El pasado 27 de enero el Tribunal Superior de Justicia de Madrid (TSJM) ratificaba la suspensión cautelar del concurso que adjudicó a las empresas Sanitas, Ribera Salud e HIMA San Pablo los hospitales Infanta Leonor, Infanta Sofía, Infanta Cristina, Hospital del Henares, del Tajo y del Sureste. Horas después el presidente de la CAM, Ignacio González, no tuvo más remedio que anunciar la renuncia definitiva de su gobierno a llevar adelante este plan privatizador y dejar sin efecto el traspaso de la gestión a las empresas. Este anuncio vino acompañado de la dimisión del principal artífice del proyecto, el consejero de Sanidad, Javier Fernández-Lasquetty.
El PP intenta (con poco éxito) minimizar esta contundente derrota. Así, el señor Ignacio González se atreve a decir que “rechaza que dejar sin efecto este plan suponga un ‘fracaso”. Por supuesto que ha fracasado. El objetivo de dar un paso decisivo hacia el desmantelamiento de la sanidad pública madrileña, el de construir un nuevo y caudaloso canal a través del cual trasvasar miles de millones de dinero público a los empresarios, para que estos sigan aumentando sus cuentas de resultados a costa de nuestra salud, ha sido derrotado y privatizar la asistencia de 1.300.000 pacientes de la Comunidad, afectando a 5.000 médicos y sanitarios, se ha echado abajo. ¡Claro que ha sido un rotundo, inapelable y estrepitoso fracaso! Es más, la derrota ha sido tan dura que ha provocado un auténtico crujido en el ya de por sí delicado andamiaje de la estabilidad interna del PP.
El Partido Popular y sus medios de comunicación, a la hora de explicar la razón de este varapalo, solo hacen referencia a la orden del TSJM. No están dispuestos a admitir que han sido derrotados por la lucha de los trabajadores, aunque esta es la única verdad. Hay que combatir con firmeza cualquier intento, venga de donde venga, de minusvalorar o de esconder el papel fundamental y decisivo jugado por la organización y movilización de los trabajadores del sector sanitario, en la consecución de esta histórica victoria.

La irrupción desbordante de la Marea Blanca

La irrupción de la Marea Blanca supuso un auténtico terremoto social. El primer hospital en saltar fue el de La Princesa, organizando un encierro permanente que luego se extendió a otros 25 hospitales públicos de la CAM. A partir de aquí todo se desbordó. La Marea Blanca recogió 1.700.000 firmas en diciembre de 2012, 70.000 trabajadores del sector protagonizaron 22 días de huelga entre noviembre de 2012 y junio de 2013; en total se convocaron 15 “mareas blancas”, con una altísima participación de la población madrileña; también se organizó una consulta ciudadana en la primavera de 2013 en la que participaron 950.000 personas.
La Marea Blanca ha impulsado una corriente de lucha en la que han participado, además de los trabajadores sanitarios, jóvenes, amas de casa, jubilados y trabajadores de todos los sectores. Es en este contexto de sublevación de los trabajadores sanitarios y de identificación total con esta lucha de la inmensa mayoría de la población, en el que se produce el primer fallo judicial (julio de 2013) que ordena paralizar la privatización, ratificado de nuevo el pasado mes de enero.
Argumentar que el ambiente social de oposición a la privatización generado por esta lucha no ha tenido ninguna influencia en la decisión judicial y que la sentencia se hubiera producido de todas formas, con o sin Marea Blanca, es un burdo intento de falsear la realidad para tratar de impedir el aumento de la confianza que los trabajadores sentimos en nuestras propias fuerzas, que la idea de que SÍ SE PUEDE siga extendiéndose y que los métodos de lucha empleados por la Marea Blanca se repitan en futuras movilizaciones.

Desempolvando unos métodos de lucha más necesarios que nunca

El respaldo que ha tenido esta movilización no sólo se ha debido a la percepción de que una conquista social fundamental estaba en peligro sino también a los métodos y decisión con los que los trabajadores la han llevado adelante desde el primer momento. Por un lado con planteamientos contundentes, como han sido las jornadas de huelga del conjunto del personal sanitario convocadas por los sindicatos integrantes de la Mesa Sectorial, y especialmente la huelga indefinida convocada por la Asociación de Facultativos Especialistas de Madrid (AFEM), que se mantuvo durante cinco semanas, sumando 22 jornadas de huelga entre los médicos, y que supuso la pérdida de hasta 2.000 euros para aquellos facultativos que han seguido todos los paros. No importaron las dificultades económicas cuando la movilización se planteó de forma seria, convirtiéndose incluso esta radicalidad en un activo para el éxito de la misma.

La movilización se impulsó desde abajo, mediante asambleas (no sólo de los trabajadores del sector, sino de cara a explicar las causas de la lucha al conjunto de la población), y encierros permanentes, con la participación masiva de médicos, enfermeras, celadores y resto de personal sanitario, saliendo a las calles de los barrios de Madrid para ganar el apoyo activo del resto de trabajadores, y convocándose innumerables manifestaciones, concentraciones y actos que han contado con el respaldo del conjunto de los trabajadores. Estos métodos rompieron los estrechos cauces por los que las direcciones de las organizaciones sindicales habían orientado durante años las reivindicaciones de los trabajadores de la sanidad, con los que se habían conseguido magros resultados.
Hemos podido ver, en todos estos aspectos fundamentales y por iniciativa y empuje de los propios trabajadores sanitarios, la recuperación de la movilización basada en los métodos tradicionales de la clase obrera, los métodos que en los años 70 permitieron derribar la dictadura franquista y conquistar gran parte de las conquistas sociales que hoy tratan de arrebatarnos.
Las cajas de resistencias constituidas en determinados hospitales públicos, cediendo muchos médicos íntegramente los salarios cobrados como consecuencia de los servicios mínimos que estaban obligados a realizar; el mantenimiento de los paros durante las negociaciones con la Consejería de Sanidad (negociaciones denunciadas por los convocantes como un burdo intento del Gobierno de la Comunidad de lavarse la cara); las asambleas decisorias, y no consultivas o informativas; el convertir los centros de trabajo (en este caso los centros de salud y los hospitales) en potentes amplificadores para difundir las reivindicaciones, y a la vez en centros de operaciones para dirigirse a la opinión pública para ganarlos a la lucha; etc., no son métodos nuevos. Son, como decimos, los mecanismos clásicos con los que se dotó la clase obrera en su lucha contra la voracidad patronal y de los gobiernos a su servicio.

La Marea Blanca marca el camino

“Si la Marea Blanca lo ha conseguido, nosotros también”. Esta idea ronda en la cabeza de millones de obreros y está presente en las luchas que hoy están protagonizando trabajadores en todo el estado.
La victoria de los trabajadores de la sanidad madrileña, la de las trabajadoras de la limpieza del hospital Ramón y Cajal y la de los trabajadores de la limpieza viaria y jardinería, también en Madrid, la de los trabajadores del transporte urbano de Alicante y la de los vecinos del barrio burgalés de Gamonal y un cada vez más largo etcétera, muestran el camino a seguir. Por el contrario, el sindicalismo de despacho, de moqueta, de entrar a negociar todo (despidos, cierres, reducciones salariales…), presentando la derrota como inevitable y trasladando la idea falsa y desmoralizante de que no tenemos fuerza para frenar los ataques, este sindicalismo, no tiene nada que ofrecer para hacer frente a la ofensiva de los capitalistas. Ese sindicalismo, que es el practicado por las cúpulas sindicales a cuya cabeza se encuentran Méndez y Toxo, contrasta con la respuesta sindical que cada vez más sindicalistas y secciones sindicales de CCOO y UGT y comités de empresas, se ven en la necesidad de llevar a cabo; ese sindicalismo, esos métodos, que son los que han llevado a la Marea Blanca a derrotar al PP. Los trabajadores de la sanidad madrileña ayudaron a abrir el camino, es necesario que cada vez seamos más los que lo secundemos para recuperar a nuestros sindicatos para la labor para la que fueron creados, para defender los intereses de la clase obrera de forma inequívoca, contundente, siendo conscientes de que el único camino real para hacerlo es la lucha firme, decidida y la intransigencia frente a la voracidad patronal y de su gobierno.

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