Las elecciones del pasado domingo, 30 de enero, trajeron un voto masivo contra la derecha, con un gran cambio en la distribución de votos en la izquierda, que tuvo como resultado la mayoría absoluta para el PS.

Un voto masivo contra la derecha y la ultraderecha

Estas elecciones estuvieron marcadas fundamentalmente por el peligro de un Gobierno que incluyera a la extrema derecha, un peligro sentido por amplias capas de la clase trabajadora y la juventud. Este es el principal factor que explica el voto masivo contra la derecha por tercera vez consecutiva en las elecciones legislativas. La izquierda en su conjunto —PS, BE, CDU, PAN y Livre— obtuvo 2.874.591 votos, o el 53,34%, y 130 diputados (1).

El voto de izquierda se concentró en el Partido Socialista. Amplios sectores de los trabajadores han considerado que este era el voto más útil para evitar que se pudiera conformar un Gobierno de derechas y de la extrema derecha. El PS obtuvo 2.246.483, o el 41,68% de los votos, una cifra abrumadora que corresponde a un aumento de 379.972 votos frente a los 1.866.511 obtenidos en 2019, año en el que ya había registrado un aumento de 160.000 votos respecto a los comicios de 2015, el inicio de la “geringonça” (2). Esto se tradujo en 11 escaños parlamentarios más para el PS, que tiene así 117 diputados, la mayoría absoluta.

La derecha, aún sin cerrar su crisis y en pleno proceso de recuperación, seguía siendo la apuesta de un sector de la burguesía que veía en un Gobierno del PSD (partido de derechas, el PP portugués) la mejor salida a la crisis parlamentaria. Durante el mes de enero asistimos a un gigantesco esfuerzo de movilización de las capas más reaccionarias de la sociedad, apoyado con fondos millonarios y con una contribución nada desdeñable de los medios de comunicación. En la recta final de las elecciones, diarios y canales de televisión ya anunciaban a Rui Rio (líder del PSD) como el inevitable ganador de las elecciones. Esto, combinado con los avances de la derecha en las elecciones municipales de 2021, ha funcionado para electrificar al electorado de derecha.

Después de todo la derecha en su conjunto (PSD, Chega, IL, CDS-PP y PSD-CDS), ha obtenido un total de 2.318.294, alrededor de medio millón de votos menos que la izquierda. Esto es sin duda una derrota. Cabe señalar, sin embargo, que también se trata de un aumento de más de medio millón de votos —549.203, precisamente— desde 2019, crecimiento repartido por todas las fuerzas de la derecha a excepción del CDS-PP. Este último parece haber terminado finalmente su proceso de descomposición y no ha conseguido ni un solo diputado.

El PSD, sin embargo, fue el partido de derecha con menor crecimiento. Rui Rio terminó la noche electoral haciendo las maletas. El partido naranja solo tuvo 77.961 votos más que en 2019, quedando con 1.498.605 papeletas y 71 escaños, es decir, con una pérdida de 6 escaños.

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Las elecciones del pasado domingo, 30 de enero, trajeron un voto masivo contra la derecha, con un gran cambio en la distribución de votos en la izquierda, que tuvo como resultado la mayoría absoluta para el PS. 


Esto sucede mientras la izquierda en su conjunto registra una caída de 36.186 votos y 12 mandatos. Como en los comicios locales de septiembre de 2021, la derecha fue derrotada, pero dio un paso adelante.

La caída de BE y CDU

La política reformista y de seguidismo del PS, aplicada por el BE y CDU, volvió a ser castigada en las urnas, esta vez con una violencia sin precedentes.

BE obtuvo solo 240.257 votos en todo el país, o el 4,46%, con una dirección que ha tenido que encajar una pérdida de 252.250 sufragios respecto a 2019. Se ha quedado por tanto con menos de la mitad de los 492507 votos (el 9,67%) conseguidos en las anteriores legislativas. En estas ya había sufrido una caída de más de 50.000 votos respecto a 2015. De los 19 diputados que tuvo durante los años de la “geringonça”, se ha quedado con un grupo parlamentario de 5 miembros.

La CDU (PCP - Partido Ecologista, los Verdes), por su parte, obtuvo 236.630 votos, o el 4,39%, y obtuvo 6 de los 12 escaños que ocupaba. Fue una caída de 92.611 votos con respecto a 2019, y de 206.118 con respecto a 2015.

Así, los 6 años de “geringonça” fortalecieron al PS hasta el punto de permitirle a Costa hacerse, en estas elecciones, con más de la mitad de los votos que tenían BE y CDU en 2015, cuando estos sumaban prácticamente un millón.

Además de toda la gama de comentaristas y “expertos” en los medios burgueses, los propios líderes de la izquierda reformista nos dicen ahora que ese es el precio que se pagó por el rechazo de los Presupuestos Generales del Estado en octubre pasado. Esto está muy lejos de la realidad.

La profunda crisis en la que se encuentran estas dos formaciones no es una consecuencia directa y mecánica del NO a los presupuestos de 2022, es más bien la consecuencia de la política de conciliación de clases que siguieron. Desde octubre hasta hoy, BE y PCP mantuvieron su negativa a movilizar a los trabajadores y jóvenes a luchar en las calles, sometieron toda su acción al Parlamento y otras instituciones burguesas, presentaron programas que respetan religiosamente los límites del capitalismo, todo en un intento de mostrarse ante las clases medias como partidos “responsables” capaces de entrar en el “club de los partidos de Gobierno”. La ambición de entrar en un Ejecutivo con los socialdemócratas oficiales del PS —como hizo Unidas Podemos en el Estado español— guió todas las acciones de estos partidos.

Incluso durante la campaña en la que tanto en el caso de BE como en el de CDU establecieron como objetivo “ser la tercera fuerza política”, Catarina Martins (la candidata a la presidencia del BE) ya abría la puerta a nuevos acuerdos con el PS. Por su parte, Jerónimo de Sousa (el secretario general del Partido Comunista portugués) al hablar la misma noche de la votación —antes de que se conociera la mayoría absoluta de Costa—, demostró por última vez que la burocracia del PCP tenía exactamente los mismos deseos que la burocracia del Bloque.

El error, por tanto, no fue rechazar las “cuentas” de 2022, sino hacerlo como una maniobra institucional más ante los pésimos resultados de las elecciones municipales. El error de las direcciones del BE y del PCP fue no seguir la pauta de un verdadero cambio de política y continuar siendo nada más que la socialdemocracia 2.0.

Como escribimos en el balance de las elecciones de 2019, cuando “llamadas a elegir entre el producto original y las distintas copias, la clase obrera tiende a decantarse por la mayor fuerza política y rechaza las imitaciones”. Y esta tendencia se reforzó ante el peligro de un Gobierno de extrema derecha.

El reformismo es incapaz de frenar a la ultraderecha

Tras PS, el gran triunfador de estas elecciones ha sido Chega (el VOX portugués), que ha recogido 319.095 votos más que en 2019, consiguiendo 385.543, el 7,15% del total. La presencia parlamentaria de la extrema derecha aumentó así de 1 a 12 diputados, y ahora son la tercera fuerza política en términos electorales. De hecho, solo Chega tiene hoy más diputados que BE y PCP juntos. Esta es la consecuencia más gráfica de la “geringonça”.

Por detrás de Chega, Iniciativa Liberal fue el partido que más celebró los resultados, habiendo conseguido ser la cuarta fuerza política, superando incluso a BE y CDU. Los liberales obtuvieron 268.414 votos, lo que equivale al 4,98% del electorado y muestra un notable crecimiento de 202.869 papeletas desde las pasadas legislativas.

Entre Chega e IL absorbieron toda la base social del CDS-PP, siendo IL más fuerte en los centros urbanos y Chega avanzando especialmente en las zonas rurales.

¿Cómo se explica este crecimiento de la extrema derecha?

Como hacen después de cada derrota electoral, los líderes reformistas hablan ahora del “bajo nivel de conciencia” de la gente, de la “sociedad portuguesa” que “es de centroizquierda”, de un “giro a la derecha de toda la sociedad” y otras tonterías equivalentes.

¿Hay trabajadores votando por la extrema derecha? Definitivamente que sí. Y serán tantos más cuanto mayor sea la desmoralización, la falta de perspectivas y de una dirección política con un programa claro para la transformación radical de la sociedad. Pero la clase obrera no es de ninguna manera la base de la extrema derecha.

Lo que la clase obrera y la juventud revelaron el 30 de enero no fue un “bajo nivel de conciencia”, fue una conciencia muy clara del peligro que representa un Gobierno de derecha con la extrema derecha, y una tremenda pérdida de confianza en las direcciones reformistas de izquierda después de 6 años de discursos vacíos.

El voto de izquierda fue más fuerte —constantemente por encima del 53% a nivel nacional— en todos los municipios con mayor presencia de la clase trabajadora. Algunos ejemplos son Odivelas (59,24%), Loures (61,65%), Amadora (62,36%), Setúbal (62,84%), Marinha Grande (63,1%), Almada (64,79%), Covilhã (66,56%), Barreiro (73,81%). )... Exactamente como en las elecciones de 2019, los trabajadores que votaron lo hicieron por la izquierda, contra las ideas de extrema derecha, contra la explotación, el racismo, el sexismo y la LGTBIfobia.

La base de Chega está entre las clases medias más reaccionarias, que se ven arruinadas o al borde de la ruina con la crisis económica, que ven todos los avances de los movimientos sociales y obreros como una amenaza a sus privilegios. Chega se presenta a estas capas con una salida a la crisis: el aumento de la explotación y los recortes en las ayudas sociales, la reducción de la carga fiscal a sus pequeñas empresas y comercios, la represión a los trabajadores, mujeres, negros, gitanos, personas LGBTI y a todos los grupos oprimidos, nacionalismo y autoritarismo. André Ventura (el dirigente de Chega) consigue el apoyo de esta pequeña burguesía desesperada tanto más fácilmente cuanto más profunda es la crisis social y la ausencia de alternativas.

Las explicaciones de los líderes reformistas, que ven en el crecimiento de la extrema derecha una prueba de “baja conciencia”, revelan su arrogancia y elitismo, su falta de confianza en el proletariado y su falta de programa y soluciones. En definitiva, al señalar con el dedo a los trabajadores, nos están diciendo que no se han equivocado y que no les queda más remedio que seguir el rumbo seguido hasta ahora y esperar mejor suerte en las próximas elecciones.

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La base de Chega está entre las clases medias más reaccionarias, que se ven arruinadas o al borde de la ruina con la crisis económica, que ven todos los avances de los movimientos sociales y obreros como una amenaza a sus privilegios.


Ahora bien, los resultados del 30 de enero, bien analizados y teniendo en cuenta toda la lucha de clases de los últimos años, si algo prueban es precisamente que estamos en condiciones de seguir una política genuinamente socialista, que la clase obrera tiene la fuerza y determinación para frenar a la extrema derecha, que existen las condiciones para construir una izquierda revolucionaria y transformar radicalmente la sociedad.

¡Hay que construir una izquierda genuinamente socialista y revolucionaria!

La mayoría absoluta del PS no es un cheque en blanco entregado a António Costa. La clase obrera no confía ciegamente en la socialdemocracia, y las luchas que en cierta medida se vieron interrumpidas por el impacto de la crisis sanitaria no han terminado. Todo lo que en los últimos años ha provocado choques de clases -movimientos sociales, huelgas y todo tipo de protestas- está ahora más presente que nunca.

Sin embargo, con mayoría absoluta, Costa ya no tiene que preocuparse por la fragilidad institucional que derrocó a su Gobierno en octubre pasado. Por eso mismo, al ver los resultados electorales, la burguesía suspiró aliviada. La reacción de António Saraiva es reveladora. El presidente de la CIP -la patronal- saludó a la mayoría absoluta como el inicio de un "nuevo ciclo económico" con "estabilidad" que permitirá llevar a cabo una serie de "reformas" para desarrollar "el país".

El hecho es que, en medio de la crisis del capitalismo, la burguesía exige a su Gobierno el saqueo de la gran mayoría de la población. Y ya no se trata de mantener las medidas del Ejecutivo PSD-CDS y la troika, como ha hecho hasta ahora Costa, sino de avanzar en esas medidas. Queda por ver cómo el PS intentará hacer pasar esta política sin desencadenar una explosión social, y no será una tarea fácil. El dinero europeo del “Plan de Recuperación y Resiliencia” que el PS presenta como panacea, no solucionará este problema.

La política de la socialdemocracia al servicio del capital financiero seguirá siendo incapaz de frenar a la extrema derecha y, a la larga, equivale a extender una alfombra roja a un Gobierno reaccionario empeñado en atentar contra los derechos laborales, los derechos democráticos, de las mujeres y los logros de la clase obrera.

Debemos romper de inmediato y de una vez por todas con la socialdemocracia, con la política de conciliación de clases que nos ha traído hasta aquí. Porque ninguno de los objetivos presentados por los líderes del BE y PCP para justificar la política de los últimos 6 años se logró. No hubo mejora en las condiciones de vida de la clase obrera y de la inmensa mayoría de la población, no hubo fortalecimiento de la izquierda y de las organizaciones obreras, y no se detuvo el crecimiento de la extrema derecha.

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En estas elecciones, una vez más, las masas demostraron en las urnas lo que reiteradamente demuestran en las calles: que hay fuerza y determinación para luchar.


La sumisión a la lógica del capitalismo en cualquier aspecto siempre resulta en una sumisión completa al capitalismo. El intento de conciliar los intereses del proletariado con los intereses de la burguesía, en cualquier medida, significa siempre abdicar por completo de los intereses del proletariado.

En estas elecciones, una vez más, las masas demostraron en las urnas lo que reiteradamente demuestran en las calles: que hay fuerza y determinación para luchar. Lo que falta es una izquierda que plantee un programa revolucionario, basado únicamente en la movilización y organización de la clase obrera y la juventud.

Notas:

1. A la fecha de redacción de este artículo, aún no se habían contado los votos en los consulados, que corresponden a 4 diputados.

2. Esta palabra se refiere al pacto entre PSP, BE y PCP que llevó al socialdemócrata António Costa a ser jefe del Gobierno de Portugal en 2015 y que fue renovado después de las legislativas de 2019.

 

 

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