¡Por una alternativa revolucionaria para tomar el poder!

El golpe de Estado perpetrado el 7 de diciembre por la oligarquía peruana contra el presidente Pedro Castillo está provocando un impresionante levantamiento revolucionario de masas.

El pacto rastrero de la vicepresidenta Dina Boluarte, y la inmensa mayoría de ministros que acompañaban a Castillo, con los partidos burgueses de derecha y ultraderecha que controlan el desacreditado y corrupto Parlamento, ha movilizado a centenares de miles de personas, galvanizando toda la ira acumulada por décadas de opresión.

La movilización obrera y popular desenmascara la estrategia golpista de la burguesía

Como otras veces en la historia, el látigo de la contrarrevolución ha espoleado la revolución. Las imágenes de jóvenes y trabajadores del campo y la ciudad tomando las calles, enfrentándose a la fuerte represión policial y denunciando al mundo lo que de verdad está ocurriendo ha impactado a millones en todo el planeta. Una vez más se ha demostrado que cuando las masas se ponen en marcha mediante su acción directa es imposible pararlas.

Uno de los primeros efectos de esa movilización ha sido desenmascarar la manipulación de los medios de comunicación capitalistas que durante días nos han bombardeado machaconamente presentando al Gobierno golpista e ilegítimo de Boluarte como salvadores de la democracia frente al “golpista Castillo apoyado por los comunistas y la izquierda”.

El golpe en Perú también ha puesto en evidencia, una vez más, el papel de fiel lacayo del imperialismo de la socialdemocracia. El Gobierno de Pedro Sánchez, como otros Gobiernos y líderes socialdemócratas, no ha dudado en mostrar su apoyo a los golpistas, fiel a su política de decir amén a todo lo que ordene el imperialismo estadounidense.

Por su parte, los dirigentes de la  nueva izquierda reformista, en Perú e internacionalmente, lejos de denunciar y combatir esa campaña han reaccionado a los artículos acusándoles de haber apoyado a Castillo poniéndose de perfil, ocultando lo que sucede e incluso intentando justificarlo, lavándole la cara a Boluarte y apelando a su buena voluntad. ¡Qué bancarrota y cobardía política tan escandalosa! ¡Qué abismo entre estos dirigentes que se dedican a justificar cínicamente su renuncia a un programa revolucionario hablando de falta de conciencia de las masas, y el instinto de clase y la decisión de ir hasta el final que vemos en las oprimidas y oprimidos de Perú, como en tantos levantamientos y movimientos masivos de los cinco continentes!

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El látigo de la contrarrevolución ha espoleado la revolución. Miles de jóvenes y trabajadores del campo y la ciudad han tomado las calles denunciando al mundo el golpe de Estado perpetrado por la oligarquía. 


Pocas horas después de la detención de Castillo, varios miles de personas ya se manifestaban en Lima contra el Gobierno golpista exigiendo su liberación, el cierre del Parlamento podrido de la oligarquía y elecciones generales. En varios estados del interior del país, donde el apoyo masivo de los campesinos, trabajadores y el resto de oprimidos aupó a Castillo a la presidencia, las protestas se convertían en un clamor. La asamblea de organizaciones campesinas, sindicatos y colectivos vecinales y populares del estado Apurímac convocaba el domingo 11 de diciembre paro general indefinido y declaraba este estado en insurgencia hasta que no renuncien el Gobierno usurpador y el Parlamento golpista. Al grito de “que se vayan todos” y “elecciones generales ya” miles de manifestantes tomaban el aeropuerto de Andahuaylas. La brutal represión ordenada por el Gobierno “garante de la democracia” de Boluarte,  causaba varios muertos y heridos graves.

En los estados vecinos de Arequipa y Puno las protestas se han extendido a decenas de miles de comerciantes, que anunciaban paros y manifestaciones masivas el 14 de diciembre. Décadas de ofensiva neoliberal han convertido a Perú en el país con más precariedad laboral y economía informal de Latinoamérica. Muchos de estos comerciantes son pequeños vendedores ambulantes cuyas condiciones de vida, golpeadas por la crisis y las subidas de precios, se asemejan cada vez más a los sectores más oprimidos y precarizados del proletariado. La convocatoria de paro indefinido en estos estados se ha convertido ya en llamamiento nacional.

Organizar la huelga general indefinida impulsando el poder obrero

La izquierda anticapitalista peruana y los sectores más combativos del movimiento sindical tienen una enorme oportunidad para  intervenir decididamente en este movimiento de masas con una política revolucionaria de independencia de clase, convocando huelga general indefinida y organizando asambleas y comités de lucha en cada centro de trabajo, cada barrio y cada pueblo para sostenerla, extenderla y hacer que triunfe.

Estos comités de acción, formados por delegados elegibles y revocables, y su coordinación a nivel local, regional y nacional, unirían a todos los oprimidos para desafiar el poder de los capitalistas. Esta orientación ya se está empezando a producir en Apurímac y otras regiones, y si se impulsa con energía, incluyendo también la autodefensa armada frente a la represión del Estado, sería el medio para levantar en los hechos una Asamblea Revolucionaria de delegados obreros, campesinos y del pueblo, un paso decisivo para organizar la sociedad peruana sobre bases socialistas.

Este es el camino para contraponer una opción revolucionaria a las maniobras de la burguesía y sus mentores en Washington y todo el mundo, que pretenden disfrazar el golpe con un “Gobierno de unidad nacional”, con antiguos ministros de Castillo y diputados de la derecha, y gestionar la transición hasta nuevas elecciones para desactivar el levantamiento.

Ante la extensión imparable de la resistencia popular, algunos sectores de los golpistas están planteando adelantar las elecciones y crecen las divisiones en su seno. En el momento de escribir estas líneas, algunas noticias hablan de más de 60 diputados exigiendo ya la renuncia de Boluarte y el gobernador de Apurímac, el estado donde hasta el momento el levantamiento ha llegado más lejos, ha planteado la convocatoria de una Asamblea Constituyente. 

Si la burguesía peruana no ha adoptado hasta ahora ese camino ha sido por su profunda crisis política y divisiones y porque esperaban que el desgaste de Castillo fuera suficiente para deshacerse de él sin provocar una movilización como la que se está produciendo. Pero, enfrentados el peligro de una insurrección como la de octubre de 2019  en el vecino Chile, no dudarán en seguir el mismo camino y utilizar la Constituyente para desviar el movimiento al terreno parlamentario y ganar tiempo para intentar desgastar, dividir y desmoralizar a las masas.

Una alternativa revolucionaria para luchar por el socialismo

La izquierda revolucionaria peruana debe rechazar las políticas de colaboración de clases y la ilusión de que es posible resolver los acuciantes problemas del pueblo mediante reformas institucionales, o con una nueva forma de parlamentarismo capitalista como la Constituyente.

La exigencia de acabar con la constitución de 1991, elaborada bajo la dictadura fujimorista y que consagra toda una serie de políticas neoliberales y antidemocráticas, es una reivindicación sentida por millones de jóvenes y trabajadores. Pero la evidencia de que el Parlamento burgués es un nido de corrupción que solo ha servido para sabotear y preparar el golpe actual también es una creencia firme entre millones.

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La obligación de los revolucionarios es apoyarse en la fuerza y decisión que están demostrando las masas y plantear con audacia la toma del poder por parte de la mayoría oprimida. 


No existe un bajo nivel de conciencia, sino todo lo contrario. Por eso la obligación de los revolucionarios es apoyarse en este salto tan evidente en la determinación de la clase obrera y el campesinado peruano, que se expresa en la consigna de cerrar este Parlamento corrupto, y plantear con audacia la toma del poder por parte de la mayoría oprimida.

Una forma de representación parlamentaria burguesa, aunque se disfrace de "Constituyente", mantendrá los resortes del Estado y las principales palancas económicas en manos de los capitalistas y solo puede transformarse en una trampa para el movimiento revolucionario.

Si algo demuestra el convulsivo año y medio transcurrido desde la victoria de la izquierda en las elecciones de junio de 2021 es que es imposible resolver ningún problema mientras los recursos económicos que pertenecen al conjunto del pueblo peruano sigan en manos de un puñado de capitalistas, terratenientes y multinacionales imperialistas.

Solo es posible dar satisfacción a todas las reivindicaciones obreras, campesinas y populares (salario, vivienda y empleo digno y con derechos, presupuestos para garantizar una sanidad, educación, vivienda y pensiones dignas) fusionándolas con otras reivindicaciones democráticas y sociales como los derechos de los pueblos originarios, la reforma agraria, el derecho al aborto y la lucha por la igualdad de género y los derechos LGTBI. Y esto exige aplicar un programa socialista que expropie a la oligarquía: nacionalizando los bancos, la tierra, el gas, el petróleo, las minas y las grandes empresas bajo el control democrático de la clase obrera.

Este programa entusiasmaría a las masas en Perú y, en el contexto de revolución y contrarrevolución que vive toda América Latina, se contagiaría inevitablemente a otros países, empezando por Chile o Bolivia y siguiendo por Colombia, Venezuela, México, etc.

Hay tiempo y fuerza suficiente para derrotar el golpe en Perú y transformarlo en una victoria de los trabajadores y el pueblo. Este es el objetivo por el que luchamos los comunistas de Izquierda Revolucionaria Internacional.

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