El pasado miércoles 16 de junio el Parlamento griego aprobaba el proyecto draconiano de contrarreformas laborales del Gobierno reaccionario de Nueva Democracia. Un proyecto que, entre otras muchas cosas, establece la jornada laboral de 10 horas, que podrá "acordar" el trabajador individualmente con el empresario a cambio de recuperar posteriormente dicho tiempo en descanso.
Esta brutal contrarreforma rompe con una de las conquistas históricas del movimiento obrero internacional, la jornada laboral de 8 horas. Al mismo tiempo, la nueva legislación establece un incremento legal de las horas extraordinarias hasta 150 al año (en el Estado español son, supuestamente, 80 al año), duras restricciones al derecho de huelga y un rosario de medidas que permitirán multar y perseguir a sindicatos y sindicalistas si convocan “huelgas ilegales”.
Se trata de una ofensiva patronal al más puro estilo Thatcher, que han intentado vender como muy beneficiosa aprobándola de manera simultánea a la llamada "desconexión digital" y normas contra el acoso sexual en los centros de trabajo.[1]
El Gobierno reaccionario de Mitsotakis, en un ejercicio extremo de hipocresía, ha defendido que "el núcleo de esta legislación es favorable a los trabajadores", que "construye un entorno laboral moderno", y que supondrá “establecer algunas normas en la jungla”, argumentando que ya en muchas empresas se incumple sistemáticamente la jornada laboral. Es decir, en lugar de perseguir a los empresarios responsables de estas prácticas, se da carta blanca a sus abusos, se legitima la precariedad como una nueva “forma moderna de vida”, y se aprovecha para poner en el punto de mira el derecho de huelga.
La nueva legislación ha sido recibida desde hace semanas con movilizaciones masivas y huelgas generales contundentes, especialmente en el sector público. El mismo día de la aprobación de la reforma se celebró la segunda huelga general en una semana, que paralizó gran parte del país, con más de 16.000 personas manifestándose frente al Parlamento griego.
¿Una excepción o el ejemplo a seguir en la UE?
Las fuerzas de la izquierda, encabezadas por Syriza, votaron en contra de la contrarreforma. Tsipras señalaba que "mientras la pandemia lleva a gobiernos de todo el mundo a darse cuenta de que la vida humana está por encima de los beneficios, el Gobierno griego se mueve en la dirección opuesta". Sin embargo, el mismo día de su aprobación, la Presidenta de la Comisión Europea realizaba una rueda de prensa en Atenas junto a Mitsotakis para congratularse por las excelentes reformas y planes del Gobierno reaccionario de Nueva Democracia, y para anunciar la aprobación de los fondos europeos que corresponden a Grecia. Toda una declaración de intenciones sobre qué "nuevas" políticas defiende la UE, y qué se requiere a cambio de dichos fondos.
Esta posición por parte de Tsipras y Syriza, intentando diferenciar las decisiones del Gobierno griego de lo que se cuece en la UE o a nivel internacional con Biden, es parte de la bochornosa campaña propagandística desplegada por parte de la socialdemocracia y la nueva izquierda reformista sobre un "cambio de paradigma" ante la nueva crisis capitalista desatada por el Covid. Una campaña que insiste en señalar que los Gobiernos capitalistas, la UE o el G7 han entendido que es necesaria una salida social a la crisis que acabe con una desigualdad lacerante y creciente, pero que realmente solo es pura propaganda para intentar ocultar y embellecer una política que supondrá, como en la crisis de 2008, millones de euros de dinero público para los grandes monopolios capitalistas, y contrarreformas y austeridad para las y los trabajadores.
Tal y como el propio Gobierno griego ha señalado, la aprobación de esta legislación laboral de excepción, propia del siglo XIX, busca aumentar la productividad de la economía, es decir, incrementar los beneficios de los capitalistas a través de una mayor y más feroz explotación de la clase obrera. Esta es la verdadera cara de los planes europeos, y de la resiliencia que tanto está vendiendo el Gobierno PSOE-UP. No es casualidad que se corra un tupido velo ante esta noticia tanto por los medios de comunicación como por las propias organizaciones reformistas.
Los que estamos viendo en Grecia no es más que una confirmación sobre los verdaderos planes del gran capital y sus Gobiernos en todo el mundo, ya sean socialdemócratas o de derechas, de cara a enfrentar la actual crisis económica: más recortes, cientos de miles de despidos en el marco de una reconversión industrial salvaje, devaluaciones salariales y destrucción de los derechos laborales y democráticos.
Syriza asfaltó el camino. ¡Necesitamos una auténtica política revolucionaria!
El pueblo griego se enfrentó con decisión a los planes de austeridad de la Troika, de sus Gobiernos y de sus propios capitalistas. Llenaron las calles con decenas de huelgas generales masivas, derrotaron a los fascistas de Amanecer Dorado, tumbaron a los Gobiernos de la derecha y del PASOK, responsables de estas políticas criminales, y dieron el poder a Syriza, que defendía romper con la austeridad capitalista.
Las masas exigieron una y otra vez llevar adelante una política revolucionaria, tal y como se vio en el referéndum convocado por el Gobierno de Tsipras en julio de 2015 donde fueron rechazados masivamente los planes de la Troika. Sin embargo, en el momento decisivo, Tsipras no cumplió con el mandato del pueblo, y asumió que no había salida más allá que arrastrarse ante los grandes monopolios capitalistas.
Syriza dio la espalda a los resultados del referéndum, y se negó a llevar adelante una política socialista que hubiera cosechado el apoyo entusiasta de la clase obrera y el pueblo griego. Si frente a la humillación impuesta por la Troika, Syriza y Tsipras hubieran apelado a la movilización popular para impulsar la expropiación de los grandes capitalistas nacionalizando las palancas fundamentales de la economía, comenzando por la banca, junto a un llamamiento a las y los trabajadores europeos en solidaridad con la revolución griega y contra la dictadura de la Troika, se habría abierto una senda para un cambio radical. Las consecuencias de su vergonzosa capitulación son hoy nuevos y duros retrocesos para la clase obrera y los oprimidos en Grecia.
Las masas no han dejado por ello de salir a las calle y luchar. No es un capricho, sino una completa necesidad para evitar caer cada día más un poco más en la barbarie. Si algo han demostrado todos estos años muy especialmente en Grecia es el enorme ímpetu de la clase obrera y la juventud, su disposición de llegar hasta el final, y al tiempo la completa incapacidad e impotencia de los reformistas, de los de siempre y de los de nuevo cuño.
Es hora de extraer todas las lecciones de esa amarga experiencia, y levantar una alternativa revolucionaria que convierta la enorme fuerza de nuestra clase en una palanca para la transformación revolucionaria de la sociedad.
[1] Huelga general en Grecia contra la reforma laboral. "¡No seremos los esclavos del siglo XXI!"