Reproducimos íntegro el editorial The Socialist del 28 de marzo de 2003, publicado justo después del envío de las tropas estadounidenses y británicas a Iraq. Obviamente, el Socialist Party no podía adivinar el futuro pero, como se puede observar, sí buscaba armar a nuestros lectores con una perspectiva para comprender cómo se podrían desarrollar los procesos, y con un programa de acción para luchar contra la guerra.
El 20 de marzo de 2018 se cumplieron 15 años desde que nos despertamos con las imágenes de la invasión de Iraq por parte de las fuerzas estadounidenses y británicas. La guerra de Iraq fue una explosión que sacudió el sistema, y que a día de hoy continúa siendo una fuente de inestabilidad para la vida de millones de personas, y también de todas las instituciones y políticas capitalistas, de izquierdas y derechas.
El capitalismo es ilegítimo
La desconfianza en los medios de comunicación capitalistas se consolidó con las mentiras sobre las armas de destrucción masiva y se ha fortalecido desde entonces. La invasión de Iraq y sus secuelas son un factor importante en la crisis de legitimidad del capitalismo en todo el mundo.
Las relaciones mundiales se han transformado. El "Nuevo Siglo Americano" de Bush se hundió con el desastre de Iraq. Hoy, Estados Unidos sigue siendo la mayor potencia militar, pero el mundo unipolar de 2003 ya no existe y las tensiones entre las diferentes potencias imperialistas repercuten en todo el mundo, incluidas las guerras comerciales y las guerras reales.
Se prometió una guerra rápida, “conmoción y pavor”, para construir un nuevo mundo y un florecimiento de la democracia en Oriente Medio. En cambio, esa guerra (y la crisis capitalista mundial de 2007/08 que la guerra ayudó a preparar) abrió el camino a múltiples guerras que no han cesado hasta hoy, empezando por Iraq, que no conoce la paz desde 2003 y en cuya invasión murió un millón de personas. Desde Sri Lanka en 2009 a Libia y Yemen, desde Sudán a Afrin... se ha adoptado el enfoque de Bush sobre el llamado “eje del mal” como una licencia para masacrar. Hay más de 65 millones de refugiados en el mundo. Qué monstruosa sufrimiento humano representa esa cifra.
En contrate, lo que sí floreció fueron los beneficios de los contratistas que ingresaron en Iraq. En 2013, EEUU había gastado 138.000 millones de dólares en seguridad privada, logística y reconstrucción. Ese año ya se estimaba que la invasión había costado 2 billones de dólares. La clase obrera de Estados Unidos está pagando ese precio –y también la crisis de los banqueros en 2007/08. El presupuesto de Trump para 2019 propone recortar los cupones de alimentos en más de 213.000 millones de dólares durante los próximos diez años.
Se estima que 30 millones de personas se manifestaron en más de 600 ciudades en la fecha histórica del 15 de febrero de 2003. Dos millones protestaron en Gran Bretaña. “No más sangre por petróleo” fue la consigna adoptada en particular por los jóvenes y por las increíbles huelgas estudiantiles. Ese lema reflejaba la comprensión de que las potencias capitalistas del mundo priorizaban las ganancias y beneficios sobre las personas. Pero en ausencia de una voz política, el movimiento luchó con una mano atada a la espalda.
La posición contra la guerra de Corbyn fue un factor decisivo en su asombrosa victoria como líder del Partido Laborista en 2015. Desafortunadamente, el PL sigue dominado por belicistas como Hilary Benn y Stella Creasy. Necesitamos un movimiento socialista de masas para luchar contra la guerra, la austeridad y el capitalismo, y em el que estos elementos no tienen cabida.
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Editorial de The Socialist, 28 de marzo de 2003
Parece que la batalla en Bagdad ha comenzado. Todavía es demasiado pronto para obtener una imagen exacta, pero la siguiente etapa podría estar lejos del "paseo" que algunos analistas militares predijeron.
Los planes de guerra estadounidenses-británicos no han seguido el guión. El supremacía aéreo militar estaba destinada a crear tal “conmoción y pavor” que el régimen se derrumbara, las tropas se rindieran y los iraquíes en las ciudades se levantaran y recibieran a las fuerzas estadounidenses y británicas como “libertadores” del tirano Saddam Hussein.
En cambio, hasta ahora, las tropas estadounidenses y británicas se han encontrado con una resistencia decidida, muchos menos soldados iraquíes de lo esperado han desertado, mientras que las bajas estadounidenses y británicas han sido inesperadamente altas.
Las líneas de suministro han sido atacadas y, según Unicef, en Basora, una ciudad de dos millones de habitantes, no hay agua ni electricidad y hay un desastre humanitario en marcha. Al menos 100.000 niños menores de cinco años están en riesgo de contraer enfermedades. Se han librado feroces combates en Umm Qasr, una ciudad de apenas 5.000 habitantes.
Por supuesto, Estados Unidos tiene una abrumadora superioridad militar. La administración estadounidense cree que sus intereses vitales están en juego y está decidido a luchar hasta el final para derrocar al régimen iraquí. La batalla por Bagdad podría terminar con el colapso del régimen y esta fase de la guerra podría terminar relativamente rápido.
Sin embargo, las tropas estadounidenses y británicas también podrían verse empantanadas en una lucha cuerpo a cuerpo, estilo guerrilla, que podría prolongarse durante semanas y meses. Nadie puede estar seguro de cuánta resistencia enfrentarán las fuerzas imperialistas.
Aunque hay odio por el régimen corrupto de Saddam, parece que hay una voluntad por parte de sectores importantes de la población de luchar contra lo que se percibe no como un ejército de liberación, sino como una fuerza de dominación y conquista. Como un iraquí que regresaba de Jordania a Bagdad explicó: “No estoy luchando por Saddam, estoy luchando por Iraq”. Los “repatriados” iraquíes han pagado hasta £1.000 por viajes en taxi de vuelta a Iraq para luchar contra los "invasores imperialistas". El nacionalismo iraquí podría ser una fuerza mucho más grande de lo que el imperialismo estadounidense y británico esperaban.
La situación también podría complicarse por la “guerra dentro de una guerra” que podría estallar entre las tropas turcas y kurdas en el norte.
Las muertes
Una encuesta de opinión realizada en EEUU justo después del inicio de la guerra reveló que el 41% de la población esperaba que las bajas estadounidenses no fueran más de cien. El general estadounidense retirado, McCaffney, dijo en el programa de televisión Newsnight que con intensos combates podrían llegar a 2.000 o 3.000 muertes. Una guerra prolongada y sangrienta tendría un efecto en la opinión pública en los Estados Unidos y en Gran Bretaña.
En ambos países, como se esperaba, el estallido de la guerra dio como resultado inicial una disminución de la oposición. Hay un sentimiento entre algunas personas, alentado por algunos políticos “antiguerra” como los Demócratas Liberales, los líderes de la iglesia, etc., de que ahora que la guerra ha comenzado deben “respaldar” a las tropas cuyas vidas están siendo puestas en peligro.
Sin embargo, dos días después de que estallara la guerra, tuvo lugar en Nueva York una manifestación contra la guerra de entre un cuarto y medio millón de personas, y un número similar protestó en Londres, la mayor manifestación contra una guerra en Gran Bretaña. Los comentaristas de los medios de comunicación especulan sobre qué “umbral del dolor” será capaz de aguantar EEUU. Si las bajas aumentan en un conflicto prolongado, el estado de ánimo podría crecer rápidamente en contra de la guerra. El “síndrome de Vietnam” no ha sido completamente enterrado. Después de la guerra de Vietnam, cuando 57.000 soldados estadounidenses fueron asesinados, las distintas administraciones estadounidenses tuvieron que tener cuidado de evitar cualquier enfrentamiento militar que pudiera ocasionar bajas significativas en EEUU.
Si la guerra va mal y hay una oposición masiva, Bush y Blair podrían verse sometidos a una mayor presión para negociar un alto el fuego con el régimen iraquí. Hacerlo dañaría fatalmente a ambos líderes políticos, pero no puede descartarse por completo este desenlace si la guerra resulta ser mucho más brutal y prolongada de lo que se anticipó originalmente.
Es vital entonces que continuemos construyendo el movimiento en contra de la guerra. Las protestas masivas que hasta ahora han tenido lugar no han impedido o detenido la guerra, pero sí han afectado la conducta de la guerra. Ni Bush ni Blair pueden darse el lujo de ignorar por completo a la opinión pública.
El bombardeo de Bagdad ha sido una experiencia horrible para los civiles iraquíes y ha causado muertes y terribles daños. Sin embargo, el bombardeo no ha sido completamente indiscriminado. Como dijo, sin rodeos, el general de división Peter Currie en el Daily Mirror: “No queremos reducir a escombros un país que tendremos que reconstruir (…) Esa no es la única razón. En una guerra tan políticamente cargada, que ha dividido a la nación por el medio, el daño colateral podría ser más que simplemente costoso, podría ser catastrófico”.
En otras palabras, existen limitaciones políticas sobre el uso del poder militar de los EEUU. Sin embargo, ahora que han encontrado resistencia en ciudades como Basora, están teniendo lugar bombardeos que afectan a civiles y esto podría ir a más en la batalla por Bagdad.
Es incorrecto suponer que no se puede hacer nada ahora que la guerra ya ha comenzado. Sin embargo, el movimiento contra la guerra tiene que hacer algo más que “gritar un poco más fuerte”, como han sugerido algunos líderes de la Coalición Stop the War.
El papel de las huelgas
Tenemos que continuar y extender las huelgas, las protestas y la desobediencia civil. Pero también tenemos que hacer una campaña ahora para una acción industrial decisiva contra la guerra. Los estudiantes de instituto han mostrado el camino con su fantástica acción de huelga en el Día X. La huelga en los centros de trabajo fue mucho más limitada, pero se puede hacer mucho más para organizar las futuras acciones.
Los líderes sindicales de la izquierda, como Bob Crow, del RMT, se oponen a la guerra contra Iraq, y se han comprometido a apoyar a los trabajadores que tomen medidas contra ella. Ahora tienen que ir más allá. Deben organizar inmediatamente una conferencia en contra de la guerra de los afiliados de base, representantes sindicales, miembros del comité ejecutivo y secretarios generales que apoyan la Coalición Stop the War. Dicha conferencia podría discutir la adopción de medidas contra la guerra, incluida la fecha para una huelga de 24h. Esto llevaría al movimiento a un nuevo nivel que podría desafiar a Blair y su apoyo a esta brutal guerra imperialista.