El apoyo a la huelga indefinida para luchar por esta plataforma fue inmenso. Uno tras otro, los trabajadores y trabajadoras de la limpieza tomaban la palabra para pronunciarse a favor de la huelga de forma entusiasta. Más de 1.200 trabajadores del sector votaban de forma prácticamente unánime el inicio de la huelga en la masiva asamblea celebrada el 30 de abril.
Seguimiento masivo y posibilidad de extensión
A partir del 2 de mayo, la mayoría de los trabajadores secundaba el paro. Según datos de CCOO y UGT, éste fue del 100% en la limpieza industrial y del 90% en oficinas y locales. Hacía 17 años que la limpieza no salía a la calle y lo hizo con una fuerza que alimentaba la esperanza de obtener una victoria histórica. En los principales núcleos urbanos los piquetes funcionaban de la mañana a la noche. La proximidad de las elecciones y el anuncio de otra huelga indefinida en el transporte de mercancías y pasajeros fortalecían aún más la capacidad de presión de los trabajadores de la limpieza.
A pesar de todo esto, la táctica de las federaciones parece ser la de cerrar cuanto antes el conflicto, aceptando cualquier propuesta patronal. De esta forma acuden a una reunión con la patronal, tan pronto como el día 4, para encontrarse con que estos no sólo no presentan ninguna mejora en su oferta inicial (el 3,5% anual para un convenio a cinco años), sino que piden que sean los trabajadores quienes presenten una nueva propuesta más "razonable". En lugar de levantarse inmediatamente de la mesa de negociación, los representantes sindicales trasladan la patata caliente a los trabajadores, que la rechazan indignados, ratificándose en las demandas iniciales.
Se convoca una concentración para el día siguiente que será masiva y desborda las previsiones de los convocantes. Reconvertida apresuradamente en manifestación, ésta discurre por las calles de Oviedo en un ambiente explosivo. Sorprendentemente, tras la manifestación el secretario de la federación de Actividades Diversas, Mario Alonso, recomienda a la gente que se quede en casa para "descansar durante el fin de semana".
El lunes se convoca a los piquetes para acudir a una asamblea en la sede de UGT en Oviedo, para valorar la propuesta del mediador, que ni siquiera ha sido aceptada por la patronal. Pese a que la convocatoria se hace apenas unas horas antes, de nuevo más de 700 trabajadores abarrotan el salón de actos de la UGT. La propuesta, defendida desde la mesa como la mejor posible, es decepcionante: Una subida salarial en tres años (el 16% en total), y nada más, si exceptuamos un seguro de vida que tan sólo supone para los empresarios un gasto anual de 18 euros por trabajador, además de la promesa de "intentar" agrupar horarios "allí donde sea posible". Para terminar de decidir a los trabajadores, las siete plagas caerán sobre nosotros si rechazamos la propuesta: represión policial, despidos, detenciones..., un panorama desolador desciende sobre la asamblea. Entre las protestas de muchos trabajadores, se impone que el voto será secreto. El resultado será de 560 votos para el sí y 179 para el no.
No obstante, en la medida que la patronal no se ha pronunciado, se acuerda mantener la huelga hasta nueva orden, como medida de presión. En la madrugada del martes, apenas unas horas después de que haya comenzado la huelga indefinida en el transporte se anuncia la desconvocatoria en la limpieza, sin que se haya llegado a un acuerdo con la patronal.
¿Cómo se ha llegado a este desenlace?
Durante los siete días que duró la huelga de la limpieza parecía que asistíamos a dos conflictos diferentes. Por un lado, los altísimos datos de seguimiento, el éxito de las movilizaciones y la buena actitud de quienes participaban en los piquetes arrojaba un balance claramente favorable a los trabajadores. Por otro lado, el mensaje derrotista que diariamente se lanzaba desde los representantes sindicales, la prisa por firmar lo que fuera, el pánico a que la limpieza se "juntara" con la huelga del transporte, la negativa a convocar más asambleas generales del sector, con el tiempo suficiente para garantizar la participación mayoritaria..., todo el comportamiento de quienes tenían la obligación de dirigir el conflicto parecía la mejor receta para la derrota.
La actitud de los dirigentes sindicales estuvo por detrás de la combatividad de los trabajadores. En lugar de impulsar el conflicto, lo dividían y paralizaban constantemente, en un afán por cerrarlo cuanto antes. Las únicas pancartas presentes en la lucha fueron las que hicieron por propia iniciativa los trabajadores, ni un solo panfleto (salvo los que elaboró el Sindicato de Estudiantes) explicando la problemática a la población para recabar su solidaridad, ni una sola manifestación unificada salvo la precipitada concentración en Oviedo, ni un solo autobús puesto por los sindicatos para facilitar la asistencia a las asambleas... ¿Realmente pueden decir que han puesto todos los recursos económicos y humanos del sindicato para ganar esta huelga?
Más bien al contrario. Los avances obtenidos respecto a la propuesta inicial de la patronal lo han sido a pesar de los dirigentes sindicales y no gracias a ellos. Lo que de nuevo se ha revelado es el inmenso potencial que tiene nuestra clase para luchar por sus derechos, pero también la urgente necesidad de organizar una dirección honesta y combativa que esté a la altura de las necesidades que tiene el movimiento obrero. Hacemos nuestra la frase de una trabajadora en la última reunión de los piquetes en la cual se desconvocó la huelga: "A esta gente hay que sacarla de aquí...si no, nunca haremos nada".