El jueves 13 de enero, los estudiantes y jóvenes franceses volvieron a las calles contra los constantes cambios en los protocolos anti Covid en las escuelas aplicados por el Gobierno de la derecha. La convocatoria fue seguida de forma masiva en todos los niveles educativos, esa fue la realidad a pesar de los datos falsos aportados por el ministerio de Enseñanza.
Según el sindicato FSU (mayoritario en el sector) hubo un 62% de seguimiento en la escuela secundaria y un 75% en la primaria, elevándose las cifras hasta más del 80% en los cinturones rojos de las grandes ciudades como París. Estas cifras colocan a la movilización del día 13 como la más multitudinaria desde hace casi 20 años.
La situación a la que se enfrenta la escuela pública en Francia con la nueva ola de Ómicron es realmente dramática. En tan solo una semana, la vuelta a clases después de las vacaciones se ha transformado en un caos gigantesco.
A fecha de lunes 10, más de 10.400 aulas permanecían cerradas debido a los contagios por la nueva variante del virus, lo que representa más de un 2% del total de clases estatales. Sin embargo, las medidas del ministro derechista Jean Castex pasan únicamente por la realización de un test de autodiagnóstico a los alumnos con síntomas. El protocolo anterior obligaba a practicar un test en un centro sanitario y dos autotests posteriormente.
Estas improvisaciones con los protocolos han dejado al descubierto que el problema no es el número de test que se realicen, sino la falta alarmante de personal. Desde el comienzo de la pandemia no se han realizado contrataciones, lo que ha supuesto una degradación nunca vista en la educación pública: bajas sin cubrir, menos ofertas de plazas en el sistema público, falta de personal de limpieza en los centros, etc.
Esta convocatoria ha supuesto un importante paso adelante respecto a anteriores huelgas educativas por su masividad, su combatividad y sobre todo porque ha unificado a todos los sectores implicados. La clave para vaciar las aulas es precisamente la unidad para movilizarse entre los distintos sectores: estudiantes, profesores, padres y madres y el resto del personal educativo, cosa que esta movilización ha logrado.
De hecho, esta huelga se ha producido apenas 2 días después de otra importante movilización en el sector sanitario. Sin duda el camino debe ser la unificación de todas las luchas que se están produciendo.
Las reivindicaciones del colectivo están claras: un plan de choque con contrataciones masivas de personal para los centros educativos, garantizar mascarillas gratuitas para trabajadores y estudiantes, así como purificadores de aire en las aulas.
Las condiciones para ampliar y fortalecer la lucha están dadas. Las direcciones sindicales tienen que convocar asambleas unitarias de trabajadores y estudiantes y defender en ellas un plan de movilizaciones ascendente: esta es la única receta si queremos que se consigan todas las reivindicaciones.
Profesores y estudiantes plantean continuar con la pelea animados por la energía y la confianza que ha insuflado la huelga del 13. Sud Éducation ha convocado una nueva huelga educativa para el 20 de enero; La CGT y la FSU tienen que sumarse a ella. Esta sería la mejor forma de dar un gran impulso a la huelga general del 27 de enero y convertirla en una huelga masiva e histórica.
En un momento en el que el fantasma de la reacción y de la ultraderecha asoma más visible que nunca (incluso con la posibilidad de que el ultrarreaccionario Zemmour pueda competir en la segunda vuelta de las presidenciales), los jóvenes y los trabajadores estamos mostrando el camino para enfrentarlos: la lucha y la movilización en las calles.
Para combatir la política reaccionaria defendida por elementos como Marine Le Pen o el propio Zemmour, aplicada de hecho por el “centrista” Macron sin problema, necesitamos una izquierda de combate, que plante cara a las políticas privatizadoras de Macron y a los planteamientos machistas y racistas de la extrema derecha. Desgraciadamente algunos dirigentes del PCF, en lugar de batallar con contundencia contra estas posiciones están incorporando a su discurso elementos de los argumentos xenófobos y ultranacionalistas de la reacción.
Por su parte si Melenchon y la Unidad Popular quieren ser una herramienta útil y aparecer ante los trabajadores y la juventud como una alternativa real, deben ponerse a la cabeza de la movilización y volcarse en esta lucha. Tienen que organizar también las asambleas generales y elaborar un programa contundente contra los recortes, las privatizaciones y el fascismo. Solo con ese programa combativo, elaborado junto a los trabajadores y jóvenes de forma democrática y batallando con fuerza por él podremos garantizar una escuela pública de calidad y segura ante la pandemia, avanzar en las mejoras necesarias en las condiciones de vida de la clase obrera y cortar el paso a la reacción.