de las bases masistas, pero estas denuncias no fueron escuchadas. En Chuquisaca, donde se daba por segura la victoria del MAS, su candidato oficial fue derrotado por el disidente masista y dirigente de la organización campesina CSUCTB, Damián Condori. Condori había sido designado inicialmente candidato pero tras rechazar su candidatura la dirección del MAS se presentó contra este con una lista denominada Todos por Chuquisaca. En La Paz, una de las principales dirigentes masistas, Felipa Huanca también acusada por algunos sectores de manejo irregular del Fondo Indígena), obtuvo sólo el 29,2% de los votos frente al 52,1% del ganador: Félix Patzi, un sociólogo con ambiciones de liderazgo nacional que fue ministro del MAS y rompió con éste. Se presentaba por una nueva formación llamada Soberanía y Libertad.
Una advertencia muy seria
Gracias al apoyo que aún mantiene en los pueblos, el MAS conquistó el 66% de los municipios y ha podido retener las gobernaciones de Oruro, Potosí, Cochabamba y Pando. Sin embargo, su pérdida de apoyo en las ciudades grandes y medias (muy acusada en varias donde gobernaba) es un aviso que no puede ser ignorado. En sus primeras declaraciones tras las elecciones Evo Morales achacaba el revés electoral (especialmente la derrota tan clara de Felipa Huanca) al peso del machismo (esto no explicaría la victoria de Soledad Chapetón frente al candidato del MAS en El Alto) y, sobre todo, a las denuncias de corrupción contra varios candidatos. El que dirigentes de un partido que debe expresar los intereses de los trabajadores y del pueblo se vean implicados en corrupción, o que la dirección del partido imponga a esos candidatos contra la voluntad de las bases, expresa un problema de fondo.
Por un giro a la izquierda en el MAS
Tras casi diez años en el gobierno, y después de impulsar avances y mejoras sociales en diversos aspectos (reducción de la pobreza, creación de empleo, algunas reformas sociales…) Evo Morales y el MAS consiguieron un gran apoyo social, como evidenció su clara victoria en las presidenciales del año pasado. Sin embargo, los problemas sociales que desencadenaron las insurrecciones lideradas por la Central Obrera Boliviana (COB) en 2003 y 2005 y que, posteriormente, llevaron a Evo y al MAS al gobierno en 2006 no han sido resueltos. Aunque el gobierno ha hecho concesiones en varios aspectos a los trabajadores y campesinos, en otros (jubilación con el 100% del salario, nacionalización bajo control obrero, etc.) se ha enfrentado a sectores de su base social.
Llama la atención que algunos candidatos del MAS en estas elecciones fuesen antiguos opositores (como el que concurría por Tarija, destacado dirigente del movimiento de La Media Luna que planteaba la secesión en 2007) o empresarios. El apoyo masivo a Evo en las presidenciales de 2014 no era un cheque en blanco, menos aún un aval para pactar con sectores de la burguesía y moderar aún más el “proceso de cambios” prometido por el máximo dirigente del MAS. Los trabajadores y campesinos esperan una verdadera revolución que acabe con las lacras capitalistas y solucione sus problemas. Este varapalo electoral es un primer aviso de que esas soluciones no llegan y sectores amplios empiezan a impacientarse. La clave para derrotar la ofensiva de la burguesía y el imperialismo, como en Venezuela o Ecuador, es girar a la izquierda y aplicar un verdadero programa socialista que acabe con el poder de la burguesía boliviana y el corrupto aparato estatal, nacionalizando la banca, la tierra y las fábricas bajo la administración directa de los trabajadores.