Todo tiene dimensiones espectaculares en China. Su población, su industria, su crecimiento económico, sus exportaciones, sus ciudades… Y sus huelgas, también. Así lo demuestra la huelga indefinida de los trabajadores de la empresa de capital taiwanés Yue Yuen Industrial Holdings Ltd., fabricante de calzado para Nike, Adidas, Timberland, Reebok, Asics y New Balance.

Esta compañía, situada en el municipio de Dongguan Gaobu, cuenta con diez factorías que ocupan una superficie de 1,4 millones de metros cuadrados (equivalente a 230 estadios de fútbol) y facturó 5.500 millones de euros en 2013. También es relevante su ubicación en la provincia de Guangdong, epicentro del poderío económico del país, donde se produce la quinta parte de las exportaciones de China. Pero, aún hay otro factor que ayuda a comprender la trascendencia de esta huelga y, sobre todo, las perspectivas que abre en la lucha de clases del gigante asiático. La plantilla está integrada por campesinos que abandonaron sus pueblos al calor del desarrollo industrial de las últimas décadas.

En la ciudad de Dongguan los trabajadores inmigrantes son el 75% de una población de más de ocho millones de habitantes. Los hombres y mujeres de Yue Yuen forman parte de un ejército de más de 250 millones de trabajadores procedentes del medio rural, auténtica columna vertebral del éxito del capitalismo chino. Su disposición a sacrificarse en aras de una vida mejor, ha proporcionado un largo período de estabilidad al régimen. Años en los que capitalistas nacionales y extranjeros han amasado grandes beneficios gracias a unas condiciones de explotación extremas.

Se desata la furia

A principios del mes de abril cayó la gota que colmó el vaso entre los trabajadores de la empresa. Varios obreros recién jubilados se encontraron con que su pensión lejos de sumar los 120 euros esperados, apenas llegaba a los 50. La empresa había cotizado en base al salario base, y no al real, siendo este último muy superior gracias a un extraordinario esfuerzo físico para alcanzar las tasas de productividad, así como a múltiples y extenuantes horas extras. Un trabajo muy duro, tanto por su intensidad, como por el régimen despótico que reina dentro de la fábrica, donde los supervisores gritan y humillan a sus subordinados e imponen un draconiano control de calidad a través de multas.

El 5 de abril, miles de trabajadores de una de las factorías, indignados por lo que consideraban correctamente como una estafa, se pusieron en huelga exigiendo explicaciones sobre las pensiones. La dirección reaccionó aplazando su respuesta al 14 de abril y, ese mismo día, tuvo lugar una gran concentración donde el número de manifestantes y huelguistas se había incrementado ya en muchos miles. El desdén y la provocación autoritaria de la empresa desataron una enorme decepción que se transformó en furia tras una brutal acción policial contra los huelguistas, saldada con decenas de arrestos y muchos heridos. La baza de la represión del régimen no es nueva. En China el derecho a huelga no está reconocido, y los despidos, las detenciones y las palizas, forman parte del combate de los trabajadores contra las fuerzas del estado capitalista chino. En esta ocasión la represión no logró amedrentar a los trabajadores. El 15 de abril, lejos de reiniciarse la producción, el paro se hizo unánime en todas las factorías: más de 40.000 trabajadores se declararon en huelga indefinida.

Con el paso de los días la voluntad de la lucha no cedió, por el contrario: a las reivindicaciones se sumó la demanda de aumento salarial. La noticia corrió como la pólvora y amenazó con echar más leña al fuego en un país en el que las estadísticas de conflictos laborales se han multiplicado por tres en el primer trimestre de 2014. Los dirigentes del gobierno local encabezado por el PCCh, aunque mantuvieron las medidas represivas, comprendieron que éstas no eran suficientes para detener el movimiento y maniobraron “imponiendo” a la empresa una “negociación” con los representantes sindicales oficiales de la Federación Nacional de Sindicatos de China. En realidad, no se trataba de ninguna imposición a la empresa, sino a la plantilla. Esta Federación, controlada por el aparato del Estado, es la única legal y, desde hace décadas, una herramienta para ayudar a la patronal a establecer sus condiciones brutales de explotación contra los trabajadores. El 22 y el 23 de abril comenzó la campaña rompe-huelgas del sindicato oficial, con su propuesta de abonar la deuda contraída a cambio de que los trabajadores también asuman descuentos de su escaso salario para cubrir los “beneficios sociales”.

Corriente huelguística ascendente

La patronal, la policía, el gobierno, los dirigentes sindicales, todo se pone en contra de la plantilla. En su ayuda llegaron dos activistas sindicales, Zhang Zhiru y Lin Dong1, quienes propusieron la formación de un comité de trabajadores elegido directamente por los huelguistas. Inmediatamente son detenidos. Zhiru es liberado dos días después, y respecto a Dong, en el momento de escribir este artículo, no tenemos noticias de que se produjera su liberación. Los días pasan y la represión se endurece, la policía, cada vez más numerosa, entra en las fábricas. Un trabajador explica así la situación en China Labour Bulletin2: “¿Qué puedes hacer si un hombre con escudo, porra y casco está de pie junto a ti?”. La ausencia de un plan de lucha que permitiera responder al frente único formado por los empresarios, el Estado y su policía y el sindicato “vertical”, a través de la extensión de la huelga a la clase obrera de toda la ciudad y la provincia, estanca el avance imparable de los primeros días de movilización. El 25 de abril, después de muchos días de resistencia, la mayoría de los trabajadores aceptaron el acuerdo. Ese día un 80% de la plantilla se reincorpora al trabajo, pero una de las factorías todavía resistirá un poco más.

Sería un error pensar que todo ha vuelto a la normalidad. La lucha no ha conseguido sus objetivos, pero en estas casi tres semanas de huelga y movilización los trabajadores han aprendido mucho, probablemente mucho más que en años. La conciencia de la clase obrera avanza a través de la experiencia, a través de victorias y, también y mucho, de las derrotas. Los trabajadores de Yue Yuen han comprobado en la práctica su fuerza, su capacidad para paralizar la producción. También son más conscientes de sus puntos débiles, saben identificar mejor las dificultades. No pueden confiar en las autoridades gubernamentales, ni en el sindicato oficial, tienen que estar mejor preparados para protegerse de la represión. Necesitan una organización sindical combativa y democrática, controlada por ellos mismos, que evite el aislamiento de la huelga e incorpore a nuevos sectores.

Los trabajadores de Yue Yuen no están solos, forman parte de una corriente más amplia, de la que también forman parte los trabajadores de IBM y los autobuses municipales de Shenzhen, los del astillero de Shengdong, los de la empresa proveedora de Samsung en Dongguan, los de Wal-Mart en Changde… Una corriente que no para de crecer.

1. Son dos dirigentes muy reconocidos por su intento de formar una organización de trabajadores inmigrantes prohibida por el régimen. Actualmente están al frente de una asesoría laboral, una forma organizativa que les permite un cierto grado de legalidad frente a las autoridades.

2. www.clb.org.hk/en/

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