¡Después del éxito del 7 de marzo, hacia la huelga indefinida hasta tumbar a Macron!
La huelga general del 7 de marzo ha supuesto un jalón impresionante. Francia ha quedado prácticamente bloqueada, y millones han inundado las calles en 500 manifestaciones multitudinarias por todo el país. Un salto en la movilización que ni siquiera han podido ocultar los medios de propaganda de la burguesía, que ya tienen que admitir abiertamente que el movimiento está más fuerte que nunca.
La huelga ha paralizado completamente centrales nucleares y eléctricas, refinerías, puertos, los ferrocarriles, el metro de París y muchos otros medios de transporte, la recogida de basuras, los medios de comunicación, los institutos y las universidades, e incluso monumentos nacionales como la torre Eiffel o el Palacio de Versalles; en sectores donde hasta ahora había sido más minoritaria, como los funcionarios, o el sector privado, el seguimiento ha sido masivo, destacando especialmente la industria metalúrgica que incluye a empresas decisivas como Airbus o Renault.
La juventud está jugando un papel de primer orden en esta batalla, bloqueando centenares de institutos y decenas de universidades, y enfrentando una feroz represión policial que ha tratado de impedir dichos bloqueos y ocupaciones. Saben que la juventud es la llama de la revolución, y por eso la criminalizan y cargan con fuerza contra ella.
Este formidable levantamiento huelguístico de masas demuestra que hay fuerza para tumbar definitivamente a Macron y sus políticas, y pone en cuestión los pilares del capitalismo francés. El movimiento avanza, se extiende y se fortalece, causando cada vez más terror en el Gobierno y la clase dominante.
Hacia la huelga indefinida renovable
La furia obrera ha desbordado a los propios dirigentes sindicales, planteándose desde abajo, desde los Comités de base y el activismo sindical, especialmente en la CGT, o desde la Francia Insumisa, la necesidad de llevar la lucha mucho más allá impulsando huelgas indefinidas renovables cuya continuación se vote diariamente. El objetivo: paralizar y bloquear completamente la economía, demostrando quién manda realmente en la sociedad; y demostrar que el Gobierno y la patronal están solos y son impotentes frente a la clase obrera organizada en lucha.
Incluso la CFDT, uno de los sindicatos más a la derecha, se ha visto arrastrada en esta estrategia, dejando libertad a sus federaciones para decidir sobre la huelga indefinida renovable, aunque matizando ahora, tras el éxito del 7, que no quieren bloquear el país. La fuerza del movimiento por abajo está imponiendo la unidad sindical pero en la lucha, sin medias tintas, planteando una estrategia ascendente y dificultando que la burocracia sindical de la CFDT pueda descolgarse e intentar frenar el movimiento.
Las huelgas indefinidas renovables se multiplican. Así ha ocurrido ya con las refinerías, por parte de CGT, bloqueadas a partir del 6 de marzo, poniendo en riesgo el suministro de combustible en todo el país y, por tanto, el funcionamiento de toda la economía. Cinco grandes federaciones de la CGT ya han convocado huelgas indefinidas renovables desde el 7 de marzo: el sector químico (refinerías, plásticos, industria farmacéutica, etc.), las minas y el sector energético, los ferroviarios, los puertos y la federación de cerámica y vidrio. También lo han hecho los trabajadores de recogida de basuras y los de las plataformas de reparto (Just Eat, Glovo…).
En el caso del transporte de París o en la SNFC (Compañía nacional de ferrocarriles), la Intersindical ha tenido que convocar huelga indefinida a partir del 7 de marzo. Y lo mismo está ocurriendo en el sector educativo donde en determinadas regiones, como Toulouse o París, también se ha planteado unitariamente la huelga indefinida. Una ola que no cesa y a la que se sumaran en los próximos días más sectores.
En el sector privado, donde hasta ahora las huelgas han sido más limitadas, también está cundiendo el pánico. La dirección de Airbus envió una nota señalando la necesidad de realizar un seguimiento exhaustivo de la actividad de los huelguistas. La Federación de Metalúrgicos de CGT, que afecta a industrias privadas clave como Airbus o Renault, ha tenido que sacar también un comunicado planteando fortalecer y radicalizar el movimiento huelguístico a partir del 7 de marzo, tal y como se hizo “en 1936[1], en 1968[2] y en menor grado en 1995”. Una autentica declaración de intenciones.
Organizar la huelga indefinida de forma militante
El ambiente es tal que ha surgido el debate sobre la posible ocupación de empresas. A partir del día 7, las y los trabajadores se están reuniendo en asambleas generales en sus centros de trabajo para decidir y votar día a día continuar la huelga. Esta estrategia supone además un importante salto organizativo, ya que son los propios trabajadores los que se organizan en el día a día para continuar la batalla, dificultando las maniobras de la burocracia sindical para desactivarla.
Para garantizar el éxito de las huelgas generales renovables es fundamental conformar comités de lucha en cada fábrica y centro de trabajo, en cada instituto y facultad, y promover la ocupación activa de todos estos espacios, desde donde seguir organizando los paros indefinidos.
Hay que establecer piquetes permanentes para garantizar el ejercicio del derecho de huelga frente a las amenazas de los patronos y contra la represión por parte de la policía. Se necesita crear cajas de resistencia potentes recaudando más fondos para los huelguistas (la CGT ya ha logrado más de 600.000 euros y la Francia Insumisa más de 250.000). Hay que extender la autoorganización en los barrios mediante asambleas permanentes, desde donde se impulsen manifestaciones y movilizaciones cada día de huelga que demuestren la enorme fuerza de la clase obrera.
Mélenchon y la Francia Insumisa apuestan por el combate en las calles
El otro aspecto central es que la batalla sindical es cien por cien política, contra la derecha y las contrarreformas que impone el gran capital. Por eso es un paso adelante que Mélenchon y la Francia Insumisa hayan planteado que no solo hay que luchar por la retirada de la reforma sino por la reducción de la edad de jubilación a los 60 años con 40 años de cotización (no 43 como hasta ahora). Y para lograrlo el espacio fundamental es ocupar las calles hasta doblegar a Macron y su Gobierno.
La lucha extraparlamentaria es el factor crucial para imponer una correlación de fuerzas social tan favorable. El hecho de que la Francia Insumisa haya boicoteado abiertamente el tejemaneje parlamentario, impidiendo que se debatiera y se votara el famoso artículo 7 que amplía la edad de jubilación hasta los 64 años es correcto: no se puede aceptar que el Gobierno se base en la supuesta legitimidad del Parlamento para votar una reforma que cuenta con la oposición mayoritaria de la población.
Mélenchon ha señalado que el debate parlamentario es un completo paripé, y que la opinión pública ya ha hablado con contundencia en las calles: la reforma es rechazada por el 72% de los franceses y por más del 90% de los asalariados. Los intentos de Macron de justificar la reforma, señalando que es necesario hacer sacrificios, contrastan con las bajadas de impuestos a las grandes fortunas, con el récord de beneficios de las grandes empresas de la Bolsa francesa (CAC40), 140.000 millones en 2022, o con el aumento de un 30%, más de 100.000 millones, del gasto militar para seguir alimentado las aventuras del imperialismo francés.
La estrategia de Mélenchon, que está contribuyendo a radicalizar y politizar el movimiento, extendiéndolo entre la juventud estudiantil y entre la juventud obrera precaria, construyendo una caja de resistencia para los huelguistas, y organizando movilizaciones y mítines por toda Francia para garantizar que a partir del 7 de marzo se bloquee efectivamente el país, ha levantado una furiosa hostilidad entre la clase dominante. De ahí la campaña histérica desde todos los medios de comunicación burgueses acusándole de irresponsable y de poner en peligro las instituciones.
Al mismo tiempo, la prensa se ha volcado en elogios a Le Pen y la extrema derecha, señalando su papel ejemplar y de oposición responsable a la reforma pero sin estridencias y, desde luego, sin bloquear el debate parlamentario.
¡Por una alternativa revolucionaria con un programa comunista!
Esta campaña de ataques contra Mélenchon y la Francia Insumisa se está apoyando en una parte de sus aliados en NUPES, tanto el moribundo Partido Socialista como los ecologistas o el Partido Comunista, así como en la burocracia de la CFDT y de la CGT, que se han sumado a la campaña contra la estrategia de bloqueo parlamentario.
Un reflejo de la magnitud que ha adquirido el movimiento, de su creciente radicalización, y del terror de todos estos burócratas acomodados ante la perspectiva de una crisis revolucionaria.
Mélenchon y la Francia Insumisa, junto a los movimientos sociales y la izquierda combativa, deben profundizar esta estrategia, extendiendo el movimiento, armándolo políticamente, y confrontando con todos aquellos que están maniobrando activamente para intentar desactivar esta rebelión de la clase obrera y reconducirla a las tranquilas aguas del parlamentarismo burgués y la negociación.
Sin duda, entre miles de activistas sindicales y juveniles las simpatías hacia Mélenchon y los insumisos se han multiplicado. Sobre esta base hay que dar una batalla en el seno de los sindicatos y de los movimientos sociales para imponer la huelga indefinida militante y las ocupaciones con dos objetivos: tumbar la reforma de las pensiones y tumbar a Macron. ¡Es perfectamente posible!
Y para hacerlo hay que levantar una alternativa política revolucionaria que ponga en cuestión el propio capitalismo, que plantee que la única forma de evitar estas contrarreformas y la miseria creciente de la clase trabajadora y la juventud, pasa por acabar con los privilegios y la propiedad de los capitalistas, por nacionalizar la banca y los grandes monopolios y utilizar sus ingentes recursos en beneficio de la mayoría de la sociedad.
Esta lucha cuenta con la simpatía de millones de trabajadores europeos que están padeciendo las mismas contrarreformas, la misma inflación, la misma miseria, y la misma guerra imperialista que tanto está enriqueciendo a los capitalistas. Hoy se levantan los trabajadores ingleses y franceses, pero mañana se sumarán los trabajadores del resto del continente.
Como en 1936, y como en Mayo del 68, la única alternativa es y será la revolución socialista.
Notas:
[1] Se refieren al levantamiento revolucionario de junio de 1936, una oleada huelguística con ocupaciones de fábrica que puso contra las cuerdas al capitalismo francés.
[2] El famoso Mayo del 68, la mayor huelga general revolucionaria de la historia de Francia, que también estuvo a punto de acabar definitivamente con el sistema capitalista.