La crisis del sistema capitalista ha desvelado de manera cruel la opresión a la que nos enfrentamos las jóvenes y mujeres trabajadoras. No sólo somos víctimas de una desigualdad creciente, de la explotación laboral más brutal o de los prejuicios misóginos que esparcen la Iglesia y los gobiernos reaccionarios. Las mujeres de la clase trabajadora soportamos una violencia cotidiana a la que no se pone freno, y que ha supuesto la muerte de miles de nosotras en el Estado español y en el resto del mundo.

Bajo el sistema capitalista los ataques contra la mujer trabajadora adquieren multitud de formas, todas horribles. Pero las agresiones físicas dan la medida de la degradación que estamos soportando: el 70% hemos sufrido, al menos una vez en la vida, episodios de violencia machista; cada 8 horas se produce una denuncia por violación y, en los últimos 7 años, más de 800 mujeres han sido asesinadas en el Estado español. Unas cifras que son únicamente la punta del iceberg de una lacra repugnante.

La otra parte menos visible de la opresión que sufrimos cotidianamente, pero igual de criminal, es resultado de las políticas capitalistas que adoptan tanto los gobiernos de la derecha como los que se llaman “socialdemócratas”. Bajo este sistema se nos condena a una vida de precariedad, con peores trabajos y salarios. Los recortes en sanidad, educación y en ayudas a la dependencia nos obligan en muchas ocasiones a cargar sobre nuestras espaldas el cuidado de niños, familiares y enfermos. Los recortes en becas de comedor o la imposibilidad de acceder a plazas públicas en escuelas infantiles nos obligan a tener que soportar el peso de las tareas domésticas, a negarnos la independencia económica y a relegarnos en muchas ocasiones a las cuatro paredes del hogar.

Por otra parte, el poder de la Iglesia y su impunidad para diseminar todo tipo de prejuicios contra las mujeres, alimentando comportamientos sexistas, homófobos y patriarcales, constituye una realidad intolerable. El PP, y también la dirección del PSOE, han permitido que el control de la Iglesia Católica sobre la enseñanza siga siendo todavía asfixiante, mientras que nos niegan el derecho a acceder a una educación sexual plena y medios anticonceptivos gratuitos.

Como jóvenes y mujeres trabajadoras que defendemos un feminismo anticapitalista y revolucionario, sostenemos que la lucha por nuestros derechos no es únicamente una cuestión de género, sino que también, y de manera determinante, es una cuestión de clase. Bajo el sistema capitalista no todos somos iguales y tampoco lo somos todas las mujeres. Muchas, como Esperanza Aguirre, Cristina Cifuentes, Inés Arrimadas o Patricia Botín, defienden el sistema capitalista y todas las reglas que perpetúan la situación de opresión de la mayoría de nosotras.

Ellas apoyan de manera entusiasta las reformas laborales que favorecen los empleos precarios, los salarios inferiores para mujeres, las jornadas laborales extenuantes, o los recortes en gastos sociales. Además cuando llegan a posiciones de poder económico y político adoptan los mismos papeles patriarcales y explotadores: la opresión de género tampoco la sufrimos de la misma manera. ¿Qué tenemos que ver las mujeres trabajadoras con ellas? ¡Absolutamente nada! El hecho de ser mujeres no nos coloca del mismo lado de la barricada. Todo lo contrario. Ellas sólo defienden los intereses de su clase, de los ricos, de su sistema, porque les garantiza su estilo de vida y sus privilegios.

Organización y lucha

Sabemos que la única forma de acabar con la postración que nos pretenden imponer es con la lucha colectiva y la movilización en las calles. Hemos demostrado la fuerza que tenemos las jóvenes y las mujeres trabajadoras cuando nos ponemos en marcha: en las manifestaciones masivas de Estados Unidos contra Donald Trump, con el movimiento #NiUnaMenos en América Latina, en Polonia por el derecho al aborto, o al frente del movimiento contra los desahucios, llevando a cabo luchas como las Kellys en defensa de unas condiciones de trabajo dignas, o siendo el empuje de conflictos laborales como las Espartanas de CocaColaEnLucha. El pasado 8 de marzo fuimos millones en las calles de todo el mundo levantando un grito ensordecedor contra la violencia machista y la opresión capitalista.

Desde el Sindicato de Estudiantes e Izquierda Revolucionaria sabemos que la liberación de la mujer trabajadora es una cuestión de primer orden para todas y todos los que aspiramos a transformar el mundo. Por este motivo hemos impulsado Libres y Combativas, plataforma feminista, anticapitalista y revolucionaria, para unir las fuerzas de todas las que sufrimos la opresión y la violencia del capitalismo en la misma lucha por transformar la sociedad.

¡Basta de violencia contra la mujer! ¡Ni una menos!

• Castigo ejemplar a los responsables de todas las violaciones, maltratos físicos y psicológicos, asesinatos y desapariciones de mujeres. Basta de leyes que no nos protegen. Despido y sanción a todos los policías y jueces que con su actitud favorecen la impunidad de los agresores.

• Medios materiales y casas refugio para las mujeres maltratadas. Por un puesto de trabajo digno o subsidio de desempleo indefinido, así como una vivienda digna para las víctimas de maltrato y sus hijos.

¡Nuestro cuerpo, nuestra decisión!

• Derecho al aborto libre, gratuito y seguro. Basta de represión.

• Servicios de planificación familiar, públicos, gratuitos y de calidad. Acceso a la educación sexual integral en todos los Institutos y facultades, así como a todos los medios anticonceptivos de manera gratuita. ¡Fuera la Iglesia y la religión de la enseñanza pública!

• Contra la lacra de la prostitución y el tráfico de mujeres. La liberación de la mujer pasa por que decidamos y controlemos nuestro cuerpo sin tener que usarlo para sobrevivir. Contra los vientres de alquiler, otro negocio muy lucrativo que, al igual que la prostitución, mueve miles de millones de euros para beneficio de los de siempre.

¡A igual trabajo igual salario! ¡Abajo las cadenas del trabajo doméstico!

• Derogación de la reforma laboral. Salarios dignos para la mujer trabajadora. Ninguna empresa puede negarse a contratarnos por estar embarazadas, cumplir con estándares estéticos, por color de piel, etc.

• Castigo ejemplar al acoso sexual laboral.

• Derecho a seis meses de permiso por maternidad para ambos padres, con salario al 100%. Escuelas infantiles públicas y gratuitas en cada barrio y/o centro de trabajo, que posibiliten compaginar empleo y maternidad.

• Servicio público de lavanderías, comedores, tintorerías, limpieza del hogar…, dignos y gratuitos para acabar con la esclavitud de las tareas domésticas.

¡Al volver a casa no queremos ser valientes, queremos ser libres!

• Basta de convertir el cuerpo de la mujer en un objeto, alimentando de esta forma las agresiones machistas. Retirada inmediata de cualquier tipo de publicidad sexista que utilice el cuerpo femenino como reclamo.

• Abajo el canon de belleza que nos imponen las grandes multinacionales del textil, la cosmética, la dietética y la cirugía estética. No sólo es absurdo e irreal, sino que alimenta prejuicios, traumas y enfermedades.

¡Únete a Libres y Combativas y lucha por tus derechos!

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