Las elecciones federales que se llevaron a cabo el pasado 6 de junio, fuero una muestra de las contradicciones que acechan al gobierno de AMLO y la polarización creciente. Ningún proceso es lineal, ni puro, el vuelco de la sociedad hacia las elecciones intermedias demuestra que lo que menos hay es pasividad e indiferencia.

La agudización de la lucha de clases se sigue desarrollando, por un lado, las y los oprimidos continúan cerrando el paso a la derecha y, por otro lado, la derecha y los empresarios intentan contrarrestar el proceso de lucha que derivó en el triunfo de Morena en 2018.

El proceso de 2018 sigue vivo

El giro a la izquierda de millones de oprimidos que vimos consolidarse en las pasadas elecciones con un voto histórico hacia la izquierda parlamentaria, dirigida por AMLO, ha tenido continuidad en las pasadas elecciones intermedias con el triunfo de Morena en 11 gubernaturas (según datos preliminares), pese a la campaña de odio, los estragos de la pandemia, la alianza criminal entre los partidos de la derecha y los empresarios y en medio de las elecciones más violentas de la historia del país, con alrededor de 90 precandidatos y candidatos asesinados.

Morena podría terminar gobernando 16 estados, la mitad del país. Además, arrebató posiciones estatales al PAN y principalmente al PRI y avanzó en sus conclaves históricas, económicamente estratégicas y con una composición obrera robusta, como la región del norte con estados como Baja California, Sonora, Sinaloa y ayuntamientos fronterizos como Matamoros, Mexicali, Ensenada, CD. Juárez, etc. La jornada electoral tuvo una participación histórica del 52% para tratarse de elecciones intermedias.

De la mano de estos resultados, la clase obrera que entró en escena en el último periodo, especialmente con el MOM 20/32 arrebató tres regidurías en Matamoros como candidatos externos de Morena, con una campaña militante con movilizaciones y demandas para la clase obrera. Sin duda de haber sido esta la tónica en toda la jornada electoral, marcada por propuestas ridículas, vacías o inviables, los resultados habrían sido mucho mejores para la izquierda.

Millones de trabajadores, campesinos, jóvenes, mujeres, indígenas, etc. han vuelto a dar un voto de confianza y una oportunidad de corregir el camino de la conciliación de clases y basarse en el pueblo trabajador organizado para garantizar una transformación de fondo a su beneficio.

Sin embargo, el proceso no ha sido lineal ni homogéneo, pese a este importante avance en los estados, los errores y las concesiones a la derecha durante estos tres años no han pasado de largo para los habitantes de la capital y han cobrado factura en las urnas.

Los retrocesos, errores y costos de las alianzas con la derecha

En contradicción con el ambiente en los Estados, en la capital del país existe un mayor cuestionamiento y desencanto que quedó reflejado en el resultado electoral en donde Morena perdió seis de las 13 alcaldías que gobernaba.

Los errores de Morena no han sido superficiales, menos aún en medio de una crisis económica y sanitaria que ha tenido un costo muy alto, ha faltado un programa profundo y real para afrontar la pandemia que han costado más de 229 mil muertos; la liberación de Ovidio; la exoneración de Cienfuegos y el ridículo arresto domiciliario de Lozoya; la militarización con la Guardia Nacional, la violencia creciente; el letargo del gobierno para contrarrestar la violencia machista y el desprecio al movimiento feminista; o la actitud servil hacia las nefastas políticas migratorias de EEUU.

A lo anterior se suma la negativa a confrontar al empresariado frente a su resistencia de cumplir con el cierre de las empresas no indispensables, la eliminación del outsourcing y hacer efectivo el aumento salarial.

En el mismo sentido, las demandas de justicia social tampoco se han solucionado: como la justicia para Ayotzinapa, al contrario, hemos tenido silencio y criminalización ante la represión a la lucha de los normalistas de Mactumactzá. A nivel local, desastres como el desplome de la línea 12 del Metro y su criminal gestión. Un gobierno de izquierda que quiere gobernar para los más pobres no puede actuar así y esto ha removido la conciencia de miles de capitalinos que esperaban más, especialmente de la juventud y las clases medias de izquierda.

Este desencanto y el voto de castigo a Morena fue bien aprovechado por la derecha, que decididamente movilizó a su base social hacia las urnas. La actitud decidida que sí tuvo la derecha para hacer frente a Morena, no la ha tenido el gobierno federal para hacer frente al empresariado y sus representantes en el gobierno, todo lo contrario, la política conciliadora y de concesiones en los temas fundamentales como lo megaproyectos, está colmando la paciencia de miles de trabajadores, campesinos y jóvenes que esperamos una política más radical.

Ha sido esto y no la campaña de odio lo que facilitó el triunfo de la derecha en la CDMX, es esquivo que AMLO y la dirigencia de Morena reduzcan a este elemento secundario los resultados electorales.

Otro factor que se sumó al descontento fueron las candidaturas de Morena. En algunos sitios miles salieron a regañadientes a votar por candidatos impuestos por la burocracia, que no representaban la lucha que las bases han dado desde 2005. En otros sitios a los impresentables, corruptos, violadores, ineptos y oportunistas que coparon las boletas electorales, no les alcanzo el manto de Morena o de AMLO y terminaron profundizando el desencanto y, con ello, abriendo el paso a elementos como Sandra Cuevas, protegida de Cuauhtémoc de la Torre en la Alcandía Cuauhtémoc, el centro de la capital.

A diferencia de lo que piensan algunos cortos de miras, las y los trabajadores no somos tontos seguidistas, ni faltos de consciencia y tenemos claro que gente como Dolores Padierna, no nos representan, sin embargo, en otros casos ganó el repudio a lo que significa la perpetuidad del PRIAN. 

La clase obrera no volveremos a la comodidad de nuestras casas sin luchar y defender los que hemos avanzado, pero la única garantía de parar el avance de la derecha es con la movilización y la construcción de una izquierda auténticamente revolucionaria.

Basta de pactos y alianzas sin principios

El camino al 2024 se vuelve ahora más complejo debido a los resultados de las diputaciones, que han sido un revés para Morena. Sin alianzas consiguió 160 diputados federales de mayoría relativa a los que deberán sumarse los plurinominales, de los 251 que necesita para la mayoría absoluta, se calcula que estará muy por debajo, a diferencia de la legislatura pasada, para poder decidir libremente sobre el presupuesto y algunas reformas constitucionales secundarias, etc.

La derecha de Morena parece estar satisfecha con estos resultados, porque significa continuar con la lógica de las alianzas y los cabildeos en el juego parlamentario. No le incomoda tener que comprar caro el amor de partidos minoritarios y abiertamente reaccionarios como el PES o el Verde, renunciando a muchas demandas del movimiento pues estos partidos son abiertamente enemigos de ellas como: la legalización del aborto, los derechos a la comunidad sexodiversa, aumento al presupuesto educativo, etc.

Desafortunadamente AMLO parece profundizar el avance en el camino equivocado de estas alianzas sin principios guiñando el ojo ¡a nada menos que el PRI!  no está viendo o no quiere ver que la respuesta no está en las sumas y restas parlamentarias, que la fuerza no está en la cámara de diputados ni en las leyes, sino en el movimiento organizado y la lucha en las calles, mientras dispone de miles de oprimidos para dar esta batalla, AMLO prefiere solucionarlo con cheques al portador hacia los oportunistas y enemigos de la clase trabajadora.  

Mayor polarización social

La polarización social se ha incrementado en los últimos años y dejó su huella en estas elecciones, así como la derecha votó como nunca antes, por su parte, las bases más combativas y militantes de Morena realizaron campañas potentes, muchos comités se opusieron abiertamente a la política de imposición de candidatos y contra el avance del ala de derechas dentro de Morena.

En este ambiente, las y los obreros de Matamoros dieron un ejemplo de campaña militante, con movilizaciones en las calles, volanteos, brigadas informativas, reivindicando demandas para las y los obreros. Con sus lemas: ¡Luchar, vencer, obreros al poder! Y ¡Somos tu clase, somos tu voz, somos obreros 20/32! Atrajeron el voto a la izquierda como nunca en esa región, pese a los ataques, represión y boicot de la derecha, incluso el desdén de la cúpula burocrática de Morena y, paradójicamente, al desprecio de los sectores sectarios de los activistas de izquierda.

Es necesario seguir estos maravillosos ejemplos de las bases obreras y militantes de Morena para confrontar a la derecha con una batalla decidida, organizando a los sectores más conscientes y proletarios y atraer a las clases medias con un programa revolucionario y anticapitalista que rompa con la lógica del sistema. De otra forma, la derecha no hará más que fortalecerse aprovechando el desencanto, la desmoralización y el paso libre que le deja la renuncia de la izquierda por reconquistar a estos sectores.

Construyamos una izquierda revolucionaria

La izquierda dentro de Morena no puede escudarse en la autoridad de AMLO, en la “unidad” o en no vulnerar al partido frente a la derecha al exponer sus críticas, todo lo contrario, renunciar a la lucha interna por construir un verdadero partido de izquierda, revolucionario y anticapitalista, es el camino más seguro para que la derecha destruya a Morena desde fuera y desde dentro.

Estamos entrando en una nueva etapa para la lucha de clases en México, en donde las contradicciones son mayores, hay mayor polarización y los extremos se están manifestando de manera más clara y decidida, mientras AMLO sigue tratando de surfear entre dos aguas sin romper con su base social ni con la lógica capitalista.

En los próximos tres años, la disyuntiva será cada vez mayor y terminará por romperse el delicado equilibrio. Insistimos, AMLO no puede conciliar intereses totalmente opuestos, en plena crisis económica los intereses de la clase trabajadora son cada vez menos llevaderos con los intereses de la clase dominante, no puede fungir como un árbitro entre las clases de manera permanente, el capitalismo no puede reformarse, no existe un capitalismo con rostro humano.

Si Morena quiere mantenerse en pie hacia 2024 deberá depurar al partido de la derecha oportunista, abandonar la política de postulación de candidatos chapulines, volver a la movilización y vínculos con la luchas organizadas, reivindicando un programa auténticamente de izquierda y revolucionario; comenzando por derogar  todas las contrareformas estructurales y romper con  todos los empresarios que se ven beneficiados con ellas; expropiar y nacionalizar las industrias clave y poner su riqueza al servicio de la mayoría de la población, así como de las empresas que bajo pretexto de la pandemia están rebajando las condiciones laborales y echando a la calle a los trabajadores; aumentar el presupuesto al sector salud, educación pública, ciencia, cultura y artes; lanzar un plan de rescate e industrialización del campo y detener los megaproyectos y asesinatos a defensores del territorio. 

AMLO no tendrá al Congreso bajo su control, pero aún tiene una fuerte base social en la que puede basarse para hacer valer lo que las y los explotados necesitamos, si AMLO renuncia a basarse en esta fuerza, será condenado por la historia, pero los millones de oprimidos no renunciaremos fácil a seguir dando la batalla y habrá que prepararnos para ello, súmate a Izquierda Revolucionaria combatamos a la derecha, al empresariado y luchemos por el socialismo.

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