Escandalosas ganancias para los grandes empresarios… y cada vez más miseria para los trabajadores

Hace unos días el presidente del Grupo Eulen, David Álvarez, hacía unas declaraciones afirmando que para salir de la crisis es necesario “sacrificarse, trabajar más y vivir peor”. Este principio lo aplica sin problema a sus trabajadores a los que niega sus descansos legales, el pago de las horas extras o la nocturnidad, además de someterlos a una constante persecución sindical. Eso sí, “sacrificarse, trabajar más y vivir peor” es sólo para los curritos, porque David Álvarez se atribuye a sí mismo otra filosofía de la vida: gana un sueldo de 2,6 millones de euros brutos al año.

La idea de trabajar más y ganar menos es una cantinela habitual del FMI en sus recomendaciones, encubriéndola, eso sí, con los eufemismos de moderación salarial y flexibilidad laboral. Evidentemente los empresarios no dudan en hacer rápidamente suya esa idea y la aplican en cuanto les es posible, siempre con la excusa de la supuesta ganancia de competitividad y la creación de empleo. Pero como ya hemos visto con David Álvarez, la vara de medir que la clase empresarial usa con sus trabajadores no es la misma que la que emplean para sí mismos.

Recientemente se anunciaba que Ángel Cano, número dos del BBVA, se retira del banco y pasa a jubilarse con una pensión vitalicia que le supondrá unos ingresos de 1,79 millones de euros brutos al año, o lo que es lo mismo 5.000 euros diarios. Con todo, pudiera ser que Ángel Cano tenga que apretarse algo el cinturón teniendo en cuenta que en su último año en activo percibió una retribución de 3,89 millones de euros. Aunque puedan parecer cifras elevadas casi podríamos hablar de “pobreza relativa” si las comparamos con los 44.005 euros que ganó al día el presidente de Iberdrola, Ignacio Sánchez Galán, durante el primer semestre de este año: 7,93 millones de euros en total en tan solo medio año. Y que nadie crea que son casos aislados. Estos ejemplos muestran la verdadera realidad del capitalismo, la cada vez mayor acumulación de riqueza por parte de unos pocos en base a la, también cada vez mayor, explotación y miseria de la inmensa mayoría de los trabajadores.

Desde hace varios meses Rajoy y su gobierno tratan de vender una supuesta salida de la crisis y una mejoría económica, pero la realidad que viven millones de personas no tiene nada que ver con los fuegos artificiales que vende el PP. Las cifras son tan dramáticas como contundentes: más de cinco millones de personas siguen en el paro, de las que 3,7 millones no reciben ningún tipo de prestación; por otro lado, un 46,4% de los asalariados ganan menos de 970 euros al mes, y un 34% está por debajo del salario mínimo, 645 euros mensuales. La mayoría de los empleos creados son temporales o a tiempo parcial y muchas veces ambas cosas, situándose él número de trabajadores a tiempo parcial ya en el 33% y el de temporales en el 25%. Esas son las consecuencias de las reformas laborales de los últimos años, una precarización y degradación constante del mercado de trabajo al punto de que tener un empleo hoy en día ya no es garantía de una vida digna y muchos trabajadores viven por debajo del umbral de la pobreza.

Trabajador pobre, familia pobre, niños pobres. La pobreza alcanza ya al 29,2% de la población (13.567.000) y a 1 de cada 3 niños (con 1 de cada 10 en pobreza severa). Ante estos datos las ganancias de los grandes capitalistas son todavía si cabe más escandalosas, y muestran que mienten todos aquellos que dicen que no hay dinero y que los recortes y las perdidas de derechos son inevitables ¡Sí hay dinero de sobra pero se acumula obscenamente en unas pocas manos mientras a la mayoría sólo nos ofrecen paro y pobreza!

¿Se va a resolver esta situación tratando de convencer a los empresarios de que un mejor reparto de riqueza puede ser también bueno para ellos, o con las medidas de caridad que nuestras direcciones sindicales mendigan al gobierno dentro de su política de paz social? La experiencia ya ha respondido estos interrogantes. El capitalismo sólo tiene esta cara y no puede ser humanizado, por mucho que algunos insistan.

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