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El punto de partida. La lucha contra el Decreto de Congelación Salarial

Tras la decisión del Consejo de Ministros del 14 de noviembre, y al calor de las luchas que se venían desarrollando desde hacía varios años y que estaban suponiendo la descomposición acelerada del régimen franquista, los trabajadores en Madrid iniciaron una escalada de huelgas y movilizaciones que culminó, en la práctica, en enero de 1976 en una huelga general que afectaría a 400.000 trabajadores.
Al día siguiente de la aprobación del Decreto de Congelación Salarial, los 11.000 trabajadores de la Standard-ITT en Madrid van a la huelga exigiendo su retirada e iniciando una lucha para rebasar los topes salariales impuestos por el Gobierno en la negociación de los convenios colectivos. Dichos convenios eran negociados en el seno del Sindicato Vertical, organización franquista que agrupaba tanto a los trabajadores como a los empresarios. Aunque las altas instancias del Sindicato Vertical se mantenían bajo el control del régimen franquista y por tanto al servicio de la patronal, desde hacía años a nivel de empresa, e incluso a nivel sectorial o provincial, la labor desarrollada en la clandestinidad por el Partido Comunista, a través de las CCOO, había permitido alcanzar a los militantes comunistas una influencia decisiva en cientos de fábricas y sectores. En las elecciones sindicales de 1975, más del 50% de las candidaturas fueron copadas por miembros de CCOO, a pesar de larepresión de la dictadura para acabar con ellos.
El proceso huelguístico iniciado en la Standard, empresa emblemática en la lucha de las CCOO madrileñas, rápidamente se extiende: el 4 de diciembre se produce una reunión en la sede del Sindicato Vertical en Getafe con 250 representantes de las principales empresas del metal (CASA, Kelvinator, Siemens, etc.) con la finalidad de coordinar las luchas que se habían iniciado a partir del 15 de noviembre. Se acuerda convocar huelgas y movilizaciones para los días 10, 11 y 12 de diciembre, paros a los que se sumara el sector de la construcción, que desde hacía meses celebraba semanalmente asambleas con la asistencia de 750 representantes de distintas empresas y obras.

Las huelgas de diciembre. Lucha sindical y lucha política

A partir del 10 de diciembre las principales empresas del metal, principalmente en Getafe, comienzan los paros, produciéndose inmediatamente los primeros despidos y sanciones, en algunos casos llegando a afectar a la totalidad de la plantilla. En muchas empresas los trabajadores, que comienzan los paros una vez iniciada la jornada de trabajo, permanecen en las fábricas. CASA, Kelvinator, Intelsa y otras empresas son desalojadas por la policía, procediéndose a un cierre patronal que llega a afectar en enero a 75.000 trabajadores madrileños. Mientras el derecho de huelga estaba completamente prohibido, los empresarios tenían la capacidad de cerrar sus empresas ante cualquier supuesta amenaza para la producción, dejando sin sustento a decenas de miles de familias trabajadoras como medida de presión para quebrar su voluntad.
Como consecuencia de la represión rápidamente las consignas económicas se transforman en consignas políticas en contra de la dictadura, por la amnistía, por la retirada de las sanciones y la readmisión de los despedidos, y por el derecho de reunión, manifestación y huelga, así como el establecimiento de sindicatos de clase democráticos. La huelga del metal, a la que se suma la construcción, del 10, 11 y 12 de diciembre, genera rápidamente un amplio movimiento de solidaridad. Los trabajadores de la banca se unen con paros de una hora, así como seis empresas de seguros, la Telefónica, cinco editoriales, empresas del textil y de químicas. En Getafe, donde radican las principales empresas del metal, se convoca una huelga general para el 16 de diciembre, apoyada masivamente por el conjunto de la población. Getafe queda completamente paralizado, realizándose colectas de alimentos, mantas y dinero en apoyo de los huelguistas, muchos de ellos encerrados en Iglesias donde se realizaban las asambleas. El 17 de diciembre incluso van a la huelga los taxistas. En esta primera oleada huelguística participarán 150.000 trabajadores, siendo la antesala del proceso generalizado que se vivirá a partir de enero.

El Metro de Madrid marca el camino

A la vuelta de las vacaciones navideñas el conflicto da un salto adelante. El 5 de enero se reúnen en asamblea los trabajadores del Metro de Madrid, decidiendo iniciar a partir del día siguiente una huelga indefinida. El 6 de enero no circula ya un solo tren. El impacto de la huelga en el conjunto de la población es inmediato, generándose una ola de apoyo y simpatía a una huelga que aparece como un auténtico desafío frente a la dictadura. Los trabajadores exigían que una parte de la subida de las tarifas acordadas por la empresa repercutiera en una subida de sus bajos salarios, así como que la Seguridad Social fuera a cargo de la empresa, y que la jornada laboral pasara de las 44 a las 40 horas. Durante los días que duró la huelga un aspecto decisivo fue la celebración diaria de asambleas, en una parroquia del Barrio del Pilar tras ser desalojados de las cocheras, donde los trabajadores decidían democráticamente los siguientes pasos a dar. Finalmente el 10 de enero el Gobierno procede a la militarización de la empresa, siendo sustituidos los trabajadores por soldados del Regimiento de Zapadores Ferroviarios.

Huelga general en Madrid

A partir del 12 de enero, tras la militarización del Metro, se entra en la semana decisiva de la lucha, cuando junto a los sectores en huelga desde diciembre, se suman progresivamente otros hasta producirse en la práctica una huelga general en Madrid entre el 12 y el 18 de enero que llega a afectar simultáneamente a 400.000 trabajadores.
En Telefónica, Correos y Renfe, la huelga, iniciada en Madrid, se generaliza al conjunto del estado. En el caso de Correos y Renfe, el Gobierno acuerda también la militarización amenazando a los trabajadores con sentarlos ante un Consejo de Guerra en caso de que no se reincorporen a sus puestos de trabajo. La construcción inicia la huelga el 12 de enero, asediando 10.000 trabajadores la sede del Sindicato Provincial, exigiendo su reapertura para que se puedan reunir los trabajadores, y pidiendo el reconocimiento como interlocutor de la Comisión Asesora, y no los Jurados de Empresa, en este caso copados principalmente por elementos de la dictadura. La huelga de las empresas del metal se endurece, especialmente en Getafe, convocándose el día 16 de enero por las asociaciones de amas de casa una huelga general a los mercados, boicoteando ese día la compra de productos.
La huelga se extiende como un reguero, Torrejón, Alcalá de Henares, San Sebastián de los Reyes, Alcorcón, Móstoles, así como nuevas fábricas y sectores, banca, seguros y artes gráficas. En el caso de la banca, a diferencia de diciembre, la huelga abarca toda la jornada laboral, afectando a 32 entidades y produciéndose ocupaciones simbólicas de las entidades que acaban con desalojos violentos por parte de la policía.
A finales de enero el movimiento huelguístico comienza a remitir abriéndose negociaciones por parte de los empresarios, aunque exigiendo que dichas negociaciones se produzcan por sector y por fábrica, y no a nivel global, excluyendo reivindicaciones políticas y reivindicaciones económicas que pudieran poner en cuestión la supervivencia del sistema capitalista. En la línea de su estrategia a favor e una ruptura pactada, los dirigentes del PCE y CCOO que no querían transformar la lucha huelguista en una crisis revolucionaria, aceptan este repliegue, justo en el momento en que las huelgas de Madrid se extiende al conjunto del estado, teniendo uno de sus puntos álgidos la huelga general de Vitoria del 3 de marzo, donde son asesinados cinco trabajadores por la policía.

La lucha revolucionaria arranca conquistas históricas

La lucha obrera en Madrid durante los primeros meses de 1976 y la que se produce en otras partes del Estado tuvo, a pesar de los límites que impusieron sus dirigentes, hondas repercusiones. Para empezar, subidas salariales tremendas: por ejemplo, en la construcción donde se consigue una aumento del 40%. Pero junto a una mejora de las condiciones de los sueldos y de trabajo, la burguesía siente en aquellos meses, tanto en Madrid como a nivel estatal, que el poder se les escapa de las manos, y ante el temor de perderlo todo se ven forzados por la clase trabajadora a realizar concesiones políticas.  Abandonan el viejo edificio carcomido de la dictadura y el Gobierno de Arias Navarro cae sustituido por el Gobierno Suárez… Hoy, cuando tratan de arrebatarnos esas conquistas, solo un temor similar y la contundencia en la lucha por parte de los trabajadores, permitirán derrotar los salvajes planes de ajuste del PP y los capitalistas.


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