Durante la última década hemos visto el renacer de la lucha de clases en América Latina con procesos revolucionarios como el que vive Venezuela y también una radicalización de las formas de lucha de la clase obrera, entre ellas las ocupaciones de fábrica como manera de presión ante los ataques de los empresarios. Trotsky, en su magnífica obra El programa de transición, explica cómo "las huelgas con ocupación de fábrica (...) rebasan los límites del funcionamiento normal del régimen capitalista (...) la ocupación temporal de las fábricas es, en sí misma, un golpe al fetiche de la propiedad capitalista. Cada ocupación plantea en la práctica el problema de quién manda en la fábrica, el capitalista o los obreros".
Durante la última década hemos visto el renacer de la lucha de clases en América Latina con procesos revolucionarios como el que vive Venezuela y también una radicalización de las formas de lucha de la clase obrera, entre ellas las ocupaciones de fábrica como manera de presión ante los ataques de los empresarios. Trotsky, en su magnífica obra El programa de transición, explica cómo "las huelgas con ocupación de fábrica (...) rebasan los límites del funcionamiento normal del régimen capitalista (...) la ocupación temporal de las fábricas es, en sí misma, un golpe al fetiche de la propiedad capitalista. Cada ocupación plantea en la práctica el problema de quién manda en la fábrica, el capitalista o los obreros".
Esta forma de lucha es un reflejo de la creciente radicalización de la clase obrera y comienza a verse en los países capitalistas desarrollados. El año pasado en Chicago fueron los trabajadores de la empresa Republic of Windows, inspirados por la experiencia de Inveval en Venezuela, quienes ocuparon la empresa, pero ahora vemos ejemplos también en Europa, que aunque aún esporádicos y aislados, son una expresión del renacer de la lucha de clases en el viejo continente.
En Irlanda la fábrica Waterford Crystal estuvo ocupada durante siete semanas por más de 300 trabajadores y con asambleas en las que participaban más de 800, el objetivo era salvar 480 puestos de trabajo y el dinero de su fondo de pensiones. En Francia, 200 trabajadores de FCI Microconnections en Mantes-la-Jolie (cerca de París) protagonizaron una ocupación que duró 45 días, incluso llegaron a mantener retenidos durante algunas horas a tres directivos de la empresa como una manera de presión mientras los dirigentes sindicales negociaban con los propietarios. El secuestro de empresarios o directivos por parte de los trabajadores se ha convertido ya en algo habitual en Francia, durante los últimos meses ha sucedido en Sony, Caterpillar, 3M, Scapa, Faurecia, Conforama, BPR y el último caso ha sido Molex.
Hemos visto ejemplos similares en Alemania, donde cien trabajadores de HWU, un fabricante de componentes automovilísticos para Chrysler, ocuparon la fábrica nada más anunciarse el cierre de la empresa. En Ucrania ha habido algunos casos, aunque el más conocido ha sido la ocupación de Kherson, el mayor fabricante de maquinaria agrícola del país. En esta empresa los trabajadores eligieron un consejo obrero que se hizo cargo de la dirección de la empresa y su principal reivindicación era la nacionalización bajo control obrero.
El ejemplo más reciente es la lucha de los trabajadores de Visteon, un fabricante de componentes automovilísticos para Ford, en este caso ocuparon tres fábricas: Enfield, Basildon y Belfast. La empresa pretende despedir a 600 trabajadores y con indemnizaciones ridículas.  La lucha de los trabajadores de Visteon, como en el caso de Waterford y el resto de empresas ocupadas, ha generado una enorme simpatía en toda Gran Bretaña y se ha transformado en un ejemplo para el resto de los trabajadores.

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