Tras un año y medio de intensas protestas por parte de los trabajadores agrícolas y campesinos en la India, Narendra Modi ha tenido que recular en sus planes y derogar las tres polémicas leyes agrarias anunciadas en agosto de 2020. Esta nueva legislación abría la puerta a que los agronegocios dominasen totalmente el cultivo, el comercio y la fijación de precios de los productores agrícolas.
Este impresionante triunfo, que sin duda es una inspiración para todos los oprimidos del mundo, ha sido cosechado gracias a la valentía, resistencia y organización de las masas indias.
La victoria se ha producido tras más de quince meses ininterrumpidos de cortes de carreteras, manifestaciones multitudinarias en los estados más afectados por las medidas, huelgas generales del sector, marchas unificadas masivas hacia Delhi, un campamento con decenas de miles de campesinos bloqueando la entrada a la capital, muestras de solidaridad constantes por parte de trabajadores de otras industrias y muchas otras acciones reivindicativas.
El Gobierno ultraderechista lo intentó todo. Desplegaron a sus fuerzas paramilitares para reprimir y atemorizar a los manifestantes con el objetivo de forzarlos a que desconvocaran las movilizaciones. Para intentar conseguirlo utilizaron gases lacrimógenos, balas de goma y cañones de agua y no dudaron en asesinar a decenas de personas y herir a centenares, que pacíficamente salían a las calles a luchar.
Cuando el régimen se dio cuenta de que la sangrienta represión estaba incendiando todavía más los ánimos, cambiaron de estrategia. Comenzaron las negociaciones y las maniobras. El régimen pretendió lavar la sangre derramada intentando comprar a los familiares de los caídos en la lucha. El director general de la Policía de Uttar Pradesh anunció que el Gobierno compensaría con 450.000 rupias (unos 6.000 dólares) a los familiares de los fallecidos y que todos los heridos recibirían 100.000 rupias (unos 1.300 dólares).
El Gobierno de Modi, enfrentado a un movimiento que demostraba que no cedería ni un milímetro en sus reivindicaciones y con las elecciones regionales en los estados de Punjab y Uttar Pradesh en el horizonte–ambos con una enorme base de agricultores y trabajadores del campo–, se vio obligado a retroceder.
De un día para el otro, y tras meses de silencio, las leyes que eran “imposibles de derogar” eran abolidas. “A pesar de varios intentos de explicar los beneficios para los agricultores, hemos fallado”, así cerraba su discurso televisado el presidente.
Una vez aprobada su supresión en la Cámara Baja –una votación que se realizó en cuestión de minutos para evitar abrir el debate sobre qué otras medidas están exigiendo los campesinos pobres– la alianza Samyukt Kisan Morcha, que engloba los sindicatos del sector agrícola, daba por desconvocada la movilización.
Con la confianza desbordante en sus propias fuerzas, los agricultores levantaron el campamento aunque mostrando su desconfianza en el Gobierno y advirtiendo que no dudarán en volver a tomar las calles si el Ejecutivo pretende de alguna forma retomar sus planes.
El BJP y Modi han recibido un golpe muy duro. Tras esta apabullante victoria –en un sector clave como es el agrícola, que emplea a más de 600 millones de personas de forma directa– el régimen está muy rabioso. No hay duda de que proseguirán con los ataques a las condiciones laborales y de vida de la población y que profundizarán su agitación del supremacismo hindú para introducir el veneno del racismo en el seno de la clase obrera.
Pero la guerra abierta contra el movimiento en las calles chocará con la voluntad de lucha de las masas oprimidas, como han demostrado los millones de trabajadores agrícolas y campesinos indios, y provocará un nuevo terremoto social y político.
Si se han tumbado las leyes agrícolas, se puede terminar con los códigos laborales y se puede hacer caer al Gobierno de Modi. Con la experiencia de los agricultores presente, es necesario establecer ya los próximos pasos en la lucha y fortalecer los instrumentos y organismos que han contribuido de forma determinante a obtener esta extraordinaria conquista, construir otros nuevos y extenderlos.
El objetivo debe ser el de desarrollar comités de lucha en las fábricas, en las regiones rurales y en los distintos estados y coordinarlos a nivel nacional y dotarlos de una estrategia y un programa revolucionario, para estar preparados y organizar una respuesta firme, contundente y masiva a la más que probable revancha que el reaccionario Gobierno de Modi intentará llevar a cabo.
Lo vivido en la India en estos últimos meses es solo un anticipo de lo que está por venir en la lucha de clases en el país y en la región. Uniendo la fuerza de la acción directa de las masas y un programa de combate y acción para tumbar el capitalismo y sus defensores, venceremos.