En 1948, en el momento álgido del capitalismo, terminada la Segunda
Guerra Mundial, se aprobó la Declaración Universal de los Derechos
Humanos en la ONU, por la que "la esclavitud y la trata de esclavos
están prohibidas en todas sus formas"; a pesar de ello, según informes
de organizaciones dedicadas a denunciar la esclavitud, hoy en día hay al
menos 27 millones de esclavos en el mundo. Compárese esta cifra con los
12 millones de africanos que fueron enviados a América en 400 años de
comercio libre de esclavos. ¿Por qué ahora hay más esclavos que en los
siglos XVI, XVII o XVIII juntos?
En 1948, en el momento álgido del capitalismo, terminada la Segunda Guerra Mundial, se aprobó la Declaración Universal de los Derechos Humanos en la ONU, por la que "la esclavitud y la trata de esclavos están prohibidas en todas sus formas"; a pesar de ello, según informes de organizaciones dedicadas a denunciar la esclavitud, hoy en día hay al menos 27 millones de esclavos en el mundo. Compárese esta cifra con los 12 millones de africanos que fueron enviados a América en 400 años de comercio libre de esclavos. ¿Por qué ahora hay más esclavos que en los siglos XVI, XVII o XVIII juntos?
Las multinacionales y la esclavitud
En la era esclavista clásica, eran los estados quienes reclutaban mano de obra esclava cuando se conquistaba un territorio, esto ha cambiado. Según Roger Plant, responsable en la Organización Internacional del Trabajo (OIT) del programa contra el trabajo forzoso, actualmente no son los estados, sino las empresas privadas las responsables del 80% de casos de esclavitud laboral. Generalmente el trabajo forzado se realiza en zonas selváticas y rurales muy periféricas, como la Amazonia, el Sudeste asiático y África Occidental y son las empresas privadas las que determinan las reglas económicas de la producción.
El proceso de deslocalizaciones industriales que tuvo su auge en la última década del siglo XX y la primera del XXI, tiene como objetivo aprovecharse precisamente de las ventajas que proporcionan el atraso en el desarrollo de los medios de producción y, vinculado a él, las situaciones sociales de pobreza, marginación, atomización; en definitiva, de absoluta indefensión frente al capital. El desembarco en esas tierras de grandes corporaciones como Apple, Nike, Coca Cola, Nestlé, McDonald's y otras muchas para fabricar sus productos allí, es una demostración de que el boom económico, que recientemente terminó de forma abrupta, se ha debido en buena parte a la sobreexplotación de la mano de obra, a abusar de la contradicción entre una forma primitiva de extraer la materia prima y una forma sofisticada de distribuir y comercializar el producto acabado.
Un ejemplo de ello es, por ejemplo, el cultivo de la caña de azúcar en El Salvador, donde el trabajo de niños es aprovechado por la gigantesca Coca Cola Company. Dentro de los trabajos agrícolas, el cultivo y recolección de la caña de azúcar está considerado como uno de los más peligrosos porque la zafra (corte de la caña) sólo se puede realizar de forma manual con afilados machetes y otros cuchillos, no admite maquinaria industrial moderna. Las cuatro plantaciones que suministran azúcar a Central Izalco, que es a su vez quien provee de azúcar a la empresa embotelladora local de Coca Cola Company, utilizan de forma continuada el trabajo infantil según informes de la asociación Human Rights Watch, a partir de entrevistas a cientos de trabajadores que explican de primera mano las condiciones salariales, las jornadas, la convivencia con riesgos laborales muy altos como el uso de herramientas cortantes y la exposición a productos químicos, que comienzan alrededor de la edad de 10 años, que es la edad normal de iniciarse en el mundo del trabajo en este sector.
El ejemplo del cacao
Gran parte del tremendo desarrollo y éxito de la industria de la alimentación occidental en las últimas décadas se debe a que el sector agrario bajo ciertas condiciones es muy propenso a utilizar medios anticuados de producción, lo que ha beneficiado a los grandes pesos de la alimentación en Europa Occidental y Estados Unidos. La división mundial del trabajo hace posible la vieja idea de una gran fábrica mundial; por ejemplo, los métodos de producción de cacao en África tienen mucho que ver con el boom de los snacks, batidos, cereales y todos los productos chocolateados que se comercializan diariamente en el mundo.
Los principales productores de esta preciada mercancía son Costa de Marfil, Ghana, Nigeria y Camerún que producen el 67% del cacao mundial y donde cientos de miles de niños trabajan en su cultivo en vastas extensiones de selva. Las relaciones de esclavitud y las técnicas agrícolas de siglos pasados son las aliadas perfectas de las necesidades imperiosas de la industria europea y norteamericana de procesamiento y distribución de alimentos, siempre tan competitivas. Durante décadas se han aprovechado de una permisividad legal para beneficiarse de la diferencia de precios y costes del producto y mano de obra entre ambos continentes; otra consecuencia de ello es la ruina de los productores locales en beneficio de las grandes empresas. Ninguna medida de "comercio justo" ha sido capaz de romper con esta tendencia, ya que el difícil acceso a los cultivos, la permisividad de la legislación, pero sobre todo, la anarquía de la producción y la crisis del sistema capitalista que obligan a pervertir cada vez más la forma de extraer estas plusvalías tan necesarias para mantener los beneficios, hacen imposible ningún control por asociaciones pequeñas, voluntaristas, que no tienen apenas ningún efecto real a la hora de contrarrestar la perniciosa acción de las multinacionales. El problema de la esclavitud es, por lo tanto, un problema socioeconómico, tanto como un problema moral y humanitario.
Las grandes empresas encuentran la forma de desvincularse formalmente de la producción "hecha con esclavos". Nestlé, por ejemplo, compra la materia prima en los "mercados internacionales", mezcla variedades y así hace imposible su catalogación y procedencia exacta. En septiembre de 2001, para guardar mejor las apariencias ante la opinión pública, las principales multinacionales y explotadoras del cacao de África occidental firmaron el "Protocolo del Cacao", que rechaza las peores formas de trabajo infantil y trabajo forzado de adultos en las plantaciones de cacao en África Occidental. Nestlé y otras muchas compañías firmaron el acuerdo, que les trajo múltiples beneficios en forma de subvenciones y lavados de imagen. Este protocolo obligaba a que en 2005 todos los mercados deberían estar regularizados con normas de certificación y etiquetado claras; pero ninguna compañía cumplió los plazos, sino que se pidieron prórrogas y más prórrogas haciendo uso de su poderío económico.
Globalización y destrucción de derechos para los trabajadores
La economía globalizada y la división mundial del trabajo, en el marco del sistema capitalista, no hace sino destruir los derechos laborales y sindicales y profundizar las desigualdades económicas y sociales. La industria textil es una de las más globalizadas, las grandes marcas como Leviss, Guess o Nike llevan la parte de la producción que requiere mano de obra menos cualificada a zonas de Centroamérica, donde la industria maquilera les proporciona mano de obra semiesclava en abundancia, así como legislaciones que facilitan la inversión extranjera por medio de exenciones aduaneras y fiscales para estas marcas si producen dentro de sus zonas francas. La industria de confección textil en Centroamérica (maquilas), que funciona como subcontratista de las grandes multinacionales del sector, ha logrado tener un enorme peso económico, llegando a suponer hace pocos años el 33% de las exportaciones totales y el 10% del PIB de la región.
Así se funciona en México, Guatemala, Nicaragua, Honduras, El Salvador o Costa Rica. En estas plantas entre un 60% y un 90% de los trabajadores son mujeres y la degradación de sus condiciones es esperpéntica: no se pueden quedar embarazadas, ni orinar más de dos veces al día (con jornadas a veces de más de 12 horas de lunes a sábado), por lo tanto también está restringido el consumo de agua; en las plantas el hacinamiento es la norma; el salario recibido no llega para la canasta básica, tampoco pueden quejarse de la jornada laboral o faltar por enfermedad a riesgo de ser despedidas, muchas veces se ven obligadas a ceder a presiones de todo tipo (sobre todo presión sexual) para no ser despedidas, en una situación en que la sobreproducción, la crisis de la demanda mundial y la competencia china están provocando cierres de muchas maquilas: en 2008 cerraron nueve maquilas en Nicaragua dejando sin empleo a 19.000 personas, 4.000 en El Salvador, otras 4.000 en Guatemala, 3.500 en Honduras y 3.000 en Costa Rica, ¿qué futuro aguarda a estos trabajadores?
Parte de una misma clase, la clase obrera
Los niños son las primeras víctimas de esta práctica, llegando a representar el 10% de la mano de obra mundial, aportan aproximadamente 13.000 millones anuales al PIB mundial. El informe de la OIT de 2009, El coste de la coacción, publicado en mayo, dice que las víctimas de trabajo forzoso en el mundo -excluyendo la explotación sexual- pierden unos 14.000 millones de euros al año en salarios no recibidos. Pero además de la ventaja económica directa, hay otras indiscutibles ventajas para el capitalista: el trabajador esclavizado no tiene recursos para luchar contra la explotación como hacemos el resto de los trabajadores asalariados, no tienen posibilidad de asociarse, sindicarse y presionar económicamente a las empresas, no pueden mantener una lucha contra el patrón y a duras penas se preocupan de sobrevivir. Sus condiciones de vida le hacen mantenerse aislado del resto de la clase obrera, desclasado. La coacción, el sometimiento tanto económico como psicológico sobre la población más vulnerable con todo tipo de privaciones sociales, alejan a estos trabajadores esclavizados del resto de su clase. Si el arma principal del proletariado es su concentración y organización, el trabajo forzoso es una forma de desarmar al proletariado.
Sin embargo, paralelamente al trabajo esclavo se ha extendido el trabajo asalariado "normal", la forma principal de explotación y de la que más plusvalía obtiene el capitalista. Por lo tanto, con el desarrollo del proletariado en todo el mundo, el capitalismo ha fortalecido también las condiciones de su destrucción. La lucha contra la esclavitud no puede desvincularse de la lucha contra el capitalismo, no sólo porque el capitalismo implica necesariamente esclavitud y otras formas extremas de explotación sino porque el trabajo asalariado "legal", reconocido como justo por la ideología burguesa oficial, es también una forma de esclavitud; la frontera entre la esclavitud ilegal y la esclavitud asalariada legal es bastante difusa. La única forma de acabar con la esclavitud es acabando con cualquier tipo de explotación del hombre por el hombre y por lo tanto, defendiendo el único sistema social que puede garantizarlo: el socialismo.
Las multinacionales y la esclavitud
En la era esclavista clásica, eran los estados quienes reclutaban mano de obra esclava cuando se conquistaba un territorio, esto ha cambiado. Según Roger Plant, responsable en la Organización Internacional del Trabajo (OIT) del programa contra el trabajo forzoso, actualmente no son los estados, sino las empresas privadas las responsables del 80% de casos de esclavitud laboral. Generalmente el trabajo forzado se realiza en zonas selváticas y rurales muy periféricas, como la Amazonia, el Sudeste asiático y África Occidental y son las empresas privadas las que determinan las reglas económicas de la producción.
El proceso de deslocalizaciones industriales que tuvo su auge en la última década del siglo XX y la primera del XXI, tiene como objetivo aprovecharse precisamente de las ventajas que proporcionan el atraso en el desarrollo de los medios de producción y, vinculado a él, las situaciones sociales de pobreza, marginación, atomización; en definitiva, de absoluta indefensión frente al capital. El desembarco en esas tierras de grandes corporaciones como Apple, Nike, Coca Cola, Nestlé, McDonald's y otras muchas para fabricar sus productos allí, es una demostración de que el boom económico, que recientemente terminó de forma abrupta, se ha debido en buena parte a la sobreexplotación de la mano de obra, a abusar de la contradicción entre una forma primitiva de extraer la materia prima y una forma sofisticada de distribuir y comercializar el producto acabado.
Un ejemplo de ello es, por ejemplo, el cultivo de la caña de azúcar en El Salvador, donde el trabajo de niños es aprovechado por la gigantesca Coca Cola Company. Dentro de los trabajos agrícolas, el cultivo y recolección de la caña de azúcar está considerado como uno de los más peligrosos porque la zafra (corte de la caña) sólo se puede realizar de forma manual con afilados machetes y otros cuchillos, no admite maquinaria industrial moderna. Las cuatro plantaciones que suministran azúcar a Central Izalco, que es a su vez quien provee de azúcar a la empresa embotelladora local de Coca Cola Company, utilizan de forma continuada el trabajo infantil según informes de la asociación Human Rights Watch, a partir de entrevistas a cientos de trabajadores que explican de primera mano las condiciones salariales, las jornadas, la convivencia con riesgos laborales muy altos como el uso de herramientas cortantes y la exposición a productos químicos, que comienzan alrededor de la edad de 10 años, que es la edad normal de iniciarse en el mundo del trabajo en este sector.
El ejemplo del cacao
Gran parte del tremendo desarrollo y éxito de la industria de la alimentación occidental en las últimas décadas se debe a que el sector agrario bajo ciertas condiciones es muy propenso a utilizar medios anticuados de producción, lo que ha beneficiado a los grandes pesos de la alimentación en Europa Occidental y Estados Unidos. La división mundial del trabajo hace posible la vieja idea de una gran fábrica mundial; por ejemplo, los métodos de producción de cacao en África tienen mucho que ver con el boom de los snacks, batidos, cereales y todos los productos chocolateados que se comercializan diariamente en el mundo.
Los principales productores de esta preciada mercancía son Costa de Marfil, Ghana, Nigeria y Camerún que producen el 67% del cacao mundial y donde cientos de miles de niños trabajan en su cultivo en vastas extensiones de selva. Las relaciones de esclavitud y las técnicas agrícolas de siglos pasados son las aliadas perfectas de las necesidades imperiosas de la industria europea y norteamericana de procesamiento y distribución de alimentos, siempre tan competitivas. Durante décadas se han aprovechado de una permisividad legal para beneficiarse de la diferencia de precios y costes del producto y mano de obra entre ambos continentes; otra consecuencia de ello es la ruina de los productores locales en beneficio de las grandes empresas. Ninguna medida de "comercio justo" ha sido capaz de romper con esta tendencia, ya que el difícil acceso a los cultivos, la permisividad de la legislación, pero sobre todo, la anarquía de la producción y la crisis del sistema capitalista que obligan a pervertir cada vez más la forma de extraer estas plusvalías tan necesarias para mantener los beneficios, hacen imposible ningún control por asociaciones pequeñas, voluntaristas, que no tienen apenas ningún efecto real a la hora de contrarrestar la perniciosa acción de las multinacionales. El problema de la esclavitud es, por lo tanto, un problema socioeconómico, tanto como un problema moral y humanitario.
Las grandes empresas encuentran la forma de desvincularse formalmente de la producción "hecha con esclavos". Nestlé, por ejemplo, compra la materia prima en los "mercados internacionales", mezcla variedades y así hace imposible su catalogación y procedencia exacta. En septiembre de 2001, para guardar mejor las apariencias ante la opinión pública, las principales multinacionales y explotadoras del cacao de África occidental firmaron el "Protocolo del Cacao", que rechaza las peores formas de trabajo infantil y trabajo forzado de adultos en las plantaciones de cacao en África Occidental. Nestlé y otras muchas compañías firmaron el acuerdo, que les trajo múltiples beneficios en forma de subvenciones y lavados de imagen. Este protocolo obligaba a que en 2005 todos los mercados deberían estar regularizados con normas de certificación y etiquetado claras; pero ninguna compañía cumplió los plazos, sino que se pidieron prórrogas y más prórrogas haciendo uso de su poderío económico.
Globalización y destrucción de derechos para los trabajadores
La economía globalizada y la división mundial del trabajo, en el marco del sistema capitalista, no hace sino destruir los derechos laborales y sindicales y profundizar las desigualdades económicas y sociales. La industria textil es una de las más globalizadas, las grandes marcas como Leviss, Guess o Nike llevan la parte de la producción que requiere mano de obra menos cualificada a zonas de Centroamérica, donde la industria maquilera les proporciona mano de obra semiesclava en abundancia, así como legislaciones que facilitan la inversión extranjera por medio de exenciones aduaneras y fiscales para estas marcas si producen dentro de sus zonas francas. La industria de confección textil en Centroamérica (maquilas), que funciona como subcontratista de las grandes multinacionales del sector, ha logrado tener un enorme peso económico, llegando a suponer hace pocos años el 33% de las exportaciones totales y el 10% del PIB de la región.
Así se funciona en México, Guatemala, Nicaragua, Honduras, El Salvador o Costa Rica. En estas plantas entre un 60% y un 90% de los trabajadores son mujeres y la degradación de sus condiciones es esperpéntica: no se pueden quedar embarazadas, ni orinar más de dos veces al día (con jornadas a veces de más de 12 horas de lunes a sábado), por lo tanto también está restringido el consumo de agua; en las plantas el hacinamiento es la norma; el salario recibido no llega para la canasta básica, tampoco pueden quejarse de la jornada laboral o faltar por enfermedad a riesgo de ser despedidas, muchas veces se ven obligadas a ceder a presiones de todo tipo (sobre todo presión sexual) para no ser despedidas, en una situación en que la sobreproducción, la crisis de la demanda mundial y la competencia china están provocando cierres de muchas maquilas: en 2008 cerraron nueve maquilas en Nicaragua dejando sin empleo a 19.000 personas, 4.000 en El Salvador, otras 4.000 en Guatemala, 3.500 en Honduras y 3.000 en Costa Rica, ¿qué futuro aguarda a estos trabajadores?
Parte de una misma clase, la clase obrera
Los niños son las primeras víctimas de esta práctica, llegando a representar el 10% de la mano de obra mundial, aportan aproximadamente 13.000 millones anuales al PIB mundial. El informe de la OIT de 2009, El coste de la coacción, publicado en mayo, dice que las víctimas de trabajo forzoso en el mundo -excluyendo la explotación sexual- pierden unos 14.000 millones de euros al año en salarios no recibidos. Pero además de la ventaja económica directa, hay otras indiscutibles ventajas para el capitalista: el trabajador esclavizado no tiene recursos para luchar contra la explotación como hacemos el resto de los trabajadores asalariados, no tienen posibilidad de asociarse, sindicarse y presionar económicamente a las empresas, no pueden mantener una lucha contra el patrón y a duras penas se preocupan de sobrevivir. Sus condiciones de vida le hacen mantenerse aislado del resto de la clase obrera, desclasado. La coacción, el sometimiento tanto económico como psicológico sobre la población más vulnerable con todo tipo de privaciones sociales, alejan a estos trabajadores esclavizados del resto de su clase. Si el arma principal del proletariado es su concentración y organización, el trabajo forzoso es una forma de desarmar al proletariado.
Sin embargo, paralelamente al trabajo esclavo se ha extendido el trabajo asalariado "normal", la forma principal de explotación y de la que más plusvalía obtiene el capitalista. Por lo tanto, con el desarrollo del proletariado en todo el mundo, el capitalismo ha fortalecido también las condiciones de su destrucción. La lucha contra la esclavitud no puede desvincularse de la lucha contra el capitalismo, no sólo porque el capitalismo implica necesariamente esclavitud y otras formas extremas de explotación sino porque el trabajo asalariado "legal", reconocido como justo por la ideología burguesa oficial, es también una forma de esclavitud; la frontera entre la esclavitud ilegal y la esclavitud asalariada legal es bastante difusa. La única forma de acabar con la esclavitud es acabando con cualquier tipo de explotación del hombre por el hombre y por lo tanto, defendiendo el único sistema social que puede garantizarlo: el socialismo.