El 2 de mayo el gobierno norteamericano anunció al mundo la muerte de Bin Laden después de una rocambolesca operación secreta llevada a cabo por sus servicios secretos en Pakistán. Según se desvelaban detalles de la operación, más se parecía a una mala película de espionaje. Al principio, la administración estadounidense dijo que había sido una tarde muy complicada porque se encontraba oculto en el interior del país, después se supo que Bin Laden se “ocultaba” muy cerca de Rawalpindi, el centro de los servicios secretos y militares paquistaníes, y a pocos kilómetros de la capital Karachi.

¿Cómo es posible que los poderosos servicios secretos paquistaníes, el infame ISI, no se percatasen de su presencia? Evidentemente, porque Bin Laden contaba con la protección de un sector del aparato el estado pakistaní. Es vox pópuli que un sector importante de los servicios secretos y del ejército pakistaníes financian y apoyan a los talibanes.

Más tensiones con Pakistán

Zardari, el primer ministro paquistaní, mostró su satisfacción por la muerte de Bin Laden, pero después otros miembros del gobierno manifestaron su malestar ante lo que representa una violación de su soberanía. Esta operación agudiza las enormes tensiones políticas que existen entre EEUU y Pakistán, que alcanzaron su punto álgido el pasado mes de octubre, cuando el ejército paquistaní disparó contra un convoy norteamericano cuando éste se disponía a realizar una de las numerosas incursiones estadounidenses en la Frontera Noroccidental, y que han provocado ya cientos de muertos.
Las diferencias entre los dos países se han agudizado aún más después de que hace unas semanas se profundizara el acercamiento entre Pakistán y China, el gran rival de EEUU en la región. Pakistán y China acaban de firmar un acuerdo comercial mediante el cual fabricarán conjuntamente aviones de combate, además China ha aceptado el ofrecimiento paquistaní de tomar el control del recién construido puerto de Gwadar (Baluchistán), no sólo podrá convertirse en una base naval china, sino que además se encuentra en un lugar estratégico para el transporte de crudo y gas desde Oriente Medio hacia China. Por si esto fuera poco, Zardari acaba de visitar Moscú para fortalecer también las relaciones comerciales. Todo esto significa más tensiones en una región que potencialmente es un polvorín.
El gobierno norteamericano ha utilizado el asesinato de Bin Laden para lanzar una campaña propagandística destinada a justificar su política exterior imperialista. Para la clase dominante estadounidense ya tienen razón de ser las guerras de Iraq y Afganistán. La desaparición de Bin Laden proporciona ahora a EEUU y a sus socios de la OTAN, la oportunidad de salir de Afganistán y presentar una derrota como una “victoria”, aunque, como en el caso de Iraq, no hayan conseguido ni uno solo de sus objetivos y dejen tras de sí una situación de caos absoluto. La administración norteamericana ya ha manifestado su intención de continuar con su “guerra contra el terror”, es decir, con su agresiva política imperialista allí donde sus intereses estén en juego. Y, como ya es habitual, con la excusa de una posible represalia del terrorismo islámico, Obama ha aprovechado para ampliar la Ley Patriótica hasta 2015, esta ley fue aprobada por la administración Bush y recorta los derechos civiles.

Más recortes sociales en EEUU

No podemos pasar por alto las fechas elegidas para esta operación militar. No es casualidad que se llevara a cabo la misma semana en que el Congreso norteamericano aprobaba el mayor recorte presupuestario de la historia. Sólo para lo que queda de año el gobierno pretende recortar 61.000 millones de dólares. Como publicaba el editorial de The New York Times: “Si no estaba claro antes, es obvio que ahora el partido (Demócrata) está totalmente dedicado a un proyecto para desmantelar las bases del New Deal y de la Gran Sociedad, para liberar a las empresas y a los ricos de los inconvenientes de la inspección y los impuestos” (17/4/11).
Todo está bajo ataque: educación, sanidad, vivienda, ayudas a los pobres y derechos sindicales. Esta política draconiana deteriorará aún más las condiciones de vida de millones de norteamericanos. En los últimos años hemos visto numerosos signos de un profundo malestar de las familias obreras en EEUU. El acontecimiento más significativo han sido las recientes e históricas movilizaciones, entre otros, del Estado de Wisconsin. Es verdad que los días que siguieron al asesinato de Bin Laden se vieron muestras de júbilo en las calles; sin embargo eso no ha evitado que miles de estudiantes y trabajadores hayan salido a la calle en California, Nueva York, Michigan o Detroit para protestar contra los recortes de los gastos sociales, los ataques a la educación y a los derechos sindicales. Tampoco ha terminado la lucha de los trabajadores de Wisconsin, el pasado 14 de mayo más de 20.000 personas se manifestaron en Madison bajo la consigna “La lucha no ha terminado” y han conseguido una primera victoria, cuando una jueza ha declarado ilegales las medidas antisindicales propuestas por el gobernador.
El asesinato de Bin Laden no va a traducirse en una mayor estabilidad de las relaciones internacionales, ni siquiera en un debilitamiento del terrorismo islamismo, que en todo caso si ha bajado su protagonismo en la escena mundial se debe a la irrupción de las masas en el mundo árabe donde, por cierto, el integrismo no ha jugado ningún papel. Mucho menos estabilidad va a conseguir en su propia casa, donde la lucha de clases sigue su avance inexorable.

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