James Connolly fue uno de los dirigentes de la ola revolucionaria que sacudió Irlanda a principios del siglo XX y que desembocó en la insurrección de Pascua de 1916. Connolly unía la libertad nacional de Irlanda con la lucha de los trabajadores y la lucha por el socialismo. Según él, “la causa obrera es la causa de Irlanda, y la causa de Irlanda es la causa obrera. No se pueden separar”.
El presente volumen publicado en catalán por la Fundación Federico Engels, recopila varios de los escritos más relevantes del revolucionario irlandés. En ellos afirma que sólo se podrá lograr la liberación nacional si se vincula a la defensa de unos servicios públicos de calidad y la nacionalización de la tierra y de las principales empresas del país.
Hoy, millones en Catalunya se han levantado contra la opresión nacional del Estado español, la justicia franquista del régimen del 78 y los recortes y las políticas de austeridad aplicadas por la derecha española y catalana. Las lecciones que se desprenden de las palabras de Connolly aportan una valiosa luz para continuar la lucha por la república.
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100º Aniversario de la insurrección de Pascua en Irlanda. El legado de James Connolly
El lunes de Pascua de 1916 (el día 24 de abril), el Ejército Ciudadano Irlandés y los Voluntarios Irlandeses se levantaron en armas contra el Imperio británico con el objetivo de conseguir la libertad para Irlanda y fundar una República irlandesa. Tras el levantamiento se encontraban siglos de opresión nacional sufridos por los irlandeses bajo la bota del Imperio británico y el capitalismo. En esta opresión contaron con la colaboración de los capitalistas irlandeses y la jerarquía católica, que estaban vinculados a los intereses británicos. El levantamiento, que duró del 24 al 30 de abril, logró tomar posiciones clave en Dublín y sus dirigentes proclamaron la República Independiente de Irlanda. Pero después de aquellos seis días, el intento revolucionario fue derrotado a manos del ejército británico.
La represión fue salvaje. Detuvieron unos 3.000 sospechosos y ejecutaron los 15 dirigentes de la insurgencia. Entre ellos se encontraba el revolucionario marxista James Connolly, que a pesar de ser gravemente herido siguió dirigiendo el levantamiento hasta el último momento, haciéndose transportar en una camilla. Lo fusilaron atado a una silla porque sus graves heridas no le permitían estar de pie.
James Connolly: el marxista irlandés
Connolly conectaba la libertad nacional de Irlanda con la lucha de los trabajadores y la lucha por el socialismo. Según él, "la causa obrera es la causa de Irlanda, y la causa de Irlanda es la causa obrera. No se pueden separar". Connolly era el secretario general del Sindicato de Trabajadores General y del Transporte de Irlanda (ITGWU). Fue uno de los líderes principales que dirigieron la ola revolucionaria que sacudió Irlanda antes del inicio de la Primera Guerra Mundial. Estos acontecimientos históricos se extendieron desde Dublín a Belfast y es importante resaltar que bajo la dirección de Connolly se logró unir a los trabajadores católicos y protestantes en la lucha contra los patrones. En octubre de 1911, dirigió en Belfast la famosa huelga de las trabajadoras del textil, donde se pudo organizar mujeres que tenían sueldos miserables.
En el año 1913, los empresarios tuvieron que utilizar el cierre patronal para hacer frente a la ola de huelgas. Se pudo ver en la práctica el verdadero papel de la burguesía irlandesa. Mostraron desde el principio su disposición a aplastar a los trabajadores y sus organizaciones. Con el objetivo de hacer frente al cierre empresarial, Connolly apeló a la solidaridad de los trabajadores británicos, y organizó mítines obreros en Inglaterra, Escocia y Gales. Pero a pesar de la ayuda y solidaridad que estaban dispuestos a dar los trabajadores ingleses, escoceses y galeses, sus direcciones sindicales, colaborando con la burguesía inglesa, se negaron a organizar huelgas de solidaridad.
Nacimiento del Ejército Ciudadano Irlandés
Para hacer frente al movimiento y dividir a la clase trabajadora en líneas religiosas, la burguesía inglesa y la irlandesa organizaron bandas de batussers en los barrios de Belfast. Connolly sabía que era fundamental luchar contra los ataques sectarios para mantener unido el movimiento obrero y dar continuidad a la lucha. Para protegerse de estos matones enviados por los empresarios, los trabajadores crearon el Ejército Ciudadano Irlandés. Casi todos sus miembros eran trabajadores: estibadores, obreros del transporte, de la construcción, impresores y otros sectores de la clase obrera. Era la primera vez que en Irlanda los trabajadores creaban una organización armada para defenderse de los capitalistas. Desde el principio, Connolly vinculó el Ejército Ciudadano Irlandés a las organizaciones de masas del proletariado y nunca utilizó los métodos armados y sectarios que décadas más tarde emplearía el IRA Provisional. Era una auténtica milicia obrera, un auténtico ejército rojo.
El movimiento revolucionario fue cortado por la irrupción de la Primera Guerra Mundial. Ante esta situación, Connolly adoptó una posición internacionalista y se opuso a la guerra imperialista y la traición de los dirigentes de la Internacional Socialista, al igual que habían hecho Lenin, Trotsky, Rosa Luxemburgo y otros internacionalistas. Sobre la traición de los dirigentes de la Internacional Socialista, Connolly dijo lo siguiente al periódico La República Obrera: "Si estos hombres tienen que morir, ¿no sería mejor que murieran en su propio país luchando por la libertad de su clase y por la abolición de la guerra, que no ir a países extranjeros y morir asesinando y asesinados por sus hermanos para que los tiranos y explotadores puedan vivir?". Criticando el apoyo del sindicato TUC británico a la guerra, escribió: "Hubo un tiempo en que la voz unánime del Congreso declaró que la clase obrera no tenía ningún otro enemigo que la clase capitalista, ¡y la de su propio país en primer lugar!".
La Insurrección de Pascua
Desde que comenzó la guerra, Connolly quedó prácticamente aislado porque no tenía ningún contacto internacional. Daba la impresión de que fuera de las fronteras de Irlanda el movimiento obrero estaba muerto. Ante esta situación, sacó la conclusión de que era necesario organizar un levantamiento contra el imperialismo británico y encender la llama de la revolución obrera en Europa. Para ello, hizo una alianza con los dirigentes pequeñoburgueses de los Voluntarios Irlandeses, que en el futuro tendría que pagar con su propia vida.
Había rumores de que las autoridades británicas planeaban detener a los dirigentes de los trabajadores y Connolly decidió que era necesario pasar a la ofensiva. Pensaba que era mejor golpear primero. Pero la realidad era que las condiciones eran desfavorables para organizar un levantamiento victorioso. Por un lado, la clase obrera estaba debilitada y los dirigentes de los Voluntarios Irlandeses se mostraban vacilantes. Pero Connolly confiaba en la victoria y, aunque se equivocó en sus previsiones, sus acciones se diferenciaban de la conducta cobarde de los dirigentes sindicales que apoyaban la carnicería imperialista. Sin embargo, cometió errores. El levantamiento tenía grandes debilidades, no hubo un intento de convocar una huelga general y tampoco se hizo propaganda entre los soldados británicos para explicarlos los objetivos y atraerlos a la revolución.
En vísperas de la rebelión, el dirigente de los Voluntarios Irlandeses, Eoin MacNeill, ordenó a sus militantes que no participaran en el levantamiento. Así, se consumó una vez más la traición de los republicanos pequeñoburgueses. Junto al Ejército Ciudadano Irlandés sólo participarían 1.500 miembros de los Voluntarios Irlandeses de Dublín. Aunque desde un punto de vista militar el levantamiento estaba condenado de entrada, sin la traición de los dirigentes Voluntarios la rebelión podría haber tenido un éxito mucho mayor.
A pesar de la dura derrota de la clase trabajadora irlandesa, en un momento donde seguía la carnicería imperialista y los dirigentes socialdemócratas apoyaban a sus respectivas burguesías, la Insurrección de Pascua abrió una brecha importante. Lenin, que en ese momento se encontraba aislado con un pequeño grupo de revolucionarios, recibió las noticias del levantamiento con entusiasmo. Según él, la desgracia de los trabajadores irlandeses fue que se levantaron antes de tiempo, cuando aún no había madurado la revolución socialista en Europa. Si el levantamiento se hubiera dado un par de años más tarde, después de que la Revolución Rusa de 1917 desatara un movimiento revolucionario por toda Europa, la revolución de los trabajadores irlandeses no hubiera quedado aislada.
La necesidad del partido revolucionario y el legado de James Connolly
Connolly había creado el Partido Laborista irlandés, con una base sólida en los sindicatos y la clase obrera, pero a pesar de ello, a diferencia de Lenin, no construyó un partido revolucionario armado con la teoría y los métodos del marxismo. Este fue, sin duda, su mayor error. Sin un partido que diera continuidad a las ideas que defendía el mismo Connolly, la burguesía y los pequeñoburgueses irlandeses aprovecharon la situación y se hicieron con el control del movimiento. La lucha de los irlandeses se desvió hacia los métodos guerrilleros y años más tarde, de nuevo, la burguesía y un sector de los dirigentes pequeñoburgueses del IRA traicionaron al pueblo. Viendo el movimiento revolucionario que se encendió en Europa, y con el miedo a una revolución en la misma Irlanda, en 1921 la burguesía llegó a un acuerdo con Londres para dividir la isla en dos, presentando a Irlanda del Sur como el "Estado Libre". El “divide y vencerás” aplicado por el imperialismo británico a lo largo de toda su historia alcanzó su objetivo: dividió la clase obrera irlandesa, debilitando la lucha revolucionaria y con esta el movimiento para la liberación nacional.
Al igual que hacen hoy incorrectamente los dirigentes del Sinn Féin, diciendo que el conflicto político nacional de Irlanda del Norte está resuelto o que va por buen camino, en 1921 los sectores pequeñoburgueses presentaron el nuevo "Estado Libre" como un gran paso adelante, dejando para un futuro incierto la lucha por el socialismo. Pero hoy tanto el sur como el norte siguen bajo el dominio económico y político de los capitalistas ingleses.
Sobre esto ya avisó James Connolly: "Si mañana echáis al ejército inglés e izáis la bandera verde sobre el Castillo de Dublín, a menos que emprendáis la organización de una república socialista, todos vuestros esfuerzos habrán sido en vano. Inglaterra todavía os dominará. Lo hará a través de sus capitalistas, sus terratenientes, a través de todo el conjunto de instituciones comerciales e individuales que ha implantado en este país y que están regadas con las lágrimas de nuestras madres y la sangre de nuestros mártires. Inglaterra os dominará hasta llevaros a la ruina, incluso mientras vuestros labios ofrezcan un homenaje hipócrita al santuario de esa Libertad cuya causa traicionasteis”.
Connolly siempre analizó la lucha por la liberación nacional desde un punto de vista de clase, desde el punto de vista de la lucha por el socialismo. Nunca tuvo confianza en la burguesía irlandesa y su objetivo fue construir un movimiento independiente de la clase trabajadora. Para él, esta era la única manera de lograr una Irlanda libre. Todo lo que sucedió después de su muerte le da la razón. La lucha por la liberación nacional de Irlanda está indisolublemente vinculada a la revolución socialista, ningún pueblo puede conseguir una verdadera liberación nacional bajo el capitalismo.
Correctamente, Connolly luchó para conseguir la unidad de los trabajadores católicos y protestantes. Comprendía perfectamente que era imprescindible unir todos los trabajadores para enfrentarse al enemigo común: la burguesía inglesa y, por supuesto, también la burguesía irlandesa. Y a pesar de toda la división sectaria que se ha desarrollado en Irlanda en las últimas décadas, es positivo que los sindicatos de la clase trabajadora sigan unidos. Es algo que los revolucionarios irlandeses deben aprovechar.
Es fundamental que los trabajadores y jóvenes irlandeses que están dispuestos a luchar por la liberación nacional y social de Irlanda defiendan las ideas de Connolly en los sindicatos de clase, en el Sinn Féin y en las organizaciones republicanas revolucionarias. El movimiento obrero de Irlanda necesita un programa revolucionario que defienda la expropiación de los capitalistas ingleses e irlandeses bajo el control de los trabajadores y el derecho de autodeterminación de toda la isla. Sólo así será posible que Irlanda consiga su ansiada libertad.