15.000 manifestantes en Tel Aviv contra el ataque a la flotilla humanitaria
El salvaje abordaje de la flotilla de ayuda humanitaria a Gaza, con el resultado de nueve muertos, ha hecho más por popularizar la causa del pueblo palestino que mil cohetes lanzados desde territorio gacetí a los pueblos israelíes. Ante las masas toda la propaganda sionista e imperialista se ha ahogado ante la realidad del drama palestino. Un millón y medio de población árabe se hacina en uno de los territorios más densos del mundo, sin suficiente infraestructura industrial, social, sanitaria o de cualquier otro tipo, y sometido a un feroz bloqueo terrestre, naval y aéreo del Ejército israelí.

15.000 manifestantes en Tel Aviv contra el ataque a la flotilla humanitaria

La estupidez de la clase dominante israelí supera toda previsión. El salvaje abordaje de la flotilla de ayuda humanitaria a Gaza, con el resultado de 9 muertos, y la iniciativa y determinación de activistas de todo el mundo, han hecho más por popularizar la causa del pueblo palestino que mil cohetes lanzados desde territorio gacetí a los pueblos israelíes. Ante las masas toda la propaganda sionista e imperialista se ha ahogado ante la realidad del drama palestino. Un millón y medio de población árabe se hacina en uno de los territorios más densos del mundo, sin suficiente infraestructura industrial, social, sanitaria o de cualquier otro tipo, y sometido a un feroz bloqueo terrestre, naval y aéreo del Ejército israelí. En la práctica, Israel mata de hambre y enfermedades, poco a poco, silenciosamente, a miles de palestinos. El bloqueo no es un castigo a Hamás, sino a toda la población gacetí, de hecho se inició antes de la formación del Gobierno islamista en la Franja.

Una oleada de solidaridad y movilización está recorriendo el mundo. En los países árabes, en Turquía, en Europa. El blanco de las críticas no es sólo el sionismo, es también la colaboración de la mayoría de gobiernos de la zona, gobiernos proimperialistas, que comercian con Israel. Y no sólo es una cuestión mercantil, sino política; los sionistas siempre han respaldado a los sectores más reaccionarios de la clase dominante, sea el régimen de apartheid en Sudáfrica o las brutales dictaduras militares de América Latina (por cierto, a la vez esos regímenes utilizaban una verborrea antisemita). Los reaccionarios gobiernos burgueses y proimperialistas de Arabia, de Jordania o de Egipto no son una excepción. Encubrir la complicidad del egipcio Hosni Mubarak (corresponsable del bloqueo a Gaza con Israel), y la temperatura social en su país, le han obligado a abrir temporalmente el paso de Rafá, el único de Gaza que da a un país distinto a Israel.

Lejos de amilanar a los activistas en contra del bloqueo a Gaza, la sangrienta operación de piratería del sionismo les ha animado a organizar más flotillas. En estos momentos, y a pesar de la supuesta eliminación del bloqueo, anunciado por el Gobierno israelí, continúan los preparativos de varias flotillas de ayuda humanitaria. Cuando salga este artículo, una de ellas, organizada por la Media Luna Roja (equivalente a la Cruz Roja en los países musulmanes), en Irán, seguramente ya haya partido. Otra se está organizando en Líbano. Pero quizás la que tenga mayor significación política es la que saldrá de un país mediterráneo sin especificar, fletada por varios grupos judíos, entre ellos Judíos Europeos por una Paz Justa. Esta organización está integrada en la Red Internacional Judía Antisionista. Algunos de los fundadores de esta red son supervivientes del terror nazi, y participantes en la Resistencia antifascista. Les damos la palabra: "Somos una red internacional de judíos incondicionalmente comprometidos con las luchas de emancipación humana, de las cuales la liberación de los habitantes de Palestina y de su tierra es una parte primordial (...). Judíos participaron prominentemente en la lucha de los trabajadores durante la depresión americana, en el movimiento de los derechos civiles, en la lucha en contra del apartheid sudafricano, en la lucha contra el fascismo en Europa y en muchos otros movimientos por el cambio social y político. La histórica y progresiva limpieza étnica de la población palestina de sus tierras por parte del Estado de Israel contradice y traiciona esta larga historia de participación judía en luchas de liberación colectivas". Como hemos insistido una y otra vez, la opresión nacional del pueblo palestino también implica un presente de guerras, militarismo, alienación ideológica, y explotación de clase, para la mayoría del pueblo israelí. Y, por supuesto, tampoco da ningún beneficio a la gran mayoría de las masas judías diseminadas por el mundo. Los mejores elementos del pueblo judío, de Israel o de fuera, inevitablemente se rebelan ante el sionismo.

La manifestación de Tel Aviv

Más importancia tiene lo que ocurra dentro de las fronteras israelíes. Una marea de 15.000 manifestantes, judíos y árabes, desfilaron por Tel Aviv desafiando al Estado israelí (hasta el Tribunal Supremo ha tenido que reconocer que el derecho de manifestación está más en peligro que nunca con el actual Gobierno). Pese al clima de histeria chovinista fomentado por los medios de comunicación, y pese a los grupos fascistas que intentaron reventar la manifestación, incluso tirando una granada de humo, se manifestaron contra el asalto a la flotilla y por aprobar sanciones a Israel. Los fascistas destrozaron bares y comercios al no poder atacar a los manifestantes. La manifestación estaba convocada por el Partido Comunista de Israel y Hadás (Frente Democrático por la Paz y la Igualdad, coalición entre el PCI y los Panteras Negras -grupo de judíos mizrahis, miembros de generaciones asentadas en Asia y África, y discriminados por el Estado-). Posteriormente, se unieron a la convocatoria organizaciones pacifistas y de la izquierda sionista, como Paz Ahora y el partido Meretz.  El PCI es el principal partido de izquierdas israelí, acogiendo en su seno a judíos y palestinos.

La sociedad israelí se ha visto también conmocionada por la masiva manifestación de haredim (ultraortodoxos) askenazis (procedentes de Europa), reclamando la separación de sus escolares de las de las familias sefardíes, consideradas más influidas por el laicismo y por la cultura árabe, e históricamente discriminadas. Aunque el movimiento haredim es un grupo de presión poderoso y mimado, no son más que el 10% de la población, que mayoritariamente está harta de las imposiciones fanáticas de este grupo.  

La tendencia inherente al sionismo de solucionar todo con más violencia crea problemas al imperialismo americano, obligado a defender (más allá de diferencias cada vez más estridentes) la actuación de Israel. Ante las masas no puede dejar de ser llamativa la diferencia en el tratamiento a los sionistas y a regímenes no controlados por Estados Unidos. Irak fue invadida supuestamente por ocultar armas de destrucción masiva (tan eficaces, que se evaporaron sin dejar rastro); Afganistán, por estar detrás, presuntamente, del 11-S; Irán es sancionada, y amenazada, por intentar poseer armas nucleares (armas que pueden poseer o pretender los aliados de Estados Unidos, como Israel, Egipto, India...); por no hablar del criminal bloqueo a la Revolución Cubana, y del sabotaje a la revolución venezolana... Pero Israel puede ocupar territorios palestinos; organizar operaciones de exterminio como las matanzas de Sabra y Chatila en Líbano en los 80, o la de Gaza hace más de un año; o asaltar barcos en aguas internacionales, sin que tenga consecuencias. Es la doble vara de medir del imperialismo. No van a sancionar al sionismo, ni romper con él, pero se ven obligados a aparentar un distanciamiento de sus métodos más extremos. Sus presiones han determinado dos efectos:

Supuestas concesiones de Israel

  1. El alivio del bloqueo a Gaza. No se trata de la eliminación del bloqueo, ya que sólo se dejan pasar productos de alimentación y medicinas muy determinadas. Nada de material de construcción, vital para el desarrollo de una zona poblada de infraviviendas. Además, el pase de determinados productos, de elaboración israelí, tiene un efecto perverso: arruina a productores locales, deprimiendo más aún la débil economía gacetí. Al final, mientras Israel mantiene el castigo colectivo a Gaza, la recupera como mercado rehén. Por otra parte, el grifo del bloqueo sigue en poder de los sionistas (y del Gobierno egipcio); ahora lo abren ligeramente... ¿cuánto tardarán en cerrarlo? Buscarán cualquier excusa para hacerlo.
  2. La creación de una comisión interna de presunta investigación del asalto al Mavi Marmara. Esta comisión nace muerta, ya que es una respuesta de imagen a la exigencia de crear una comisión internacional independiente. La comisión israelí no tendrá poder para interrogar a los militares participantes, no podrá acusar a nadie de nada, no tendrá potestad de nada. Para cubrir las apariencias, tendrá dos miembros extranjeros, que no tendrán derecho a voto; vamos, que son floreros, y además bastante feos (son dos conspicuos reaccionarios: David Trimble, el unionista del Ulster, y Ken Watkin, general canadiense implicado en un escándalo de torturas a supuestos talibanes). Por su parte, ni la ONU ni ninguna instancia internacional podrá ni querrá organizar una investigación objetiva.

En estos momentos, la situación está muy abierta. Estas aparentes concesiones de Israel no implica necesariamente un enfriamiento del ambiente. El sionismo puede tener la tentación de desviar la atención con alguna nueva aventura militarista. En la diana están Irán y sus plantas de procesamiento de uranio. El periódico británico The Guardian ha informado de que Estados Unidos ha llegado a un acuerdo con Arabia para que los aviones israelíes puedan acceder por allí al territorio iraní, y bombardear esas plantas como en 1981 bombardeó un reactor nuclear iraquí. Por otra parte, una flotilla (ésta nada humanitaria), formada por un portaviones y una decena de buques de guerra USA, más, al menos, un barco israelí, se encamina en dirección al Golfo Pérsico, según informaciones del diario británico en lengua árabe Al-Quds Al-Arabi. Se trata de un acto bélico de intimidación, y tampoco se puede descartar que vaya al encuentro de la flota humanitaria iraní.

Guerras, opresión de los árabes, y explotación de clase disfrazada bajo la unidad nacional judía. Esto es lo que depara, en la zona, el capitalismo y el imperialismo. Pedir a los Gobiernos burgueses boicot, o cualquier medida de sanción a Israel, está llamado al fracaso. ¿Qué hacer entonces? Ni los cohetes Kassem, ni el programa integrista de Hamás, ni la predisposición a la conciliación de la dirección de Al Fatah, han hecho tambalear el Estado sionista. Sólo la lucha de los trabajadores en todo el mundo, y especialmente de los de la zona, palestinos y judíos, contra la opresión nacional y social, puede dar una salida. Pero esa lucha necesita de una alternativa clara. En nuestra opinión, ésta sólo puede ser la gestión colectiva, solidaria, de todos los recursos de la zona, expropiados previamente a los burgueses y generales israelíes, y a los árabes, y la creación de una federación socialista en toda la zona, con plenos derechos democráticos, incluyendo el derecho de autodeterminación. Es necesario y urgente un programa internacionalista.

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