En Italia se está gestando un ambiente de contestación social muy profundo, alimentado no sólo por los efectos generales de la crisis sino por el carácter particularmente reaccionario y corrupto del gobierno Berlusconi y la dura ofensiva de la patronal, que ha llegado al extremo de romper unilateralmente, en septiembre de 2010, el convenio colectivo del sector del Metal. El 16 de octubre, 500.000 trabajadores italianos inundaron las calles de Roma convocados por la Federación del Metal (FIOM) del principal sindical del país (CGIL) contra este atropello y los planes de ajuste.
Efervescencia social y oposición sindical en la CGIL
El enfrentamiento interno en la CGIL entre un sector que se aferra al sindicalismo de pactos y consensos con la burguesía (la nueva secretaria general de la CGIL, Susana Camuso, ha señalado que "una CGIL de oposición no es útil") y otro sector, aglutinado en torno a la FIOM, que se da cuenta de la necesidad de un giro a la izquierda,es una realidad. El 8 de noviembre su comité central aprobaba un documento en el que exigía a la CGIL salirse de la negociación con el gobierno y la patronal (está encima de la mesa un acuerdo sobre productividad que contempla contratos con periodos de prueba de un año, la posibilidad de eliminar los límites al encadenamiento de contratos temporales, y el aumento del 50% de lo que pagan los trabajadores a la seguridad social) y proponiendo la convocatoria de una huelga general, que podría desembocar en un movimiento que hiciera caer al gobierno. Para dar cauce de forma controlada a la presión que existe en sus bases, la CGIL convocó una nueva marcha a Roma el 27 de noviembre, que fue masiva.
Esta convocatoria coincidía con la entrada en escena de los estudiantes (contra los recortes en la educación pública y la "reforma Gelmini"), con un movimiento muy participativo, masivo y con una clara orientación hacia el movimiento obrero, y cuyo punto álgido se produjo el 30 de noviembre con más de 400.000 estudiantes en las calles. En este clima de contestación social, los trabajadores inmigrantes, también han salido a luchar. En la ciudad de Brescia, en octubre, se manifestaron exigiendo permisos de residencia, el fin de las agresiones racistas, respaldo legal a aquellos que denuncien a su patrón por no hacerles contrato, derecho de voto, etc. Allí y en Milán hubo manifestaciones de solidaridad por parte de los trabajadores italianos.
La efervescencia social ha continuado durante el mes de diciembre y a lo largo de 2011, con manifestaciones exigiendo la dimisión de Berlusconi por su implicación, entre otros, en casos de prostitución de menores, y una nueva convocatoria de huelga general del sector metalúrgico el 28 de enero por parte de la FIOM.
Huelga general del Metal y referéndum en Fiat - Mirafiori
El 23 de diciembre, FIAT de Mirafiori (Turín) firmaba un acuerdo con algunos sindicatos, rompiendo con el convenio nacional del metal, como ya hizo meses atrás en su planta de Pomigliano (Nápoles), y que se llevaría a referéndum el 13 y 14 de enero. La FIOM se opuso radicalmente y convocó huelga general del sector, que a pesar del boicot y silencio informativo del que ha sido rodeada, tuvo un seguimiento cercano al 80%, según el sindicato, y decenas de miles de trabajadores salieron a la calle en 20 ciudades, exigiendo la convocatoria de una huelga general a la CGIL.
FIAT pretende una verdadera vuelta a las condiciones laborales del siglo diecinueve. La patronal y la burguesía italiana quieren evitar cualquier respuesta por parte de los trabajadores que le impida, en esta situación de crisis y competencia brutal por el mercado, mantener sus posiciones. Para ello, la existencia de sindicatos, en sí misma, es un obstáculo. Más, si alguno ha decidido dar la batalla.
Con el nuevo convenio de empresa en Mirafiori, que entrará en vigor en 2012, se amplía un turno más de trabajo semanal, habrá tres turnos diarios de ocho horas, y la posibilidad de dos turnos diarios de diez horas seis días a la semana. Extiende el número máximo de horas extras por trabajador de 40 a 120 horas anuales, se reduce de 40 a 30 minutos diarios las pausas por descanso, se podrá no pagar los primeros días de baja por enfermedad en algunos casos. El trabajador no podrá hacer huelga contra lo firmado, a riesgo de ser sancionado e incluso despedido por infringir su contrato. Pero, aún hay más, los sindicatos que no hayan firmado (es decir, la FIOM, que es mayoritario en FIAT) no tendrán derecho a representación sindical. Si alguno de los sindicatos firmantes protestara contra el acuerdo, la empresa podría negarle el derecho de convocar asambleas de fábrica o no reconocer las horas sindicales de sus delegados.
A pesar de todas la dificultades que han soportado: chantaje patronal, si no se aprobaba el acuerdo se deslocalizaría la planta; una crisis económica golpeando duramente, sólo en Turín el año pasado crecieron los embargos de casas en un 54,8%; la posición pro patronal de la dirección del Partido Democrático, el candidato a alcalde de Turín por el PD y el actual alcalde de la ciudad, entre otros muchos miembros del partido han defendido el "sí" en Mirafiori; y el abandono por parte de la dirección de la CGIL, que con la boca pequeña ha apoyado el "No", pero que se ha negado, no una sino varias veces, a extender el conflicto del Metal convocando una huelga general, y que le exige a la FIOM aceptar el acuerdo para poder recuperar su representación... Insistimos, a pesar de todo esto, en el referéndum, donde participó el 96% de la plantilla (unos 5.500), los trabajadores dieron un ejemplo de dignidad. El "no" obtuvo el 45% de los votos, mientras que el "sí" obtuvo un 54%, (ganó por 400 votos y gracias al voto de oficinas, en parte jefes), ya que en la cadena de montaje los obreros dijeron mayoritariamente "no".
Estas condiciones laborales "esclavistas" abren la puerta a un mayor endurecimiento de la lucha de clases y un estallido social que ningún convenio de empresa podrá frenar.