Érase una vez en el reino de España un cuento de princesas del siglo XXI. Su protagonista, Ana Patricia Botín, no es una mujer cualquiera. Tataranieta de banqueros por línea paterna y Grande de España por partida doble gracias al título que el rey Juan Carlos I inventó para su madre y a su boda con un hijo de marqueses, también ha sido nombrada por la reina Isabel II Dama Comandante de la Orden del Imperio Británico por los servicios financieros prestados en el Reino Unido. Es difícil aunar en una misma persona tanta fortuna y nobleza.

Como corresponde a nacidos en tan alta cuna, siempre ha estado rodeada de lujos y  comodidades como mansiones y aviones privados, así como del refinamiento y la cultura que proporciona una pinacoteca compuesta por obras de El Greco, Goya o Zurbarán. Disfrutó también de la mejor educación en colegios de elite en Suiza, Austria y Reino Unido, y se graduó en economía en la prestigiosa Universidad de Harvard.

Con el paso de los años esta moderna princesa se convirtió en una auténtica reina de las finanzas tras acceder a la presidencia del Banco Santander, siendo considerada por la revista Forbes una de las 10 mujeres más poderosas del mundo. Y es que, como bien decía su abuelo Emilio Botín II: “Ricos, lo que se dice ricos, somos muy pocos.”  Entre Ana Patricia y el pueblo llano siempre ha existido un gigantesco abismo: ella gana en 12 meses lo que a cualquier trabajadora o trabajador nos costaría seiscientos años.

El pasado agosto, haciendo gala de ese desparpajo propio de quien se siente omnipotente, afirmó: “Soy consciente de estar en una posición privilegiada para hacerlo. Así que, cuando hablo, no lo hago solo por mí misma. Lo hago, junto con la gran mayoría de los hombres que nos apoyan, por todas las mujeres. Por eso mi feminismo es ahora público. Y quizá el tuyo también debería serlo.”

El feminismo del Banco Santander

A pesar de la constante adulación de los medios de comunicación que le rinden pleitesía cual cortesanos de la aristocracia capitalista, la reina Ana Patricia no ha logrado conquistar el amor de todo el pueblo. De hecho, las feministas anticapitalistas no nos creemos su cuento.

No, Ana Patricia, no puedes hablar en nombre de “todas las mujeres” porque tu reino se levanta sobre el sufrimiento y la explotación de muchísimas personas, incluyendo a millones de mujeres trabajadoras.

En el Estado español, donde desahucio es sinónimo de mujer, el banco que preside Ana Patricia ha arrojado a numerosas familias de sus hogares y ha sido multado por incumplir el Código de Buenas Prácticas con clientes que se encuentran en dificultades económicas.

Tal y como ella misma reconoce, el grupo financiero que dirige paga menos a las trabajadoras que a los trabajadores. Y si en su conglomerado empresarial la sobreexplotación de la plantilla —tanto hombres como mujeres—es habitual en los que a jornada laboral y horas extra se refiere, hay un ensañamiento particular con las madres. “Varios sindicatos achacan a las sugerencias de la dirección el elevado número de empleadas con reducción de jornada por cuidado de hijos que deciden abandonar los bancos Santander y Popular (…)” 

Su actitud mezquina con las trabajadoras, contrasta con la generosidad que practica con las mujeres de su misma clase y las reaccionarias de tomo y lomo. Como Isabel Tocino, ministra durante la primera legislatura de José María Aznar, y recientemente nombrada vicepresidenta del consejo de Santander España y presidenta de Banco Pastor.

La nueva moda de las ricas feministas

Su corazón, puro y sincero, se manifestó en su admiración pública por el movimiento MeToo porque sirve “para hacerle saber a la gente que no está sola”. Tanta humanidad y empatía no cuadra con el hecho de que el conglomerado empresarial que lidera esté entre los principales inversores de fábricas de armamento, y en sus cuentas corrientes amase enormes beneficios gracias al sangriento negocio de la guerra. Pero es que Ana Patricia puede hablarnos del amor, de cuidarnos entre nosotras y de su feminismo de elite, pero no es tonta: sus negocios están siempre por encima de cualquier consideración.

Y es que todo te pilla Ana Patricia. También colaborar con quienes alimentan la homofobia: “El banco de Santander cedió a las amenazas del colectivo de derecha Movimiento Brasil Libre (MBL) y canceló una muestra de su centro cultural con temática LGTB acusada de ‘incitar a la pedofilia y zoofilia’. Los intelectuales brasileños denuncian ‘la censura’ de la entidad financiera española.”

Así son las reinas del dinero y la fama como Ana Rosa Quintana, Susanna Griso o Tita Thyssen, su feminismo aflora cuando es más oportuno… para su negocio. Y, casualmente, semanas después de que la banquera Botín no pudiera resistir la necesidad de proclamar a los cuatro vientos su feminismo, su banco ha lanzado un nuevo producto, Santander Equality Acciones, supuestamente destinado a promocionar políticas de igualdad de género. Lo cierto es que tras un nombre tan sugerente, no hay más que un nuevo fondo de inversiones que intenta captar capitales para producir más dinerito.

Como los hechos demuestran, la vida de la mayoría, mujeres y hombres, poco le importa a Ana Patricia. En realidad su feminismo no es más que una nueva técnica de marketing destinada a embellecer a esa pequeña minoría que vive en la opulencia mientras la mayoría luchamos por acceder a una vida digna. Tan es así, que la protagonista de este cuento ha reconocido que si le hubieran preguntado si era feminista hace diez años “probablemente habría contestado que no”.

¡Basta de cuentos!

Es importante señalar que, junto al oportunismo y la promoción personal, hay otro aspecto más que trasciende la esfera individual y responde a los intereses del conjunto de los y las capitalistas. Utilizando su jerga financiera, estamos ante una OPA hostil con objeto de asimilar al actual movimiento feminista de masas y hacerlo compatible con el sistema. 

Patriarcado y capitalismo van siempre de la mano y son el adversario en la lucha por la emancipación de la mujer trabajadora, de la comunidad LGTBI, de nuestros hermanos y hermanas inmigrantes y de todos los oprimidos, independientemente de su género, raza o nacionalidad. Ahora, nos vienen con el cuento de que todas, oprimidas y opresoras, asalariadas y empresarias, humildes y ricas, por encima de diferencias de clase, estamos juntas en esto que quieren llamar el feminismo transversal (del que incluso Albert Rivera se ha postulado como su nuevo jefe).

No creemos ni en hadas madrinas, ni en banqueras. Sabemos que nuestra liberación no se conseguirá en lujosos despachos, ni de bancos ni de ministerios. Al contrario, habrá que derribarlos, y seremos nosotras mismas, armadas con nuestra conciencia de clase, revolucionaria y anticapitalista, y a través de la lucha organizada, quienes conquistaremos colectivamente nuestra emancipación.

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