Los capitalistas y la corrupción burocrática amenazan la revolución
¡Todo el poder político y económico a los trabajadores!
Las próximas elecciones a la Asamblea Nacional se celebran en un momento decisivo. El pueblo que hemos sostenido la revolución por más de 16 años, haciendo frente a la ofensiva de la burguesía y el imperialismo, derrotando golpes de Estado y guarimbas, vivimos con preocupación e insatisfacción el momento actual. Preocupación por la posibilidad de que una victoria de la derecha contrarrevolucionaria, agrupada en la MUD, liquide las conquistas que con tanto sacrificio y lucha hemos alcanzado.
Insatisfacción por el sufrimiento que provoca el constante avance del sabotaje económico, así como por la ruptura con los objetivos de igualdad y justicia social por parte de un sector de la dirección del PSUV. La burocracia corrupta, dando la espalda al pueblo bolivariano, se ha convertido en el mejor aliado de la burguesía y el imperialismo en su intento para hacer fracasar nuestra revolución socialista.
La burguesía endurece la guerra económica
La realidad de cada día se convierte en una dura lucha por la supervivencia para las familias trabajadoras, obligadas a realizar interminables colas para conseguir champú y jabón, pañales y compresas, papel higiénico, pasta y harina, pollo o café... Las constantes subidas de precios y la insuficiencia de productos a precio regulado se cargan sobre las espaldas del pueblo revolucionario. La subida del Salario Mínimo, anunciada por el presidente hace unas semanas, lejos de aliviar la situación ha provocado que los precios se vuelvan a disparar. Mientras tanto, la especulación con las divisas alcanza niveles escandalosos, y el precio del barril de petróleo en torno a los 40 dólares anuncia más dificultades. Estamos llegando a un punto crítico. Las grandes conquistas de la revolución, las Misiones, la extensión de la salud y la educación, la reducción de la pobreza, las nacionalizaciones de empresas que salvaron miles de empleos están empezando a retroceder y socavarse, mientras la burguesía, los capitalistas y los burócratas corruptos se hacen de oro.
Según se acerca el momento de votar el sabotaje se hace más insoportable. En las últimas semanas muchos empresarios anunciaron el cierre de sus fábricas durante las próximas semanas o meses. Esta es la verdadera campaña electoral de la MUD, de los capitalistas venezolanos y el imperialismo: hablar de libertad y democracia mientras provocan despidos, acaparamiento, escasez y especulación. Es el mundo al revés. Los mismos que desde el minuto uno han tratado de aplastar la revolución por medios criminales, como el golpe de estado y la guarimba, lanzan una campaña internacional de mentiras para presentar a la revolución venezolana como una dictadura ante los trabajadores de todo el mundo.
Aunque las últimas acciones de la contrarrevolución han sido más bien mediocres, no podemos bajar la guardia. La relación entre la movilización en la calle y en las urnas no es automática y menos en el caso de la base social de la derecha. Con este caos económico pretenden superar la debilidad de los partidos de la MUD y reproducir el ambiente político que dio fin a la IV República.
Es evidente que una de las batallas decisivas que se libran entre la revolución y la contrarrevolución se desarrolla en el terreno de la economía. La pregunta que nos hacemos los revolucionarios es quién va ganando y por qué. Es fácil comprobar como en este enfrentamiento entre las clases somos los trabajadores quienes recibimos los golpes más duros y dolorosos. Nuestra debilidad se debe a que la burguesía sigue teniendo en sus manos armas muy poderosas. El caso de Mendoza, propietario de la Polar y uno de los más destacados contrarrevolucionarios, es muy llamativo. Este enemigo declarado del socialismo sigue controlando una empresa que produce casi tres cuartas partes de los alimentos de la cesta básica que consume la inmensa mayoría de la población. Mientras los capitalistas sigan controlando las palancas fundamentales de la economía, los bancos, la tierra y las industrias importantes, seguirán saboteando la producción, la distribución y la venta de productos de primera necesidad, acapararán mercancías y robarán las divisas de la producción petrolera. Utilizarán todos los medios para aplastar la moral revolucionaria de los trabajadores y sectores populares que dieron su voto por Chávez en 18 procesos electorales y que derrotaron por primera vez en la historia un golpe de Estado en América Latina. Con la guerra económica que han declarado, y la falta de una respuesta decisiva para derrotarla, se extiende el virus del escepticismo entre muchos compañeros y compañeras que confían en la revolución para resolver sus acuciantes problemas.
Corrupción y burocracia
Junto a al sabotaje económico hay otra cuestión que se ha convertido en una carga cada vez más pesada, un problema que afecta a la confianza de las masas revolucionarias, tanto o más que la escasez y las largas colas. Se trata del aumento de la burocracia corrupta dentro del Estado y del propio movimiento bolivariano, un creciente grupo de hombres y mujeres que mientras hablan de socialismo en público estrechan lazos con la burguesía, compartiendo sus hábitos de vida, sus lujos, su desprecio por el pueblo revolucionario. Muchos de ellos llevan una vida de millonarios, de empresarios explotadores. El Comandante Chávez denunció a esta quinta columna y nos llamó a combatir cualquier intento, venga de donde venga, de desviar la revolución de sus objetivos socialistas y anticapitalistas.
Estos sectores burocráticos han declarado además la guerra a quienes luchan por llevar la revolución a sus fábricas y al movimiento comunal. Tal es el caso de numerosas Inspectorías de Trabajo, que aceptan calificaciones de despido injustificadas a dirigentes sindicales y delegados de prevención revolucionarios, que permiten el incumplimiento de los reenganches de trabajadores y aceptan las persecuciones a camaradas que intentan conformar sindicatos y consejos de trabajadores. No sólo desprecian las justas reivindicaciones de los trabajadores, también desoyen muchas de las denuncias contra empresarios por practicar el acaparamiento y la especulación. A estos graves hechos se suma también la nefasta gestión de muchas fábricas ocupadas y nacionalizadas, donde la mayoría de las veces el control obrero es sustituido por cargos designados por el Estado que dirigen las empresas de forma burocrática sin permitir que los trabajadores controlen realmente la producción. Esta ausencia de democracia obrera dentro de las empresas permite el crecimiento de la corrupción, la baja productividad y el rechazo constante a las justas reclamaciones de los trabajadores en la convención colectiva.
Dentro del PSUV se desarrollan fenómenos similares. Hay sectores de la dirección del partido —cuya fundación despertó el entusiasmo y la movilización de millones de trabajadores— que actúan demasiadas veces en sentido contrario a los intereses de la revolución. Muchos de los candidatos a estas y anteriores elecciones no fueron elegidos democráticamente, sino impuestos burocráticamente desde arriba en contra de la opinión de los afiliados de la base. Esta forma de actuar tiene un alto precio que se traduce en el alejamiento de numerosos militantes honestos y valiosos, que no encuentran un lugar dentro del PSUV para seguir luchando por la revolución. La lentitud con la que se están poniendo en marcha las Unidades de Batalla Bolívar-Chávez de los Trabajadores, tan decisivas en anteriores convocatorias electorales, es buena prueba de ello.
Solo el pueblo, con el programa del socialismo, puede salvar la revolución
Si bien la clase obrera es la clase más homogénea de la sociedad, también podemos distinguir dentro de ella diferentes capas que siguen distintos ritmos en su proceso de toma de conciencia. Cuando el movimiento obrero está a la ofensiva, los sectores más avanzados tiran de los más rezagados, los animan con su ejemplo a dar pasos adelante. Pero, en las situaciones en que los trabajadores están desmovilizados, cuando las luchas son más escasas y permanecen aisladas, la heterogeneidad política se abre paso, las dificultades y las decepciones pesan más, facilitando a la derecha su labor de confusión.
Los revolucionarios necesitamos mirar la realidad cara a cara, por dura que esta sea. Una parte del electorado tradicional del chavismo se pregunta si vale la pena volver a votar. Pero nosotros sabemos que la abstención no es la solución. Por el contrario, una victoria de la derecha lejos de resolver ninguno de nuestros problemas animaría a la contrarrevolución a llegar aún más lejos.
En momentos difíciles es necesario hacer una profunda reflexión que nos permita seguir avanzando a pesar de los obstáculos. Todos los años transcurridos desde el inicio del proceso revolucionario nos están enseñado que la conquista del socialismo no es tarea fácil. En ese periodo hemos dado valiosos pasos adelante. El primero, sin duda, conseguir que el compañero Hugo Chávez llegara al gobierno. Después, vinieron logros extraordinarios como la nacionalización de empresas estratégicas de la siderurgia y el cemento entre otras. Sin embargo, la realidad demuestra que esto no es suficiente. La economía y el Estado siguen siendo capitalistas, siguen funcionando en interés de una minoría privilegiada y rigiéndose por la obtención del máximo beneficio privado, a base de especulación, explotación y corrupción. Para romper con este círculo vicioso, para derrotar definitivamente a los enemigos del pueblo, a la burguesía, el imperialismo y la burocracia corrupta, necesitamos una revolución dentro de la revolución como decía el comandante Chávez. Hay que destruir el poder económico de los capitalistas, hay que destruir su Estado, diseñado para aplastar a la clase obrera. Hay que acabar con la burocracia y la corrupción. Hay que llevar hasta el final la revolución poniendo en práctica el programa del socialismo:
1.- Por la dignificación de las condiciones de vida del pueblo: Escala móvil de precios-salarios para asegurar el poder adquisitivo. Expropiación inmediata de toda la banca, los monopolios, las empresas estratégicas y los latifundios, no para gestionarlas burocráticamente, sino para que el conjunto de la clase obrera las dirija a través de delegados elegibles y revocables permanentemente, que no cobren más que el salario de un trabajador cualificado.
2.- Monopolio estatal del comercio exterior. Todos los productos que sea necesario importar deben ser comprados directamente por el gobierno en el mercado mundial y distribuirse a precios verdaderamente justos. Ese monopolio estatal no puede estar en manos de funcionarios al margen del control de las masas, sino bajo la administración y el control de los trabajadores y el pueblo.
3.- Ni un dólar más a ningún capitalista. Todas las divisas deben ir a industrializar el país mediante un plan socialista elaborado democráticamente por los propios trabajadores y el pueblo.
4.- Contra la especulación y el acaparamiento: medidas de cárcel para todos los especuladores, para todos los empresarios y burócratas implicados en estas prácticas. Condenar a sus responsables y no al pueblo que sufre las consecuencias de estas prácticas.
5.- ¡Todo el poder económico y político a los trabajadores! ¡Abajo la burocracia corrupta! ¡La economía y el Estado deben estar bajo la dirección de la clase obrera y el pueblo mediante consejos elegibles y revocables en todo momento!
6.- Llamamiento a la acción revolucionaria de toda la clase obrera y los pueblos de América Latina y del mundo entero para derrocar el capitalismo. La revolución bolivariana triunfará de la mano del internacionalismo proletario.
Este es el programa que necesitamos para combatir la catástrofe económica y a la contrarrevolución. Esta es la bandera del socialismo que levantó el Comandante Chávez y que debemos debatir en cada fábrica, en el movimiento comunal, en los sindicatos revolucionarios, en los liceos y en las universidades. No podemos esperar a que nadie lo ponga en práctica en nuestro lugar, debemos ser nosotros mismos, los jóvenes y los trabajadores, quienes lo hagamos realidad. Así derrotaremos al enemigo externo e interno y lograremos que muchos compatriotas que han empezado a caer en el desánimo recuperen la confianza en la revolución y en la victoria.