Que hay cerca de cinco millones de parados, que la cobertura por desempleo sigue disminuyendo y que ahora es del 56,49% frente al 61,39% de un año antes, o que el 27,3% de la población, más de 12,8 millones de personas, se encuentre en riesgo de pobreza o exclusión… ¡qué más da! Los portavoces del PP tienen bien aprendida la lección: mientras intentan invisibilizar el sufrimiento de la gente, afirman en tono desafiante que el Estado español es el país que más crece de la UE. Amplificando lo más posible el chorro de mentiras, por más groseras que éstas sean, pretenden construir verdades incuestionables.

La otra pata de esta campaña, y muy importante, es el tono histérico en los ataques contra Podemos, utilizando con especial vigor la veta que les ofrece la supuesta financiación del régimen venezolano. La derecha mata así dos pájaros de un tiro: pretende desacreditar a Pablo Iglesias, Monedero y a Podemos en su conjunto, y de paso arreciar en su campaña de calumnias contra la revolución bolivariana animando los movimientos golpistas en Venezuela.

La virulencia del griterío tiene una explicación clara: la burguesía y los medios de comunicación del régimen temen realmente que la perspectiva de una victoria electoral de Podemos se concrete. Y no son los únicos. Al coro se han sumado los dirigentes del PSOE, de UPyD, de Ciudadanos, y todos aquellos que quieren mantener a toda costa el actual sistema político, por más carcomido y en crisis que esté, pero que sigue siendo la mejor garantía para conservar sus privilegios.

Los ataques contra la revolución bolivariana haciéndola pasar por una dictadura cruel, no es nada nuevo. La burguesía española, y el PP, saben mucho de eso, y su participación en los diferentes intentos golpistas para derribar al régimen chavista están profusamente documentados. Por eso es más indignante que los que alientan a los golpistas, los que respaldan a aquellos que tienen manchadas las manos con la sangre de miles de trabajadores y jóvenes venezolanos asesinados bajo los gobiernos represivos de Acción Democrática, con Carlos Andrés Pérez al frente, y de COPEI, vengan a darnos ninguna lección de democracia. No, su odio contra la revolución bolivariana, y contra Podemos o Syriza, es un odio de clase. La burguesía parasitaria y oligárquica puede apoyar impunemente los golpes de Estado y las dictaduras militares que sembraron la barbarie en América Latina, o el propio Estado español durante cuarenta años, pero jamás tolerará gobiernos que intenten realizar reformas en beneficio del pueblo.

Mentiras e hipocresía sobre Venezuela

El tratamiento hacia la revolución venezolana es vomitivo. Un proceso que ha ganado decenas de elecciones, que ha enfrentado y derrotado golpes de Estado organizados por la burguesía venezolana, el Departamento de Estado norteamericano y la derecha española, con muchos intereses económicos en Venezuela y en el conjunto de América Latina; que está sufriendo el boicot y el sabotaje económico de los capitalistas, responsable del desabastecimiento que sufre la población —como en su día vivió el gobierno de Salvador Allende en Chile—; y que es víctima de las revueltas armadas inducidas por la oligarquía, apoyándose en bandas fascistas… Esa revolución que cuenta con el apoyo mayoritario del pueblo, y que ha conquistado derechos básicos en educación, en salud, en vivienda, en libertades democráticas, es presentada en occidente como un régimen dictatorial y represor.

La escandalosa mentira alcanza cotas esperpénticas en estos días, al ver a Rajoy presentar al presidente colombiano, Juan Manuel Santos, como el adalid de la libertad y la democracia, cuando este señor es la cabeza visible de un régimen que masacra a los campesinos que luchan por sus derechos y se resisten a la voracidad de los terratenientes o que asesina impunemente a miles de sindicalistas. Lo mismo se puede decir del gobierno de Peña Nieto en México. Un régimen reaccionario, brutal y fundido con el narcotráfico, que ha permitido el asesinato de más de 70.000 personas y 23.000 desaparecidos en ocho años, y la masacre de 43 estudiantes de magisterio quemados vivos en el Estado de Guerrero. ¿Qué han dicho Rajoy o Pedro Sánchez ante estos hechos y de estos gobiernos que lo permiten? Loas y alabanzas.

Al más puro estilo del eslogan franquista “que vienen los rojos”, tanto el PP como la dirección del PSOE vinculan a Podemos con esta falsa imagen de Venezuela, a la vez que agitan con la llegada del Apocalipsis si la formación liderada por Pablo Iglesias gana las elecciones. Pero también hay que decir que el silencio que mantiene la dirección de Podemos ante este ataque brutal a Venezuela, ante estas mentiras y calumnias, poniéndose de lado para que no “interfiera” en los resultados electorales, es una táctica errada y que se volverá contra ellos. Hay que defender las conquistas y las realizaciones positivas de la revolución bolivariana, y responder a las maniobras golpistas contra el pueblo de Venezuela. Mañana, estas mismas acciones se desatarán contra un gobierno de Podemos y de la izquierda que lucha por los mismos oligarcas y reaccionarios, que emplearán todos los medios para sabotear y derribar a cualquiera que ponga en entredicho sus privilegios.

Esta campaña no va a remitir, antes al contrario; a medida que se vayan acercando las diferentes citas electorales de este año, sobre todo cuando se aproximen las elecciones generales, la histeria se incrementará y se volverá mucho más intensa y ruidosa. Sólo hay una forma de enfrentarla y es pasando a la ofensiva. La manifestación del 31 de enero marcó el camino a seguir. Si Podemos se apoya en la fuerza de la movilización social, dotándola de un programa claro de ruptura y transformación social; si manifiesta en los hechos su voluntad para la unidad, empezando por establecer un frente único con Izquierda Unida, con los movimientos sociales y las Mareas; si denuncia a los que tanto aquí como en el resto del mundo (Venezuela, Bolivia, Grecia, Ecuador…), representando los intereses de los ricos y de las multinacionales, atacan gobiernos que intentan no seguir los dictados de los grandes capitalistas, conquistará un apoyo cada vez más amplio y sólido entre la mayoría de la población, relegando la ruidosa campaña de difamación de la derecha y sus acólitos, a un simple ruido de fondo.

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