Al mismo tiempo que la llama de la revolución en el mundo árabe sigue extendiéndose a otros países, miles de jóvenes y trabajadores, aprovechando la caída o el debilitamiento de las dictaduras, intentan desesperadamente cruzar el mar Mediterráneo en busca de una vida mejor. En los medios de comunicación se nos repite machaconamente la idea de la “colaboración” de los gobiernos europeos en la “transición democrática” de estos países. Sin embargo, se oculta deliberadamente cómo es la situación de estos miles de inmigrantes una vez llegados a territorio europeo y cuál es el destino que les depara.
Infierno en Lampedusa
En este momento el punto fronterizo más “caliente” se encuentra en la pequeña isla italiana de Lampedusa, ubicada a 205 kilómetros de la isla de Sicilia y a 113 de Túnez. Con sólo 20 km2 de superficie, de enero a marzo ha recibido 10.000 inmigrantes. Según fuentes del ministro italiano de Interior, Maroni, en lo que va de año han llegado cerca de 25.000 inmigrantes a las costas italianas. A principios de marzo llegaron 17 barcos con 1.600 inmigrantes en tan sólo 48 horas. Otros ni siquiera tocaron tierra. La cifra total a nivel oficial es de unos 13.000 muertos intentando cruzar el Mediterráneo entre 1988 y 2008. Pero seguramente serán muchos miles más, ya que muchos naufragios son desconocidos.
A los que llegan a Lampedusa, les espera hacinamiento, malos tratos, condiciones inhumanas y en muchos casos la repatriación. La isla sólo tiene capacidad para albergar a 850 inmigrantes. Más de 3.000 personas durmieron al raso y descubiertas durante varias noches en pleno marzo. El gobierno italiano viene endureciendo las leyes migratorias y aplicando una política de mano dura, creando más centros de internamiento desperdigados por la península. Ahora aprovechan esta situación para hablar de un “éxodo”, una “invasión”, incluso de hinchar algunas cifras para presionar al resto de gobiernos y exigir millones de euros para evitar una “catástrofe humanitaria”. Berlusconi incluso amenazó con la salida de Italia de la UE: “Si no se alcanza un acuerdo concreto sobre inmigración, es mejor separarse y que volvamos cada uno a nuestro sitio”. En el momento de escribir estas líneas el gobierno francés bloqueaba la entrada de trenes con inmigrantes provenientes desde Italia rompiendo, en la práctica, los acuerdos europeos sobre inmigración y contribuyendo a una crisis brutal en el seno de la UE. El ministro de Interior del gobierno español, Alfredo Pérez Rubalcaba, se ha opuesto a que los miles de inmigrantes llegados en las últimas semanas puedan obtener acogida temporal de un año dentro de la UE (previsto en la normativa actual). En cambio dijo que sí acogerán entre 75 y 100 refugiados libios y subsaharianos: “El grueso de los casi mil inmigrantes de Malta provienen de Libia y tienen derecho a asilo en Europa (…) en cambio la mayoría de los llegados a Italia son inmigrantes ilegales procedentes de Túnez” (El País, 11/04/11). Como se puede ver con las elecciones del 2012 a la vuelta de la esquina todos los gobiernos y partidos políticos juegan la baza de la “inmigración descontrolada” sin importarles en lo más mínimo la vida de miles de seres humanos.
Los “gendarmes” de Europa
La hipocresía de los imperialistas no tiene límites. El líder del partido derechista Liga Norte, Umberto Bossi, ha expresado sus diferencias en cuanto a la participación italiana en la intervención bélica en Libia de una manera muy clara, desvelando los auténticos intereses detrás de la operación militar: “Los franceses y los ingleses se quedarán con el petróleo y a nosotros, que somos especialistas en que nos den por ese sitio, nos vendrán millones de inmigrantes”.
Estos cínicos, hasta hace muy poco no sólo apoyaban regímenes brutales sino que mantenían acuerdos muy lucrativos que ahora se ven semiparalizados por la acción de las masas árabes. A cambio de “controlar la inmigración ilegal” la dictadura de Gadafi recibió de los capitalistas italianos bombas, torpedos, aviones y equipos electrónicos de guerra por valor de 112 millones de euros en 2009. ¿En qué consistía este “control”? La creación de “centros de acogida” en Túnez y Libia. Ben Ali ayudó a construir 13 de estos centros que funcionaban como cárceles clandestinas. En la ciudad de Misrata el régimen libio mantenía uno de los centros más atroces de todo el mundo árabe donde los inmigrantes eritreos y etíopes, especialmente las mujeres, sufrían torturas y vejaciones sexuales.
Otro de los acuerdos fundamentales es la fijación de “cuotas” de inmigrantes que podían ingresar en territorio europeo. Los expulsados de territorio europeo ingresaban en los centros y posteriormente eran “repatriados”, es decir, abandonados en la frontera con Argelia y luego en medio del desierto en Mali o Mauritania. Todos los regímenes, desde Egipto hasta Marruecos, actúan de la misma manera. Esta es la forma en que el capitalismo “resuelve” el “problema” de la inmigración.
Para tener una visión mucho más amplia hay que conocer los diferentes dispositivos aprobados por la “democrática” UE en materia de “lucha contra la inmigración ilegal”. Uno de ellos fue el llamado espacio de Schengen que fija una frontera exterior en el conjunto de los países europeos y que luego fue ampliándose a los países del norte de África. La agencia Frontex1 que recibe unos 35 millones de euros anuales es la encargada de la “gestión de las fronteras”, es decir de la vigilancia y ejecución de las normativas. Para no mancharse las manos, los imperialistas europeos apoyaron, financiaron y armaron a los regímenes árabes para que hicieran el trabajo sucio. Este proceso de “externalización de las fronteras” consiste en hacer más largo, peligroso y caro el trayecto para los miles de inmigrantes que huyen de la miseria, alimentando todo tipo de mafias en connivencia con gendarmes y policías fronterizos. Todo esto con el auspicio de los gobiernos europeos y pagados con millones de euros de dinero público. Este plan es reforzado por operativos militares como los proyectos Seahorse y Atlantis, financiados por la UE y gestionados por la Guardia Civil en colaboración con las autoridades de cada zona que se encargan de patrullar las costas africanas.
Barbarie en el corazón de Europa
Los llamados Centros de Internamiento para Extranjeros (CIEs) se multiplican todos los años y en ellos malviven decenas de miles de trabajadores, jóvenes parados, mujeres y hasta niños. En estas cárceles clandestinas, auténticos campos de concentración modernos, los inmigrantes del siglo XXI sufren en períodos de hasta 60 días abusos de todo tipo, hacinados en celdas minúsculas o en grandes pabellones, durmiendo en el suelo, haciendo sus necesidades en los rincones, sin recibir atención médica, alimentados con comida en mal estado, viviendo entre ratas y basura, padeciendo insultos raciales, violaciones y torturas.
En el Estado español existen unos veinte centros de este tipo habilitados en lugares inimaginables: campamentos en pistas de aterrizaje, restaurantes u hoteles abandonados, antiguas fábricas, naves sin utilizar, cuarteles de la policía, etc. Los CIEs nacieron a partir de la promulgación de la Ley de Extranjería en el año 1985. Son centros de carácter no penitenciario, es decir que no cuentan con una normativa reguladora precisa y detallada por una Ley Orgánica y un Reglamento, que determinen su régimen interior. La ausencia de normativa de algo tan elemental como las infracciones y sanciones de los internos ha propiciado una absoluta discrecionalidad, pues habilita al director del centro para imponer medidas correctivas a los internos que no respeten las normas, sin haberse especificado previamente cuáles son éstas.
En un demoledor informe2 publicado por SOS Racismo a finales del año pasado se da cuenta de la verdadera situación de los inmigrantes en estos centros, muy lejos de la propaganda oficial del Gobierno. El 40% de las personas entrevistadas denuncia malos tratos y el 4% torturas. Sólo el 42% conoce a su abogado y cómo contactar con él. El 17,5% no tiene contacto con allegados fuera del centro. Esta situación de aislamiento hace que el 2% reconozca tener una intención clara de suicidio.
La respuesta colectiva de los inmigrantes en estos centros no se hizo esperar y desde principios de los años 90 vienen protagonizando fugas colectivas, huelgas de hambre y hasta motines. Diferentes colectivos en los que participan inmigrantes con trabajadores y jóvenes nativos organizaron manifestaciones y protestas frente a los centros para denunciar sus condiciones y exigir a los responsables políticos sus cierre definitivo.
Defendernos con la unidad
de nuestra clase y un programa revolucionario
La actitud de los gobiernos europeos sean de derechas o de “izquierdas” está siendo la misma: utilizar a los inmigrantes como chivo expiatorio de una crisis que no hemos creado los trabajadores. Día a día queda claro que la estamos pagando con más retrocesos en nuestras condiciones de vida, así como en nuestros derechos democráticos. El contexto de crisis del capitalismo sin precedentes obliga a las diferentes burguesías a aplicar planes de ajuste, volcar todo el peso sobre la espalda de la clase obrera y prepararse para la lucha de clases más encarnizada. Engrasar los mecanismos de represión es vital para mantener sus beneficios y ahí es donde el endurecimiento de las leyes migratorias, la utilización del racismo para dividirnos y el fortalecimiento de los cuerpos de seguridad son fundamentales. El gobierno de Zapatero, al igual que sus homónimos europeos, ha anunciado nuevas medidas contra la “inmigración ilegal”. La vergonzosa actitud de los dirigentes sindicales, claudicando antes de luchar, les está dando margen para aplicar sus medidas.
Los trabajadores y los jóvenes tenemos que prepararnos para lo que se viene y reforzar nuestros lazos con nuestros hermanos de clase sin importarnos raza, color o religión. El ejemplo de lucha, unidad de clase e internacionalismo de las masas árabes es inspirador a la hora de entender la caída de dictaduras monstruosas y la conquista de derechos impensables hasta hace pocas semanas. Ése debe ser nuestro camino para enfrentarnos a los ataques y retrocesos que nos quieren imponer. Para ello hace falta una organización con un programa revolucionario que cuestione los pilares del sistema capitalista y acabe con la esclavitud y la barbarie.
¡Basta de persecución a los inmigrantes! ¡Por el cierre de todos los centros de internamiento!
¡No a la Ley de Extranjería!
¡Plenos derechos para los
trabajadores extranjeros!
¡Por la unidad de los trabajadores frente a la dictadura del capital!
¡Nativa o extranjera,
la misma clase obrera!
1. Agencia Europea para la Gestión de la Cooperación Operativa en las Fronteras Exteriores de los Estados miembros de la Unión.
2. Titulado Conversaciones junto al muro, se enmarca en el estudio europeo Devas que el servicio Jesuita a Refugiados inició en 2008 y basado en más de un centenar de entrevistas a inmigrantes y funcionarios de los centros de Aluche (Madrid), Capuchinos (Málaga) y Zapadores (Valencia).