“No duermo. Suelo tener pesadillas con mi hermano, mi sobrino y mis amigos muertos. Todos los días le digo a mi madre que me quiero morir. El otro día me quise tirar por el balcón pero mi hermana me agarró. Mi padre es pescador pero nos han cerrado el mar. Sólo nos permiten pescar a cinco millas de la costa. Ahí no hay apenas pescado. Vivimos una vida de mierda. Tierra, mar, todo bloqueado. Soy un niño igual que los demás. Esto no es vida. No tenemos ni para comer. Tengo que ganarme la vida vendiendo te y café para llevar dinero a casa. No me han dejado amigos ni a nadie. Me quedo en casa, no juego ni hago nada. Me gustaría entrar en la resistencia y hacer justicia por mis primos”.

Estas palabras son de Hamada, uno de los diez niños que protagonizan el documental “Nacido en Gaza”, filmado por el cineasta ítalo-argentino Hernán Zin durante los meses que siguieron a la brutal masacre desatada por el ejército israelí en el verano de 2014, que causó la muerte de 71 soldados israelíes y 2.205 palestinos, en su inmensa mayoría civiles, incluyendo más de 500 niñas y niños. 

Genocidio, limpieza étnica y complicidad de los Gobiernos occidentales...

Entonces, como vuelve a ocurrir ahora a una escala todavía más sangrienta, el Gobierno sionista de Netanyahu también presentaba sus criminales políticas de genocidio y limpieza étnica contra los palestinos como “lucha contra el terrorismo” y “medidas para acabar con Hamás”. Entonces, como ahora, contaba igualmente con la complicidad asesina de EEUU (en ese momento gobernado por el muy “progresista” Barack Obama) y la Unión Europea. Entonces, como ahora, los burócratas  y Gobiernos occidentales derramaban las mismas lágrimas de cocodrilo cínicas y cobardes pidiendo amablemente a Netanyahu “contención” y “una respuesta proporcionada”. ¡Como si con esos eufemismos miserables pudiesen lavar sus manos manchadas de sangre! 

Porque eso es precisamente lo que se preguntan con desesperación y rabia los niños y niñas que Zin sigue con su cámara por una Gaza arrasada, ya en 2014 y de la que hoy la criminal ofensiva desatada por Netanyahu intenta no dejar piedra sobre piedra. ¿Cuántas viviendas, hospitales y escuelas más deben ser destruidos? ¿Cuantos niños y niñas, hombres y mujeres asesinados representan una “respuesta proporcionada” para burócratas sin alma como Úrsula Von der Leyen y Josep Borrell, o para los  cínicos Gobiernos de la Unión Europea, incluido el de Pedro Sánchez? Sólo plantear la pregunta desnuda la mezquindad de toda esa basura diplomática calculada ante el genocidio en marcha. 

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Un protagonista mudo pero impactante de “Nacido en Gaza” es el escenario. Casas reducidas a escombros, como las vidas de Hamada, Mohamed, Mahmoud, Bisan, Motasem y todos sus amigos y familiares. 

...mientras la ONU mira a otro lado

Tres meses después de la masacre del verano de 2014, 100.000 personas seguían sin casa en Gaza, 450.000 sin suministro de agua, 75 hospitales y 279 escuelas continuaban sin ser reconstruidos,  el 72% de la población sufría inseguridad alimentaria y de los 4.275 millones de euros de ayuda prometidos por los organismos internacionales...¡nada de nada! Una hipocresía que, sin embargo, palidece ante la que observamos en este mismo momento. Mientras el Gobierno neofascista de Netanyahu, con la complicidad de la Administración Biden y los Gobiernos europeos, organiza una nueva masacre y todos hablan del derecho de Israel a “defenderse”. Eso sí: intentando mantener “controladas” las imágenes y cifras de muertos.

Un protagonista mudo pero impactante de “Nacido en Gaza” es el escenario. Casas reducidas a escombros, como las vidas de Hamada, Mohamed, Mahmoud, Bisan, Motasem y todos sus amigos y familiares. Niños destruidos por dentro, como ellos mismos relatan en testimonios que erizan la piel y hacen temblar de indignación y rabia. Rotos por el dolor, prisioneros en su propia tierra. Obligados a enfrentarse diariamente al miedo a las bombas porque pase lo que pase hay que “llevar comida a casa”. 

Los parques donde jugaban, transformados en escenarios de muerte.  Las escuelas donde estudiaban derruidas, testigos mudos de la barbarie. Incluidas esas seis de la ONU a donde les dijeron que corrieran a refugiarse porque se suponía que "eran más seguras". Hasta que Netanyahu (que sigue sin ser incluido en ninguna lista de genocidas, que sigue dando discursos en la ONU y estrechando las manos de sus amigos, los presidentes del “mundo libre”) también las destrozó con sus bombas y sus armas (muchas de ellas Made in Spain y Made in Europa) dejando su brutal firma de metralla en los cuerpos de varios de ellos. Metralla, mutilaciones, cicatrices físicas y mentales: una pesadilla de recuerdos monstruosos que nunca podrán olvidar, los cuerpos ensangrentados de amigos, hermanos, primos, padres... que -como varios de ellos y ellas describen- se les aparecen en medio de la noche atormentándolos. Un pánico que vuelve a resumir Hamada: “Aunque construyamos otra casa siempre tendremos miedo de que haya otra guerra y la destruyan de nuevo”.

Todo eso, y mucho más, denuncia “Nacido en Gaza” a través de las miradas y las palabras sencillas, pero a la vez de una profundidad espeluznante, de esos 10 niños y niñas que cuentan su día a día, la barbarie cotidiana en que han convertido sus vidas las bombas y balas de Netanyahu, el cálculo e intereses geopolíticos de Washington, la complicidad de Bruselas y la cobardía de la ONU. Sin narrador, sin explicaciones ni grandes discursos. Con el lenguaje sincero y directo de los niños, pero sin dejarse nada en el tintero. Como cuando Hamada también se acuerda de quienes siempre les prometen ayuda y siempre acaban abandonándoles. Y no habla únicamente de la ONU y los Gobiernos occidentales. “Nadie nos ayuda. Cogen nuestros nombres, nuestros datos, número de teléfono y prometen, prometen. Se van y se olvidan. El Gobierno de Ramallah, los de Fatah, Hamás y muchas milicias dicen que nos van a ayudar pero no es así”. 

Un documental duro como pocos, que impacta y conmueve. Más sabiendo que sus protagonistas están ahora mismo nuevamente bajo las bombas, sufriendo la invasión más sangrienta de todas las organizadas por el Estado sionista durante estos 75 años de opresión y limpieza étnica. Pero también un llamamiento a la lucha. Porque si algo queda claro, tras asistir con el corazón encogido a la hora y catorce minutos que dura “Nacido en Gaza”, es que un sistema que se basa en una opresión y barbarie tan atroces no puede, no debe, seguir existiendo. Y sólo hay un modo de acabar con él y conquistar la libertad del pueblo palestino y de todas las oprimidas y oprimidos: la lucha revolucionaria de masas que en estos mismos momentos estamos protagonizando millones en todo el mundo, desde la propia Gaza, Cisjordania y todo el mundo árabe a las calles de Europa, Estados Unidos y el propio Israel. 

“Nacido en Gaza” se puede ver en la plataforma Filmin

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