El crecimiento económico de China tiene muchos aspectos en común con el “esquema Ponzi”, esa operación fraudulenta que implica el pago de intereses a los inversores proveniente de su propio dinero invertido o, sobre todo, del dinero de nuevos inversores. Mantener el espejismo es fundamental, si este se difumina, deja de entrar gente al "negocio", y todo se derrumba.
Bastante tienen también de este “esquema” las grandes ambiciones del régimen chino para afianzar y ampliar sus zonas de influencia económica basándose en la iniciativa “Un cinturón-un camino” (BRI), con la que pretende incorporar a más de 60 países con una población combinada de 4.500 millones de personas, a órbita hegemónica de la economía china.
La BRI se ha inscrito, junto con el ‘Pensamiento Xi Jinping’, en los estatutos del PCCH en el congreso que este partido celebró el pasado octubre. Es la primera vez en la historia que una determinada línea a seguir en la política exterior alcanza un estatus tan elevado.
La iniciativa BRI, es un plan audaz que enmascara una tendencia a tomar riesgos y a la grandilocuencia. El objetivo es sostener la confianza de los capitalistas en la economía de China y sobre todo engañar a las masas. Es necesario mantener el espejismo.
Pero los problemas con los que estos planes están chocando, son reales y poderosos.
En noviembre Nepal canceló los acuerdos BRI para el desarrollo de infraestructuras alegando que las condiciones de Beijing, que incluían que China tendrían el dominio absoluto de la propiedad y también un control estricto en su construcción, eran inaceptables. Poco después Pakistán, anunciaba que, aunque mantienen el proyecto, renunciaba a la inversión China de 14 mil millones de dólares para la construcción de la presa Diamer-Bhasha. China pretendía que fueran sus empresas las que hicieran el trabajo, sin ningún tipo de concurso público y que también los trabajadores fueran todos chinos. Este proyecto representaba un tercio del total del paquete del BRI en un país que hasta ahora había sido el buque insignia del plan de Xi Jinping.
Esto confirma nuestras advertencias sobre la naturaleza demasiado ambiciosa e irrealizable del plan capitalista-imperialista “Un cinturón Un camino”.
“El momento Minsky”
Entre el 18 y el 24 de octubre pasado, se celebró en Beijing el XIX congreso del PCCH. En su maratoniano discurso al congreso, el secretario general y presidente de la República Popular China, Xi Jinping, describió 26 veces a China como una “gran potencia” o una “potencia fuerte” y utilizó la palabra “ejército” en 86 ocasiones, mientras mencionó, sólo una vez “clase trabajadora”. Más allá de esas salvas patrióticas del máximo dirigente del PCCH, y de la constatación de lo alejado que está el llamado Partido Comunista de la clase obrera, las amenazas que se ciernen sobre la economía del gigante asiático, se filtraron en las sesiones del congreso a través de los discursos de algunos personajes significativos del régimen.
La posibilidad de lo que se conoce como “Momento Minsky”, un colapso de los precios de las acciones como sucedió en el Sudeste Asiático en 1997 y en EEUU en 2007, fue el tema sorpresa del discurso del veterano gobernador del banco central Zhou Xiaochuan, durante el congreso.
Y es que el riesgo de una crisis financiera china es cada vez mayor. Agencias capitalistas internacionales, como el Banco Mundial o el FMI, han hecho numerosas advertencias al respecto, pero es inusual que éstas vengan de un veterano funcionario chino. Los comentarios de Zhou contradicen el mantra del ‘estable y fuerte’ que el régimen chino repite continuamente. El columnista del Financial Times John Authers ha comentado que las palabras del banquero central han sido como si “alguien en la posición de Zhou gritara ‘fuego’ en un teatro abarrotado”.
El discurso de Zhou contó claramente con la autorización del secretario general, Xi Jinping. Fue una señal para dejar claro que la campaña de represión a la “banca en la sombra”* va a continuar y que seguirán intentado, a pesar de los reiterados fracasos, desapalancar un sistema financiero desbordado, preparando así el escenario para enfrentamientos entre Beijing y los gobiernos regionales adictos a la deuda.
El sector bancario chino equivale ahora al 310 por ciento del PIB, un 240 por ciento más desde el inicio de la era Xi en 2012. Esta ratio sólo es superada por unas cuantas naciones capitalistas desarrolladas como Gran Bretaña y Alemania, pero es tres veces el nivel medio de las economías emergentes. Zhou culpó a las “demandas” de los Gobiernos locales que presionan al banco central para que este mantenga una política monetaria excesivamente laxa que sólo exacerbará los riesgos financieros.
El crecimiento económico de China de la década pasada, del que cada vez depende más el crecimiento del PIB global, ha sido impulsado por una expansión del crédito sin precedentes e insostenible, con préstamos no regulados de la “banca en la sombra” que ahora equivalen a dos tercios del total de préstamos. Este tsunami crediticio ha producido burbujas monstruosas de activos y representa una aplastante carga para los trabajadores y los pobres, en particular al haberse disparado el coste de la vivienda.
Estos factores anulan los intentos del régimen de estimular el nivel del consumo para alejar a la economía de su actual sobredependencia de las inversiones impulsadas por la deuda.
Debido a la especulación sin precedentes, que ha visto cómo los precios de la vivienda se multiplicaban por ocho en la década pasada, el mercado inmobiliario chino ahora es el más caro del mundo. Los bienes inmobiliarios chinos valen tanto como los del resto del mundo combinados. La situación es tan grave que incluso el discurso de Xi Jinping en el congreso incluía la frase: “Las viviendas se construyen para vivir, no para la especulación”.
*“Banca en la sombra”, se refiere a todas aquellas empresas que realizan actividades financieras y crediticias, pero que escapan a toda regulación bancaria.